Samba,
película sobre “el otro” y la integración forzosa de los inmigrantes en la
cultura occidental, realizada por Olivier Nakache y Eric Toledano, aprovechando
el exitazo mundial de su anterior film, Intocable, está protagonizada por Omar
Sy (Intocable, X-Men: Días del futuro pasado) en el emigrante negro, Charlotte
Gainsbourg (Melancolía, Nymphomaniac) en la voluntaria de una Ong que
ayuda a que los ilegales consigan “papeles”, Tahar Rahim (Un profeta) e Izïa
Higelin.
Samba
es un ilegal senegalés que lleva diez años viviendo en Francia, a base de
trabajos temporales en restaurantes y de la ayuda de su tío y que, a pesar de
haberlo intentado repetidamente, no ha conseguido regularizar su situación. Internado
en un centro para clandestinos en vías de expulsión, recibe la visita de dos
mujeres de una asociación que ayudan a la gente como él a solucionar sus
problemas. Alice, ejecutiva que está de baja tras un episodio de stress
psicótico, en el que arrojó su teléfono móvil a la cabeza de un colega, y
ofrece ayuda jurídica voluntaria a la asociación, hará lo imposible por
conseguir que Samba consiga finalmente permiso de residencia...
O
sea, cuento de hadas moderno muy alejado de la realidad probable, melodrama
-que no comedia- optimista, que nos muestra un mundo a todas luces inexistente
poblado por gente mayoritariamente buena, con buenos sentimientos hacia el
prójimo, que no salvan ni siquiera dos buenos actores como son los de la pareja
protagonista, ni la imposible intriga sentimental entre sus personajes.
Muy
“americana” en su planteamiento –comedia de chico/chica con final más que feliz
afortunado- Samba es una historia excesivamente edulcorada que ignora la lógica
de los complejos sentimientos humanos con personajes planos, hechos de una sola
dimensión, sin ambigüedades ni matices y escenas increíbles –en todos los
sentidos- como la del tipo que limpia las ventanas de los rascacielos
efectuando un striptease para deleite de las secretarias que le contemplan tras
los cristales…
Como
escribía Pierre Murat en Télérama, cuando se estrenó en Francia donde era muy
esperada, “en resumen, ni auténtico guión, ni auténticos personajes ni
auténtica dirección. Solo amabilidad, en todas partes, durante todo el tiempo.
¿Bastará para conseguir un éxito? Seguramente. ¿Bastará para hacer una buena
película?. No”.