Fui
el ojo de Buñuel,
El
perro del hortelano,
He
si do Martin con Hache
Y
Un camino envenenado
He
comido El pan más negro
Al
que solo ven Los otros
Una
ola Mar adentro
Mientras
yo Te di mis ojos
El
suspiro de ¡Ay Carmela!
En
La piel de los amantes
Un
viaje a ningún lado
Y
el Motín de Malamadre.
Trece
rosas en silencio
Y
La paz de los malvados
Amanece
que no es poco
Y
también Un rey pasmado
Yo
soy todo y Lo imposible
Un
Atraco a mediodía
Soy
la Historia de aquel beso
O
La muerte de un ciclista
Soy
Verdugo arrepentido
Encerrado
en La cabina
Soy
La piel en que habito
Soy
El sexo de Lucía.
La
llegada de La bestia
Como
un Holandes errante
Soy
la cena en Viridiana
Soy
El sueño en un instante
Soy
la lágrima y la risa
Soy
verdad y soy mentira
Yo
soy cine, cine:
Soy
La pantalla herida
(Luis
María Fernández)
Con este hermoso poema
recitado sobre las últimas imágenes finaliza el documental La pantalla herida
que a partir del lunes, 9 de junio de 2014, comienza su andadura por las salas
comerciales, “primero en Madrid (en la Sala Berlanga y después en el Matadero)
y luego en todos los lugares donde se pueda”. La película, dirigida por Luis
María Fernández, cineasta que hasta ahora ha desempeñado diferentes oficios,
reúne en diferentes coloquios a un puñado de relevantes figuras de lo que es,
sin ningún género de dudas, arte e industria a partes iguales, si bien no son
pocos los que le niegan alguno de los aspectos.
Productores,
actores, distribuidores y exhibidores, representantes de entidades y administraciones
como el Ministerio de Cultura, SGAE, FAPAE, Academia de Cine, etc..., cerca de
un centenar de profesionales se han sentado frente a frente a las cámara de
Fernández para discutir y analizar la endémica crisis del cine español y, más
específicamente, la crisis actual agravada por la rebaja de las subvenciones y
compras de derechos de antena y la irrupción en la sociedad de un falso debate en
torno a si los cineastas tienen o no derecho a ser “políticos”, a manifestar
públicamente su ideología, opinión y pensamiento, en la mayor parte de los
casos negándoles el derecho que tenemos el resto de los mortales a la libertad
de expresión.
Rodado a base de
entrevistas, algunas personales y otras en grupo, el documental intercala
fragmentos de conocidas películas españolas que sirven para apuntalar las
frases de los participantes, poner una nota de humor e incluso para contradecir
el discurso en algunos momentos.
El debate a varias
voces que presenciamos en La pantalla herida -que quiere ser “una mirada
directa, incisiva y crucial a la crisis actual en el modelo de financiación,
producción, distribución y exhibición del cine español, sin censura alguna”-
está más centrado en los aspectos culturales e industriales que en las
eventuales posturas ideológicas personales y a este aspecto del problema tan
solo dedica algunos minutos. Seguramente porque, si no todos al menos la
mayoría de los intervinientes, defienden la libertad sin fisuras incluida la de
pensamiento, y seguramente también porque en ese conglomerado -mixto y mestizo,
como no podía ser de otra forma- que es el cine español, que aglutina tantos y
tan dispares oficios e intereses- funciona algo tan importante como es el
respeto (que no excluye, naturalmente, rencillas, odios y envidias, pero ahora
no se hablaba de esto).
"El cine
español no cuida el talento", "el triunfo es particular y el fracaso,
colectivo", "los productores y exhibidores abusaron del
sistema", "el croudfounding no genera industria", “el cine
español no han encontrado todavía la forma de comunicar” con su público
natural, “cada uno va a lo suyo”, son algunas de las frases que del documental
que pueden convertirse en titulares de la crónica. El desiderátum son “los
modelos francés y británicos”, dos geografías en las que la población siente
enorme respeto por su cultura, rinde homenajes a sus autores y adora a sus
actores; dos sociedades que incluyen en sus legislaciones la defensa del
patrimonio, tangible e intangible, donde el cine ocupa un lugar destacado y
donde “los políticos no se dedican a perseguir la cultura”.
Hace casi sesenta
años, en mayo de 1955 e impulsadas por el realizador Basilio Martín Patino,
tuvo lugar el encuentro que ha pasado a la historia del cine español como “Las
conversaciones de Salamanca”, una reunión de profesionales procedentes de todos
los sectores de la industria, los organismos del Estado, la crítica y el sector
intelectual del momento, con el que se pretendió hacer un repaso a todo lo que
se estaba haciendo en el cine español, y lo que se había hecho desde la guerra
civil, con el fin de hacer una propuesta que permitiera abrir nuevos horizontes
creativos e industriales. Hasta entonces, los intentos de hacer producciones
dignas y capaces de salir con la frente alta a competir en los mercados
internacionales –Surcos (Nieves Conde, 1951), Esa pareja feliz (Bardem y
Berlanga, 1951), Bienvenido Mister Marshall (Berlanga, 1952), Cómicos (Bardem,
1953), Muerte de un ciclista (Bardem, 1955)- tenían que abrirse paso a codazos
en las salas con toda una industria montada sobre películas patrioteras,
folklóricas y religiosas (Marcelino pan y vino, Esa voz es una mina, Morena
clara…).
Ahora, para Luis
María Fernández, aquellas jornadas de Salamanca se han convertido en un
referente y un reto: la cita es dentro de un año, el próximo 2015 cuando se
conmemoren el sesenta aniversario del encuentro. El documental La pantalla
herida pretende ser una especie de antesala con el objetivo de "conocernos
más entre nosotros y darnos a conocer al público, porque quizá la nuestra sea
la profesión menos conocida". Un documental "hecho por valientes,
aquí nos conocemos todos", dijo Luis Fernández en rueda de prensa.
Valientes como Gil
Parrondo, Ángeles González Sinde, Enrique González Macho, Agustín Díaz Yanes, Nacho
Vigalondo, Imanol Uribe, Susana de la Sierra, José Luis Acosta, Luis Manso,
Luis Miñarro, Pepe Nieto, Pedro Pérez, Hugo Silva, Chapero-Jackson, Rubén
Ochandiano, Fele Martínez, Fernando Guillén Cuervo o Karra Elejalde y todos los
especialistas y técnicos que han participado en el rodaje de los 90 minutos que
dura la película. A algunos les conocemos de nombre, a otros somos capaces de
ponerles también la cara; hay nombres que se nos escapan porque no son actores
ni directores, pero son productores, exhibidores, técnicos de sonido, de
vestuario, cámaras, directores de arte… hacer una película exige cientos de
profesionales de varias decenas de oficios distintos. Y todos son importantes,
sin ellos no tendríamos películas.
Y sin La pantalla
herida no conoceríamos de primera mano las preocupaciones, quejas y críticas de
ese sector de la industria que tanto influye en nuestras vidas. Porque, en fin
de cuentas, a todos los que hacen el cine, tenemos que agradecerles esa
oportunidad que nos ofrecen diariamente de “recuperar las otras vidas que
pudimos tener”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario