Recién estrenada
la Biznaga de Oro (o lo que es igual, el premio grande) a la mejor película
española en el Festival de Cine de Málaga, clausurado el viernes 28 de agosto
de 2020, y tras conseguir también el Premio Feroz Puerta Oscura que concede la Asociación de Informadores Cinematográficos de
España (AICE),la película “Las niñas”, ópera prima de la aragonesa Pilar Palomero, es
una historia contada en pinceladas de “la educación que recibieron muchas
mujeres a principios de los 90 en España”, que llega a los cines el próximo 4
de septiembre.
Dejando a un
lado mi sorpresa porque –según cuenta este guión- en la educación de las
mujeres de los ’90 se seguían repitiendo muchos de los patrones de los ’60 (y,
sinceramente, yo pensaba que algunos pasos se habrían dado, me refiero a los
adultos, pero parece que lo único que cambió en treinta años fue el largo del
hábito de las monjas), “Las niñas” es un emotivo relato sobre el paso de la
infancia a la adolescencia con sus traumas, sus complejos, sus envidias y sus
risas tontas, centrado en un grupo de
compañeras de clase en un colegio de religiosas de Zaragoza.
El argumento, en
principio coral, enseguida se centra en la niña más acomplejada, hija de madre
soltera (Natalia de Molina, la recordamos en “Techo y comida”), convirtiendo a
la joven actriz Andrea Fando (“La comulgante”) –siempre con la mirada perdida,
como ausente- en Celia, la protagonista de 11 años sobre la que descansa toda
la trama de la película.
Aplaudida antes
que en Málaga en los festivales de Berlín y Sarajevo, “Las niñas” es una
película política, en lo que tiene de denuncia de una educación marcada por las
creencias religiosas católicas de una sociedad que, veinte años después de
pasar de la dictadura a la democracia, aún actuaba lastrada por prejuicios,
especialmente sobre la familia, y mentiras para ocultar la realidad.
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