Acostumbrados
como estamos al lamentable y frecuente espectáculo de los inmigrantes que pierden
la vida a bordo de barcos y lanchas de fortuna, explotados por desaprensivos
que comercian con sus vidas en pleno Mediterráneo aireando el espantajo de una
vida mejor en Europa, desconocemos o ignoramos que ese mismo drama se produce
también en otros puntos del largo trayecto que lleva a esa gente que huye de la
guerra, la violencia o el hambre, hasta el paraíso soñado en las costas
italianas, griegas o canarias.
En
pleno desierto y a tan solo una decena de kilómetros de la frontera con
Argelia, el ejército nigeriano encontró el 30 de octubre de 2013 los restos
mortales de 87 inmigrantes: siete hombres, 32 mujeres y 48 niños,
pertenecientes –según la información emitida por el canal internacional France
24- al mismo grupo de clandestinos que otros cinco cuerpos encontrados hace
algunos días por el ejército.
Según
el mismo canal y la Agencia France-Presse, todos fallecieron a principios del
mes de octubre “en un trágico viaje hacia Argelia que comenzó a finales de
septiembre”. Según parece la mayoría fallecieron por deshidratación. El balance
lo ha confirmado Almoustapha Alhacen, responsable de la ONG Aghir In’man, quien
ha recogido los restos: “Los cuerpos estaban descompuestos, era horrible. Los
hemos encontrado en diversos puntos, en un área de 20 kilómetros y en pequeños
grupos, algunos guarecidos bajo un árbol y también a pleno sol. Algunos eran
grupos de una madre y sus hijos; otros de niños solos”.
Según
la información facilitada a AFP por un responsable de seguridad nigeriano, del
total del grupo de clandestinos, aspirantes a zarpar en Argelia con dirección a
Europa, han sobrevivido 21 personas, y entre ellas “un hombre que había
recorrido 83 kilómetros a pie para llegar a Arlit (al norte de Niger) y una
mujer a la que un chófer recogió en Arlit y le cruzó el desierto”.
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