Es uno de esos
aniversarios que resulta imposible celebrar: un año después de la creación del
campo de refugiados sirios de Za’atari, en Jordania, el número de acogidos
asciende a más de 120.000 personas, y la mitad son niños, informa Unicef.Las
organizaciones no gubernamentales han creado allí hospitales, escuelas infraestructuras
y saneamiento.
Pero,
naturalmente, queda mucho por hacer.
(No sé si mis
lectores se habrán fijado en unos carteles de dimensiones considerables, que
han aparecido en los últimos días en las paradas de los autobuses y otro tipo
de vallas publicitarias, en los que precisamente Unicef anuncia que está a
punto de desaparecer la ayuda estatal a la cooperación, lo que para
organizaciones como ésta puede suponer la paralización completa de sus
actividades. No estoy segura de que sea una buena idea, en los tiempos que
corren, con familias enteras en paro y viviendo de la pensión de alguno de los
abuelos, pedir con desesperación la ayuda de los ciudadanos, un buen porcentaje
de los cuales tienen serias dificultades para conseguir vivir el día a día con sus
escasos medios. Máxime además cuando son todas la ONG’s las que, en los últimos
meses, han sacado a sus efectivos a las calles, que asaltan al transeúnte por
las esquinas, en un intento también desesperado de conseguir nuevas
afiliaciones. Yo he defendido siempre el trabajo de las organizaciones
humanitarias, que llenan el vacío que dejan los estados cuando no cumplen con
sus obligaciones de solidaridad internacional; pero éstos son tiempos malos
para la lírica, la cultura, la educación, la sanidad, el respeto y no digamos
la ayuda mutua y el apoyo a los otros).
“Para vivir en
Za’atari es necesario carecer de otras opciones”, asegura Marc Vergara,
responsable de comunicación de Unicef, en un comunicado. “Allí hay 36º a la
sombra, pero lo que pasa es que no hay sombra. Za’atari no es lugar que nadie
elegiría para vivir”.
Construido en
mitad del desierto jordano, el campo es una desolación permanente barrida por
los vientos: “La arena entra en las tiendas”. Previsto para acoger a unos pocos
miles de personas, hoy se ha convertido en la quinta ciudad jordana, por
volumen de población, y acoge a más de 120.000 sirios que han huido de la
guerra civil de su país: “Quieren regresar a sus casas, pero saben que eso no
va a ocurrir de momento”. Por eso, y gracias a la ayuda de organizaciones como
Unicef, los habitantes de Za’atari se han organizado: “Hace un año no había
nada. Les llevaban el agua en bidones. Hoy se han construido infraestructuras
sanitarias, los niños van a la escuela y se están levntando barracas que
reemplazan a las tiendas”. Unicef lleva diariamente 4.000 litros de agua a los
habitantes del campo. También ha construido fosas sépticas y pozos. Y, sobre
todo, piensa en el futuro: “Para que un día se pueda reconstruir Siria es
necesario que los niños vayan hoy a la escuela. Ellos serán quienes
protagonicen el futuro”. de momento, son 40.000 los niños escolarizados en
Za’atari: “Ellos quieren ir a la escuela, el problema es que muchos están
haciendo funciones de padre o madre, muertos en Siria, y se buscan trabajos
para mantener al resto de la familia”. Para Marc Vergara, la pérdida de la
“vida normal” es lo que más afecta a esos niños: “tienen un enorme sentimiento
de pérdida, se han cargado sus vidas de un día para otro”. Los niños
representan más de la mitad de la población del campo, son las prieras víctimas
del conflicto. Testigos de escenas traumáticas, va a ser difícil devolverles
una existencia “normal”.
Este ejemplo del
campo de Za’atari, como muchos otros, nos enfrenta a la realidad de que las
organizaciones humanitarias necesitan, como siempre y más que nunca, la ayuda
de todos para poder cumplir los objetivos que tienen marcados. La crisis es una
buena excusa para que los estados dejen de cumplir con sus obligaciones de
cooperación internacional, mientras no escatiman en los gastos de defensa ni en
los sueldos de los políticos. La crisis es, por otra parte, una realidad que
impide que los ciudadanos solidarios puedan ayudar, como hacían ayer, a estas
organizaciones.
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