La ópera prima
del argentino Santiago Esteves es una película madura y sincera, un thriller
sobre un adolescente que da sus primeros pasos en el mundo de la delincuencia y
un vigilante de seguridad retirado que se hace cargo de él cuando se lo
encuentra en su jardín, huyendo de otros
malhechores que le persiguen. En principio, los dos ganan con la
relación de entre confianza y complicidad establecida, y los dos aprenden algo.
“La educación del rey » es una tragedia
del más puro realismo social que nos deja con un sabor agridulce y la
convicción de haber asistido a un curso de educación impartido por uno de esos
profesores que querríamos haber conocido.
« El
Rey » es el joven Reynaldo (Matías Encinas, un debutante que no
decepciona) quien ha participado en un robo que ha salido mal. Cuando, huyendo,
se esconde en un jardín el propietario, Carlos Vargas (Germán de Silva,
“Relatos salvajes”, “El eslabón podrido”), no le denuncia a la policía pese a
que ha destrozado un vivero de su mujer, sino que le propone un intercambio:
que se quede en su casa hasta que arregle lo que ha roto. Mientras el chico
endereza y clava listones y el jubilado le va soltando consejos y enseñándole
cosas prácticas con el objetivo de convertirle en un ser responsable (casi una
educación principesca para alguien que se llama Rey), entre ellos se establece
una relación de relativa confianza. Pero el pasado acosa al chico, el robo en
que tomó parte era el encargo de unos policías corruptos que quieren recuperar
el botín, y no escatiman medios para conseguirlo.
Digamos que en países como Argentina, y también
otros muchos incluido el nuestro, donde a diario se descubren casos de abusos y
corrupción en casi todos los niveles de la sociedad, la historia que nos cuenta
Santiago Esteves puede parecer hasta convencional; sin embargo, no ha cometido
el error de diseñar personajes
arquetípicos, por lo que todos ellos (a excepción de los policías corruptos,
que son los auténticos “malos” de la historia) tienen luces y sombras, virtudes
y defectos como la gente que nos tenemos por “normal”: “Reynaldo no es ni un
pájaro caído del nido ni un caso social” (he leído en una crítica francesa de
2017, porque incomprensiblemente esta película ha tardado casi dos años en
estrenarse en nuestro país, pese a haber conseguido en el Festival de San
Sebastián el Premio Cine en Construcción 2016 y haber participado en su
producción instituciones españolas). Y los policías corruptos, entonces como
ahora, son a imagen y semejanza de los políticos que tantas veces conducen a
los países al borde del abismo.
Según leo en algunas páginas argentinas, en sus
orígenes esta película, rodada en la ciudad de Mendoza, patria chica del
realizador, era una miniserie televisiva de cuatro episodios de media hora. Con
pocos medios y mucha convicción, Santiago Esteves ha retratado esa juventud de
las sociedades contemporáneas corruptas que, crecida en un medio hostil y en
épocas de crisis (Argentina estuvo
clasificado hasta 2014 como país en “falta de pago” por su deuda), está
dispuesta a todo para escapar a la fatalidad de no tener futuro, incluso a colocarse
al margen de la ley. Una situación que, como recuerdan algunos comentaristas,
no se ha dado solamente en Argentina ni tampoco solo en nuestro tiempo: y
recuerdan el Oliver Twist de Dickens para evidenciar que ha ocurrido antes en
otras épocas y en otros rincones del planeta.
Santiago
Esteves (Mendoza, 1983) está licenciado en psicología y
se inició en el cine trabajando como montador. Después, escribió y dirigió
cortometrajes: “Cinco tardes sin Clara” (2009), “Los crímenes” (2011, Mejor
corto Iberoamericano y Premio de la Crítica en el Festival de Huesca), y “Un
sueño recurrente” (2013).
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