El
resultado de esta débil fábula sobre el capitalismo es bastante decepcionante,
sobre todo si lo comparamos con la expectación creada en torno a su estreno
jugando con el morbo de que, una vez finalizada la película, en la
postproducción se ha sustituido al protagonista inicial, Kevin Spacey (“American
Beauty”, “House of Cards”) por Christopher
Plummer (“Tolstoi, el último otoño”, “Elsa y Fred”), quien sale bastante
airoso del encargo, a causa de las
acusaciones de abusos sexuales a jóvenes y menores contra Spacey que le han
retirado, parece que definitivamente, de los platós y los escenarios.
Basada
en una historia real, pero con toda la fantasía del mundo sobre el desarrollo y
desenlace de los acontecimientos, esta historia de un secuestro en la Italia de
los años 1970 –a la que en cierta manera el realizador, Ridley Scott (“Blade
Runner”, “Thelma y Louise”, “Gladiator”), parece querer rendir homenaje en las primeras secuencias de la
película, como calcadas de “La dolce vita”- trata sobre la obscenidad del
dinero, cuando se trata de cantidades inconmensurables.
Seguramente no es todo
el dinero del mundo, pero casi, la fortuna de John Paul Getty , el gigante del
petróleo que “descubrió” las riquezas que atesoraban los países del Golfo, e
hizo inmensamente ricos a todos los jeques que hasta entonces vivían en tiendas
en el desierto y hoy, a punto de extinguiré el maná una vez exprimidos al máximo
los pozos, se han construido islas artificiales y palacios, y se han adueñado de
medio occidente invirtiendo en inmobiliario, coches de lujo, joyas, arte y
fútbol, entre otras mucha cosas.
Es
la historia de un adolescente rico secuestrado (los más antiguos el lugar
recordarán que durante meses ocupó las primeras páginas de la prensa
sensacionalista y llenó de imágenes la
del corazón), y del delirante egoísmo de su multimillonario abuelo, que se
negaba a pagar el rescate de 17 millones que pedían los delincuentes que
retuvieron al chico durante meses. Un tiempo en el que el secuestro pareció
incluso tener tintes políticos revolucionarios, porque era Italia y eran “los
años de plomo”, cuando las Brigadas Rojas cometían atentados y asesinaban al
antiguo jefe del gobierno Aldo Moro.
El
guión se ha construido a partir de la investigación llevada a cabo por el
periodista y escritor John Pearson, colaborador de Ian Flemming en la creación
de las novelas de James Bond, plasmada en el libro « Painfully Rich: The Outrageous
Fortunes and Misfortunes of the Heirs of J. Paul Getty » (recién
reeditado en castellano, con el mismo título que la película, por
HarperCollins), que cuenta la forma en que el
riquísimo John Paul Getty, fundador
de la
Getty Oil Company, se negaba categóricamente a pagar los 17 millones de
dólares de rescate con la excusa de que podría incitar a otro rapto de
cualquiera de sus diez nietos, e incluso de él mismo. “A partir de este sórdido
suceso, Ridley Scott, más preocupado por la pureza del arte que por el
conflicto moral, realiza una película fría y distante”.
Según
Getty, « quintaesencia del nuevo rico decadente y vulgar », un
hombre solo cuya omnipotencia le
mantiene alejado del resto del mundo, la vida se resumía en una serie de
fracasos a nivel mundial, donde los hombres y el dinero se mezclaban con un
cinismo bastante confortable. Getty, la
encarnación del mal y también del mal gusto, se compra un cuadro de Vermeer,
que nunca podrá enseñar porque es una obra robada, en el preciso momento en que
se está negando a comprar la libertad de su nieto; para que finalmente ceda en entregar una parte de la
cantidad pedida como rescate, tiene que recibir una prueba abyecta de hasta qué
punto está en peligro la vida del muchacho.
Aparte Christopher Plummer, introducido en
la película de forma bastante indolora gracias a la magia digital, el reparto
se completa con Michelle Williams (“Manchester by the sea”, “El museo de las
maravillas”) en el papel de madre coraje, Mark Wahlberg ( “Mojave”, “La
noche nos pertenece”, “Transformers, el último caballero”), como un ex agente
de la CIA metido a consejero aúlico del multimillonario y mediador poco
afortunado en el secuestro, el joven Charlie Plummer en el rol del adolescente
secuestrado, y el francés Romain Duris,
como el delincuente con buen corazón que no debería faltar en ninguna historia
de desalmados; la mayoría de ellos con interpretaciones muy superiores al
decepcionante y aburrido resultado final, que yo achaco a un guión que no se ha
prado en los detalles y a la excesiva duración de la película, más de dos horas
en las que no consigue ni crear ni mantener
la necesaria tensión de un thriller.
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