En
los países del norte de Europa la noche invernal es dura, áspera, muy fría y
sobre todo interminable. Durante seis meses los escandinavos entran y salen del
trabajo siendo noche cerrada y con más de doce horas por delante para pasarlas,
a falta de nada mejor, encerrados en casa. Antes de que hubiera radio, cine,
televisión o Internet, noruegos, suecos, daneses, finlandeses (que a ratos eran
rusos) e islandeses, transcurrían la larga noche contándose historias, hermosas
historias en las que aparecen los tradicionales personajes de nuestros cuentos
(hadas, princesas, animalitos simpáticos, casitas en los bosques, buscadores de
frutillas, inventores fantásticos…) y también elfos, trolls, genios que se
convierten en árboles, árboles que tienen brazos y piernas, barcos de madera
que cruzan los océanos… La invención, repetición y transformación de
interminables relatos que allí se llaman sagas (y prestan su nombre a los
cuentos de otras latitudes), ha convertido a los habitantes de esos pueblos del
Norte en magníficos narradores, tanto orales como en escritos. La moderna
manifestación del fenómeno es esta última generación de autores de novelas
policíacas, “negras”, thrillers, que parecen convertir en oro todo lo que
tocan: sus libros alcanzan tiradas de millones de ejemplares en todo el mundo,
y muy diversas lenguas, cuando la edición en occidente pasa por la enésima y
peor crisis de su historia y las tiradas apenas se cuentan en unos cientos de
ejemplares (cuando no son ediciones de autor, hechas prácticamente para los
amigos y los puestos de lance).
¿Hasta
dónde puede llegar la venganza de un psicópata? ¿Hasta dónde es capaz de llegar
el autor de un guión de cine negro, sobre todo si es de la nueva escuela
nórdica iniciada en el cine con Millenium, en la literatura mucho antes con Asa
Larsson, Henning Mankell, Camilla
Läckberg o Mari Jungstedt, y en
Dinamarca con la saga del Departamento Q (seis libros hasta la fecha escritos
por Jussi Alder-Olsen), inaugurada precisamente con La mujer que arañaba las
paredes que ha servido de base para la adaptación de
“Misericordia”, salvo que pese al título la mujer tenía muy difícil arañar las
paredes de un tanque blindado?
Para
amantes de series televisivas como True Detective o Cold Case, “Misericordia.
Los casos del Departamento Q”, thriller truculento producido por Lars von
Trier, dirigido por el danés Mikkel Norgaard (Borgen, espléndida serie sobre
política y poder) e interpretada por Nikolaj Lie Kaas (Brothers, Open Hearts,
una cara totalmente cinematográfica, un único gesto adusto y media sonrisa
final) y Fares Fares (Zero Dark Thirty,
la nota de humor, escaso, en el relato; el musulmán sosegado que rebaja la
tensión) –que con el tiempo acabará siendo la primera entrega de una
saga nacida con el propósito de alcanzar la aureola inaugurada con Millenium;
ya se ha estrenado la segunda titulada Profanación- es la clásica e incluso
tópica “buddy movie” (*), historia protagonizada por una pareja de
investigadores policiales más parecida en su resolución a un capítulo de
cualquiera de esas series –buenas series, pero series- que a un largometraje al
uso, con sus personajes herméticos y sin claroscuros, sus secuencias sincopadas
atrás y adelante en el tiempo, su montaje, su estética y su más que previsible
final, “a pesar de que el cineasta ha confesado sentirse influenciado por la
obra de David Fincher (Seven, Zodiac, Millenium)… (está) muy lejos de la
maestría formal y narrativa del genio del thriller moderno».
Tras
la clásica “metedura de pata” profesional que consiste en asaltar una vivienda
de sospechosos sin esperar la llegada de los refuerzos solicitados, lo que
termina con un agente muerto y otros dos heridos, al inspector de policía Morck
le castigan a clasificar casos cerrados sin resolver, en un despacho situado en
los sótanos y ayudado por un colega procedente de la inmigración, Assad (¿un
guiño a la actualidad?), que no parece muy espabilado. El inspector es incapaz
de resistir su instinto de sabueso y decide investigar, primero más o menos a
escondidas y después en abierta rebeldía frente a sus superiores, el caso de
una joven política desaparecida cinco años antes, que se cerró considerándolo
un suicidio en el mar pese a que nunca apareció el cuerpo.
Dura,
violenta y con pocos matices, “Misericordia” es una película para
incondicionales del género.
(*) “Película de colegas”. Género
cinematográfico que funciona desde principios de los años 1980, articulado en
torno a un dúo de héroes compuesto por dos personalidades muy diferentes,
normalmente policías obligados a trabajar en equipo muy a su pesar. La
colaboración, en principio difícil, se transformará poco a poco en sólida
amistad, y la pareja conseguirá siempre remontar las adversidades frente al
adversario. Accesoriamente, el contraste entre los dos personajes puede servir para
darle un aspecto cómico a la historia que se cuenta.