viernes, 30 de agosto de 2013

Un otoño de cine repleto de biografías

El estreno en España, el próximo 20 de septiembre de 2013, de Jobs, la película dedicada al fundador de Apple, Steve Jobs, fallecido hace unos meses de cáncer a los 56 años, representará el pistoletazo de salida de una temporada en la que sin duda van a sobresalir unos cuantos largometrajes biográficos, suficientemente promocionados antes de su estreno como para garantizar el éxito en taquilla, al menos en las primeras semanas.

Una serie de personajes de hoy mismo que tienen el plus añadido de haber entrado a formar parte de nuestro marco ambiental, para bien y para mal, a base éxitos y escándalos yo diría que a partes iguales.

Este tipo de películas que se anuncian forman parte de un género cinematográfico relativamente nuevo conocido con el nombre inglés de biopic (contracción de biographical motion true picture, es decir obra cinematográfica de ficción centrada en el relato biográfico de un personaje que ha existido realmente), que despegó con notable éxito en producciones para televisión en los años 1980 y que esta temporada, con mayor incidencia que las anteriores, va a llenar las pantallas grandes.

La película Jobs, que ya se ha estrenado en Estados Unidos y algunos países europeos, introduce la novedad de que no solamente se trata de biografías de personas célebres sino que además están interpretadas por actores con una cierta aureola de fama (por unos u otros motivos): en el caso que nos ocupa el protagonista es Ashton Kutcher (conocido no solo por una larga y parece que muy bastante feliz relación con la actriz Demi Moore, sino también por sus apariciones en sitcoms televisivas muy populares, como Dos hombres y medio, e insípidas comedias como Valentine’s Day).

Un mes después, en octubre, se estrenará El quinto poder, biopic sobre la vida del controvertido fundador de Wikileaks, Julian Assange (hoy refugiado en la embajada de Ecuador en Londres mientras solicitan su extradición Suecia y Estados Unidos), protagonizado por Benedict Cumberbatch y Daniel Brühl: evidentemente, cuando decimos el quinto poder estamos hablando de Internet, que ha venido después del cuarto, que es la prensa.

Y, para más adelante, están anuncian las biografías de una princesa de Gales (Diana), engañada por su marido y fallecida en un trágico accidente automovilístico mientras era perseguida por una nube de paparazzi, a cargo de Naomi Watts; una princesa de Mónaco (Grace), quien saltó de los platós hollywoodienses a los fastos de un minúsculos principado que vive fundamentalmente del juego, fallecida también en accidente de automóvil, interpretada por Nicole Kidman; un jefe de estado africano (Mandela), con el británico Idris Elba en el papel del luchador incansable contra el apartheid que pasó 28 años de su larguísima vida en los presidios sudafricanos; una gran modisto francés (Yves Saint Laurent), del que se han rodado no una sino dos biografías a la vez, en las que Pierre Niney y Gaspard Ulliel prestan el cuerpo y la voz al famoso inventor del smoking femenino (la segunda no autorizada por su excompañero y heredero Pierre Bergé, pionero y mecenas de la lucha contra el Sida en Francia); y algunos rockeros desaparecidos en la flor de la edad: Jimmi Hendrix (a cargo del rapero André Benjamín, conocido como André 3000 cuando era solista del grupo Outkast) o Fred Mercury, un proyecto estancado desde que el excéntrico actor Sacha Baron Cohen renunció, “por divergencias con los antiguos miembros del grupo Queen”, a interpretar al cantante fallecido de sida en 1991.

También en preparación, la vida del ciclista estadounidense Lance Amstrong, que, dirigida por el británico Stephen Frears, tendrá a Ben Foster en el papel del corredor que ha perdido sus siete títulos de ganador del Tour de France por doparse.

martes, 27 de agosto de 2013

Paraíso: Esperanza, despedida y cierre de una trilogía sobre la soledad en todas las edades



Esperanza, tercera entrega de la trilogía Paraíso dirigida por el austriaco Ulrich Seidl – una película bonita, divertida y triste- se estrena en las salas españolas el 30 de agosto de 2013. En este caso, el objeto de la crítica del realizador son los centros de adelgazamiento, y en particular los específicos para adolescentes obesos, a quienes tienta el espejismo de un futuro “normalizado” (es decir, lo que les enseñan las revistas, las series televisadas y el cine, y su familia da por bueno). Más dramática que satírica, la película es una parábola escrita con los temores, las alegrías y las contradicciones de una edad, ya de por sí complicada; añadirle el problema del sobrepeso es enmarañar más las cosas.

Mientras que su madre hace turismo sexual en Kenya (Paraíso, Amor) y su tía dedica el tiempo libre a dar doctrina evangélica (Paraíso, Fe), Melanie, de 13 años, asiste a un campamento para jóvenes que quieren adelgazar. Un internado con niños enormes embutidos en ropa deportiva estrecha e incómoda, profesores capaces de destrozarle las vacaciones a cualquiera y compañeros de ambos sexos que se aburren extraordinariamente, son patosos haciendo gimnasia, roban comida por la noche en las cocinas y se distraen hablando de sexo y fumando en la oscuridad de los dormitorios. Con tan escasos alicientes, Melanie se enamora del médico, unas cuantas décadas mayor que ella, quien también se aburre en sus interminables jornadas de trabajo estival y primero le sigue la corriente para después meterse en un jardín del que solo saldrá destrozando los sueños de la adolescente.

Este tercer capítulo de la trilogía de Seidl me ha gustado mucho más que el primero (no he visto el segundo). Como ha escrito un colega francés, los paraísos de amores frustrados descritos en esta saga austriaca “no son otra cosa que colonias penitenciarias donde se enseñan reglas que el cuerpo se niega aceptar”. En el caso de la adolescente Melanie, vive con todos los problemas que conforman el arquetipo de la edad, las apariencias, los problemas de comunicación, el peso de la familia, la incógnita del sexo y las preguntas inevitables: ¿qué puede esperar del futuro con ese cuerpo del que se siente tan insatisfecha?, ¿qué puede hacer para no parecerse a su madre?, ¿será capaz de vivir sin depender del grupo?...ni el realizador Seidl, ni la niña Melanie, tienen respuestas. En realidad, nadie tiene esas respuestas.

El phubbing, un nombre sugestivo para una grosería cada vez más generalizada




Ya tiene nombre, se llama phubbing, contracción de las palabras inglesas phone y snubbing, equivalente del castellano despreciando, y lo cuenta el blog francés L’homme simple (http://hommesimple.fr/arretons-de-phubber/): hacemos phubbing cuando, estando con alguien y dejando de prestarle atención, nos ponemos histerícamente a chatear, “wasapear”, o similares, en una pantalla móvil.

“Convertido a la comunicación móvil sin preguntarse acerca de la forma en que debe usar esa posibilidad en grupo, el ser humano cae en el absurdo antisocial” puede leerse en la página que también reenvía a otro sitio en el que podemos sumarnos a la campaña internacional anti-phubbing (http://stopphubbing.com/). Creada en mayo de 2013 por el joven australiano de 23 años Alex Haigh, a casi 15.000 personas les gusta la página de Facebook de la campaña anti-phubbing y más de 18.000 han votado en contra en la web.

Según los profesionales de la comunicación, que tienen en cuenta no solo los mensajes hablados sino también los corporales, la persona que estando con otra, u otras, dedica su atención al teléfono móvil (tableta, etc.), está enviando un mensaje: exactamente “lo que aparece en mi móvil es más importante que lo que ocurre aquí”. En el caso de que nadie haya llamado a ese móvil, y el usuario lo consulte solo para verificar si le han llegado mensajes, alertas o avisos de redes sociales, entonces el mensaje varía ligeramente, aunque no es más positivo: “Voy a ver si en este momento ocurre algo en el mundo que pueda interesarme más que lo que está pasando aquí”.

La campaña anti-phubbing, nacida al mismo tiempo que el vocablo, recuerda que ya basta de consultar compulsivamente las pantallas móviles. Hasta ahora se ha tolerado por lo que tenía de novedad; pero ya se han cumplido veinte años de la salida al mercado de los primeros dispositivos móviles, tiempo más que suficiente para que los humanos “sean conscientes de lo que significa encerrarse voluntariamente en un mundo virtual embrutecedor”. La campaña anti-phubbig tiene por objetivo “recuperar la higiene de la comunicación humana, volver a la buena educación y mantener las interacciones afectivas”. “Los expertos en etiqueta han dicho que el phubbing es el fin de la civilización”, puede leerse en la página del australiano iniciador de la campaña que, entre otras, facilita la cifra de 87% de adolescentes que prefieren comunicar por sms a hacerlo cara a cara.



En el digital Rue 89, la periodista Elsa Ferreira escribe un largo trabajo titulado con la pregunta ¿Puede usted soltar su teléfono?, del que hemos sacado algunos datos e informaciones de gran valor social. Por ejemplo, que la profesora del prestigioso MIT (Massachussetts Institute of Technology) Sherry Turkle, analiza éste y otros fenómenos relativos a las nuevas formas de comunicación adoptadas por “el planeta de los connected people” en el libro Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other (Solos juntos), donde entre otros casos  cuenta el de un adolescente de 18 años que le dijo: “Algún día, aunque no ahora,  me gustaría aprender a mantener una conversación”.

Ferreira comenta también una información del New York Times en la que se afirma que en varios restaurantes estadounidenses empiezan a prohibir que en su interior se saquen fotos con los móviles; pionero en la lucha anti-phubbing, un establecimiento de Los Angeles ofrece un 5% de descuento a los clientes que acepten depositar el móvil en la entrada. En otros locales se está poniendo de moda, en las cenas de grupo, el juego de que los comensales dejen los móviles en el centro de la mesa: el primero que no pueda resistirse, y lo use, paga la cuenta.

Más adelante, el artículo de Ferreira proporciona unas cifras que lo dicen todo, relativas al papel del móvil en las relaciones sexuales; según un sondeo de Vodafone (http://blog.vodafone.co.uk/2012/09/24/answering-the-call-of-nature/?dfacid=1&cid=aff-aw-default-85386), el 36% de los británicos manifiesta que respondería al teléfono durante el acto sexual y el 63% durante una cita amorosa. Y, centrándose en las mujeres, una europea de cada cinco consultaría su Smartphone mientras se encontrara haciendo el amor.

En el libro Sex Made Easy: Your Awkward Questions Answered-For Better, Smarter, Amazing Sex (Sexo fácil), la autora Debbie Herbenick escribe que las personas que hacen phubbing a su compañero amoroso “no deberían sorprenderse si le ven levantarse y marcharse”.