viernes, 27 de junio de 2014

Eli Wallach: se ha muerto el malo de la película



Cuando, en 2010, Clint Eastwood entregó a Eli Wallach el premio Governors (Governors Award) a toda una vida de cine, que concede la Academia Americana de Artes y Ciencias (AMPAS), explicaba que estaban aplaudiendo al último actor vivo de Baby Doll (Elia Kazan) y The Misfits (John Huston), y a uno de los últimos actores vivos de El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone), película en la que compartieron casting: Eastwood era el bueno y, pese a que alguien pudiera creer otra cosa, Wallach el malo. En aquel escenario que compartían Eastwood estaba haciendo un guiño al respetable planteando implícitamente la apuesta de cuál de los dos viviría más tiempo.

La respuesta ha llegado con fecha de 24 de junio de 2014: Tuco, el malo del western de Sergio Leone ha fallecido a un paso de llegar a centenario, con 98 años, después de más de 60 de una importante carrera cinematográfica de “actor camaleón capaz de meterse sin esfuerzo en la piel de un amplio abanico de personajes” -palabras con que la Academia de Hollywood justificaba la concesión de un Oscar honorífico en 2011- y de haber figurado en los créditos de 80 películas. Sus últimas apariciones en la gran pantalla fueron en 2010 y corresponden a las películas Wall Street de Oliver Stone, y El escritor (The Ghost Writer) de Roman Polanski.

Nacido en Brooklyn en 1915, en una familia judía de origen polaco, Eli Wallach se inició en el teatro tras licenciarse en Historia por la Universidad de Texas y obtener un Master en Educación en el City College de Nueva York. Movilizado durante la segunda guerra mundial, fue sargento jefe en un hospital militar de Hawai antes de ser enviado Casablanca y Francia, con el grado de teniente: entre las anécdotas que se cuentan de su estancia allí figura la que le atribuye haber escrito y montado una “comedia cuartelera” sobre el ejército, en la que se adjudicó el papel de Hitler.

Después, fue uno de los primeros alumnos del Actor’s Studio, actuó junto a Marlon Brando, Montogomery Clift, Sidney Lumet… y fue amigo de Marilyn Monroe. Mientras en el teatro ganaba un premio Tony por su papel en La rosa tatuada de Tennessee Williams, empezó a hacer papeles en televisión, donde siguió trabajando hasta el final de su carrera (su Freeze, en una serie de Batman de los años 60, le proporcionó más cartas de fans que todos sus otros personajes juntos): le vimos entre otras en las series Kojac y New York policía judicial.

El primer papel en cine le llegó, en 1956 y con más de 40 años, de la mano de Elia Kazan, uno de los fundadores del Actor Studio: era el rico propietario de tierras Silva Vacarro que seducía a una esposa virgen (Carroll Baker) en Baby Doll, y que le valió un premio BAFTA (de la Academia británica) y el despegue de una larguísima carrera hecha mayoritariamente a base de personajes secundarios en películas de todos los géneros, en la que figuran clásicos como Los siete magníficos de John Sturges, Vidas rebeldes (The Misfits) de John Huston, con Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, o Lord Jim de Richard Brooks, junto a Peter O’Toole. Muchos años después le vimos también en la tercera entrega de El padrino (era Don Altobello), de Francis Ford Coppola.

Pero sin duda fue el papel del criminal y voluble Tuco en la película más emblemática del “spaghetti western”, El bueno, el feo y el malo, el que le hizo famoso en el mundo entero. Una sonada bronca con Sergio Leone acabó con la colaboración entre ambos, pero Wallach siguió rodando westerns en Italia con Giuseppe Colizzi (Los cuatro del Ave María), Ducio Tessari (Viva la revolución), Sergio Corbucci (El blanco, el amarillo y el negro)… y también películas de otros géneros: Crazy Joe de Carlo Lizzani, Attenti al buffone de Alberto Bevilacqua, El cerebro de Gérard Oury…


jueves, 26 de junio de 2014

El abuelo que saltó por la ventana y se largó




Una odisea del siglo XX contada por el protagonista de casi todo

Auténtico fenómeno literario, bestseller internacional escrito por el sueco Jonas Jonasson con más de seis millones de ejemplares vendidos en más de treinta lenguas, El abuelo que saltó por la ventana y se largó (El viejo que no quería celebrar su aniversario) llega a la gran pantalla en una divertida película de humor absurdo, naturaleza sublime y actores “naturales (como siempre en las películas nórdicas), con la pretensión de demostrar que nunca es demasiado tarde para recomenzar de cero.

La película es una joya rara, el realizador, Felix Herngren, un cineasta muy respetado en Suecia, el abuelo es un genial Robert Gustafsson, en el papel de Allan Karllson, un tipo desfasado, que sin querer ha tenido enorme influencia en todas las grandes decisiones (políticas, militares, científicas…) del siglo XX, lo que vamos conociendo en sucesivas secuencias en flashback sobre su niñez, juventud y madurez, desde que los soldados del zar fusilaron a su utópico padre por plantar una tienda en la Plaza Roja de Moscú –donde fundó una república independiente-, hasta que huérfano también de madre fue internado en un hospital psiquiátrico debido a su pasión por la pólvora y donde un genio de la medicina lombrosiana le castró, para extirpar los genes anarquistas, y hasta que esa misma pasión le llevó a compartir mesa y polka con Stalin y de allí al gulag (de donde se fuga con el hermano gemelo de Einstein), a ayudar en la invención de la bomba atómica, a tratarse con presidentes americanos y espías rusos, a combatir en la Ciudad Universitaria de Madrid junto a Durruti y a bailar unas sevillanas con Franco, quien le regala la pistola que Karllson cambia por un permiso de trabajo en Estados Unidos; y entonces le vemos subido en el célebre andamio de una de las fotografías más famosas del siglo pasado… Genial, realmente genial.

Pero todo eso es el pasado. El presente es que, el anciano especialista en petardos y otros ingenios explosivos, escapa de la residencia -donde le encerraron por explotar un zorro que había matado a su gato- el día en que cumple cien años dejando con dos palmos de narices a los celadores, compañeros y escasos familiares, para iniciar una fuga rocambolesca junto a un estafador de poca monta, un vendedor de perritos calientes, una maleta repleta de billetes, una pelirroja ecologista y un elefante, y seguir adelante con la maravillosa aventura que ha sido siempre su vida.

Atreverse a rodar una novela de éxito es siempre correr el riesgo de decepcionar a los amantes del libro. No es mi caso. A mí me ha seducido esta iconoclasta mezcla de momentos históricos, historias personales y encuentros intensos, bastante irregular en la narración pero muy divertida que se estrena en las salas españolas el 11 de julio de 2014.