Una
película necesaria
“El
final del conflicto empezará el día que se reconozca el sufrimiento de todas
las víctimas” (Aiora Pérez de San Román, alcaldesa).
Tras
su estreno internacional en la Sección Oficial en el Festival de Derechos
Humanos de San Sebastián, la película "Echevarriatik Etxeberriara: De
Echevarría a Etxeberria”, obtuvo la Txapela de Oro al Mejor Documental en el
Zinemaldia.cat y el Premio en la misma categoría en el prestigioso Cine Campus
Internacional.
Largometraje
documental antropológico que indaga sobre la relación entre la violencia en la
localidad de Oiartzun, una emblemático municipio guipuzcoano de 10.000
habitantes feudo de la izquierda nacionalista euskalduna que, en palabras de su
alcaldesa, es mayoritariamente abertzale desde siempre y cuenta con su cuota de
militantes de ETA, nacionalistas de distintas siglas, algunos muertos, entre
ellos el alcalde franquista Antonio Echevarría asesinado el mismo día de la
muerte del dictador, algún “arrepentido”, presos que han cumplido –o están
cumpliendo todavía- condenas interminables, familias destrozadas y vecinos
enfrentados que, amigos desde la infancia y pertenecientes a la misma
cuadrilla, evitan “hablar de política” para no convertirse en adversarios, cuando
no enemigos, y llevan años preguntándose “que han hecho mal los otros”. En
Oyarzun se recibe a los presos que regresan con poemas y canciones en la plaza
mayor y se recuerda a los que siguen encerrados con banderas en las ventanas y
pancartas en la calle; se les menciona antes de comenzar los partidos de fútbol
o de pelota y los espatadantzari bailan para los muertos.
La ideología de este documental –valiente y necesario
para, al menos, una primera aproximación al “conflicto- , según su director Ander
Iriarte (Los Inocentes) “se ubica dentro de la izquierda nacionalista,
entendiendo ese término como punto de encuentro de varias ideas flexibles: de
la música a la lengua, de la política a la industria, etc. De forma voluntaria
o no, la violencia, en todas sus formas y manifestaciones, ha estado
estrechamente ligada a la izquierda nacionalista. El propósito del documental
es analizar ese vínculo”. ‘Violencia’ es un término” cuyo significado
puede variar según desde donde se pronuncie (ETA, policía, políticos, el
pueblo, el Estado, la psicología, etc.) “hasta convertirse en arma de doble
filo para argumentar las tesis de cada cual”.
La investigación llevada a cabo por el autor en
entrevistas directas con distintos personajes del pueblo, y apoyándose en las
tesis presentadas por el antropólogo vasco Joseba Zulaika y el historiador
alemán, profesor de la Universidad del País Vasco, Lugder Mees. A lo largo de
la hora y media de proyección, tienen un papel destacado el ex etarra Rufi
Etxeberria, quien renunció a la violencia y hoy miembro de la dirección de
Sortu, Ixiar Galardi –militante de ETA militar que ha cumplido veinte años de
cárcel- y Lide Martiarena, maestra de ikastola durante muchos años “la hija de
Martiarena”, y durante otros tantos “la novia de un preso” con el que tuvo dos
hijos. Me dicen –porque yo no le conozco- que también está Bikila, el padre del
realizador, el veterano activista que, andando por un bosque, confesó a su hijo
adolescente que era militante de ETA.
Años después Ander Iriarte se marchó a estudiar a
Barcelona, le surgió la idea del documental porque –ayudado por la distancia-
"el shock cultural fue muy
grande y me di cuenta de que muchas cosas no sabía explicarlas". Entre
ellas porqué en el mismo pueblo -un pueblo donde, como en la mayoría del País
Vasco, hay un nivel de vida acomodado-, procedentes de un medio social muy
similar, con una educación casi idéntica y todos abertzales, en un momento dado
algunos jóvenes optaban por enrolarse en ETA y otros elegían terminar una
carrera o aprender un oficio. Y también por qué el lenguaje oficial –a partir
de la definición del juez Garzón de que todo lo relacionado con la izquierda
nacionalista era ETA- se había colado en los medios de comunicación y había
llegado a impregnar la sociedad española hasta el punto de que una gran mayoría
identificaba abertzales con terrorismo. Después ha explicado que esas dudas
estuvieron años dando vueltas en su cabeza e hizo el documental para dar
respuestas a las preguntas, tanto a sí mismo como a los demás.
No hay ningún joven en el documental, solamente se
escucha la voz de una persona que relata cómo fue torturada. Ander Iriarte
explica que ninguno ha querido colaborar, que “miden sus palabras porque no
quieren arriesgarse a consecuencias legales y políticas”. Rufi Etxeberria
explica que tienen "miedo a la represión".
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