jueves, 30 de junio de 2016

“Todos queremos algo”, de adolescentes de libro muy cargantes


Secuela espiritual –dice su director- de “Dazed and Confused”- ”Todos queremos algo” (Everybody wants some!), ambientada en los años 80, sigue a los jugadores de un equipo de béisbol de instituto en el momento en que, a punto de entrar en la Universidad, “son conscientes de que las obligaciones de la edad adulta están acechándoles”. Hasta aquí lo que dice la promoción de la película, dirigida por el tejano Richard Limklater y protagonizada por Zoey Deutch, Blake Jenner, Glen Powell, Wyatt Russell, J. Quinton Johnson, que interpretan a cuatro capullos -y esto ya es mío- desagradables, maleducados, machistas…becarios que comparten una casa en la que -y en otras parecidas- se llevan a cabo novatadas, fiestas de tipo botellón con alcohol barato, jovencitas estúpidas y vomitonas para recordar. Lo único que, para mí, se salva es la banda sonora, a base de canciones de The Cars, Blondie, Dire Straits, Frank Zappa, Van Halen, Kool and the Gang, The Knack, Cheap Trick...

Digamos también que Limklater tiene su corte de seguidores, sus fans incondicionales que, apuesto lo que sea, van a acudir en masa al estreno de esta película que -también puede ser- yo no he sabido apreciar.

Para ir abriendo boca aquí va la sinopsis: en los años 1980, Jake (Blake Jenner) llega al campus donde va a cursar sus estudios. Enseguida conoce a los cuatro chicos con los que va a compartir la casa, diferentes pero no mucho, y sobre todo el equipo de baseball, y que solo piensan en seducir jovencitas recién llegadas como ellos, beber en los bares y bailar en las discotecas. El guión sigue especialmente a Jake -que para eso encabeza el reparto- un larguirucho bastante poco expresivo y decididamente tan hortera como el resto del elenco (bigotes, pantalones campana, chistes desafortunados, balandronadas), y su aventura con Beverley (Zoey Deutch), una chica monilla y poco más.

“Relato iniciático a la americana, que habla de unos fugaces momentos de libertad “, “Todos queremos algo” (no alcanzo a entender el sentido del título, porque todos quieren lo mismo, aunque un colega al que no conozco me ilustra diciendo que hace referencia al título de una canción de Van Halen que, según el realizador, expresa “perfectamente el sentido del humor y la obsesión por el sexo de los chicos de 18 años”) nos remite a tantas otras historias de fraternidades universitarias, que sus protagonistas identifican con el lema de los tres mosqueteros y que, en realidad, son una excusa para cometer fechorías cuando no delitos (al parecer, en los campus estadounidenses de los años ’80, las burlas, las novatadas crueles, el acoso y el sexo sin consentimiento no eran agresiones sino “cosas de estudiantes”).

Está claro que no me ha gustado. Me ha parecido aburrida, indigesta, espantosamente larga, como de dos horas, y poco original; algunas secuencias se repiten tanto que parecen siempre la misma.

martes, 21 de junio de 2016

Un hombre de altura, una película menor


“Un hombre de altura” (“Un homme à la hauteur”), remake de la comedia argentina Corazón de León” (2013), es una historia entretenida, con algunos fallos garrafales, dirigida por Laurent Tirard (“Astérix & Obélix: Al servicio de Su Majestad”, “El pequeño Nicolás”) y protagonizada por Jean Dujardin (ganador de un Oscar por su brillante interpretación en “The Artist”, “El lobo de Wall Street”) y Virginie Efira (“En solitario, “20 años no importan”), basada en un clásico: la leyenda de la bella y la bestia, en este caso encarnada en la figura de, más que un enano, un liliputiense.

Diane es una mujer hermosa, abogada brillante, con fuerte personalidad y gran sentido del humor. Acaba de poner fin a un matrimonio infeliz y se encuentra preparada para encontrar al hombre de su vida. Inesperadamente recibe la llamada de Alexandre, un desconocido que ha encontrado su teléfono móvil, olvidado en la mesa de una cafetería. Alexandre parece un tipo divertido, culto, amable…Diane se deja convencer y fijan una cita. Naturalmente, la primera impresión no es lo que esperaba la guapa profesional.

Los efectos especiales convierten a Dujardin en un mini-yo, una versión a todas luces trucada del actor, lo que hace realmente difícil tragarse la historia de amor que nos están contando –ni siquiera funciona que el personaje sea un arquitecto mundialmente respetado y rico, riquísimo, obscenamente rico- por mucho que uno sea defensor de la diferencia, del derecho de todos a ser aceptados, del rechazo de los prejuicios…

Todos los principios se vienen abajo cuando el héroe parece una marioneta animada (y no cuando nos enteramos de que mide bastante menos de metro y medio). La película funciona mientras la abogada y el arquitecto se divierten juntos y hacen cosas inéditas; pero se atasca cuando empieza el flirteo y se vuelve hasta cursi cuando se convierte en historia de amor.


jueves, 16 de junio de 2016

Grandes familias, enormes problemas


A los 83 años, y cuando llevaba doce sin dirigir, el realizador francés Jean-Paul Rappeneau (“Cyrano de Bergerac”, “Bon Voyage”), regresa con “Grandes familias”, una comedia de final feliz y escogido reparto que encabeza Mathieu Amalric (“Gran Hotel Budapest”, “Las Venus de las Pieles”, “007: Quantum of Solace”), acompañado por Marine Vatch (la bellísima jovencita de “Joven y Bonita”, “Lo que el día debe a la noche”, hasta ahora modelo de profesión) y Gilles Lellouche (“Pequeñas mentiras sin importancia”, “Conexión Marsella”), y un puñado más de conocidos actores franceses.

“Grandes familias” se centra en la vida de Jerome Varenne (Mathieu Amalric), un financiero francés que vive en Shanghái con su compañera sentimental y profesional Chen-Li (Gemma Chan). En un breve viaje de negocios, en el que hace un alto en París camino de Londres, se entera por su madre (Nicole García) y su hermano (Guillaume de Tonquedec), de que la casa donde pasó su infancia, en el pueblo de Ambray, se va a vender para construir en su lugar unos bloques de viviendas sociales, lo que contribuirá a la reelección del alcalde. En una escapada al pueblo, que cambiará completamente su vida, se reencontrará con Gregoire (Gilles Lelouche), un amigo de la infancia, que vive con la joven Louise (Marine Vacth).

La verdad es que, como dice un amigo, la película “se deja ver”, es agradable incluso, pero no llega a funcionar del todo. Quizá le falta sobriedad en las interpretaciones y “el conjunto da la impresión de una sit-com de lujo” (Pascal Merigeau, Nouvel Obs). Sin embargo, estoy casi segura de que puede actuar el boca a boca porque aborda varios de esos temas que gusta ver en el cine (ya saben, las otras vidas que no pudimos vivir): las alegrías y tristezas de la familia, las amistades, la infancia que vuelve, las raíces que se recuperan, una herencia y el cadáver que guarda en el armario cualquier clan que se precie. Un clan en conflicto que afecta a dos hermanos, una madre, un amigo, el alcalde, el notario, una joven bella y malhumorada e incluso la amante secreta del patriarca difunto.

Película coral con intriga, que se desarrolla como un juego de espejos y cajones, donde se reflejan y esconden historias de amor, recuerdos de infancia, desacuerdos familiares y los indispensables malentendidos. “El cineasta teje igualmente correspondencias con el tema del doble (dos hermanos, dos amigos, dos compañeras del padre…), e incluso con la endogamia” (Jacques Morice, Télérama). Y es que este tipo de historias, que se resuelven a medida que se deshacen los nudos, dan mucho juego narrativo.

miércoles, 15 de junio de 2016

Thomas Bidegain: “Mi hija, mi hermana”


“Mi hija, mi hermana” (Les Cowboy) cuenta la historia de un padre que, acompañado de u hijo, se dedica a buscar a la hija, evaporada en algún lugar de oriente medio, en una red integrista. La película supone el debut en la dirección de Thomas Bidegain, reputado guionista de títulos como “Un profeta” o “De óxido y hueso”, por los que ganó el Cesar al Mejor Guion, además de ser el autor del libreto de “La familia Belier” o “Saint Laurent”. En los papeles principales, el belga François Damiens (“La familia Belier”, “Los seductores”), Agathe Dronne, ( “El pabellón de los oficiales”), y el joven Finnegan Oldfield ( “Gang bang: una historia de amor moderna”).

En 1994, en una gran pradera del este de Francia, los amantes del country se reúnen en un gran festejo. Después de subir al escenario a cantar “Tennessee Waltz”, Alain (François Damiens) baila con su hija Kelly, de 16 años, mientras su mujer y el hijo pequeño de ambos, Kid, les miran divertidos. Más tarde, ese mismo día, Kelly desaparece, y la vida familiar se hunde: piensan en un secuestro hasta que llega una carta de la chica, diciendo que se ha marchado voluntariamente y que no intenten buscarla. A partir de ese momento, Alain no hará otra cosa que buscar a la adolescente, arrastrando con él al niño -por lugares remotos, desconocidos e incluso siniestros-, que acabará sacrificando su juventud: entre Bélgica y distinto países de oriente medio, la búsqueda habrá durado quince años, y al final se habrá convertido en el nexo de unión entre dos culturas.

Un algo de thriller, un poco de melodrama y otro poco de western, en un tema sensible y delicado, con trasfondo político, al que sobra un final love story, decididamente folletinesco. Sobre una base de hechos reales, que lamentablemente suceden con más frecuencia de lo que pensamos en nuestras modernas sociedades occidentales y laicas (un miembro de la familia se convierte, inexplicablemente, al islamismo y abandona todo para trasladarse a otro país donde, en muchos de los casos, acabará participando en acciones terroristas, cuando no en una guerra), se ha construido esta ambiciosa historia de un padre desesperado. “Thomas Bidegain nos ofrece una primera película llena de ideas que no siempre están a la altura de las ambiciones”. Sin duda, la primera parte es mucho más convincente que la segunda.

Entre amigos, esas malditas vacaciones


Enésima película francesa de viejos amigos que se reúnen para unas vacaciones, un tema que da mucho juego pasados los Pirineos, esta vez a bordo de un velero alquilado. “Entre amigos” (Entre amis), dirigida por el francés Olivier Baroux (“Quiero ser italiano”). Daniel Auteuil (“Caché”), Gérard Jugnot (“Los chicos del coro”) y François Berléand (“El concierto”) interpretan a tres tipos que pasan de los cincuenta, amigos desde la infancia, que suben al barco, para hacer un crucero hasta Córcega, acompañados de sus respectivas mujeres: Mélanie Doutey (“El Lobo”), Isabelle Gélinas (“Didier, mi fiel amigo”) y Zabou Breitman (“El ejercicio del poder”).

Seis amigos, un barco, muchas cuestiones sin resolver y, para añadir una pizca de suspense, una inesperada tormenta. Comedia y drama a la vez sobre la amistad, la complejidad de las relaciones de pareja, los secretos, los remordimientos y los celos que aparecen cuando menos se espera. Vamos, como la vida misma y como todos nosotros en tantas ocasiones.

El trío masculino funciona bastante bien, el de las mujeres cojea a veces; todos, ellos y ellas, parecen más caricaturas que arquetipos. Los diálogos resultan muy sosos y los temas muy manidos: depresiones, miedo al ridículo y crisis de la edad que no perdona. Lo hemos visto mil veces.