martes, 3 de febrero de 2015

Foxcatcher: la lucha libre como excusa




El hecho de que yo odie los deportes violentos y, por tanto, me resulten insoportables las películas que tienen de fondo historias de boxeo, lucha libre y otras especialidades mayormente orientales, no significa que no aprecie los valores objetivos de una realización, máxime cuando la práctica totalidad de los comentaristas internacionales –sin duda con menos prejuicios- la han aplaudido unánimemente.

Así que vamos con ella. Basada en una historia real, Foxcatcher cuenta la historia trágica «de la improbable relación entre un excéntrico, megalómano y paranoico multimillonario estadounidense y dos hermanos, ambos campeones mundiales de lucha libre. Es una historia de posesión, de ilusiones, de juguetes rotos y sueños truncados, de la vampirización que muchas veces padecen los deportistas –y no solo los de este tipo de deportes, también futbolistas, tenistas, nadadores-, la dependencia que se crean de su manager, entrenador, etc.

Anatomía de un drama tantas veces repetido en el mundo del deporte, el ascenso y la caída de un campeón, Foxcatcher, dirigida por Bennett Miller, famoso por su biografía de Truman Capote, es una película angustiosa, rodada mayoritariamente en el ambiente opresivo de las cuatro paredes de un gimnasio, en la que el protagonista, un irreconocible Steve Carell (Globo de Oro por la magnífica serie The Office, Virgen a los 40, Melinda y Melinda, Superagente 86) en el papel del heredero millonario John Du Pont, es un ser destructor que disfruta creando ídolos y haciéndoles caer, con el único y más que dudoso objetivo de demostrar a una madre posesiva (Vanesa Redgrave), que le desprecia, que también él es capaz de triunfar.

En la década de 1980, Dave Schultz (Mark Ruffalo, Los chicos están bien, The Avengers, Iron Man 3) es campeón de lucha, medalla de Oro en los juegos de Los Angeles y entrenador de su hermano menor, Mark (Channing Tatum, El Dilema, La gran aventura Lego, 22 Jump Street) con mayor envergadura física pero más débil psíquicamente. La vida de ambos se altera completamente cuando a Mark, que quiere participar en los Juegos Olímpicos de Seúl, el millonario Du Pont, un inquietante personaje apasionado de lucha libre que ha creado un gimnasio para entrenamiento en su propiedad, le ofrece trasladarse a ella para entrenar allí.




Comienza así una relación de sponsor, mentor, entrenador y un poco padre también, que lentamente va desvelando las intenciones posesivas, tiránicas y perversas del rico mecenas; una relación a la que en un momento dado se suma el hermano mayor, Dave, conformando un trío “un tanto monstruosos en el que cada cual, según su ascendente y circunstancias” intenta proyectarse en el otro. “En Foxcatcher, la lucha se confunde literalmente con el abrazo” (Jacques Morice, Télérama).


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