Nebraska
es una deliciosa y sencilla película sobre la rutina de la vida en eso que
solemos llamar “la América profunda”, la de los pueblos de los estados que no
pertenecen ni al norte ni al sur (the middle, el medio), que no tienen ni el
encanto bastante hortera por cierto de las soleadas playas californianas y la
cercanía de la frontera con casi todo lo prohibido, ni el esnobismo y la carga
política y literaria de Boston, Nueva York o Washington. Elegante y poética,
vale la pena ver Nebraska y disfrutar con ese otro cine estadounidense,
independiente de los grandes estudios de Hollywood y de factura impecable a
base de presupuesto reducido, grandes actores desconocidos, un buen realizador
y algún productor que se arriesga. Se estrena en España el 7 de febrero
de 2014.
Como
muchas de las últimas producciones –y en esto se nota también que la vida ha
transcurrido para todos- en Nebraska hay un anciano perdido en su propia senilidad
y en sus ensoñaciones y en la escasa, por no decir, nula comprensión del
progreso y los intereses de las nuevas generaciones, esos niños que alguien de
la historia define diciendo que “crecen mirando el culo de las vacas y los
cerdos”; aunque en muchos casos, como en su familia, se trate de jóvenes sin
interés alguno.
El
anciano, convencido de haber ganado un millón de dólares en un improbable
sorteo por correspondencia, quiere llegar a Nebraska para recoger el premio. La
mujer y los dos hijos, persuadidos de que ha empezado un declive irremediable
hacia la demencia o el alzheimer, se plantean internarle en una residencia;
finalmente, uno de los hijos se decide a llevarle –de Montana, donde reside, a
Lincoln, en Nebraska, pasando por tres estados- en busca el premio en que nadie
cree. Un incidente durante el viaje, en el que el padre resulta herido, les
lleva a recalar en Hawthorne, el pueblecito donde nació el anciano y del que se
fue cuarenta años atrás; casi una aldea en la que vegetan algunos de sus
hermanos y otros parientes, incluidos esos jóvenes obesos hundidos en un sofá
que ni estudian, ni trabajan, ni hacen ninguna otra cosa que sentarse frente al
televisor en camiseta, con mirada bovina y el cuerpo sudoroso; un pueblo donde
las mujeres chismorrean y los hombres beben. Ahí, en ese pueblo, encontrará los
rastros de su infancia, de los amigos olvidados en el tiempo, de unos
familiares que ahora le creen rico y pretenden que reconozca antiguas e
inexistentes deudas…
Película
de las que emocionan, road-movie sin persecuciones de coches ni más sobresaltos
que las “escapadas” del anciano, comedia agridulce que valió a su protagonista,
Bruce Dern (77 años, más de un centenar de interpretaciones, las últimas Twist,
de Francis Ford Coppola, y Django
Unchained de Quentin Tarantino) el Premio de Interpretación
Masculina en el Festival de Cannes 2013, Nebraska está realizada por el
estadounidense de origen griego Alexander Payne (Oscar al mejor guión adaptado
en 2005 por Entre Copas y en 2012 por
Los descendientes) y cuenta con una espectacular fotografía en blanco y negro. Payne
no es el autor del guión –pertenece a Bob Nelson- pero ha nacido en Nebraska,
conoce la desolación de la zona semi abandonada por sus habitantes, y ya ha
tratado anteriormente la vejez y el debate entre los valores que merecen
salvarse del progreso desenfrenado, y los que no.
La de Nebraska es la América que no forma
parte del sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario