jueves, 31 de marzo de 2016

Canción para un dictador: "Erdowie, Erdowo, Erdogan"



Una canción satírica, titulada “Erdowie, Erdowo, Erdogan” y conocida popularmente como “Extra3” (https://www.youtube.com/watch?v=R2e2yHjc_mc), emitida el 17 de marzo de 2016 en el canal alemán de televisión NDR, ha molestado tanto al presidente islamoconservador turco que ha convocado al embajador alemán para manifestarle sus quejas por lo que considera una ofensa contra su persona.

La letra de la canción recuerda los atentados a la libertad de prensa cometidos por el presidente Erdogan y critica los gastos faraónicos de la construcción de su lujoso palacio cerca de la capital, Ankara: “Lleva un gran tren de vida/ este jactancioso del Bósforo/ un periodista que escriba algo que no gusta a Erdogan se encontrará al día siguiente entre rejas”.

Según fuentes oficiales alemanas, el embajador Martin Erdmann explicó claramente al Ministro turco de Asuntos Exteriores, el 29 de marzo, «que el estado de derecho, la independencia de la justicia y la protección de las libertades fundamentales, y entre ellas las de prensa y opinión, deben estar protegidas de común acuerdo por ambos países(…) y que en Alemania, la sátira política está incluida en la libertad de prensa y opinión por lo que no puede ser objeto de denuncias, ni otra acción gubernamental».

Por su parte, el redactor jefe del canal NDR, Andreas Cichowicz, ha protestado públicamente por la decisión gubernamental turca.

Erdogan, en el poder desde 2002, inicialmente como Primer Ministro y desde 2014 como Presidente de Turquía, autoritario y cruel con sus opositores, pretende estos días que la justicia condene a cadena perpetua a dos periodistas - Can Dündar, redactor jefe del diario Cumhuriyet, y el redactor Erdem Gül- acusados de espionaje por publicar, en enero de 2014, un reportaje demostrando que el régimen turco ha entregado armas a los rebeldes islamistas sirios.



Madame Marguerite de Xavier Giannoli, tragicomedia de una ilusión


Con “Madame Marguerite” (Marguerite), el realizador francés Xavier Giannoli (“Crónica de una mentira”, “Chanson d’amour”, “A l’origine”) presenta una tragicomedia, emocionante e hilarante, cuyo reparto encabeza una espléndida Catherine Frot (“La cena de los idiotas”, “La cocinera del presidente”, César a la Mejor Actriz 2015). Inspirada en la vida de la millonaria Florence Foster Jenkins (que Stephen Frears piensa filmar también con la actriz Meryl Streep), la millonaria estadounidense muerta hace más de sesenta años que según periodista de la época “cantaba como un millón de cerdos”, cuenta la historia de una mujer que se creía capaz de competir con las grandes divas de la ópera pero que en realidad desafinaba terriblemente.

En el París de los años 1920, la baronesa Marguerite Dumont es una patética mujer muy rica apasionada de la ópera, que colecciona partituras originales y trajes que las grandes divas lucieron en el escenario. Lleva años cantando ante su círculo de amistades, ninguna de las cuales se ha atrevido nunca a decirle que desafina y sus “gallos” son el hazmerreir de la sociedad que frecuenta sus salones. Para mantener el estatus que le proporciona la fortuna de Marguerite, aunque avergonzado por sus actuaciones, el marido también colabora en mantener encendida esa ilusión. Hasta el día en que Marguerite decide producir y protagonizar un espectáculo en el teatro de la Opera, y ante un verdadero público.

Lo mismo que le ocurre a mucha gente que canta mal (yo misma, sin buscar más lejos), Marguerite “se oye bien”, lo que le proporciona seguridad para dedicarse a destrozar a los grandes compositores en los conciertos privados que organiza en su suntuosa mansión, tan ridículos como emocionantes. Los invitados se burlan a sus espaldas, el marido la preferiría muerta y solo el mayordomo, chófer y secretario negro, Madelbos, la respeta y se encarga de fotografiar a su patrona disfrazada para los papeles que habría querido representar en los escenarios. “Madelbos protege a Marguerite como von Stroheim cuidaba a Gloria Swason en “El crepúsculo de los dioses”. Giannoli filma, con la crueldad de Billy Wilder, la lenta vampirización de los sinceros y los débiles por quienes solo creen en la verdad de la apariencia” (Pierre Murat, Télérama).

La reconstrucción de la época es intachable, los actores cumplen a la perfección y no falta ningún personaje en el ambiente; ni siquiera una mujer barbuda. En “Madame Marguerite” Giannoli ha construido un universo muy especial, en el que todo es ilusión.



lunes, 28 de marzo de 2016

Hitchcock/Truffaut: Cuando François entrevista a Alfred


A partir del libro “El cine según Hitchcock” -que muchos consideran “la Biblia de los cineastas” y que recoge las grabaciones de una semana de conversación entre el maestro británico Alfred Hitchcock, que entonces tenía 63 años, y el joven crítico y realizador de la nouvelle vague François Truffaut, de 30 años- el director del Festival de Cine de Nueva York, Kent Jones, y el director de la Filmoteca Frances, Serge Toubiana, firman el guión de un documental excelente y muy instructivo -“Hitchcock/Truffaut”-, que contiene imágenes y grabaciones inéditas hasta ahora, y ha dirigido el primero.

Es un relato fascinante, la historia de una amistad entre dos genios del cine nacida en 1962 cuando Truffaut (“Los 400 golpes”, “Jules et Jim”, “La noche americana”, “Vivement dimanche”) convenció a Hitchcock ( “Rebecca”, “Los pájaros”, “Vértigo”, “La ventana indiscreta”, “El hombre que sabía demasiado”, “Psicosis”…) para que se dejara entrevistar durante siete días seguidos y se prestara a compartir los secretos de su cine con el entonces joven admirador. El resultado, el libro publicado en 1966, es una lección magistral de cine no solo para profesionales; también para cinéfilos y espectadores atentos en general.

Martin Scorsese, que lo ha calificado de “revolución” –“Este libro fue una revolución, a partir de él nos radicalizamos, como si nos hubiéramos liberado de un gran peso”- , no es el único realizador actual que se siente en deuda con Truffaut por la publicación de su entrevista con el genio inglés que ha despertado tantas vocaciones, y ha influido en varias generaciones de cineastas, y que cincuenta años después siguen mencionando los mayores realizadores contemporáneos: Kiyoshi Kurosawa, Olivier Assayas, David Fincher, Peter Bodganovich o Wes Anderson, entre otros, entrevistados por el realizador, también confiesan lo que Hitchcock ha influido en su trabajo, a base de juicios tanto sobre aspectos técnicos como temáticos de la obra del maestro y de un repaso a la forma en que trataba a los actores (a quienes a veces consideraba ganado, “Alfred Hitchcock Quotes” en Brainy Quote)) y sus dificultades para trabajar con los procedentes del “Método”.

“Divertido, erudito y sobre todo refrescantemente entusiasta”, el documental ofrece opiniones interesantes sobre el maestro del suspense quien, a partir de la publicación del libro –cuyo contenido, para Truffaut, era tan importante como sus propias películas- pasó de ser considerado un artista popular a ganarse el reconocimiento de pionero y artista serio, y su cine a ser considerado “de autor”. Un autor con sesenta años de carrera –sus comienzos fueron en el cine mudo- durante los que realizó cincuenta y tres largometrajes en los que “el héroe” era casi siempre un hombre del montón y “la chica” una rubia sexy.

De un autor, fallecido en 1980, a los 80 años, por una insuficiencia renal –Truffaut desaparecía cuatro años más tarde, con 56, víctima de un tumor cerebral- que al final de su vida reconocía no haber tratado más que un único tema: el hombre frente a los dilemas morales.


domingo, 27 de marzo de 2016

Turquía : juicio de dos periodistas críticos con el gobierno de Erdogan


El viernes, 25 de marzo de 2016, se celebraba en Estambul, a puerta cerrada “por razones de seguridad nacional”, el juicio de dos conocidos periodistas, por un artículo en el que acusaban al gobierno de Ankara de entregar armas a los rebeldes islamistas sirios, informa la página web del canal internacional France 24.

La fiscalía ha pedido cadena perpetua para Can Dündar, redactor jefe del diario Cumhuriyet, y para el redactor Erdem Gül, autores del artículo incriminado. El juicio -comenta la información- se celebra en un contexto de repetidas presiones ejercidas sobre los medios de comunicación por el presidente Recep Tayyip Erdogan, a quien los jueces han concedido la facultad de querellante.

Can Dündar y Erdem Gül, ambos muy críticos con el gobierno islamo-conservador del presidente turco, están acusados de espionaje, divulgación de secretos de estado y ayuda a organización terrorista. De momento, ambos han pasado ya veinticuatro días en detención provisional. El artículo en cuestión, publicado el 25 de mayo de 2015, provocó una violenta reacción del presidente Erdogan, quien siempre ha negado apoyar a los movimientos radicales contrarios al régimen de Damasco. En el escrito, los periodistas revelaban que, en enero de 2014, unos camiones de los servicios de inteligencia turcos (MIT) llevaron armas a los rebeldes islamistas sirios. El texto iba acompañado de fotografías y un vídeo que atestiguaban lo que en él se decía.

Los periodistas fueron arrestados y detenidos provisionalmente en noviembre de 2015 y el fiscal pidió para ellos «reclusión criminal perpetua». Sin embargo, el 26 de febrero de 2016, el Tribunal Constitucional –una institución que escapa al control del presidente Erdogan- reconoció que se habían violado sus derechos y ordenó que quedaran en libertad.

viernes, 25 de marzo de 2016

La desfachatez intelectual, de Ignacio Sánchez-Cuenca

Un paseo por la frivolidad y la prepotencia de los “opiniatras” patrios

En Francia llaman “les chiens de garde” (los perros guardianes) a esos intelectuales, pseudointelectuales, escritores, filósofos, politólogos y periodistas con pretensiones de pensador, que se ganan sabrosos sobresueldos escribiendo columnas (allí les llaman “tribunes”), debatiendo en las televisiones y dando conferencias, siempre con sus personales soluciones para los problemas políticos, económicos y de cualquier otra índole, que aquejen al país. Los perros guardianes porque -como aquí- los componentes de la jauría son siempre los mismos. El apelativo lo inventó en 1932 el filósofo comunista Paul Nizan, quién tituló así un ensayo en el que analizaba a sus colegas más célebres de la época – Bergson, Emile Boutroux, Lalande, Marcel Maritain…- y les acusaba de ser los encargados de perpetuar los valores molares y socioeconómicos de la burguesía. Sesenta años más tarde, en 1997,el periodista Serge Halimi (director de Le Monde diplomatique desde 2008), retomó el título de Nizan y escribió “Les Nouveax Chiens de garde”, aplicado esta vez a los medios de comunicación, analizando la colusión entre los poderes mediático, político y económico, y describiendo cómo las connivencias facilitan las promociones.(Entre los perros guardianes mencionados están periodistas e intelectuales tan “respetados” como Edwy Plenel, Laurent Joffrin, Jean-Marie Colombani, Patrick Poivre d’Arvor, Bernard Henri-Levy, Alain Finkielkraut, Alain Duhamel, Philippe Tesson…El libro termina con las palabras de un sindicalista estadounidense acerca de los periodistas de su país: “Hace veinte años comían en los cafés, hoy cenan con los políticos y los industriales”; y con una reflexión del autor: “…transformándose en máquina de propaganda del pensamiento del mercado, el periodismo se ha encerrado en una clase y una casta. Ha perdido lectores y crédito. Ha precipitado el empobrecimiento del debate público”.

De esto justamente va el ensayo que acaba de publicar Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid, quien se ha molestado en seguir a unos cuantos perros guardianes de “las esencias” -Fernando Savater, Antonio Muñoz-Molina, Juan Manuel de Prada, Arturo Pérez Reverte, Javier Marías, Félix de Azúa, Mario Vargas Llosa (muy discutible, por cierto, el “ojo” del ilustre Nobel nacionalizado, autor de dos artículos laudatorios sobre Esperanza Aguirre y Rosa Díez), Luis Antonio de Villena…- para, sin entrar para nada a valorar sus cualidades como novelistas o poetas, llegar a la conclusión de que, en sus artículos en periódicos, no solo tienen un estilo “anticuado, retórico y alambicado”, sino que sus “opiniones son demasiado personalistas e insuficientemente analíticas”, lo que hace que “la calidad del debate público se resienta”.

Los ejemplos contenidos en el libro se caracterizan “por una mezcla de frivolidad en los contenidos y prepotencia en la forma estilística. Empleando un tono sobrado, pleno de contundencia, se realiza una afirmación retumbante, en la que no hay rastro de duda o matiz. Y ese estilo henchido de certidumbre, que se corresponde tan perfectamente con lo que el sociólogo Diego Gambetta ha llamado ‘machismo discursivo’, sirve para disfrazar ocurrencias y argumentos poco informados y mal construidos”, que sus voces se hayan quedado “caducas y obsoletas”.

Llegado a este punto, el profesor Sánchez-Cuenca afirma que el hecho de que muchos de los intelectuales citados hayan conseguido éxitos editoriales con sus novelas, poemas o ensayos, les ha llevado a creer que ese reconocimiento supone una forma de impunidad para decir lo que quieran y como quieran, convencidos de que por más arbitrariedades que pronuncien nunca perderán sus muchas canonjías, en la columna de un periódico, en la incómoda silla de un plató televisivo, e incluso en la aterciopelada poltrona académica: “Lo más frecuente es que académico metido en los medios evolucione hacia la nada intelectual”.

Encaramados en sus sillones, integrantes de una auténtica casta (palabra que, por cierto, no es invento ni de Podemos ni de Halimi, sino del mencionado Gambetta), “la llegada de la crisis en 2008 solo sirvió para hacer más visible la decadencia de las ‘grandes firmas’. Sus temas favoritos son “verdaderas obsesiones patrias”. Nuestros perros guardianes “no conectan con los problemas cotidianos de la crisis, los desahucios, la emigración de los jóvenes, la pobreza energética, los recortes sociales, la congelación de las ayudas a la dependencia, el paro de larga duración, las ayudas a los bancos, las políticas de austeridad, nada de eso despierta su interés”.

“La desfachatez intelectual” abunda en ejemplos de fragmentos de artículos y columnas que harán las delicias del lector crítico (como la afirmación de Félix de Azúa de que “José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el peor dirigente que ha soportado España desde Fernando VII”, ignorando la existencia de Franco o Primo de Rivera por hablar solo del siglo XX), hace un repaso concienzudo de las distintas, variadas e incluso controvertidas “opiniones” aparecidas en los medios durante los largos años del terrorismo de ETA, los distintos gobiernos, las diversas negociaciones; se detiene en la diatriba –casi eterna- de los nacionalismos, los rompepatrias, dedica unas cuantas páginas a los inmerecidos elogios y calificativos dedicados al rey Juan Carlos a lo largo de los años, y a las mentiras como que “le debemos la democracia”, y estudia en profundidad el libro de Antonio Muñoz Molina “Todo lo que era sólido” (Madrid, 2013).

Para el profesor Sánchez-Cuenca, “la aparición de nuevas generaciones de gente con mayor preparación intelectual para hablar sobre temas políticos (corrupción nacionalismo, terrorismo, relaciones internacionales, integración europea, administración pública, financiación autonómica, partidos políticos etc.) ha sido clave para poner en evidencia el estilo del viejo intelectual que cree que puede opinar sobre cualquier asunto…”. Con mucho sarcasmo asegura que esos “viejos figurones”, todos los mencionados y algunos más, “a estas alturas tienen algo de pintoresco. Siempre es agradable leer su prosa (…) pero es difícil tomárselos en serio cuando hablan de política”.

¿El relevo? No habrá que esperar a que la naturaleza haga su trabajo porque “van surgiendo aquí y allá autores mejor preparados y más especializados, menos visibles pero más numerosos, con menor sello personal pero mayores dosis de análisis y reflexión, menos brillantes pero más rigurosos”.

En la lectura de “La desfachatez intelectual” he echado en falta -aunque quizá el autor lo haya guardado para otra momento, o quizá considere que el mismo título los excluye- más referencias a periodistas con pretensión e incluso background (en este caso trasfondo) intelectual, y sin embargo escaso rigor a la hora de calibrar sus conocimiento, lo que les lleva a opinar de todo y su contrario, sin más autoridad que el “yo pienso…” (y menos mal que ya ha desaparecido el “yo de esto no entiendo, pero…”. La institucionalización de su presencia en los medios, especialmente en la televisión donde los mismos tipos aparecen en los diferentes platós predicando soluciones, ha terminado por hacerles creer que entienden de todo). Por citar algunos que sí aparecen en el libro: Pedro J. Ramírez, Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía, Arturo Pérez Reverte…pero lo cierto es que en todos los casos se trata de periodistas y algo más, un plus diferente según los casos. Y no puedo dejar de suscribir la opinión del autor acerca de lo chusco que resulta que un condenado en los tribunales por plagio, como Pérez Reverte, ocupe un sillón de la Academia.


La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política
Los libros de la catarata (Madrid, febrero 2016)
ISBN: 978-84-9097-110-9