El multifacético y comprometido artista chino Ai
Weiwei, disidente y exiliado desde hace cinco años en Europa, primero en
Alemania y ahora en el Reino Unido, ha realizado « Coronation », una
película que explica « con crudeza la eficacia de la maquinaria china de
lucha contra el Covid-19, al precio de una gran deshumanización », de
acuerdo con la información publicada en la página web del organismo público
FranceTélevisions. Al mismo tiempo, acaba de
publicar un libro, « En la piel de un extranjero » que es un alegato
a favor de los refugiados.
Ai Weiwei, el más
internacional de los artistas chinos contemporáneos –pintor, escultor,
arquitecto, fotógrafo, creador de videoarte…-, conocido por sus críticas al
gobierno chino (que después de encargarle la construcción del Famoso estadio
Nido de pájaro, construido para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, le tuvo
encarcelado durante cuatro años y no le devolvió el pasaporte hasta 2015), ha
explicado que cuando estalló la epidemia en Wuhan sintió la necesidad de dejar
constancia de lo que estaba pasando «para la historia» porque no era cosa de
que solo se supiera lo que decía «la propaganda del estado».
Para hacerlo
echó mano de su agenda de conocidos: “artistas, activistas y otros voluntarios”
y una docena de ellos respondieron afirmativamente comprometiéndose a enviarle grabaciones.
“Todas las noches –ha explicado- descargábamos lo que nos enviaban”. En las
imágenes, un paciente que dice que está curados pero no le dejan salir del hospital,
un obrero que vino a construir un hospital,
no tiene dinero y no le dejan volver a su casa, familias que no pueden hacer
los rituales para despedir a los difuntos…”Las autoridades chinas han utilizado
medios inmensos y han impuesto reglas estrictas. El resultado: individuos
aplastados, deshumanizados (…) No hay duda de que China ha dominado esta
pandemia devastadora con una eficacia increíble en relación a otros países (…)
pero también hay que preguntarse de qué sociedad se trata y que sacrificios han
hecho para conseguirlo”
Ai Weiwei espera que su
película – que se va a presentar en festivales como Venecia, Toronto y Nueva
York, y después se difundirá en las
plataformas de vídeo- aclare “lo que es China”, que define como “una sociedad opaca,
autoritaria, de estilo militar”, de la que no sabemos el número real de víctimas
ni cuanta gente se encuentra detenida por haberlo denunciado. Lamenta que los
dirigentes occidentales estén “tragando” con los valores chinos a cambio de formar
parte de su inmenso mercado, que incluye también el terreno cultural (y recuerda
que la Disney ha rodado la controvertida película “Mulan” en Xinjiang, cerca de
los campos de reeducación donde están confinados entre varios cientos de miles
y un millón prisioneros uigures, minoría musulmana reprimida, vigilada y
perseguida por el gobierno de Pekín).
En cuanto
al libro « En la piel del extranjero »,
según la información de la televisión francesa, « mezcla elementos
autobiográficos y reflexiones sobre el arte, pero ante todo quiere ser un
manifiesto a favor de los hombres, mujeres y niños que sufren » rechazando
la distinción entre migrantes económicos y refugiados políticos.
Y sabe que qué habla. Ai
Weiwei, de 58 años, hijo del intelectual y poeta Ai Qing (1910-1966) denunciado
en 1957, durante la revolución cultural, como “enemigo del pueblo” y enviado,
junto con su mujer y sus hijos a un campo de trabajo y reeducación en Xinjiang,
donde el joven artista vivió hasta los 17 años, es una de las 303 personas
–intelectuales, juristas, militantes de los derechos humanos, profesores
universitarios disidentes y también algunos pertenecientes al régimen- que el 9
de diciembre de de 2008 firmaron un documento (bautizado como Carta 08 en
referencia a la famosa Carta 77 de los disidentes checoeslovacos) cuya
publicación se retrasó unos días porque en esa misma fecha se produjo la
detención del escritor Liu Xiaobo, uno de los primeros firmantes
(posteriormente Premio Nobel de la Paz 2010, fallecido en 2017). En la Carta,
las personalidades firmantes reclamaban una auténtica democracia para el país
más poblado del mundo, cuyos dirigentes hacen malabarismos entre una férrea
política comunista tipo estalinista y su incorporación al mercado global,
capitalista y neoliberal, cuyas leyes aceptan sin rechistar.
Ai
estudió cine en Pekín y en 1979 fundó con otros artistas el grupo de vanguardia
“Las estrellas”. En 1981 se trasladó a Estados Unidos donde empezó a hacer arte conceptual, modificando
objetos ready-made. En 1993 regresó a China y se instaló en Pekín. A partir de
1994, con el crítico de arte Feng Boyi, creó una colección de publicaciones underground tituladas “Los libros de la
bandera roja”, que tuvieron gran influencia en los medios artísticos de Pekín.
Después, Ai Weiwei descubre la arquitectura y el diseño. A partir de entonces
empieza su declaración de abierta hostilidad hacia las autoridades chinas.
Primero fue la exposición “Fuck On” (con la fotografía de su mano con el dedo
corazón enhiesto sobre la Puerta de la Paz Celeste, situada en la Plaza de
Tiananmen). Una idea que retomaría posteriormente en Estudios de Perspectiva,
en los que su ya célebre dedo aparece levantado ante la Casa Blanca, la Torre
Eiffel, la catedral de San Marcos de Venecia o la Opera de Sydney…
En
“Paisajes Provisionales”, serie de fotos realizadas entre 2002 y 2005, presenta
la realidad social y urbana de China, denunciando el “capitalismo anárquico que
se desarrolla y las contradicciones de la modernidad. Las callejas del viejo
Pekín han desaparecido para dar paso a nuevo edificios, sin respeto de la
historia ni de la cultura”.
En
2003 crea el estudio de arquitectura FAKE Design, en el que trabajan 19
personas y donde se desarrollan proyectos como el Yiwu South Riverbank (Xinhua),
las nueve Boxes-Taihe Complex (Pekín) o el Restaurante Gowhere, también en la
capital.
En 2008 creó un blog en el portal oficial Sina y, tras el terremoto de Sichuán
que mató a miles de personas, publicó en él los nombres de todos los niños
desaparecidos en el seísmo, denunciando la mala construcción de las escuelas en
el país. En 2009, cuando se conmemoraba (clandestinamente, claro) el veinte
aniversario de la masacre de Tianamen, publicó un poema titulado “Olvidemos”,
donde decía lo que pensaba de la censura, el Tíbet, la policía secreta, los sucesos
de Tiananmen…. Las autoridades le cerraron las cuentas online, unos
desconocidos le dieron una paliza y un grupo de sicarios destruyó el taller que
acababa de inaugurar en Shanghai.
En
2010-2011 presentó su más famosa instalación, “Sunflower Seeds” (Pipas de
girasol), en el museo Tate Modern de Londres. La escultura (denominación usada
por el comisario de la exposición) está formada por millones de pequeñas pipas
de girasol de porcelana -pintadas a mano una a una por 1600 artesanos y obreros
de la ciudad de Jingdezhen, e instaladas en los 1000 metros cuadrados del hall
del museo- alude a la célebre metáfora de Mao Zedong de que el pueblo chino
debía girarse hacia él lo mismo que los girasoles se vuelven hacia el sol. En
2013, se pudieron ver obras de Ai Weiwei en el Monasterio de la Cartuja de
Sevilla en la exposición “Resistencia y tradición”.
Ai
Weiwei fue detenido por la policía en el aeropuerto internacional de Pekín en
2011, cuando se disponía a volar a Taipei, oficialmente por evasión fiscal, y
puesto en libertad con fianza 81 días más tarde; durante ese tiempo permaneció
encerrado en un lugar desconocido “y en condiciones degradantes”. Después le
acusaron de pornografía, tras fotografiarse sentado en una silla tradicional
china rodeado de cuatro mujeres desnudas. No pudo salir del país hasta julio de
2015, cuando devolvieron el pasaporte.
Desde
que vive en Europa ha hecho exposiciones, algunas efímeras, entre otras para
denunciar la situación de los refugiados en Lesbos , de los que huyen de la
guerra en Siria, los estudiantes mexicanos desaparecidos en 2014 y un alegato a
favor de la libertad de expresión, “Trace”, realizado
en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Washington con un millón
doscientas mil piezas de Lego, a base de 176 retratos, depositados en el
suelo, para denunciar la represión que padecen los disidentes políticos
en distintos lugares del mundo.
Ai
Weiwei es miembro de Academia de las Artes de Berlín y, junto con la cantante
estadounidense Joan Baez, recibió en 2015 el Premio Embajador de Conciencia que
Amnistía Internacional entrega a las personas que mejor han defendido los
derechos humanos a lo largo de su vida. Sus obras se han expuesto en Estados
Unidos, Bélgica, Italia, Alemania, Francia, España, Australia, China, Corea y
Japón. Sus trabajos han participado, entre otros, en la 48 Bienal de Venecia (1999), la First
Guangzhou Triennial (China), la Bienal de Sydney Zones of Contact (2006) y la
Documenta 12 de Kassel.