Condenado
por corrupto y abuso de poder, era el “príncipe rojo” de la nueva China
64 años para ascender y un
solo día para caer. El tribunal popular superior de la provincia de Shandong
confirmó el 25 de octubre de 2013 la condena de prisión perpetua dictada en
junio por el tribunal de primera instancia de Pekín para Bo Xilai, el “príncipe
rojo” de la Nueva China, l “Kennedy chino” según algunos medios
internacionales, autoproclamado seguidor y heredero de Mao y aspirante a ocupar
un día no muy lejano la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCC),
lo que equivale a la presidencia de la nación. Tenía todo un brillante futuro
por delante pero la confirmación de la condena –que «es definitiva» según la
sentencia leída por el vicepresidente del tribunal, Hou Jianjun, ante la prensa
extranjera, y decidida al más alto nivel del PCC, al que está sometida la
justicia china- ha cambiado la suerte de Bo Xilai.
En las imágenes de la
televisión china CCTV difundidas por Internet, Bo Xilai -quien, hasta hace unos
meses, era el “valor más en alza” del comunismo chino- escuchaba el veredicto
esposado, con traje oscuro sin corbata y escoltado por dos policías. “Con una
sonrisa vagamente irónica, escuchó la sentencia antes de ser conducido hacia la
salida ante la mirada de cientos de personas, entre las que había cuatro
miembros de su familia. Varios cientos de policías se habían apostado en los
alrededores del edificio del tribunal; a los comerciantes de la zona les
obligaron a cerrar sus establecimientos”.
En 2010, su campaña
anticriminalidad, auténtico “revival de los modos de Mao”, fue aplaudida como
una “victoria indiscutible” para el actual presidente Xi Jinping, escribe
Philippe Grangereau, corresponsal en Pekín del diario Libération. La prensa
alabó sin parar el “modelo de Chongqing, compuesto de retórica neomaoísta,
canciones revolucionarias, reducción de desigualdades, desarrollo desenfrenado
y construcción de viviendas sociales». Su caída fue uno de los escándalos
políticos más importantes” después de la masacre de Tiananmen en 1989.
La banda de los tres
La fulgurante carrera de este
ex secretario general del PCC de Chongqing, megalópolis de cerca de veinte
millones de habitantes en el Sudoeste del país, se truncó un día de 2011 con el
escándalo generado por el asesinato del empresario británico y amigo de la
familia, Neil Heywood, por el que está encarcelada y condenada a muerte Gu
Kailai, abogada y esposa del político y condenado a cadena perpetua el abogado
y jefe de policía local Wang Lijun quien, según el dirigente actuó “devorado
por la pasión” que sentía por Gu Kailai, cuyo crimen intentó encubrir por todos
los medios. El tribunal, que le ha considerado también culpable de haber
recibido el equivalente de más de dos millones y medio de euros en sobornos, ya
había ordenado la confiscación de todos sus bienes, y entre ellos una villa en
Cannes, en la Costa Azul francesa, adquirida ilegalmente, según la sentencia,
gracias a los buenos oficios del difunto Neil Heywood y el empresario y
arquitecto francés Patrick Devillers.
El tribunal ha rechazado todas
las razones invocadas por la defensa y la costumbre dice que Bo Xilai cumplirá
la condena; que si no cambian mucho las cosas morirá entre rejas en la cárcel
de Qencheng, al norte de Pekín, donde permanecen detenidos los antiguos
miembros de la élite comunista caídos en desgracia. Una “cárcel dorada” en
comparación con otros establecimientos penitenciarios del país cuya huésped más
ilustre fue, hasta que murió en 1991, Jiang Qing, la viuda de Mao. Bo Xilai es
el dirigente chino de mayor rango enviado a esta cárcel desde la condena, en
2008, del ex alcalde de Shanghai, Chen Liangyu, también por corrupción.
Un penal de cinco estrellas
“Construida en 1958 bajo la
dirección de expertos soviéticos, - escribe Philippe Grangereaux en Liberación
del 23 de septiembre de 2013- Qincheng se distingue porque es la única cárcel
del país que no depende del ministerio de Justicia, sino del de la Seguridad
Pública”. Según artículo publicado hace algunos años en el diario nacional
Shenzen Daily, las 204 celdas están enmoquetadas y en algunas hay un sofá. Las
camas tienen “colchones auténticos, mantas y bonitas sábanas», recuerda Bao
Tong –antiguo secretario del número uno del partido Zhao Ziyang (purgado tras
la sangrienta represión de la Plaza de Tiananmen en 1989)- quien estuvo
encerrado en Qincheng de 1989 a 1996 por “propaganda contrarrevolucionaria”. La
disidente Dai Qing, hija adoptiva de un ex presidente del Parlamento chino,
también pasó por allí en 1989 y en sus memorias ha contado que la celda le ”sorprendió
agradablemente”: “Tenía 20 metros cuadrados, la acababan de pintar y disponía
de un cuarto de baño separado”. Los presos de Qincheng pueden ver la televisión
y no tienen que llevar el uniforme naranja de los demás presidios. En el
interior impera el mismo sistema de privilegios que rige en la jerarquía
comunista, y hay zonas mejor acondicionadas que otras, lo mismo que la calidad
de las comidas depende del rango que los detenidos ocupaban antes. “Un huevo de
más o de menos – asegura el periodista de Libération- puede marcar la
diferencia». Según el artículo del Shenzhen Daily, el jefe de cocinas sería “un
chef de clase B, en su día empleado en el Hotel Pekín, el más lujoso de la
capital”. También existen otros privilegios como el acceso a algunos periódicos
o a los canales de televisión por satélite.
Según manifestaciones
efectuadas en 2012 por la experta en China del Instituto Francés de Relaciones Internacionales
Alice Eckman al canal internacional France 24, la apelación presentada por la
defensa de Bo Xilai nunca tuvo opciones de cambiar una sentencia ya dictada de
antemano. Desde mucho tiempo antes, “los dirigentes del PCCC había decidido su
culpabilidad, y su suerte. Las verdaderas razones serán durante mucho tiempo un
misterio, en un partido donde la opacidad es ley”. Por lo visto era elegante,
carismático, los medios le perseguían y él se prestaba con frecuencia a
aparecer en ellos, “es decir –aseguraba Eckman- todo lo que detestan las
instancias dirigentes chinas. Se había vuelto cada vez más popular,
entusiasmaba a las multitudes y cuestionaba los códigos de conducta clásicos del
PCC”.
La estrella ascendente de la nomenklatura
Ambicioso y carismático,
considerado a veces rival del actual presidente Xi Jinping, Bo Xilai –heredero
de uno de los clanes más poderosos de la nobleza roja y autoproclamado hijo
espiritual de Mao- fue Ministro de Comercio a partir de 2004 hasta que, en
2007, ascendió a la jefatura del partido comunista de la ciudad-provincia de
Chongqing, a la que consiguió transformar en un gran centro de actividades
económicas. Se hizo popular al orquestar y dirigir una campaña que, con el
pretexto de luchar contra las mafias locales, rehabilitó los valores maoístas y
puso en marcha una violenta represión paralela que se saldó con cerca de 5.000
personas encarceladas, entre ellas varios empresarios privados y alguno altos
funcionarios, policías y magistrados. Trece de ellos, entre los que se
encontraba el número dos de la policía local, fueron condenados a muerte, sobre
la base de confesiones obtenidas bajo tortura. Al mismo tiempo, a decenas de
prósperos empresarios les despojó de sus bienes. Uno llamado Li Jun refugiado
posteriormente en Hongkong relató las torturas sufridas durante varios días en
el “banco del tigre”, los golpes, las descargas eléctricas, la privación de
sueño…habló de las “cárceles secretas”, a veces en cuarteles, repletas de
empresarios sometidos a interrogatorios, a quienes extorsionaban dinero. En
2010, Li Jun pagó una “multa” de 4 millones de euros a la policía, para que le
dejara en libertad. Sus torturadores recibieron una gratificación de 10.000
euros.
No contento con ser el
dirigente autócrata de varios pequeños feudos que luchaban entre sí, el
«camarada Bo Xilai fundó una corriente política a la que llamaba “nueva
izquierda”. Educado en el catecismo de la dictadura del proletariado, estratega
y fiel a su pasado de guardia roja, el hijo del veterano Bo Yibo se atrevió a
utilizar la figura y el estilo del padre de la patria, Mao Zendong.
En 1966 Bo Xilai tenía 17 años
cuando Mao puso en marcha la purga ideológica bautizada como Revolución
cultural. Su padre, el héroe de la revolución Bo Yibo fue golpeado y humillado
por los guardias rojos, que le llamaron “traidor revisionista”. Su madre acabó
sus días torturada hasta la muerte por “esos adolescentes fanáticos de Mao”. Un
año después, y a pesar de formar parte de esos fundamentalistas, Bo Xilai fue
enviado a un gulag, donde permaneció durante cinco años. Tres años después de
la muerte de Mao (ocurrida el 9 de septiembre de 1976), la familia Bo fue
rehabilitada y su padre nombrado Vice-primer ministro mientras él entraba en la
universidad para estudiar periodismo. Allí conoció a Gu Kilai, con quien se casó
tras el divorcio de su primera mujer. En ese momento comienza el irresistible
ascenso del hijo de la aristocracia roja, cuyo primer cargo es una alcaldía, y
a ese momento también corresponden los primeros casos de corrupción de los que
ahora le acusan.
“Rico empresario con maneras
mafiosas Bo Xilai despreciaba tanto al estado de derecho democrático como la nomenklatura
pequeño burguesa del partido”. En un intento de que se le acercaran los
excluidos del milagro económico que ha transformado el imperio chino en las
últimas décadas, se fue rodeando de intelectuales brillantes formados, como él,
en la lucha política durante Revolución cultural, deseosos de formular una
alternativa a “las tonterías de la sociedad armoniosa” que reivindica la
conservadora corriente mayoritaria del PCC. El muy oficial Diario del Pueblo le
nombró hombre del año en 2009. Una canción compuesta en su honor poco después,
cuando aún era el jefe de todo en Chongqing, decía: “Tus ojos son como dos
cuchillas en la luz fría/ erguido frente al mal/ combates la corrupción/
solamente evocando tu nombre/ a los prevaricadores les tiembla todo el
cuerpo…”.
El “modelo de Chongqing”
creado por Bo Xilai intentaba poner freno a las derivas de la “economía
socialista de mercado, desigualdades, corrupción…” practicando purgas
radicales. No es por tanto sorprendente que, después de su exclusión del
Partido, el diario oficial Claridad acusara a Bo Xilai de haber recurrido a “un
modelo político viciado (se refiere naturalmente a la Revolución Cultural) que
llevó a China a una catástrofe sin precedente”.
Su caída en picado en 2012,
auténtico golpe de teatro, estuvo provocada por la defección del jefe de
policía Wang Lijun, quien solicitó asilo político en el consulado
estadounidense de Chengdu sin conseguirlo, en un intento de escapar a la
condena por encubrimiento del asesinato de Heywood. Popular en su feudo de
Chongqing y en los sectores nostálgicos del maoísmo, Bo Xilai, hijo de una de
las figuras de la revolución comunista, apareció libre por última vez en marzo
de 2012 en la Asamblea, donde ante algunos periodistas aireó los rumores de que
le perseguían y podían detenerle. Poco después “desapareció entre las manos de
la policía interna del PCC, y permaneció detenido en secreto” hasta la
celebración del juicio.
Inercias y similitudes
En una tribuna libre publicada
en el diario le Monde por la sinóloga e investigadora del CERI (centro de
análisis sobre el mundo contemporáneo y la política internacional) Stéphanie
Balme, escribe que los procesos de esta “Banda de los Tres” (Bo Xilai, su mujer
y su brazo derecho Wang Lijun) “ofrecen un acceso excepcional al funcionamiento
del corazón del sistema político chino”. Para empezar, y a pesar de que el
juicio ha sido “una de las parodias de justicia habituales”, Bo Xilai se ha
declarado “no culpable” en contra de la costumbre, por lo que “la sentencia ha
sido más severa de lo previsto: Podemos sacar la consecuencia de que a pesar de
las reformas de modernización y profesionalización del sistema judicial,
efectuadas desde hace treinta años, sigue dominando una justicia política, la
del PCC”. Al final, este juicio ha resultado “revelador de los estigmas ocultos
en la memoria colectiva china, los profundos cambios que ha experimentado esa
sociedad y las también profundas divisiones existentes en el seno del partido”.
La experta establece un primer
elemento en común con la trayectoria de la China comunista: el proceso de Bo
Xilai forma parte de la última purga política organizada por el propio PCC,
mediante una campaña de lucha contra la corrupción (“campañas recurrentes desde
1949”). Los estudiantes chinos estudian todavía las ejecuciones públicas, en
febrero de 1952 por “corrupción grave”, de Liu Qingshan y Zhang Zishan, héroes
revolucionarios que habían llegado a dirigentes de la prefectura de Tianjin.
“Sólo ejecutando a esos dos podremos impedir que veinte, doscientos, dos mil o
veinte mil cuadros corruptos cometan otros delitos”, dicen que dijo Mao Zedong
en aquel momento, cuando a las vistas del tribunal asistieron en total más de
120.000 personas.
Un segundo elemento en común
con la historia ha sido el hecho de que la policía del partido mantuviera
incomunicado “en espera de juicio” a Bo Xilai, durante meses. La confesión
escrita de sus delitos, obtenida mediante presiones psicológicas según el
propio acusado, fue una de las pruebas de cargo contra él en el juicio. “El
recurso al sistema judicial formal para avalar la decisión política previa de
eliminar a un rival temible –escribe Balme- era indispensable para que el
presidente Xi Jinping, recién ascendido al cargo, pueda imponer su legitimidad,
más allá del marco estricto del partido, en cuestiones que afectan a la
gobernabilidad del estado chino en su conjunto”.
En tercer lugar se han
reproducido de nuevo las campañas de lucha contra la corrupción orquestadas por
el propio PCC “en posición constante de juez y parte”, constitutivas de los
engranajes clásicos de las sucesiones políticas: “Las luchas entre facciones incluyen
el poder sobre los ‘carteles económicos’, auténticos estados dentro del
estado”. Como ejemplo práctico: en junio de 2013, la detención del ministro de
los ferrocarriles, Liu Zhijun, fue la excusa para una reestructuración del
poderoso sector industrial, “hasta entonces cooptado por algunas de las
facciones”.
Del período «sovietizante» del
maoísmo, China conserva la existencia de una nomenklatura roja dividida
en clanes familiares “que intercambian informaciones de primera mano a cambio
de capital y negocian imperios industriales…” en esa “economía capitalista de
Estado” en que se ha convertido China. “El uso del poder es absoluto; la
pérdida del poder también… En esos casos, se trata sin piedad a los familiares
de los caídos del partido. Eso es lo que ha pasado con el clan de Bo Xilai. En
el pasado, también él actuó de la misma manera con sus rivales”. Según la
autora de este esclarecedor artículo, el único período de la historia de la
República Popular China en que las reglas implícitas de la sucesión política
funcionaron de manera relativamente pacífica, fue la década que siguió a la muerte
de Deng Xiaoping, de1997 a 2007.
¿Un proceso para pasar la página de Mao?
Es, en todo caso, lo que se
pregunta Stéphane Lagarde, de Radio France Internationale (RFI) viendo como las
autoridades chinas “presentan las cosas”. En la conferencia de prensa de
clausura de la sesión parlamentaria de marzo de 2012, el ex Primer ministro Wen
Jiabao se refirió al peligro de un regreso a la Revolución cultural. “Bo Xilai
ha terminado por dar miedo a otros dirigentes, estima el historiador Zhang
Lifan, no ha respetado las reglas del partido y por eso no gusta a los demás.
Ha jugado al populismo, es un Mao en potencia y ahora nadie quiere un segundo
Mao”. “Carismático, telegénico, Bo Xilai disfrutaba de una enorme popularidad.
El anuncio de su cese provocó en menos de dos horas más de un millón de
comentarios en weibo (el twitter chino), y en algunos se pedía al poder que
explicara los motivos de su caída en desgracia”, escribía Régis Soubrouillard
en el mensual Marianne. “Descrito como arribista y demagogo, Bo era uno de los
pretendientes al Comité Permanente del Politburó, que consta solo de nueve
miembros”.
Siete personajes para un Dallas post-maoísta
A finales de agosto de 2013,
Pierre Haski, periodista fundador del digital de izquierda Rue 89 y ex
corresponsal de Libération en Pekin, titulaba así un artículo que comenzaba
diciendo que “durante cinco días, los chinos han asistido fascinados al
‘proceso del siglo’, el de la superstar del Partido Comunista Bo Xilai, hijo de
un antiguo compañero de Mao Zedong, acusado de corrupción y abuso de poder”. Un
proceso que ha permitido “echar una ojeada al mundo secreto de los dirigentes
del último gran partido comunista del mundo, con todo el aspecto de un Dallas
post-maoísta”. En su repaso a “siete personajes clave” de este extraordinario
guión, Haski ha encontrado “una mujer fatal, un asesinato, mucho dinero, un
poco de sexo e incluso una French-connection” que ha tenido gran peso en la
acusación”.
De Bo Xilai, el actor
principal del drama, ya hemos contado casi todo: de su irresistible ascensión a
su irremediable caída, de las maniobras de rivales inquietos y de sus excesos y
contradicciones: “El sistema Bo Xilai ha sido desmantelado y él ha aparecido
como lo que era: un jefe de clan con sus redes de fieles, sus colaboradores a
quienes distribuía favores, sus secuaces, sus amantes y su estilo de vida, poco
compatible con el ‘revival rojo’ que impulsó para utilizar el maoísmo en su
propio beneficio”.
La segunda figura en el
reparto de esta obra espectacular es “la Jackie Kennedy china”, su esposa Gu
Kailai, hija de un general de los tiempos heroicos con una personalidad muy
acusada: “tenía un despacho de abogados, hacía negocios, hablaba perfectamente
inglés… se hizo célebre ganando el juicio de un cliente chino en Estados
Unidos”. Hasta que en 2012 fue juzgada “por el asesinato del empresario
británico Neil Heywood, quien fue su confidente y parece que su amante, y
considerada culpable de asesinarle con cianuro en un salón privado de un hotel
de Chongqing. A los 54 años, Gu Kailai era una mujer de poder y de dinero, y
también la madre de un hijo único”, del que en el juicio dijo que “estaba amenazado
por Heywood y ella quería defender a cualquier precio”… “Para salvar su cabeza
aceptó testimoniar contra su marido”. Está condenada a muerte, con el cumplimiento
de la pena en suspenso, de momento.
El tercero de los personajes
es Bo Guagua, el hijo de la pareja, un chico de 25 años que continúa estudiando
en Estados Unidos: “Forma parte de esos hijos privilegiados de los nuevos ricos
chinos, a los que no se niega nada. Desde los 12 años estudia en el extranjero.
Primero interno en escuelas británicas de élite, como la Haywood School, donde
estudió Churchill y también el empresario asesinado por su madre”. Continuó
después en la Universidad de Oxford y luego se trasladó a Harvard, en Estados
Unidos. En el momento del juicio se encontraba haciendo un doctorado en la prestigiosa
Columbia Law School. “Una trayectoria de excelencia que cuesta cara, sobre todo
cuando va acompañada de una forma de vida extravagante”: viajes en jet privado,
ropa cara, apartamento de lujo y automóviles de alta gama. En las redes
sociales chinas Bo Guagua se ha convertido “en la encarnación de una sociedad
profundamente desigual, en la que los hijos de la nomenklatura
político-financiera disfrutan de una corrupción que antes se reciclaba en China
pero ahora cada vez se exporta más fuera”.
«En todo asunto de corrupción
están el corrompido y el corruptor», dice Haski. Y así aparece en el drama Xu
Ming, hasta ayer “octava fortuna de China con más de mil millones de dólares,
según la lista de Forbes, y hoy testigo de cargo en el juicio de su amigo Bo
Xilai…Es el ‘tio Xu” que regala un viaje a Africa en jet privado a Bo Guagua y
sus amigos, es quien organiza las trasferencias de dinero al extranjero y quien
regala a Bo una villa de tres millones de dólares en la Costa Azul”. Tiene 42
años, empezó como cuadro comercial en una compañía de importación de gambas
japonesas y en 1992 fundó el conglomerado Shide, uniendo su suerte a la de su
protector, Bo Xilai, con quien acabaría cayendo. A los investigadores del PCC
confesó que también había financiado “algunas citas amorosas de Bo Xilai con
celebridades”. Se encuentra es espera de juicio por prácticas financieras
ilegales.
En quinto lugar en la lista de
Pierre Haski aparece Wang Lijun, quien durante muchos años fue el “hombre más temido
de Chongqing”, el jefe de policía. Tenía a su cargo la lucha “con acentos
neo-maoístas” propiciada por Bo Xilai contra las bandas mafiosas de la ciudad.
En febrero de 2012 pidió asilo político en un consulado estadounidense; se lo
negaron y Wang Lijun se entregó a las autoridades nacionales. En una
confrontación durante el juicio, en la que apareció en silla de ruedas porque
tuvo un ataque cerebral mientras estaba detenido, contó su ruptura con Bo
cuando le comunicó que su mujer era sospechosa de asesinato. Parece ser que una
bofetada acabó con la antigua amistad.
Neil Haywood –el sexto
personaje de la saga-, era «el hombre que sabía demasiado”: “El destino de Neil
Percival Heywood, asesinado en noviembre de 2011 a los 41 años, es sin duda el
de un hombre que se aventuró demasiado en la zona gris del mundo político
chino, convertido en peligroso porque sabía demasiado”. Consultor y empresario,
pasó la mitad de su vida en China, se casó con una mujer de una gran familia de
Dalian (la ciudad del noreste donde Bo Xilai inició su carrera política como
alcalde) y tuvo dos hijos, amadrinados ambos por Gu Kailai. Llevaba una vida
próspera, circulaba en un Jaguar, según la prensa británica era amante de Gu
Kailai…”Por razones poco claras, las relaciones entre ambos se deterioraron
hasta el punto de que ella pensó que amenazaba la seguridad de su hijo y
decidió eliminarle… Otras fuentes hablan de desacuerdos financieros en las
comisiones reclamadas por Heywood, en particular las relacionadas con la villa
de Cannes comprada por Bo Xilai”. El 15 de noviembre de 2011 Gu Kailai le
invitó a cenar en un salón privado del Hotel Lucky Holiday. “El certificado
médico atribuye la muerte a exceso de alcohol, su esposa Wang Lu no exigió que
se le hiciera la autopsia y el cuerpo se incineró inmediatamente”.
Finalmente entra en escena la conexión francesa: se
llama Patrick Devillers, es arquitecto, tiene 52 años y se encontraba en
Camboya, detenido en Phnom Penh, cuando en 2012 las autoridades chinas
solicitaron que fuera extraditado para responder a algunas preguntas de los
investigadores del “caso Bo Xilai”. Los responsables franceses “consiguieron
impedir entonces que fuera entregado a Pekín sin garantías… negociaron esas
garantías” y después el propio Devillers aceptó trasladarse a China, para
responder. Conoció a Bo Xilai en Dalian porque, igual que Heywood, estaba
casado con una mujer de esa ciudad. En una entrevista en Le Monde, en 2012,
reconoció haber acompañado, a petición de la familia, al joven Guagua a
Inglaterra; pero asegura que simplemente en calidad de “amigo extranjero”. Lo
mismo que Heywood, “gestionó” fondos secretos de la familia Bo. Fundó varias
sociedades con Gu Kailai, sobre todo en el Reino Unido. En una declaración
escrita que se leyó en el juicio, Devillers habla de una querella financiera
“entre Gu Kailai y Neil Heywood, relativa a la compra de la villa de Cannes,
financiada por el empresario Xu Ming, el “tío Xu”… La villa, de un valor de
tres millones de dólares, es la pieza maestra de la acusación de Bo Xilai.
Estuvo gestionada por Neil Heywood hasta que Xu Ming recuperó los derechos y la
puso a nombre de su amante, la presentadora de televisión Jiang Feng.
Un artículo parecido, publicado en un digital francés,
añade el retrato de un octavo personaje a la lista confeccionada por Pierre
Haski: el de Wang Xuemei, la médico forense. Experta en medicina legal, se
convirtió en el centro de todas las miradas cuando anunció que dimitía de la
vicepresidencia de la Asocición China de Medicina Legal. En un vídeo hecho
público en vísperas del juicio, el 18 de agosto de 2013, aseguraba que la
dimisión se debía a otro procedimiento judicial… “pero lo cierto es que había
puesto en duda las pruebas que sirvieron para condenar a la esposa de Bo Xilai.
Según ella, una intoxicación con cianuro no es compatible con el estado del
cuerpo de Neil Heywood, tal y como fue encontrado en noviembre de 2011, en el
lujoso hotel de Chongqing”.
Cuando el
dinero frecuenta al poder, el poder se vende
“La política de reforma y apertura emprendida por Deng
Xiaoping en 1978 –se puede leer en “Detrás del proceso de Bo Xilai”, un blog
del mensual Le Monde diplomatique firmado por Dave Fermont con fecha 11 de
octubre de 2013-, al salir de una Revolución cultural en la que ya nunca más volvería
a hablarse de lucha ideológica permitió, gracias a la economía de mercado con
‘especificidades socialistas’, el enriquecimiento sin límite de quienes en
primer lugar detentaban el poder – y con él, el saber relativo a los proyectos
económicos del futuro. Deng, el ‘pequeño timonel’ declaró que ‘en primer lugar,
había que dejar que se enriqueciera un puñado de personas’. Un puñado
inevitablemente cercano al poder, como lo describía Dai Qing, periodista
comprometida en todas las luchas medioambientales e hija adoptiva de Ye
Jianying, uno de los ocho mariscales compañeros de Mao Zedong, en una
entrevista a Le Monde del 4 de septiembre de 2013 ‘Desde que la riqueza
frecuenta al poder, el poder se vende, no es un secreto para nadie’. Muchos de
los dirigentes actuales desearían poder enterrar discretamente esta declaración
de Deng en las cenizas de la historia”.