viernes, 30 de noviembre de 2018

La Unesco incluye al reggae jamaicano en el patrimonio mundial de la humanidad

Bob Marley

Este jueves, 29 de noviembre de 2018, la música reggae jamaicana ha pasado a formar parte de la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, por decisión de un comité especializado de la Unesco reunido en Port-Louis, capital de  Isla Mauricio, que ha subrayado la contribución del Reggae para concienciar internacionalmente sobre las cuestiones “de injusticia, resistencia, amor y humanidad”, y su dimensión “cerebral, socio-política, sensual y espiritual”. El comunicado de la Unesco destaca la figura de Bob Marley, como la máxima representación del género.  

Desde ahora, el reggae forma parte de las cerca de 400 tradiciones culturales –cantos, gastronomía o celebraciones- que ampara la Unesco, y que van desde la pizza napolitana al zaouli,  la música de las comunidades gouro de Costa de Marfil.

La candidatura del reggae – música surgida a finales de los años 1960- fue presentada por Jamaica. Se trata de un estilo desarrollado a partir del ska con influencia de jazz y blues, cuyo intérpretes la reivindican como  “música de los oprimidos”; los temas más frecuentes son cuestiones sociales y políticas, las cárceles y las desigualdades.  La canción “Do the Reggay”, del grupo Toots and the Maytals, fue la primera en utilizar el nombre de reggae en 1968; tuvo un gran éxito mundial gracias a Bob Marley y su grupo The Wailers, con canciones como “No Woman, No Cry” y “Stir it Up”.

Además, el reggae se asocia con el rastafarismo, un movimiento espiritual que tiene como líder al emperador etíope Haile Selassi (1892-1975) y promueve el uso de la marihuana (ganja).

En 2017, cuando se cumplían 36 años de la muerte de Bob Marley, “la primera superstar llegada del tercer mundo”, en París se inauguró la exposición “Jamaica, Jamaica”: un resumen en imágenes –fotografías y películas desconocidas- de la vida del artista, su música y sus mensajes de denuncia del ghetto, emancipación de los oprimidos y paz






"Hotel Explotación: Las Kellys", historia de una lucha por la dignidad


Película documental de una hora de duración realizada por la periodista Georgina Cisquella (1), suficientemente conocida por los espectadores de TVE, que cuenta la lucha de las camareras de piso de los hoteles españoles –conocidas como “las Kellys”- para defender sus derechos y denunciar las jornadas extenuantes que llevan a cabo, los contratos ilegales a que están sometidas (más ilegales aun desde que la limpieza se ha externalizado en la mayoría de los hoteles y apartamentos turísticos), la amenaza de despido en caso de que presente bajas por enfermedad  y los salarios de miseria que perciben.

En España hay más de doscientas mil mujeres que trabajan como camareras de piso  -“tan fundamentales como invisibles”-  con unas condiciones laborales que han ido degradándose al paso de los años, y que se hicieron realmente insoportables durante la crisis (2008). En octubre de 2016, “las Kellys” decidieron organizarse y pelear por unos derechos que son fundamentales y una situación laboral digna, que hasta ahora se les ha negado.

La periodista Georgina Cisquellas y su equipo han seguido durante un año a “las Kellys” en Barcelona, Madrid, Canarias, Benidorm… El resultado es una película emocionante, un documental que toca muy dentro al poner rostro y voz a esas mujeres que tantas veces nos hemos cruzado en los pasillos de los hoteles y paradores y que, justo es reconocerlo, apnas hemos viso: “En tiempos de precariedad laboral  q1ue afecta sin duda a muchos colectivos– dice la realizadora- considero que las Kellys ejempfican esa situación en grado máximo. Son un 97% mujeres, mal pagadas, numerosas inmigrantes y expuestas al despido (…) Hotel Explotación: las Kellys es la historia de una pelea para empoderarse y recuperar la dignidad”.

(1)   Periodista y guionista de cine documental, de larga trayectoria en TVE. Ha sido corresponsal diplomática, presentadora de programas informativos como “Informe del día”, “Informe Semanal”, y especialista en el área de cine de los Telediarios.
Entre 2004 y 2008 fue directora y creadora de nuevos formatos para la 2 de TVE, como el programa cultural “Miradas 2” y “Cámara abierta”.





jueves, 29 de noviembre de 2018

Los ferrocarriles holandeses van a indemnizar a las familias de los judíos deportados

Nederlandse Spoorwegen (NS)

El consejo de administración de la Nederlandse Spoorwegen (NS), la sociedad nacional de los ferrocarriles holandeses, que estuvo al servicio de los nazis tras la invasión alemana de 1940 y ganó millones transportando a miles de judíos hacia los campos de extinción, ha decidido el 27 de noviembre de 2018 indemnizar a los descendientes de aquellos deportados, según la información publicada en el diario francés Le Monde.

Este periódico explica que la decisión es producto de las conversaciones entre  Roger van Boxtel, dirigente de la NS, y Salo Muller, ex fisioterapeuta del equipo de futbol Ajax, quien perdió a sus padres durante la Segunda Guerra Mundial y lleva peleando desde 2017 para conseguir una indemnización de la compañía que trasladó a sus padres desde Amsterdam hasta el campo de Westerbork, en el norte del país.  Desde allí, el matrimonio Muller fue enviado al campo de exterminio de Ausckwitz, en Polonia.  

En el comunicado emitido por la sociedad, la NS anuncia la creación de una comisión que establezca « por razones morales, la forma en que puede pagar indemnizaciones individuales ».

Como muchas otras empresas holandesas, la NS continuó con sus actividades al servicio de los ocupantes nazis tras la invasión alemana del país en mayo de 1940, « ganando el equivalente a millones de los actuales euros transportando familias enteras de judíos hasta Westerbork”, según el canal público de televisión NOS: « La NS obedeció las órdenes de los alemanes de poner trenes a su disposición. Los alemanes pagaban por el servicio y la NS garantizaba el funcionamiento puntual de los convoyes”, ha declarado a NOS Dirk Mulder, del Centro para la Memoria de Westerbork.

Alrededor de 107.000 judíos, de los 140.000 que vivían entonces en Holanda, llegaron en trenes de la NS a Westerbork, desde fueron enviados a los campos de la muerte de Auschwitz, Sobibor (Polonia) y Bergen-Belsen (Alemania).La empresa se excusó oficialmente en 2005 por su participación en la Shoah pero hasta ahora no se había planteado pagar indemnizaciones “por el período más oscuro de la historia de nuestro país y nuestra compañía. Un pasado que no podemos ignorar”, como se lee también en el comunicado de la compañía.

En 2014, fue la francesa Societé general de chemins de fer (SNCF)) la que acordó indemnizar con 100.000 euros a cada uno de los supervivientes extranjeros que durante la Segunda Guerra Mundial fueron trasladados a los campos de concentración nazis en vagones de la compañía.

El papel jugado por la SNCF en el genocidio judío se debatioó durante años en Estados Unidos a pesar de que  la compañía “nunca se ha considerado responsable de la deportación. Solo fue un instrumento… ». En abril de 2013, algunos representantes políticos neoyorquinos pidieron que las empresas que se hubieran beneficiado con la Shoah, y entre ellas la SNCF, establecieran reparaciones para las víctimas.  En 2011, el presidente de la compañía, Guillaume Pepy, había reconocido la responsabilidad de la empresa como “un engranaje de la maquinaria nazi de exterminio”.

Requisada por el estado francés de Vichy a petición de las autoridades alemanas de ocupación, la SNCF transportó entre 1942 y 1944 a 76.000 judíos de Francia, en vagones de mercancías, a través del país y hacia los campos de exterminio.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

China: detenido el fotoperiodista Lu Guang, especialista en denunciar la contaminación

Lu Guang

El fotoperiodista independiente chino Lu Guang, de 57 años, ganador de tres ediciones de la  World Press Photo, se encuentra  detenido según el corresponsal del diario francés Libération en China, quien se hace eco de un tuit publicado el 27 de noviembre de 2018 por la mujer del reportero, Xu Xiaoli,  en el que explica que hace tres semanas que no sabe nada de Lu Guang.
Según el texto de Twitter, Lu Guang –que ahora vive en Nueva York con su mujer y el hijo de la pareja- acudió el 23 de octubre pasado a la localidad de Urumqi, en la provincia de Xinjiang, para participar en una reunión con fotógrafos locales. Después tenía previsto participar en una obra de beneficencia  el 5 de noviembre, en la provincia Sichuan. Desde allí, un amigo que tenía que acudir a recibirle dio la voz de alarma diciendo que Lu Guang había desaparecido.
Siempre según la esposa del reportero, Lu Guang ha sido detenido por las autoridades de Xinjiang, una provincia donde la mayoría musulmana ”está sometida a represión continua por parte de Pekín”.
“Al principio –ha declarado Xu Xiaoli a Libération - no quise decir nada pero después de veinte días sin noticias suyas, y sin que las autoridades hayan dicho una palabra sobre el asunto, he decidido que había llegado el momento de hablar”
Natural de Zhejiang, en el sudeste de China, Lu Guang, ex obrero en una fábrica de seda, se inició como fotógrafo en 1995 tras licenciarse en Bellas Artes en la Univrsidad de Tsinghua. Desde el pincipio se ha especializado  en denunciar la contaminación ambiental con sus imágenes. Tras el escándalo de los campesinos de Henan, contagiados del virus del Sida en 2001 al vender su sangre “para sobrevivir y pagar la educación de sus hijos”, Lu Guang estuvo siguiendo su vida cotidiana lo que le valió el primero de sus World Press Photo.
En 2005 alertó sobre “los pueblos del cáncer”: en la localidad norteña de Shanxi, 50 de los 2.000 habitantes padecen un cáncer causado el agua contaminada por los residuos industriales de varias fábricas cercanas. Ese mismo año fotografió las tierras agrícolas de Wuhai, en la Mongolia interior, devastadas por los residuos industriales vertidos directamente al rio Amarillo, con graves consecuencias sanitarias para la población local.
El año pasado, en la localidad francesa de Perpigan,  Lu Guang expuso  la serie “Desarrollo y contaminación” en el marco del festival “Visa pour l’image”, denunciando las consecuencias ecológicas “del desarrollo económico a marchas forzadas de la segunda potencia mundial”. Entonces declaró al diario Le Monde que las autoridades chinas seguían minuciosamente su trabajo, que con frecuencia recibía amenazas  y que le detenían “cuatro o cinco veces al año”
“El trabajo de Lu Guang –ha manifestado Yaqiu Wang, de la organización humanitaria Human Rights Watch China- ha ayudado a llamar la atención sobre los problemas medioambientales en China, especialmente en los territorios remotos donde las víctimas no tienen donde quejarse”.



Bharat Nalluri dirige “El hombre que inventó la Navidad”, jingle bells, jingle bells..


Finalizando noviembre, no solo asistimos al espectáculo del despilfarro de  luces encendidas en las ciudades y el consumismo galopante de tantos escaparates decorados con bolas de oro, ramas verdes y cintas rojas. También nos llegan las películas “típicas” de las fiestas, pensadas para tantísimo escolar ocioso y tanto padre sin saber qué hacer con ellos.

En esa línea, “El hombre que inventó la Navidad” es  un biopic centrado en el tiempo que el escritor británico Charles Dickens dedicó a escribir su famosísima novela “Cuento de Navidad”, siempre reeditada, vendida y recordada generación tras generación. El actor Christopher Plummer (“La familia Trapp”, “Todo el dinero del mundo”, ganador de un Oscar al mejor actor secundario a los 82 años,  en 2012, por “Beginners”) interpreta a Ebenezer Scrooge, el icónico personaje del avaro creado por Dickens. Junto a él, en un reparto dirigido por Bharat Nalluri (“Un gran día para ellas”), Dan Stevens (La bella y la bestia”, “Downton Abbey”), en el papel del autor, Jonathan Price (“Juego de Tronos”), Justin Edwards (“Amor y amistad”), Miriam Margolyes (“La edad de la inocencia”), Morfydd Clark (“Orgullo y prejuicio”) y Miles Jupp (“Sherlock Holmes”), entre otros.

“El hombre que inventó la Navidad” habla de las dificultades de la inspiración y la creación literaria. Dickens escribió y, ante la negativa de varios editores,  pagó la edición de la novela para relanzar su carrera, y sobre todo para conseguir el dinero que necesitaba para vivir a lo grande, que era una de sus debilidades.

Estamos en Londres en 1843. El año anterior, Charles Dickens ha hecho una gira triunfal por Estados Unidos, reafirmando el enorme éxito conseguido con las desgracias del huérfano “Oliver Twist”. Ahora, el autor ha encadenado varios fracasos, se ha endeudado peligrosamente y carece de inspiración. Mezclando escenas de su vida real, como las reconvenciones de su mujer o las discusiones con su padre,  con personajes que van apareciendo como fantasmas para ayudarle a conseguir su objetivo, logró finalizar  “A Christmas carol”,  la novela que iba a cambiar la forma de entender la Navidad.

No es ninguna novedad la idea de dar vida en la pantalla a los personajes que un autor va creando, pero aumenta su encanto cuando va acompañada por una convincente recreación de la época y unos decorados espectaculares, especialmente los de las calles del Londres oscuro y nocturno, lo que tampoco es una primicia pero siempre se agradece. La película incluye varias réplicas del cuento original, como si el autor las hubiera escuchado en su realidad cotidiana y después las incorporara al escrito.


La fantasía y la magia de Navidad funcionan casi siempre. La novela de Dickens se ha cocinado con todas las salsas imaginables: en el teatro, el cine y la televisión. En este caso, se trata de la adaptación del ensayo “The Man Who Invented Christmas: How Charles Dickens's A Christmas Carol Rescued His Career and Revived Our Holiday Spirits”, de Les Standiford, publicado en 2008, que estudia la creación de este clásico intemporal. Realizada como una obra de teatro on toques fantásticos, “El hombre que inventó la Navidad” nos traslada al Londres de la época victoriana y nos cuenta una biografía en forma de melodrama agridulce, pensado para todas las edades.






martes, 27 de noviembre de 2018

Bernardo Bertolucci: ha muerto el último emperador del cine italiano

Bertolucci con Marlon Brando  Y Maria Schneider
El realizador italiano Bernardo Bertolucci, autor entre otras muchas películas de una obra maestra, « Novecento », y considerado uno de los grandes del cine, Oscar en 1988 con “El último emperador”, ha muerto este lunes, 26 de noviembre de 2018 en Roma, a la edad de 77 años. Según la prensa italiana  estaba enfermo de cáncer.

Nacido en 1941 en Casarola, provincia de Parma, hijo del poeta y crítico de cine Attilio Bertolucci, a los 15 años le regalaron su primera cámara de 16 mm. con la que realizó varios cortometrajes, al tiempo que estudiaba Literatura en la Universidad de Roma y recibía el Premio Viareggio de poesía a los 20 años. Después sería el ayudante de dirección de Pier Paolo Pasolini en la película “Accatone”, y enseguida llevaría a la pantalla el guión de « La Commare secca », una investigación policial sobre el asesinato de una prostituta. En 1963 recibió el premio de la Joven Crítica en el Festival de Cannes por « Prima della rivoluzione ». Al tiempo, escribía guiones para otros, como el de « Erase una vez en el Oeste », de Sergio Leone.

En 1972, el estreno de “El último tango en París », protagonizada por un Marlon Brando que se estaba despidiendo de las pantallas  y una debutante  María Schneider, provocó un escándalo mundial con una escena de sodomía. La película estuvo prohibida en varios países. En 1976 se estrenó su obra maestra, « Novecento », a la que el paso del tiempo ha convertido en uno de los clásicos del cine italiano.

Después vendrían «Il conformista », sobre una novela de Alberto Moravia, que habla del compromiso de un joven burgués durante el fascismo de Mussolini; « La tragedia de un hombre ridículo”, que valdría a Ugo Tognazzi el premio de interpretación masculina en Cannes 1981, y la consagración definitiva en 1987 con “El último emperdor”, ganadora de nueve Oscar, entre ellos el de mejor película y mejor realizador.

Muchos años después de “El último tango”, Bertolucci volvió a rodar en París “The Dreamers” (Los soñadores, 2003), una historia de política y revolución sexual en 1968. En Marruecos rodó “Un té en el Sahara”, adaptación de la novela de Paul Bowles. En 2007, recibió el León de Oro de Venezia por el conjunto de su obra apoyándose en el andador que usaba a raíz de un problema de espalda. En 2011 le entregaron la Palma de Honor en Cannes. En los últimos años se había prodigado poco y sus apariciones las hacía en silla de ruedas.



lunes, 26 de noviembre de 2018

“Genezis” de Arpád Bogdán, esa extrema derecha que crece en Europa


 “Genezis”, un drama inapelable en forma de tríptico que nos muestra los efectos devastadores del racismo en Hungría, donde no solo hay un presidente xenófobo y ultraderechista sino que está creciendo una extrema derecha absolutamente bárbara que, como nos en enseña esta película, ha empezado matando gitanos…y ya veremos hasta donde llega. « Genezis », dirigida por Arpád Bogdán (“Happy New Life”)  obtuvo el premio a la mejor película en la pasada edición de Cinemajove de Valencia.

 Tres vidas se entrelazan en un país en ruinas sociales. Ricsi, un niño que vive la persecución étnica; Virak, una adolescente mbarazada que intenta averiguar cuál es su lugar en el mundo y Hanna, una abogada que no ha superado el fallecimiento de su hija. Las tres basadas en historias reales cuyo nexo es la familia.

Drama político con el trasfondo de esa Hungría que, a juzgar por la información que nos llega en los medios occidentales, se ha convertido en un reducto ferozmente nacionalista y opuesto por principio a cualquier iniciativa efectuada en el marco de la Unión Europea. La visión que el realizador Bogdán nos traslada de su país es aun más sombría que la que imaginamos, que ya es bastante negativa ante la evidencia de  que en los últimos años, a partir de la caída del imperio soviético,  Hungría, el pueblo húngaro, está sometido a un régimen de abrogación de derechos. Y, por ende, de desaparición de certezas.

Película de denuncia con tres protagonistas marginales –un niño perteneciente a una minoría étnica históricamente vilipendiada (en Hungría y en otras latitudes), una adolescente abusada por su padre en la infancia y enamorada del dueño de una perrera ideológicamente situado en el extremo más extremo, y una madre cuya hija ha muerto (y ya sabemos que ninguna madre sale indemne de ese trago)-, cuyas vidas convergen en algún momento –la casa de Ricsi ha sido atacada por extremistas con perros entre los que se encuentra el amante de Virak; la abogada se ocupa de sus “casos”- lo que la convierte en una suerte de panfleto muy subjetivo, lo que en absoluto significa que no tenga razón en sus acusaciones aunque no estoy segura de que haya elegido la mejor forma para hablarnos de odio y de miedo.

El final tiene esas gotas de esperanza necesarias para que podamos imaginar un futuro distinto del presente.





jueves, 22 de noviembre de 2018

“A la sombra de Kennedy”, Lyndon B. Johnson presidente a su pesar


Dirigido por Rob Reiner (« Algunos hombres buenos », « Cuando Harry encontró a Sally »), Woody Harrelson (« Los juegos del hambre », « Tres anuncios en las afueras ») se convierte en el biopic  “A la sombra de Kennedy” (LBJ) en Lyndon B. Johnson, el presidente de Estados Unidos que tuvo la mala pata de suceder a John Fitzgerald Kennedy, un mandatario muy querido, en un país convulsionado por un racismo exacerbado y la lucha por los derechos civiles, y que estaba a punto de perder una generación de jóvenes en la guerra de Vietnam.
 
Lyndon B. Johnson fue  el presidente de Estados Unidos número 36, un “texano hasta el ala del  stetson” que juró el cargo el 22 de noviembre de 1963 en el avión que trasladaba los restos de Kennedy, asesinado ese mismo día en Dallas. Cuando han trascurrido 55 años de su muerte, JFK sigue siendo un personaje histórico apasionante que el actor Jeffrey Donovan (“Sicario: El día del soldado”) interpreta con convicción. Durante su mandato,  Johnson, ganador de las elecciones en 1964, que no contó con grandes simpatías entre el pueblo tuvo al menos el honor de cumplir el gran sueño de su antecesor dando carta de naturaleza a la Ley de los Derechos Civiles (a cuya aprobación se había opuesto cuando era vicepresidente).

En plena guerra fría, en el momento en que Johnson había decidido dejar de competir por la presidencia de uno de los dos países más poderosos de la tierra aceptando el papel de vicepresidente para poner el broche final a una carrera política, y considerado un ambicioso dedicado a sórdidos cálculos políticos bajo la presidencia de Kennedy, fue el destino quien decidió darle verdadera dimensión al personaje obligándole a evolucionar para ser el presidente a su pesar durante cinco años, hasta 1968, y llegar incluso a enfrentarse a los barones de su partido -el Demócrata- para cumplir  algunas de las promesas que Kennedy dejó pendientes. Esta es, sin duda, la parte más interesante de una película que pudo ser mucho mejor,

Aunque de los biopic siempre esperamos más de lo que ofrecen, en este, destinado fundamentalmente al público estadounidense, al menos hay que alabar la elección de  los actores protagonistas que cumplen las expectativas de manera impecable así como que informe de algunos momentos desconocidos, o casi, lo que no es poca cosa, devolviendo la importancia a un presidente “intermedio”  poco estudiado y al que –como ocurre tantas veces- la llegada de un sucesor ultraconservador y corrupto –Nixon- hizo sin duda mejor .




miércoles, 21 de noviembre de 2018

“The Guilty”, obra maestra con un hombre y un teléfono


« Alfred Hitchcock soñaba con hacer un thriller en una cabina telefónica, este danés lo ha hecho” (Guillemette Odicino, Télérama)

Este danés se llama Gustav Möller, tiene solo treinta años y ha rodado su primer largometraje con un hombre y un par de teléfonos, convirtiéndose en un maestro del suspense. “The Guilty” (La culpa), una de las películas más potentes de los últimos meses,  ha conquistado a la crítica y sobre todo al público que le ha otorgado sus premios en los festivales de Sundance (cine independiente) y Rotterdam 2018. En el de Valladolid (Seminci) le entregaron el Premio al Mejor Guión.

Un premio más que merecido.  El impecable guión de “The Guilty” narra una historia de suspense aterrador, enteramente basada en los sonidos, que sucede en tiempo real durante algo menos de hora y media, con un personaje central, el ex oficial Asger Holm, destinado (¿castigado?) a atender un centro de llamadas de emergencia, un 112, mientras se decide su futuro en un juicio por homicidio. Hora y media de cine negro y minimalista en la que el autor va construyendo primero, y después deconstruyendo, el personaje de ese policía paso a paso, matiz a matiz, mientras la acción transcurre fuera y el espectador va creando sus propios protagonistas en base de los diálogos del policía con los sucesivos interlocutores del otro lado de la línea.

Asger Holm es el policía que pasa la jornada recibiendo llamadas que denuncian robos o accidentes, ocupándose de borrachos y drogadictos que recurren a emergencias cuando tienen una crisis. Hasta que llega esa llamada de una mujer que parece aterrada, que habla de forma incoherente, pide ayuda, le llama “cariño” dando a entender que se dirige a una niña, y se niega a colgar. Asger deduce que la han secuestrado, que se la llevan en un coche, y recurre a sus compañeros de distintas unidades para intentar encontrarla. Empiezan las persecuciones, los rastreos con GPS, las consultas a los archivos policiales, las llamadas a números de teléfono que van apareciendo a medida que se amplían las pistas, minuto a minuto a se va construyendo el relato de la historia de la mujer, su pareja, los hijo solos en casa… pero no vemos nada de eso, la película no sale del centro de emergencias alumbrado por los tubos de neón, la cámara no se mueve del rostro de Asger y su centralita. Y nosotros aprendemos a interpretar las voces, a distinguir las entonaciones, a establecer los grados de interés, de duda, de confusión, en el drama que está ocurriendo en algún lugar, allí fuera… Mientras, aquí, el espectador está clavado en su butaca.

“The Guilty elabora así su propio lenguaje dramático” (Marius Chapuis, Libération), gracias también a la magistral interpretación del actor Jakob Cedergren (“Submarino”, “Antigang”).








martes, 20 de noviembre de 2018

“El veredicto”, sobre el interés del menor en el derecho británico


« Cuando el tribunal de justicia tiene que tomar una decisión relativa a la educación del niño, el interés del niño debe ser la primera consideración del tribunal” (The Children Act, 1989)

Maravillosa Emma Thompson en “El veredicto” (“The Children Act”), película basada en la novela “La Ley del menor”  escrita por Ian McEwan, autor también del guión,  y dirigida por Richard Eyre (“Crónica de un escándalo”, “The other man”). Una conseguida inmersión en la vida de una mujer que tiene la complicada misión de juzgar el caso de un menor,  y que adora la música.

En una interpretación “so british” que parece pensada a la medida de su talento y elegancia, Emma Thompson (« Regreso a Howards  End », « En el nombre del padre », « Love actually ») interpreta a una juez del Alto Tribunal de Inglaterra que decide obligar a un adolescente a  recibir una transfusión que puede salvarle la vida. El chico,  Fionn Whitehead (el joven soldado de “Dunkerque”), es hijo de una pareja perteneciente a la secta de los Testigos de Jehová  que prohíbe recibir sangre de otra persona y, antes de decidir el veredicto, la juez decide visitar al menor, internado en un hospital donde le tratan una leucemia. El encuentro entre la magistrada –que al mismo tiempo tiene que enfrentarse al abandono del domicilio conyugal de su marido, que está viviendo una aventura-  y el adolescente tendrá un profundo impacto en ambos.
“El veredicto”, que es la película clásica de un proceso, es también el retrato desgarrador de una mujer, plena madurez, que tiene que tomar una de las decisiones más difíciles de su vida profesional. La intensidad de la película reposa sobre el trabajo de los dos actores protagonistas, el dúo Thompson-Whiteead, que efectúa su trabajo con una precisión increíble, consiguiendo que la emoción no decaiga un instante.
El derecho inglés, que denomina el interés del menor con las expresiones Welfare Principle, Best Interests Test y Paramountcy Principle, no está codificado y los textos que se refieren a esta cuestión son leyes parlamentarias (Act of Parliament) que tratan diversos aspectos del derecho de familia y que se van completando con decisiones judiciales. Es el caso de la Children Act 1989, votada durante el mandato de Margarteh Thatcher, que funciona desde entonces como un mini código del los derechos del niño, y que concede un lugar privilegiado al interés superior del menor teniendo en cuenta varios aspectos como el deseo manifiesto del propio niño, sus necesidades de cualquier orden (psíquico, afectivo, escolar) y sus condiciones de edad, sexo, ambiente, posibles riesgos, aptitud de los padres para ocuparse de él, etc.
“El veredicto” se apoya en un caso concreto, sucedido en 1993, cuando los médicos usaron su derecho a recurrir a un juez que pudiera ordenar, de acuerdo con el interés del menor,  el tratamiento que sus padres le negaban.





sábado, 17 de noviembre de 2018

“La educación del rey”, metáfora argentina de iniciación


La ópera prima del argentino Santiago Esteves es una película madura y sincera, un thriller sobre un adolescente que da sus primeros pasos en el mundo de la delincuencia y un vigilante de seguridad retirado que se hace cargo de él cuando se lo encuentra en su jardín, huyendo de otros  malhechores que le persiguen. En principio, los dos ganan con la relación de entre confianza y complicidad establecida, y los dos aprenden algo.

 “La educación del rey » es una tragedia del más puro realismo social que nos deja con un sabor agridulce y la convicción de haber asistido a un curso de educación impartido por uno de esos profesores que querríamos haber conocido.

 « El Rey » es el joven Reynaldo (Matías Encinas, un debutante que no decepciona) quien ha participado en un robo que ha salido mal. Cuando, huyendo, se esconde en un jardín el propietario, Carlos Vargas (Germán de Silva, “Relatos salvajes”, “El eslabón podrido”), no le denuncia a la policía pese a que ha destrozado un vivero de su mujer, sino que le propone un intercambio: que se quede en su casa hasta que arregle lo que ha roto. Mientras el chico endereza y clava listones y el jubilado le va soltando consejos y enseñándole cosas prácticas con el objetivo de convertirle en un ser responsable (casi una educación principesca para alguien que se llama Rey), entre ellos se establece una relación de relativa confianza. Pero el pasado acosa al chico, el robo en que tomó parte era el encargo de unos policías corruptos que quieren recuperar el botín, y no escatiman medios para conseguirlo.

Digamos que en países como Argentina, y también otros muchos incluido el nuestro, donde a diario se descubren casos de abusos y corrupción en casi todos los niveles de la sociedad, la historia que nos cuenta Santiago Esteves puede parecer hasta convencional; sin embargo, no ha cometido el error de diseñar  personajes arquetípicos, por lo que todos ellos (a excepción de los policías corruptos, que son los auténticos “malos” de la historia) tienen luces y sombras, virtudes y defectos como la gente que nos tenemos por “normal”: “Reynaldo no es ni un pájaro caído del nido ni un caso social” (he leído en una crítica francesa de 2017, porque incomprensiblemente esta película ha tardado casi dos años en estrenarse en nuestro país, pese a haber conseguido en el Festival de San Sebastián el Premio Cine en Construcción 2016 y haber participado en su producción instituciones españolas). Y los policías corruptos, entonces como ahora, son a imagen y semejanza de los políticos que tantas veces conducen a los países al borde del abismo.

Según leo en algunas páginas argentinas, en sus orígenes esta película, rodada en la ciudad de Mendoza, patria chica del realizador, era una miniserie televisiva de cuatro episodios de media hora. Con pocos medios y mucha convicción, Santiago Esteves ha retratado esa juventud de las sociedades contemporáneas corruptas que, crecida en un medio hostil y en épocas de crisis (Argentina  estuvo clasificado hasta 2014 como país en “falta de pago” por su deuda), está dispuesta a todo para escapar a la fatalidad de no tener futuro, incluso a colocarse al margen de la ley. Una situación que, como recuerdan algunos comentaristas, no se ha dado solamente en Argentina ni tampoco solo en nuestro tiempo: y recuerdan el Oliver Twist de Dickens para evidenciar que ha ocurrido antes en otras épocas y en otros rincones del planeta.

Santiago Esteves (Mendoza, 1983) está licenciado en psicología y se inició en el cine trabajando como montador. Después, escribió y dirigió cortometrajes: “Cinco tardes sin Clara” (2009), “Los crímenes” (2011, Mejor corto Iberoamericano y Premio de la Crítica en el Festival de Huesca), y “Un sueño recurrente” (2013).




viernes, 16 de noviembre de 2018

“Hitler vs Picasso (Y otros artistas modernos”, un sofisma macabro

"-¿Esto lo ha hecho usted?, preguntó el embajador alemán Otto Abetz a Pablo Picasso  contemplando una fotografía del Guernica.
-No, respondió Picasso. Es obra de ustedes”

“Hitler vs Picasso (y otro artistas modernos” es un proyecto ambicioso, un documental fascinante dirigido por el joven realizador Claudio Poli y comentado por el gran actor italiano Toni Servilio, que intenta reconstruir el saqueo de obras de arte llevado a cabo por los nazis, tanto en museos como en colecciones privadas y, no es ninguna casualidad, en las viviendas judías.  Pertenece al ciclo “Los grandes del arte en el cine” y se estrena el 19 de noviembre de 2018, por tiempo limitado en los cines Verdi de Madrid y Barcelona.

En 1937 el régimen nazi organizó dos exposiciones en Munich, una para deshonrar “el arte degenerado” y prohibido y la otra, organizada personalmente por Hitler, para glorificar “el arte clásico”. En la primera se denostaba a figuras como  Emile Nolde, Oskar Kokoschka, Pablo Picasso, Paul Klee, Max Beckmann, Otto Dix, Georg Grosz, Marc Chagall, el grupo nórdico de la Die Brüke, El Lissitzky, Henri Matisse, Eduard Munch... A estos artistas se les adjudicaba la representación de los defectos y debilidades de la sociedad del momento. La segunda, la Gran Exposición de Arte Germánica, tenía el objetivo de usar los productos artísticos como vehículo de propaganda del partido nazi, e incentivar la importancia del “arte puro ario”.  

Los máximos dirigentes nazis desarrollaron una auténtica obsesión por el arte. En su avance por Europa fueron saqueando todo lo que encontraban a su paso, iglesias, fundaciones, colecciones particulares y muy especialmente las casas de los judíos, y otras minorías,  enviados a los campos de concentración. Dando lugar a un “macabro sofisma”, como explica la voz en off, Adolf Hitler y su segundo Hermann Goering, Mariscal del Reich,  se repartieron los hallazgos –clásicos para el Führer, modernos para el lugarteniente-, a los que fueron añadiendo otras obras compradas en subastas por un par de “intermediarios”, marchantes a los que pagaban con los cuadros que no les interesaban a ellos.

Con la excusa de que en Linz se iba a crear un nuevo Louvre (el Führer acariciaba el proyecto de construir en su ciudad natal un museo que fuera un calco del parisino), estos dos nefastos asesinos empezaron a hacerse con obras de Picasso, Botticelli, Klee, Matisse, Monet, Renoir, Gauguin, los maestros alemanes y holandeses… hasta miles de obras maestras. El resultado de esta operación fueron más de 600.000 obras de arte saqueadas –pintura, escultura, objetos preciosos-, alrededor de 100.000 perdidas en el tiempo y una búsqueda que hoy, más de setenta años después, no ha terminado.
Estos tesoros artísticos, que hoy se encuentran en museos y colecciones particulares (pocos, muy pocos, pudieron recuperarlos sus verdaderos dueños una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, al carecer de recibos o certificados que avalaran sus pretensiones), han sido objeto de cuatro espectaculares exposiciones en París, Nueva York, Alemania y Holanda, en las que se ha contado la historia que hay detrás de cada una.

El documental “Hitler vs Picasso (y otros artistas modernos)” hace un recorrido por esos cuatro puntos y recoge testimonios de personas involucradas y documentos de archivos clasificados. Incluye también unas cuantas anécdotas sabrosas, como la del falsificador que le vendió a Goering la copia de una tela holandesa o el insólito “caso Gurlitt”: cuando el marchante de arte nazi Cornelius Gurlitt falleció en 2014, en su domicilio se encontraron más de mil cuadros que había ido distrayendo mientras surtía a Hitler y compañía, lo que suponía una colección de inmenso valor.

El relato del documental se hace especialmente interesante cuando se para a explicar lo que ha costado recuperar algunas de aquellas obras expoliadas, como es el caso del cuadro  “La mujer sentada” de Matisse, recuperado en casa del marchante Gurlitt y restituido a la familia Rosenberg, grandes coleccionistas que perdieron todo durante la guerra y que sobrevivieron al campo de la muerte.









jueves, 15 de noviembre de 2018

“Colette”, feminismo singular


Wash Westmoreland (Siempre Alice) dirige “Colette”, película que retrata la vida de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette, más conocida por su apellido, Colette. La actriz británica Keira Knightley (Piratas del Caribe, Orgullo y Prejuicio) da vida a la controvertida artista, y Dominic West (“The Wire”, The Square) interpreta a Willy, su egocéntrico marido.

1893. A pesar de los catorce años que les separan, la joven Gabrielle Sidonie, que vive en un pueblo de la Borgoña,  se casa con Henry Gauthier-Villars, conocido como Willy, un crítico y escritor tan seductor como egocéntrico, gracias al cual se introduce en los medios artísticos parisinos que le proporcionan material para sus escritos. Eran tiempos, no tan lejanos, en que las mujeres necesitaban permiso de un hombre –padre o marido normalmente- para todo. Willy autoriza a Colette a escribir, siempre que firme los libros con su nombre. Y, de esa manera, Willy se convierte en un célebre escritor con la serie de historias de la joven Claudine. Mientras Colette quiere inventar algo para poder firmar sus libros, la pareja se va distanciando, primero a causa de las infidelidades de Willy, más tarde de las infidelidades de ambos. Hasta que llega el momento de la emancipación…

“Colette” es una película feminista, de liberación de una mujer en concreto, una escritora que tras varios  años haciendo de “negro” de su manipulador marido, consigue escapar a su influencia e incluso acaba dejándole por una mujer, la baronesa  Madeleine Deslandes, una de las primeras mujeres que apareció en público vestida de hombre.
«Colette» es también la historia de una metamorfosis. La de la joven  pueblerina que se casa con un ególatra y consigue irse librando poco a poco del dominio que ejerce sobre ella, tanto en el plano intelectual como sexual, hasta convertirse en una escritora de renombre.
La película es entretenida, muy precisa en la reconstrucción de ambientes y vestuario, y Keira Knightley, que carega con la mayor parte del peso de la historia,  cumple su cometido con ese aspecto de ingenua adolescente que no termina de crecer pero se atreve con casi todo, que se ajusta perfectamente a la idiosincrasia del personaje. Si acaso, lamentar que el realizador, quien también ha participado en el guión, haga una lectura demasiado lisa de una biografía interesante que termina justo en el momento en que Colette empieza a dirigir su propia vida, una vez que se ha deshecho de las ataduras y convencionalismos de la época .


Colette fue una escritora, guionista, periodista y artista de revistas y cabaret que comenzó su carrera artística en el París de principios del siglo XX. Publicó la mayor parte de su obra el pseudónimo que utilizaba por entonces su marido, Willy, un excéntrico escritor y mecenas cultural que agitaba la noche parisina en plena bohemia francesa. Colette, que finalmente triunfó en 1944 con su nombre gracias a la novela romántica “Gigi” que llevó al cine Vincent Minelli,  llegó a presidir la Academia Goncourt entre 1949 y 1954, fue condecorada con la Legión de Honor y es la única escritora francesa que ha recibido un funeral de estado.

El hecho de que Colette tuviera varias aventuras con mujeres, y otros dos maridos que siguieron a Willy, ha hecho de la escritora un icono de los movimientos LGTBI. Sin embargo, su bisexualidad no era algo que escandalizara en el París de aquellos comienzos del siglo XX, mucho más permisivo en ese aspecto que los tiempos actuales.