“En la empresa
“antiterrorista” - dice Juan Gelman en un artículo publicado en el diario
argentino Página 12- el que comete un crimen de guerra la pasa mejor que el
que lo denuncia. Hasta lo condecoran “.
El tribunal
militar de la base de Fort Meade (cerca de Washingon) que le estaba juzgando
desde hace dos meses y medio ha condenado, el miércoles 21 de agosto de 2013,
al soldado estadounidense Bradley Manning -25 años cumplidos en la cárcel,
donde ha transcurrido los tres últimos, homosexual hijo de padres alcohólicos,
con una infancia difícil-, acusado de ser el autor de la fuga de más de
setecientos mil documentos secretos en el marco del “caso Wikileaks”, a 35 años
de reclusión y a ser expulsado del ejército por “deshonor”.
Dos días antes, el
fiscal que representa al gobierno estadounidense había solicitado 60 años de
detención y 100.000 dólares de multa, pidiendo a la juez Denise Lind que
enviara “un mensaje fuerte a todos los soldados que pensaran robar información
clasificada”. “Tenemos que asegurarnos –dijo el fiscal en la sala- de que no
volveremos a asistir a un circo como éste, asegurado que la “traición” de
Manning ha perjudicado para mucho tiempo las relaciones diplomáticas de Estados
Unidos. En la decisión judicial han influido, sin duda, testimonios como el
prestado por el ex responsable del contraespionaje estadounidense Robert Carr,
quien admitió que los hechos que se le imputaban al soldado “no han matado a
nadie”.
Antes de conocerse
la petición fiscal y la sentencia, el caso Manning había vuelto a la primera
página de actualidad con la aparición de otro “pirata” de documentación
oficial, el también estadounidense Edward Snowden quien ha proporcionado
al diario británico The Guardian los programas de vigilancia masiva puestos en
práctica por la Angencia Nacional de Seguridad (NSA). Acusado de espionaje y
reclamada su extradición, Snowden se ha refugiado en Rusia, donde le han
concedido asilo temporal para un año. Mientras tanto, la organización americana
Roots Action consiguió reunir más de 100.000 firmas para pedir la concesión del
Nobel de la Paz a Bradley Manning; Norman Solomon, conocido activista contra la
guerra, entregó a Asle Toje, miembro del comité del Nobel, una petición con
103.000 firmas que llenan más de 5.000 folios.
Ahora, los
abogados del soldado van a apelar mientras, nada más conocerse la sentencia,
organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional han pedido a Barack
Obama que haga uso de su facultad de indulto y deje en libertad a Manning (algo
que también va a hacer el abogado civil del soldado, en nombre de su defendido,
porque “ya es hora de poner fin al sufrimiento de Brad”). No es probable
que la apelación endurezca la condena y es casi imposible que Obama escuche el
clamor de esas ONG’s , y de los millones de firmas que en estos años se han
recogido en todo el planeta, porque hacerlo significaría sentar un precedente
que podría aplicarse después –en el hipotético caso de que algún día consiga
echarles el guante la justicia estadounidense- a Julian Assange y Edward
Snowden, ambos expatriados y refugiados (el primero en la embajada de Ecuador
en Londres, desde donde ha puesto en marcha el partido Wikileaks con el que
piensa presentarse al senado de Australia en las próximas elecciones; el
segundo en Moscú), acusados también de “divulgación” de asuntos confidenciales
“robados” en los archivos secretos de Estados Unidos.
Ahora bien, como
en las últimas sesiones del juicio Bradley Manning se ha reconocido culpable de
una decena de cargos (a los que la juez Lind ha añadido espionaje y fraude),
como se ha arrepentido públicamente de sus actos y ha dicho explícitamente que
lamenta haber “herido a su país”, lo más probable es que junto con la sentencia
llegue la recomendación de que pueda quedar en libertad condicional una vez
cumplido un tercio de la pena, que se le descuenten los tres años que ya ha
pasado en la cárcel (donde, recordemos, en los primeros tiempos de encierro
fue maltratado y humillado por sus guardianes); eso supone que dentro de
ocho o diez años, el soldado Manning recuperará su libertad y podrá intentar
hacer alguna otra cosa con esta vida truncada por el ejército cuando apenas
había salido de la adolescencia. “Por ingenuo que pueda parecer, en el momento
de los hechos que se han juzgado –ha dicho el abogado civil del soldado- él
creía sinceramente que esas informaciones no iban a perjudicar a estados
Unidos. Pensaba que podrían terminar con las guerras de Irak y Afganistán, por
ingenuo que pueda parecer”.
(Golpe de
efecto: 24 horas después de conocerse la sentencia, Bradley Manning ha decidido
hacer una espectacular salida del armario y su abogado ha colgado en Internet
una fotografía en la que aparece con peluca larga muy femenina, asegura
llamarse Chelsea Manning y dice que en cuanto “le indulte” Obama se va a poner
en tratamiento hormonal para transformarse en la mujer que siempre ha vivido
atrapada en su cuerpo de hombre).
Lo que Manning
pirateó
La “traición” del
soldado Manning fueron 250.000 cables diplomáticos, en su mayoría procedentes
de las embajadas estadounidenses diseminadas por el mundo, y medio millón de
informes militares, procedentes del Pentágono. Denunciado al FBI por otro
pirata informático, de nombre Adrian lamo, con el que se comunicaba por correo
electrónico mientras estaba destinado como analista en los servicios de
inteligencia en Irak, el soldado Manning confesó desde el inicio haber enviado
los documentos a Wikileaks para provocar un debate público.
Desde el vídeo de
un incalificable atropello militar a civiles iraquíes, titulado “Daños
colaterales”, en el que entre otros perdieron la vida dos periodistas de la
agencia Reuters, hasta informes confidenciales sobre los detenidos en
Guantánamo, Manning le pasó a Julian Assange casi un millón de documentos
clasificados como secreto y alto secreto. Wikileaks negoció esta información
con una serie de periódicos de referencia, europeos y americanos – The New York
Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El Pais-que los fueron publicando
a lo largo de los siguientes meses. El primero, publicado el 18 de febrero de
2010, fue un cable emitido por la embajada estadounidense en Islandia.
Después, entre
febrero de 2010 y septiembre de 2011, se divulgaron más de 250.000 despachos
del departamento de Estado, procedentes de embajadas y consulados, y fechados
entre 1966 y 2010. En julio de 2010 vieron la luz cerca de 90.000 documentos
relativos a la guerra en Afganistán, y en octubre del mismo año otros 400.000
relativos al conflicto en Irak, entre los que había muchos informes
confidenciales del pentágono referidos a abusos, torturas y asesinatos de
civiles. Finalmente, a partir de abril de 2011 se fueron publicando los
informes confidenciales, redactados por los carceleros , de los 779 detenidos
que pasaron por las celdas de Guantánamo, revelando que la mayoría estaban
encarcelados sin cargos.
Un adolescente
asustado
Ahora, Bradley
Manning -que en las fotos sigue teniendo cara de no creerse lo que le ha
pasado- podrá tener el futuro que su Administración ha estado a punto de
negarle, a los 25 años. Aunque ese futuro haya adquirido un tinte de mucho
tiempo de cárcel, que tampoco es ninguna tontería para un joven homosexual que
-si todo sigue el curso legal previsto- pasará los próximos nueve o diez años
de su vida en alguno de los penales militares de los cincuenta y tantos Estados
de la Unión cuya realidad ignoramos pero que , por lo visto en el cine y leído
en más de un best seller, tiene toda la pinta de ser un auténtico descenso a
los peores infiernos que pueden encontrarse en la tierra.
¿Héroe o traidor?
¿Bradley Manning buscaba los cinco minutos de gloria que le correspondían o
estaba realmente indignado ante lo que iba encontrando en su trabajo como
“analista” del servicio de Inteligencia del ejército de los Estados Unidos?
Destinado en la Base Operativa Avanzada Hammer, a unos 60 kilómetros al este de
Bagdad, tenía acceso a dos redes clasificadas del Gobierno estadounidense,
SIPRNET (Secret Internet Protocol Router Network) y Joint Worldwide
Intelligence Communications System.
Y resultó que el
“traidor” es homosexual, una de las peores cosas que se pueden ser cuando uno
decide ingresar en el ejército de Estados Unidos donde, hasta no hace nada,
imperaba la regla del “no lo cuentes, no preguntes”. Su padre le echó de casa
cuando descubrió que era gay, en el ejército estaba obligado a esconderse
(ahora dice que ingresó en la armada con la intención de “curarse”). Nacido en
Crescent, un pueblecito de Oklahoma donde se dice que “hay más bancos de
iglesias que personas”, hijo de un militar siempre ausente y una madre galesa
que, en 2001, se divorció y se llevó con ella al niño, entonces de 13 años,
para que terminara los estudios en el País de Gales. “Antes de salir hacia Irak
-escribía el diario francés Libération- se enamoró de un estudiante de
Cambridge, músico y drag queen, que le introdujo en un círculo de amigos,
izquierdistas y piratas informáticos... Si creemos a su página de Facebook, se
encontraba bajo el shock de una ruptura cuando inició el contacto con
Wikileaks”.
Durante más de
siete meses, al principio de su detención, del desierto iraquí pasó a una base
en Kuwait y de allí a la de Quantico, en el estado de Virginia, a Fort Leavenworth
en Kansas y, finalmente, a Fort Meade, en Maryland, donde ha estado internado
en espera de la resolución de los distintos procedimientos previos al juicio.
Durante más de siete meses el soldado durmió desnudo, sin sábanas ni almohadas
y no podía hablar con los demás presos. Por la mañana los guardias le devolvían
la ropa que le retiraban por la noche cuando, cada cinco minutos controlaban
que seguía bien, encerrado en una celda sin ventana de 1,80 por 3,60 metros que
por todo mobiliario disponía de una cama, un lavabo y un retrete. Después,
entre las cinco de la mañana y las ocho de la tarde no se le permitía dormir en
ningún momento; podía hacer una hora de ejercicio físico, en una habitación
vacía, donde únicamente le estaba permitido caminar. Podía ver algunos canales
locales de televisión durante tres horas, pero no tenía acceso a ningún otro
tipo de información. Disponía de un libro y una revista que se le retiraban por
la noche, podía ducharse durante veinte minutos a última hora de la tarde y
recibir visitas autorizadas los fines de semana, entre las 12 y las 15 horas. Y
nada más, ninguna otra cosa o actividad. Según
explicaban las autoridades militares, todas esas restricciones iban destinadas
a prevenir autolesiones o intentos de suicidio.
“No culpéis a
Manning de cómo están las cosas”
La declaración
inicial de defensa de Bradley Manning, un documento para la historia, redactada
por el conocido abogado neoyorkino Chase Madar (miembro del National Lawyers
Guild. Escribe para TomDispatch, la revista American Conservative, Le
Monde Diplomatique, y London Review of Books) intentaba demostrar
que Manning “es un patriota, no un criminal”, argumentando que se alistó en
2007 “para cumplir con su deber hacia su país y, era su esperanza, para con el
mundo”: “El soldado de primera clase del ejército de EE.UU., Bradley Manning,
ha cumplido con su deber. Presenció serias violaciones del Código Unificado de
Justicia Militar de las fuerzas armadas estadounidenses, violaciones de las
reglas del Manual de Campo del Ejército de EE.UU. y violaciones del derecho
internacional. Sacó a la luz esas transgresiones debido a un profundo sentido
del deber hacia su país, como ciudadano y soldado, y su patriotismo le ha costado
caro. Cuando Bradley Manning partió a Irak en octubre 2009, pensó que ayudaría
al pueblo iraquí a construir una sociedad libre después de la larga pesadilla
de Sadam Hussein. Lo que presenció de primera mano fue algo muy diferente …”.
“Pronto se vio ayudando
a las autoridades iraquíes a detener civiles por distribuir literatura
«anti-iraquí», que resultó ser un informe de investigación sobre la corrupción
financiera en su propio gobierno titulado «¿Adónde se va el dinero?» El castigo
por este «crimen» en Iraq no era un tirón de orejas. El encarcelamiento y la
tortura, así como el abuso sistemático de los prisioneros, están generalizados
en el nuevo Iraq. En los propios informes Sigacts (Acciones Significativas) de
los militares, tenemos una multitud de informes verosímiles sobre policías y
soldados iraquíes que matan a prisioneros, los golpean hasta matarlos, les
arrancan uñas o dientes, les cortan los dedos, les queman con ácido, les
torturan con descargas eléctricas o con el método de ahogamiento, les someten a
varios tipos de abuso sexual, lo que incluye el sexo anal con cañones de fusil
o el obligar a los prisioneros a realizar actos sexuales con los guardias y
entre ellos.
“Manning tuvo
razones más que fundadas para preocuparse al entregar ciudadanos iraquíes para
que probablemente fueran torturados sólo por producir panfletos sobre la
corrupción en un gobierno tristemente célebre por ser corrupto.
“Como todo buen
soldado, Manning comunicó de inmediato sus preocupaciones a la cadena de mando.
¿Y cómo reaccionaron sus superiores? Su comandante le dijo que «se callara» y
que volviera a acorralar más prisioneros para que la Policía Federal Iraquí los
tratara a su gusto”. ..”La siguiente vez que el soldado Manning encontró
pruebas de crímenes de guerra, emprendió una línea de acción diferente”...”En
SIPRNet (el protocolo secreto de redes de enrutado de internet) compartida por
los Departamentos de Defensa y Estado, Manning encontró pronto pruebas
irrefutable de posibles crímenes de guerra, incluido el ahora infame vídeo
«Asesinato colateral» en el cual un helicóptero Apache estadounidense ametralló
a unos 18 civiles, incluidos dos periodistas de Reuters, en una calle de
Bagdad el 12 de julio de 2007. Ahora el mundo ha visto y se ha horrorizado ante
este vídeo que supuestamente había estado en posesión de Reuters pero
que no había sido hecho público. Se afirma que Manning lo filtró a la web
delatora WikiLeaks en abril de 2010. ..
“¿Dónde está la
tremenda repercusión de todas esas supuestas sorpresas devastadoras en esos
documentos filtrados? Meses después de la publicación de los telegramas del
Departamento de Estado, no se ha retirado a un solo embajador estadounidense.
El secretario de Defensa, Robert Gates, que controla más presupuesto y poder
que la Secretaria de Estado, insiste públicamente en que esas filtraciones, los
expedientes de la Guerra de Iraq, la guerra de Afganistán y los cables
diplomáticos, no han causado ningún daño importante”.
“Por cierto, no se
puede negar que a algunos miembros de nuestra élite en política exterior les
han avergonzado públicamente los telegramas del Departamento de Estado. Está
bien. Se lo merecen. Ese fugaz bochorno no es nada en comparación con la
vergüenza que han causado a nuestro país con sus estúpidas actividades durante
la última década, acciones que van de imprudentes e incompetentes a
absolutamente criminales. No es ningún secreto que el prestigio de EE.UU. en el
mundo se ha visto gravemente dañado en estos años”.
El abogado apuntaba
que “el daño a nuestra nación, que no podría ser más real, no ha procedido de
las revelaciones de un joven soldado sino del antiguo modelo de acciones
estúpidas y destructivas de nuestros líderes en política exterior. Después de
todo, la invasión y ocupación de Iraq ha costado ríos de sangre. El coste de
nuestras guerras actuales en el extranjero ahora ya sobrepasa oficialmente el
billón de dólares. Y no hay que olvidar que la invasión de Iraq ha inspirado
nuevas olas de odio y desconfianza hacia nuestro país en el extranjero, así
como les ha provocado un subidón de adrenalina a los terroristas
islámicos”.
Sólo se necesita
usar un poco la imaginación: “Si alguien como Bradley Manning hubiera filtrado
documentación concluyente sobre el arsenal supuestamente letal pero inexistente
de armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, la excusa que se usó para
invadir Irak, semejante revelación habría avergonzado profundamente a la élite
de la política exterior de Washington y, en la atmósfera de principios de 2003,
los medios hubieran pedido indudablemente la cabeza de ese denunciante, tal
como lo están haciendo ahora. Sin embargo, una filtración semejante, hubiera
significado un inmenso bien para nuestra nación. Cuatro mil cuatrocientos
treinta y seis soldados estadounidenses no estarían muertos, y miles más no
estarían mutilados, heridos, o sufriendo el síndrome de estrés post-traumático.
Y probablemente cientos de miles de civiles iraquíes seguirían con vida”. Los
últimos 10 años no han sido los mejores. No culpéis al soldado Bradley Manning
por el estado de las cosas”.
“Nuestros soldados
tienen el solemne deber de no obedecer órdenes ilegales, y el soldado Manning
cumplió con ese deber. Hace más de 50 años, el Manual de Campo del Ejército de
EE.UU, incorporó los Principios de Núremberg y entre ellos el Principio IV: «El
hecho de que una persona actúe bajo las órdenes de su Gobierno o de un superior
no le exime de la responsabilidad bajo las leyes internacionales, siempre que
se demuestre que tenía posibilidad de actuar de otra forma”. Los denunciantes
que intentan rectificar las desastrosas políticas de su nación no son
criminales. Son patriotas, y finalmente son reconocidos como tales. Bradley
Manning no es de ninguna manera el primer estadounidense que sirve a su país de
esa manera”.
(*) El título de
este artículo es tan obvio que parece que no haya otro posible.
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