lunes, 29 de junio de 2015

Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini: reestreno de un clásico de la modernidad cinematográfica



Los cines Verdi (Madrid y Barcelona) tienen programado para el verano de 2015 un ciclo sobre uno de los clásicos del cine italiano: Roberto Rossellini, con una serie de nueve de sus realizaciones –alguna de ellas nunca antes estrenada en España-, restauradas y digitalizadas en HD por la Cinemateca de Bologna con un resultado espectacular. El ciclo se inicia el 3 de julio con Viaggio in Italia (estrenada aquí en 1954 como Te querré siempre) (*), que pretende ser también un acto de recuerdo y homenaje a quien fuera su mujer, la actriz sueca Ingrid Bergman, cuando se va cumplir el centenario de su nacimiento (26 de agosto de 1915). Después, y durante una semana, se irá repitiendo el ciclo completo, en bucle, en sesiones al precio de “día del espectador”, o sea 4,50€.

Una pareja británica, Alexander (George Sanders) y Katherine (Ingrid Bergman), viajan a Italia para arreglar un asunto de una herencia. A su llegada a Nápoles la relación se deteriora, Katherine visita sola la ciudad y sus alrededores mientras Alexander se marcha a Capri a visitar a su amiga Judy y, al regreso, la pareja decide divorciarse. En una visita que hacen juntos al Museo de Pompeya, y en una escena en la que hace de extra el director de la época del establecimiento, Amedeo Maiuri, asisten al descubrimiento de una pareja de pompeyanos “unidos para la eternidad” a causa de la violenta erupción del Vesubio, ocurrida en el año 79 antes de nuestra era, que destruyó totalmente la ciudad y mató a la inmensa mayoría de sus habitantes. El descubrimiento afecta a Katherine, que decide dar otra oportunidad a su matrimonio. El final les reunirá «milagrosamente» en la procesión anual de Maiori en pleno centro de Nápoles contemplando, ajenos al fervor religioso del entorno, el paso de una Madonna enlutada.

Excelente (si exceptuamos los últimos minutos) melodrama sentimental muy propio de la época (1953), nada que ver con el neorrealismo, dirigida por Roberto Rosellini (un italiano que trabajaba en Estados Unidos) a mayor gloria de Ingrid Bergman, la mujer que le había enamorado en 1948 y con la cual vivió una de las grandes historias de amor de Hollywood, y el consiguiente escándalo también ya que ambos estaban casados cuando se conocieron.

Autobiográfica en parte, como casi toda la obra del cineasta en aquellos años, y maltratada por la crítica local de la época, el rescate llegó de la pluma de algunos comentaristas franceses, y entre ellos nada menos que François Truffaut, entonces periodista en la prestigiosa revista Cahiers du cinéma, que la consideraron la “primera película moderna”, que “ha abierto una brecha por la que necesariamente deben pasar el cine mundial para no morir” según Jacques Rivette, otro de los realizadores, junto con Jean-Luc Goddard, más influyentes de la nouvelle vague quien, en el artículo titulado Carta a Rosellini, la califica de “ejemplar” y la define entre otras cosas como “íntima, familiar, improvisada y personal, lo que la acerca a la modernidad en literatura y pintura, por ejemplo”.

El propio Godard le rindió luego homenaje en su película Le Mépris (El desprecio) y Martin Scorsese la recordaba en Mi viaje en Italia, documental de 2001, de cuatro horas de duración, en el que se trata de un viaje personal del cineasta por las pantallas italianas de sus orígenes, desde el neorrealismo de la posguerra hasta la obra de genios como Fellini.

“Lacónica, minimalista en los diálogos, huyendo del psicologismo y las habituales peripecias de la ficción clásica, Viaggio in Italia en una película de la interioridad, de lo que no se dice. –se lee en la Enciclopedia del cinema italiano- Como ejemplo valga la conmovedora escena en que Katherine toma conciencia de que su pareja ha fallado ante el fósil de un matrimonio de Pompeya abrazado desde hace siglos: a veces se necesita un tercero, un “revelador”, para que dos caigan en la cuenta de lo que les pasa”.

En este sentido, al exponer sin decirlo el problema de la incomunicación, Rosellini toma prestadas algunas herramientas éticas y estéticas que hacían la fortuna de Antonioni o Bergman (exceptuando, claro el “milagro” final). Este aspecto es lo que más destacan ahora los historiadores del cine: que se trata de una película “de ruptura”: en el argumento, porque lo que relata es el final del amor, y en las formas incluso: pocas palabras, muy pocas, para mostrar las heridas de la relación conyugal.

Museo de Nápoles, antro de la Sibila, ruinas del templo de Apolo, rescoldos del Vesubio, catacumbas de Fontanella… huyendo de la cercanía de ese hombre con el “no conecta” cuando cumplen ocho años de matrimonio Katherine se satura de piedras cargadas de historia que acaban llevándola al descubrimiento de lo que hay realmente en el fondo de su espíritu. “Todo, en Viaggio in Italia, es desbordamiento, desgarramiento, exhumación. Todo tiende a la sumersión final, ese modesto ‘I love you’ tan repentino como erupción (…) La declaración se niega in extremis a abandonar el amor en la tumba del orgullo”.

Viaggio in Italia forma parte – junto con Europa ’51 y Stromboli- de la conocida como “trilogía de la soledad” de Roberto Rossellini, un recorrido sobre la idea del aislamiento humano en el que Ingrid Bergman, en distintas interpretaciones, “se transforma en el símbolo de una condición femenina que se vive con sufrimiento; una figura de mujer doliente sobre la que pesan los prejuicios y la violencia de una sociedad mayoritariamente machista. Teniendo en cuenta el tiempo que trascurre entre ellas (…) no se puede hablar de una planificación precisa sino más bien de una intuición que lleva a Rossellini a analizar, desde distintos aspectos, una única y gran temática: la incomunicación humana”.

(*) Completan el ciclo Stromboli, India, Amore, Non credo pié all’amore, Paisá, Germania anno zero y La macchina ammazzacattivi.



domingo, 28 de junio de 2015

Profanación (Los casos del departamento Q), el Millenium danés



Los casos del Departamento Q, del que Profanación es la segunda entrega después de Misericordia –realizada en 2012 aunque estrenada en España en junio de 2015- proceden de las cinco novelas escritas por el danés Jussi Adler-Olsen y tienen en común el estar protagonizadas por una pareja de policías al uso–es decir, muy diferentes y absolutamente complementarios-, una intriga muy escandinava, inspirada con toda evidencia en el ejemplo de la sueca Millenium -adaptación más o menos conseguida de la novela de Stieg Larsson, un exitazo mundial inesperado-, donde los crímenes tienen siempre una fuerte componente sexual y mejor si, como en este caso, se añaden la violencia gratuita de unos irresponsables jóvenes ricos protegidos por el status familiar, el aire gótico de algunos ambientes y secuencias, y el sadismo de los criminales. Tampoco podía faltar esa mujer joven –en este caso convertida en vagabunda por las injusticias de aquella equivocada etapa juvenil- muy fuerte, física y anímicamente, pese a arrastrar la tragedia de una vida fallida.

Un guión riguroso, una creciente riqueza narrativa, una interpretación ajustada a las necesidades y una imagen excelente, convierten la película del danés Mikkel Norgaard sobre una pareja de policías que trabajan en una sección especial donde se dedican a revisar casos no resueltos, “cerrados en falso”, en un thriller casi clásico. Los protagonistas son el inspector Carl Morck (Nikolaj Lie Kaas, un actor muy popular en Dinamarca) y su ayudante de origen sirio Assad (Fares Fares, conocido por la magnífica serie televisiva Borgen) –“en la brigada les llaman el árabe y el acohólico”, dice uno de sus colegas- en esta ocasión ayudados por una secretaria, joven y pelirroja.

«La floreciente literatura policíaca – escriben en el digital A voir, a lire- ha sustituido en gran parte al solitario detective privado de los relatos de Raymond Chandler por la pareja de policías, generalmente hechos para complementarse; cada uno de ellos funciona como un eco de su compañero”.

En Profanación se trata de revisar el caso de dos hermanos mellizos, Thomas et Marie Jorgensen, asesinados salvajemente en 1987, cerrado sin resolver por falta de pruebas. Las investigaciones se centraron en un grupo de alumnos del internado que frecuentan los vástagos de la alta sociedad; unos jóvenes desaprensivos que, con total impunidad y complicidad no solo familiar sino también de los responsables del colegio, llevan a cabo acciones delictivas, de una sordidez casi inimaginable. Veinte años después de los hechos, el padre de los mellizos pide al inspector Carl Morck -un policía misógino y bastante asocial, aunque brillante, que solo vive para su trabajo- que reabra el caso, y a continuación de suicida. Las pesquisas llevan a los policías tras la pista de Kimmie Lassen (Danica Curcic), testigo de lo que ocurrió, entonces novia del colegial Ditlev Pram, convertido con los años en dueño de una cadena de hoteles. Culpable también ella, ahora se convierte en el blanco de sus antiguos amigos…

Igual que en la primera entrega de la saga del departamento Q, el espectador, horrorizado, va conociendo algunas de las claves de esta intriga tan escandinava como fría y oscura –la noche invernal dura casi 20 horas en Dinamarca- mientras que los investigadores avanzan a ciegas en “las aguas turbulentas y letales" de esa sociedad, lo que añade un plus de complicidad a la película.




sábado, 27 de junio de 2015

Los caballos de Dios: mártir no se nace, se hace.

En Los caballos de Dios, película ganadora de la Espiga de Oro a la Mejor Película en la SEMINCI de Valladolid en 2012, su director, Nabyl Ayouch (parisino de 46 años) se inspira en los atentados terroristas de 2003 en Casablanca para escribir una provocadora y valiente visión del terrorismo yihadista. Entre thriller y tragedia sentimental, esta historia de alienación y fundamentalismo realizada hace ya tres años resulta más actual que nunca tras los acontecimientos de los últimos meses en medio mundo, allá donde golpea con saña el integrismo islamista radical.

Una reflexión sobre el origen de la radicalización de muchos musulmanes que han pasado a integrar las filas del terrorismo, situada en los suburbios de la ciudad de Casablanca, en Marruecos, donde el 16 de mayo de 2003 se produjeron cinco atentados kamikazes simultáneos, que causaron 41 muertes y cientos de heridos, en la que el cineasta intenta explicar cómo un grupo de chicos crecidos en el suburbio de Sidi Moumen –un mal lugar para nacer, donde realmente no existen oportunidades para salir y crearse un futuro diferente del de sus padres, “un suelo árido hecho de mugre y polvo, donde una población vive confinada en el ostracismo social, lejos de la realidad económica de un país que se va occidentalizando” aunque lentamente- llegaron a convertirse en “mártires”, autoinmolándose tras caer en las redes de una desafortunada y criminal manera de entender la religión.

Lejos de los oasis turísticos, en un lugar donde el maltrato, la violación, la depresión, el consumo de alcohol juvenil y la venta de drogas al menudeo constituyen el grueso de la actividad local, Yachine tiene diez años y vive con su familia en un poblado de chabolas. La madre, Yemma, saca adelante a la familia sin preguntar la procedencia del dinero que le dan sus hijos. El padre atraviesa una depresión, que le mantiene ausente la mayor parte del tiempo. De sus tres hermanos, uno está en el ejército, otro es prácticamente autista y el más cercano a él, Hamid, de trece años, es el cabecilla de una banda y protege a Yachine. Cuando la policía detiene y encarcela a Hamid, Yachine efectúa pequeños trabajos y recupera objetos de los basureros, que luego vende a los chamarileros. Hamid sale de la cárcel convertido en un sialmista radical y convence a Yachine, y a sus amigos, para que se unan al grupo que dirige un imán integrista, quien les entrena física y mentalmente después de decidir que Alá les ha elegido como “caballos de dios”, destinados al martirio y a alcanzar el Paraíso, donde les esperan las 70 huríes prometidas en la leyenda.

Casi un documental por el realismo de algunas secuencias , Los caballos de Dios es la narración de un drama humano muy cercano, basado en hechos reales e inspirado en la novela Las estrellas de Sidi Moumen, del escritor marroquí Mahi Binebine, ganadora del Premio Novela Arabe en 2010.


Nabyl Ayouch, francés hijo de madre judía de origen tunecino y padre marroquí, empresario de comunicación y fundador de una empresa de microcréditos, y hermano del también realizador Hicham Ayouch, comenzó su carrera realizando spots publicitarios y en 1992 firmó su primer cortometraje, Las piedras azules del desierto. A Mektoub, primer largo realizado en 1997, siguieron Ali Zaoua y la comedia Whatever Lola Wants, todas con gran éxito en Marruecos. Tras Los caballos de Dios, Nabyl Ayouch ha dirigido Much Love, presentada en la última Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, prohibida en Marruecos después de que algunas secuencias, difundidas por Internet, hayan avivado una campaña fundamentalista contra Ayouch, que ha llegado al paroxismo con algunos comentarios en los que se pide que sea ejecutado.