Nada se parece más a una
dictadura que otra dictadura. Leyendo los primeros párrafos de la novela
“Oficio de difuntos”, del venezolano Arturo Úslar Pietri, publicada en 1976 y
reeditada en 2017 por Drácena, me parecía estar reviviendo algunas situaciones
conocidas, y muchas de las pesadillas que ocurrieron mientras estaba despierta.
Algunos de los mejores
narradores americanos en lengua castellana han abordado el tema de los
dictadores en relatos de ficción que ya forman parte de la historia de la
Literatura: Alejo Carpentier (“El recurso del método”), Gabriel García Márquez
(“El otoño del patriarca”), Miguel Angel Asturias (“El señor presidente”), Augusto
Roa Bastos (“Yo el Supremo”)…Todos ellos han reflejado la realidad de ese
fenómeno tan extendido en sus países: la aparición de un caudillo que les ha
dirigido de forma muy autoritaria durante alguno años (muchos, demasiados
siempre).
“Oficio de difuntos” es una novela importante, de
las que cabe incluir en el “boom” de la literatura latinoamericana de mediados
del siglo XX, escrita por el inventor de la expresión “realismo mágico”. Úslar
Pietri “no inventa el personaje, no nos introduce en un círculo de ilusiones.
Elige una realidad específica, un verdadero microcosmos dentro del cual vivió
en el despertar de su adolescencia” (Ignacio Quintana, El País, junio 1977), y
nos lleva a un paseo literario por la
vida y milagros de un caudillo criollo de origen rural, el dictador venezolano
Juan Vicente Gómez (1857-1935), en la narración Aparicio Peláez, quien ejerció
de sátrapa durante 27 años y al que las biografías definen como “militar y
hacendado” (que significa propietario de hacienda, en este caso la finca
familiar “La Mulera”, donde nació, en el
estado de Táchira); y, en cuanto a lo de militar, general autoproclamado y golpista,
como tantos otros especímenes que han acabado convirtiendo muchos países
latinoamericanos -que han conocido un sucesión de guerras civiles,
sublevaciones, cuartelazos y tiranías- en repúblicas bananeras gobernadas al
antojo personal por esos cabecillas que llegan al poder como “pacificadores” en
tiempos revueltos y, gracias “a la obsequiosa abyección de quienes les rodean,
se convierten en sangrientos dictadores sin apenas oposición.
En esta biografía novelada
de un representante de esa casta, el narrador es un cura de libro, el padre
Solana –tragón, bebedor, mujeriego, corrupto, “familiar” del primer círculo de poder- que,
tras haber disfrutado durante toda la dictadura de los privilegios ganados como
capellán personal y escritor de loas al caudillo, a la muerte de éste y a la
vista de que le piden que se signifique una vez más haciendo su panegírico en
el funeral, se plantea el negro futuro
que le espera si la oposición, silenciada hasta entonces, consigue una parcela
de poder, por pequeña que sea; o si se desatan los odios y las venganzas, y
cualquier “desaprensivo” decide cobrarse la deuda de alguna tropelía.
Un narrador que nos va
llevando por la caleidoscópica Venezuela de la primera mitad del siglo XX, en
la que contrastan señales de progreso,
como grandes obras públicas, con evidentes manifestaciones de
inhumanidad, como el “hostigamiento y la desaparición de miles” de ciudadanos,
y nos acerca a la construcción del
“gendarme necesario”, que tanto juego ha dado, y sigue dando en el
sudcontinente americano.
El dictador Gómez fue un hombre excesivo desde su
nacimiento: primogénito de doce hermanos, construyó dos núcleos familiares
oficiales, el primero con siete hijos y el segundo con ocho, pero también fue
padre de entre 63 y 73 hijos ilegítimos, muchos de los cuales recibieron
puestos en la administración pública (junto con algunos de los legítimos), lo
que le valió certeras acusaciones de nepotismo. En el aspecto económico y
financiero, el régimen “gomecista” definió el marco legal mediante el cual se
cedió gran parte del territorio nacional en concesiones a los grande consorcios
petroleros internacionales.
Arturo Úslar Pietri nació en Caracas, en 1906,
donde murió en 2001. Como descendiente de un edecán de Simón Bolívar y de dos
presidentes de Venezuela —su abuelo materno, el general Juan Pietri, fue
presidente del consejo de Gobierno— se crió en un ambiente familiar muy
político, que le sirvió para ocupar diversos cargos: tres veces ministro —de
Educación, de Hacienda y de Interior—, secretario de la Presidencia de la
República, diputado y senador, y hasta candidato a la Presidencia de la
República, por el partido conservador derechista (CIPFN), posteriormente Frente Nacional
Democrático (FND),en 1963.
Como varios escritores latinoamericanos, compaginó
el ejercicio de la política con el de escritor. En 1929 fue destinado a París,
como agregado civil en la Embajada de Venezuela, donde trabó amistad con Miguel
Ángel Asturias y Alejo Carpentier,que como él desempeñaban funciones
diplomáticas, y frecuentó a Paul Valéry,
Robert Desnos, André Breton, Ramón Gómez de la Serna… En el ensayo “Letras
y hombres en Venezuela” (1948) formuló el término “realismo mágico”. Su obra literaria aborda distintos géneros,
en especial el ensayo periodístico, pero también escribió siete novelas “Las lanzas coloradas” (1931), “El camino de
el Dorado” (1947), “Un retrato en la geografía” (1962), “Estación de máscaras” (1964), “Oficio de difuntos” (1976), “La isla de Robinsón” (1981) y “La visita en el tiempo” (1990), además
de nueve recopilaciones de cuentos. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de
las Letras en 1990.
Arturo Úslar Pietri.
“Oficio de difuntos”
Prólogo de Moisés Naím.
Drácena editorial. Madrid, 2017.
ISBN: 9788494648342
352 páginas, 22,95€.