Se define
como “hija de dos dictadores”. Mónica Macías, de 41 años, nacida en la antigua
colonia española de Guinea Ecuatorial, es hija del sanguinario dictador
Francisco Macías, ejecutado en 1979 tras el golpe de estado de su sobrino, el
actual presidente Teodoro Obiang Nguema, también dictador y también
sanguinario.
Cuando la
situación empezaba a ponerse en su contra, su padre la envió a Corea del Norte
cuando tenía siete años, para que creciera bajo la tutela de su amigo, el
dictador Kim Il-Sung. Mónica creció y estudió en una escuela militar de un país
considerado “como el más cerrado del planeta”. Su autobiografía acaba de
publicarse en Corea del Sur, informa la prensa internacional, entre otros el New York Times. El libro se presentó oficialmente
el 27 de septiembre de 2013 en Seul.
Yo soy Mónica de Pyongyang, título del volumen, cuenta su
educación en la escuela revolucionaria de Mangyongda, la institución más
prestigiosa de la capital coreana, destinada a formar futuros oficiales: “Es un
centro escuela solo para chicos, pero Kim Il-sung creó unas clases de niñas,
especialmente para mi hermana y para mí. Desde muy pequeña aprendí estrategia
militar, así como a utilizar y desmontar un kalachnikov. A los 14 sabía
disparar”. Allí, la niña y sus hermanos vestían el uniforme militar verde de
los escolares y el kepis con una estrella roja.
Pocos meses
antes del golpe de estado que acabaría con su régimen y su vida, Macías envió a
su esposa española y a sus tres hijos, dos niñas y un niño, a refugiarse en el
“régimen amigo” de Corea del Norte desde donde, en los años 1960 y 1970, el
“gran dirigente norcoreano” encabezaba la causa de los países no alineados y
ofrecía apoyo económico y militar a los movimientos independentistas de un
Africa en gran parte todavía colonizado.
Mónica
Macías vivió 16 años bajo la protección de Kim Il-sung, quien de vez en cuando
visitaba a las hermanas en la escuela: “Nos mimaba y nos regañaba como un
abuelo si no estudiábamos. Le recuerdo como una persona carismática que mantuvo
la promesa hecha a mi padre”. Recuerda sus fines de semana en el campo, las
tardes con sus amigas: “Los norcoreanos tenían prohibido hacer amistad con
extranjeros. Cada vez que me invitaban a una casa, tenía que pedir permiso a mi
profesor quien, a su vez, lo solicitaba a quienes estaban por encima de él. Era
la ley, no me molestaba”.
Universitaria,
estudió Industrias Ligeras y estableció amistad con compañeros llegados de
otros países “amigos”. Cuando decidió salir del país que la había acogido,
todavía muy influida por la violenta propaganda anti-estadounidense asimilada
durante su adolescencia, eligió China: “La primera vez que me presentaron a una
americana me marché corriendo”. Después se trasladó a España, el país de su
madre. Aquí tuvo una vida muy difícil, acostumbrada como estaba a que siempre
hubiera alguien que se ocupara de ella: “nadie me daba dinero, nadie me decía
lo que debía hacer, tenía que encontrar un trabajo y me sentía perdida. Estuve
tres meses llorando, quería regresar a Pyongyang…”. En una librería de Madrid
encontró un libro donde se enteró de que la sangrienta guerra de 1950-53 entre
las dos Coreas la había provocado el régimen de Pyongyang. Entonces decidió
trasladarse a Estados Unidos para conocer el país de cerca. “Los coreanos del
norte y del sur tienen muchos prejuicios unos contra otros, y no se conocen
realmente. Con mi libro quiero demostrarles que son idénticos, aunque tengan
sistemas económicos diferentes. Comparten la misma cultura y la misma forma de
ser”.
Mónica Macías
reparte ahora su tiempo entre Corea del Sur y España: “Pienso en coreano, soy
coreana, no lamento nada de mi vida; si volviera a nacer querría tener
exactamente la misma vida”.
Una familia
indeseable
Francisco
Macías Nguema, el padre de Mónica, quien en 1976 “africanizó” su nombre cambiándolo
por Masie Nguema Biyogo Ñegue Ndong, murió fusilado el 29 de septiembre de
1979. Elegido vicepresidente del gobierno autónomo de Guinea Ecuatorial, tras
haber sido funcionario con las autoridades coloniales españolas, pertenecía a
la etnia Fang y era un gran propietario de tierras. Elevado al rango de
Presidente de la República en 1968, el fracaso de un intento de golpe de estado
marcó la deriva autoritaria de su gobierno que se hizo evidente con el
encarcelamiento y ejecución de Bonifacio Ondó Edu, su rival en la elección
presidencial. Hubo más ejecuciones de miembros del gobierno y algunos ministros
se suicidaron. En 1972 se proclamó presidente vitalicio, Primer ministro,
ministro de Economía y ministro de Finanzas. Los historiadores comparan los 11
años de dictadura de Macías con las presidencias de Idi Amin Dada en Uganda o
Bokasa en Centráfrica. En esos años, murió o se exilió un tercio de la
población ecuatoguineana (50.000 muertos, 150.000 exiliados).
El 3 de agosto
de 1979, su sobrino Teodoro Obiang Nguema encabezó un grupo de militares que se
hicieron con el poder, y le derrocaron. Macías se encerró en un bunker donde
destruyó las reservas en divisas del país. Detenido y juzgado como genocida, se
le aplicó el código militar español (a falta de un sistema legal en el país).
Fue condenado a muerte y ejecutado por la guardia real marroquí, al no
encontrar un solo voluntario entre los soldados del país, que le consideraban
un semi-dios.
Desde
entonces, hace 34 años, Teodoro Obiang Nguema, de 72 años, es el presidente y
dictador de un país que nunca ha conocido “tiempos mejores”. Su hijo Teodorín,
al que pretende convertir en heredero político, fue detenido en Estados Unidos
en 2001 por introducir droga ilícitamente; al salir de la cárcel regresó precipitadamente
a Guinea y su padre le nombró ministro del Petróleo.
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