lunes, 31 de octubre de 2016

Uber no es un divertimento, es un trabajo


Una sentencia revolucionaria en Gran Bretaña ha establecido que quienes hacen las funciones de conductores de Uber (1), no son ni pequeños empresarios ni gente que emplea así su tiempo libre, sino “workers”, es decir “trabajadores subordinados que deben recibir el salario mínimo”, escribe el 30 de octubre de 2016 Roberto Ciccarelli en la publicación italiana Il Manifestó, “aunque no están protegidos contra el despido improcedente como los asalariados habituales”.

La sentencia en primera instancia de un tribunal de trabajo inglés “podría revolucionar el destino de la ‘gig economy’ (2), la economía de los ‘trabajitos on line’: los 40.000 chóferes de Uber, o los mensajeros en bicicleta de Deliveroo y otras empresas, tienen los mismos derecho que otros trabajadores, entre ellos vacaciones pagadas y pensiones.

La sentencia afecta inicialmente a James Farrar y Yaseen Aslam, que recurrieron al tribunal en nombre de otros 19 colegas de Uber. Pedían que se les reconociera ser empleados de la empresa mejor cotizada en bolsa del mundo, con 62,5 miles de millones de dólares, y no empresarios. Para Uber, los conductores hacen un “trabajito”, son contratados independientes que pueden elegir donde y cuando prestar sus servicios.

“En un texto al que no falta ironía fulminante y un uso sagaz de Shakespeare y Milton, los jueces han escrito: La de que en Londres Uber sea un mosaico de 30.000 pequeños empresarios unidos a una plataforma nos parece vagamente ridícula. Los chóferes no pueden negociar con los clientes. Ofrecen y aceptan carreras ateniéndose estrictamente a los términos que marca Uber”.

Uber ha apelado la sentencia; a los conductores les esperan otros tres grados de juicio y solo la sentencia final será válida. Pero, de momento, “ya ha quedado establecido que la empresa es responsable de sus condiciones de vida y trabajo”. Y podrá servir de jurisprudencia para otros recursos individuales o sindicales, tanto de Uber como de otros sectores de la “gig economy”. “Para el mes de noviembre de 2016 están previstas otras sentencias relativas a los mensajeros en bicicleta ingleses de cuatro compañías de “take away online”, entre ellas Deliveroo. También en estos casos, los trabajadores pelean para ser reconocidos como empleados, y no como contratados auto-empleados (self-employed contractors), y a poder cobrar el salario mínimo y tener derecho a las ayudas sociales”.

Los jueces londinenses han acusado a Uber de “ficción, y de usar un lenguaje retorcido y una terminología completamente nueva”, para ocultar el sentido de las palabras.

En Inglaterra habría unos 460.000 trabajadores clasificados como self-employed.



(1)Uber, que inicialmente se llamaba UberCab, es una empresa tecnológica estadounidense que desarrolla y explota aplicaciones móviles para poner en contacto a usuarios con conductores que realizan servicios de transporte, fundamentalmente de personas.

(2)La gig economy es la economía de los pequeños trabajos; una nueva economía definida como “colaborativa” en la que cada cual podría trabajar, utópicamente, en lo que quiere y cuando quiere. Se supone que de aquí a 2020 el 40% de los asalariados de Estados Unidos serán “independientes”, lo que significa que realizarán pequeños trabajos sin ninguna estabilidad.

domingo, 30 de octubre de 2016

"Yo, Daniel Blake", el grito de rebeldía de Ken Loach: otra obra maestra


“No soy un perro, soy un hombre. Un ciudadano nada más, y nada menos”

“Todos somos Daniel Blake”, reza la chapa que la distribuidora española de “Yo, Daniel Blake”, un excelente drama firmado por Ken Loach, ha regalado a los periodistas. Una chapa que llevo, con orgullo, en la solapa de mi chaqueta.

Porque, en efecto, todos somos Daniel Blake, todos somos víctimas de la burocracia que carece de sentimientos, de los funcionarios que se parecen a los robots como dos gotas de agua. A todos, como a Daniel Blake, nos inmolan en el altar de las leyes y las normas, los reglamentos galimatías, la incomprensión, la falta de solidaridad, la impotencia…En Inglaterra o en España, las contradicciones del propio sistema exponen a los ciudadanos vulnerables a tener que acabar eligiendo entre la resignación -de la que nunca ha salido nada bueno- o la rebelión más o menos descarada, que en el neoliberal siglo XXI tampoco suele llevar muy lejos (hay una tercera opción, nada recomendable, pero seductora para algunos: tirar la toalla, lo que en no pocas ocasiones acaba conduciendo al suicidio; entonces es cuando el sistema se alza vencedor). “Yo Daniel Blake” ha ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2016 y sendos Premios del Público en los festivales de San Sebastián y Locarno.

En la Inglaterra de los desfavorecidos, por primera vez en su vida Daniel Blake (Dave Jones) , carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a recurrir a la ayuda social después de sufrir un infarto de miocardio. Aunque su médico le prohíbe trabajar, en la oficina del paro le explican que tiene que buscar un empleo si no quiere ser sancionado con descuentos en su magra pensión. En ese ambiente de fatalidad social, en sus reiteradas visitas a la oficina conoce a Katie (Hayley Squires), una madre soltera con dos hijos obligada a aceptar una vivienda situada a 450 kilómetros de su lugar de origen, so pena de que la manden a un hogar de acogida. Atrapados ambos en las aberraciones burocráticas y administrativas actuales en su país, Daniel y Katie se ayudan todo lo que pueden. Ella lucha por sacar adelante a sus hijos, él porque se reconozcan sus derechos.

Esta película hace la número dieciocho de las que el cineasta británico ha presentado en el Festival de Cannes -trece de ellas en competición-, donde en 1880 ganó el Premio Especial del Jurado con “Secret Defense” y en 2006 la Palma de Oro con “El viento que agita la cebada”, un relato de la guerra de independencia irlandesa. En 1995, Ken Loach se sumergió en la guerra civil española con “Tierra y Libertad”.

A los 80 años, Ken Loach (Kess, Jimmy’s Hall, La parte de los ángeles, Just a Kiss), vuelve a dar la palabra a los marginados del sistema y asegura que defenderá “a los oprimidos hasta mi último aliento”. Sigue siendo “uno de los grandes realizadores de nuestra época, capaz de reinventarse a pesar de perseguir siempre las mismas obsesiones” (Boris Courret, Culturebox).

Crónica social comprometida y “de candente actualidad” (Julio Feo Zarandieta, Periodistas en español, http://periodistas-es.com/cannes-2016-merecida-palma-oro-ken-loach-70870), “Yo, Daniel Blake” es un grito de rebelión, una obra maestra, una película conseguida y una historia auténtica, que trasluce esa rabia impotente del héroe normal y sublime a la vez, del trabajador frente a la ventanilla, al otro lado de un teléfono que repite grabada la misma cantinela y le somete a la tortura de una música despreciable o sentado frente al funcionario que repite los mismos argumentos sin solución de continuidad, y sin prestar la menor atención a la persona que tiene enfrente.






Sin necesidad de colgarle el cartel de “basada en hechos reales”; para el espectador es evidente que se trata de hechos cotidianos, repetidos, que afectan a una cantidad importante de ciudadanos en muchos países en esta parte del mundo que se llama “civilizado”. Tanto, tan civilizado, que en su “profesionalidad” los funcionarios rozan el sadismo.

El Archivo de Internet cumple veinte años: una obra titánica



Desde hace dos décadas, la Fundación Internet Archive (1), en colaboración con otras instituciones como bancos y bibliotecas nacionales, cuida con cariño la memoria de Internet para que puedan disfrutarla las siguientes generaciones.

En el subsuelo de la Biblioteca Nacional François Mitterrand (BNF) -escribe Morgane Tual en el diario francés Le Monde- “reposa la historia del Web francés”, a algunos grados menos que en el exterior y en “masivos armarios negros sembrados de diodos verdes parpadeantes”. En esas máquinas están archivados veintiséis mil millones de ficheros que la BNF cuida desde hace veinte años.

Igual que los libros o los periódicos, todo lo que pasa en la Red permanece archivado en la Fundación Internet Archive, una iniciativa surgida en 1996 en la mente del estadounidense Brewster Kahle, un producto típico de la última hornada de la «american way of life» que se convirtió en multimillonario tras fundar, y vender después, dos empresas de tecnología punta en los años ’90. Fue entonces cuando Brewster Kahle decició consagrar su tiempo y su recién adquirida fortuna a un proyecto totalmente innovador: archivar el Web: “De media, un sitio Web cambia o desaparece cada ochenta días -ha dicho a Le Monde- Y con él desaparecen nuestra cultura, nuestra historia, el rastro de nuestras vida. El Web necesitaba una memoria”. Para recoger esa memoria, y poder archivarla luego, lo primero que hizo Kahle fue crear un “crawler”, un programa capaz de navegar automáticamente por los sitios y almacenar copias de las páginas Web visitadas.


En la cabeza de Kahle estaba la creación de otra Biblioteca de Alejandría, “la de la era digital. Una biblioteca digital universal”. En aquel momento, el estadounidense afortunado no era el único que pensaba en la necesidad de ese archivo: las bibliotecas de Suecia y Australia, cada una por su lado, estaban empeñados en archivar el Web de sus respectivos países. En 1999, la BNF y el INA francés (Instituto Nacional del Audiovisual) siguieron sus pasos.

Pero, al margen de estas iniciativas públicas, la Fundación Internet Archive ha continuado creciendo, y desde 2001 dispone del programa Wayback Machine (2), una herramienta con la que cualquier internauta puede recorrer la totalidad de sus archivos. En la actualidad tiene almacenados unos 460.000 millones de archivos en esos “armarios negros parpadeantes” de su sede del Presidio de San Francisco (California). Lo que pasa es que, al mismo tiempo, Internet no cesa de cambiar e incorporar programas, lo que ya ha empezado a complicar la tarea de los archiveros: la irrupción de las redes sociales es uno de los principales escollos, por ejemplo resulta imposible archivar todos los tweets existentes.


(1) El Internet Archive (IA) es un organismo sin ánimo de lucro dedicado al archivo del Web y situado en el Presidio de San Francisco. El proyecto sirve también de biblioteca digital. Sus archivos electrónicos albergan clichés instantáneos (copias de páginas tomadas en diferentes momentos) de Internet, de programas, películas, libros y grabaciones de audio. Para garantizar la seguridad de los datos almacenados, en la Biblioteca de Alejandría, en Egipto, se ha creado “espejo funcional”. El IA pone su material gratuitamente a disposición de investigadores e historiadores. Los programas con los que funciona, tanto para la indexación como para la digitalización de libros, son libres (Heritrix y Scribe).

Además de los archivos del Web, Internet Archive conserva importantes colecciones de medios de comunicación digitales, organizados en colecciones (imágenes animadas, sonidos, textos, etc.) cada una de las cuales comprende una subcolección Open Sourve, donde se pueden archivar aportaciones del público en general. Las colecciones incluyen:
·         456.000 millones de versiones archivadas (snapshots) del World Wide Web y de Usenet, en 37 lenguas.
·         1 900.000 películas.
·         2.400.000 grabaciones de audio.
·         149.000 conciertos.
·         7.800.000 libros.
·         96.000 programas.
·         951.000 vídeos.

(2) La Wayback Machie (“la máquina de volver atrás”) es la parte que contiene los clichés en el Internet Archive. Se actualiza a partir del contenido de Alexa Internet y es un servicio que permite a los usuarios ver las distintas versiones de páginas Web archivadas a través del tiempo. Es como “el Indice en tres dimensiones”. El nombre de este programa está inspirado en los episodios del The Rocky and Bullwinkle Show, dos series de dibujos animados emitidas por las cadenas ABC y NBC entre 1959 y 1964, en las que Peabody, un perro con aire de profesor y su ayudante. Sherman (un humano animal de compañía), utilizaban una máquina de remontar el tiempo llamada “Wabac Machine”, para describir acontecimientos históricos célebres.

Igual que los libros o los periódicos, I

sábado, 22 de octubre de 2016

Duelo de poetas: se subasta el revólver con que Verlaine hirió a Rimbaud


Los dos poetas en Bruselas, 1873
El 30 de noviembre de 2016 saldrá a subasta, en Christie’s de París, el arma con la que Paul Verlaine estuvo a punto de matar a Arthur Rimbaud, una tarde de julio de 1873 en Bruselas, en lo que se considera el disparo más célebre de la literatura francesa y que acabó con la relación entre los amantes, leo en Culturebox, la página digital diaria del canal internacional France 24.

El 10 de julio de 1873, a las dos de la tarde, se escucharon dos disparos en una habitación de hotel, situado en la rue Brasseurs de Bruselas. Verlaine (1844-1896), que entonces tenía 29 años, disparó sobre Rimbaud (1854-1891), de 18, alcanzándole por encima de la articulación del puño izquierdo. La otra bala rozó la pared y después rebotó en la chimenea. El arma utilizada fue un revólver de calibre 7 milímetros, un modelo muy usado en la época, comprado aquella misma mañana en una armería, junto a una caja con 50 balas. Confiscado por la policía, el arma fue entregada primero a la armería Montigny y, después, cuando el negocio cerró, a su actual propietario que ha decidido sacarlo a subasta por un precio inicial de entre 50.000 y 60.000 euros.

Denunciado a la policía, el autor de los «Poemas saturnianos» fue detenido, juzgado y condenado, en agosto, a dos años de cárcel. Allí, donde pasó 555 días, Verlaine -arquetipo del poeta maldito- escribió los 32 poemas de “Cellulairement” (Carcelariamente, cualquier nombre común sirve a los franceses en general, y a los poetas con más motivo, para ser transformado en adverbio o adjetivo, y en título con el que pasar a la Historia con mayúscula), un libro que nunca publicó en su versión original y acabó repartiendo en los volúmenes de “Sagesse”, “Jadis et naguère”, “Parallèlement” e “Invectives”.

La historia cuenta que las diferencias entre la pareja comenzaron aquel mismo año, en mayo, cuando se encontraban en Londres. “Los amores de Verlaine y Rimbaud fueron tumultuosos. Verlaine pensaba volver con su mujer, Mathilde, con la que se había casado en1870 y a la que pegó y violó en una borrachera de absenta, poco antes de conocer al autor del “Bateau ivre”. En la capital inglesa, Rimbaud y Verlaine vivieron en una considerable pobreza, en Bloomsbury y Camden Town, de dar clases de francés y una pequeña pensión que les pasaba la madre de Verlaine. Rimbaud -“Parnasiano” (de la revista la revista literaria Parnasse) en sus tempranos orígenes de poeta, siempre provocador, sarcástico y vividor, defensor de la Comuna- pasaba los días en el Museo Británico, donde “la calefacción, la iluminación, las plumas y la tinta eran gratis”. Tras la enésima pelea, Paul Verlaine abandonó a su joven amante y se fue a Bruselas, donde Rimbaud se le unió. De nuevo discusiones, Rimbaud habla de enrolarse en el ejército, y Verlaine se quiere suicidar. Los dos lloran mucho y se desesperan por un amor que se acaba. Rimbaud contó después que, al dispararle, Verlaine le dijo: “Toma, yo te enseñaré a querer marcharte”. Tras el incidente, Rimbaud regresó a casa de su madre y escribió “Una estación en el infierno”. Dos años después, los antiguos amantes volvieron a encontrarse en Stuttgart, donde Rimbaud regaló a Verlaine el manuscrito de las “Iluminaciones”, con el ruego de que intentara publicarlo.

Aquejado de diabetes, úlceras y sífilis, Verlaine murió de congestión pulmonar en casa de su madre, en la rue Descartes del distrito V de París, y fue enterrado en el cementerio de Batignolles, en un terreno que hoy queda debajo del Boulevard Periférico.

Después de recorrer varios países europeos, Rimbaud se enroló como mercenario en Holanda para sofocar una rebelión en Yakarta, donde desertó tras recibir el total de la paga prometida. “Sus ideas marginales, antiburguesas y libertarias le llevaron a optar por una vida aventurera, exótica, durante la cual sus únicos escritos conocidos son cerca de ciento ochenta cartas y algunas descripciones geográficas». El resto de su vida fue un viaje inacabado, embarcando de continuo con destinos africanos y asiáticos. Terminó haciéndose cargo del negocio familiar de importación de marfil y otros minerales, también de armas, después de perder una pierna, y murió el 10 de noviembre de 1891, de “carcinoma generalizado”, en Marsella, donde está enterrado en el panteón familiar.