martes, 30 de septiembre de 2014

El veredicto, de suspense y errores judiciales



-Estamos enterrando a un gran abogado, a un hombre honesto
-No sabía que ahora se enterraba a las personas de dos en dos.
(Chiste que cuenta, en la película, el Ministro de Justicia a los chicos de su gabinete minutos antes de saber que no se está juzgando solo a un asesino, sino a todo el sistema judicial belga).


Es una alegría para el periodista asistir a la proyección de una película “bien contada”. No es fácil, muchas de ellas fallan en el guión, en la dramaturgia, en la puesta en escena, o en la dirección de actores… El veredicto es una de las historia de suspense mejor narradas de los últimos meses.

Luc Segers tiene todo lo que necesita para ser feliz: una mujer, una hija y un próspero futuro como director de una empresa. Pero una noche su vida cambiará radicalmente y se quedará en un momento sin nada de lo que daba sentido a su vida. Cuando el asesino de su mujer queda en libertad gracias a un vicio de procedimiento en el proceso, Luc Segers asume que no tiene nada que perder y decide hacer justicia por su cuenta, primero vengándose y luego ganando la batalla a esa misma justicia que le había abandonado.

El veredicto (Het vonnis), uno de los mayores éxitos del cine belga flamenco, dirigida por Jan Verheyen (Dossier K., Zot van A.,...), y protagonizada por el reputado actor Koen de Bouw, junto a Johan Leysen (Joven y bonita, El americano) y Veerle Baetens (actriz a la que aplaudimos hace unos meses en Alabama Monroe), es un thriller emocionante, un controvertido drama sobre las lagunas de la ley, la justicia y la ética, que propone “una valiente reflexión sobre la validez del sistema judicial, cada vez más cuestionado por los ciudadanos” que, a pesar de la dureza de la trama, consigue no caer en el melodrama gracias, sobre todo, a un guión contenido y a la muy inteligente interpretación de un protagonista que aguanta perfectamente el tipo durante las dos horas de proyección.

La película dio sus primeros pasos en las salas comerciales justo en el momento en que, tanto en Bélgica como en Francia, estaba de actualidad un debate sobre la libertad de algunos acusados por culpa de vicios o errores de procedimiento, así como sobre las personas que se toman la justicia por su mano, especialmente algunos propietarios de joyerías y estancos atracados que habían acabado con la vida de algunos de los ladrones.

Uno de los innegables aciertos de la película es que el director –desoyendo las acusaciones “populista” y de haber hecho una amalgama de justicia y política- ha optado por centrarse en el proceso y el juicio, sin recrearse en las escenas de la venganza, y colocar como slogan una frase de Albert Camus –“No hay justicia, pero hay límites”- porque, como ha dicho el propio Verheyen, “la película ha nacido de la indignación”, de la constatación de que a causa de algunos errores de procedimiento totalmente incomprensibles, y para la opinión pública fácilmente subsanables, algunos delitos permanecen impunes (en la película, el criminal queda en libertad porque falta una firma en los papeles de la investigación, lo que invalida tanto la indagación como las acusaciones derivadas de ella).

“Es una película muy personal, pero en absoluto autobiográfica- decía Verheyen en una entrevista, cuando la película se estrenó en Bélgica-. Un día, me encontraba delante de la televisión y en el informativo escuché que unos traficantes de seres humanos habían salido de la cárcel a consecuencia de un vicio de procedimiento. Les vi haciendo la señal de victoria, sonriendo a las cámaras. La población, en general, se indignó; a los políticos se les llenó la boca haciendo declaraciones en los siguientes días, pero al cabo de tres semanas ya no se hablaba del caso. Sentí que había una historia, y que había que contarla”.

Al periodista que le preguntaba si el vicio de procedimiento que impide repetir los juicios “es Kafka en el siglo XXI”, contestaba que “la gente no lo entiende, yo tampoco lo entiendo. Es un debate complicado porque enfrenta los tecnicismos a la moralidad de la ley. Es la ley, pero una ley que suscita problemas; así que lo que hay que hacer es cambiar la ley”.

La película termina con las cifras de los errores judiciales que se han producido en Bélgica en los últimos tiempos.




lunes, 29 de septiembre de 2014

La desaparición de Eleamor Rigby: amor, tragedia y crisis de la pareja




“La tragedia es un país extranjero. Nunca sabemos cómo hablar a los indígenas” (Julius Rigby, padre de Eleanor)

Drama-romance, la película que lleva el sugestivo título de La desaparición de Eleanor Rigby, es la opera prima del escritor y director estadounidense Ned Benson y acaba de presentarse en la Sección Perlas, del Festival de San Sebastíán 2014. Historia de amor, pérdida y crisis consecutiva en una pareja que sufre uno de esos traumatismos de los que es imposible recuperarse, un acontecimiento trágico que, naturalmente, cambia su manera de ver el futuro y la vida en general.

Eleanor y Conor son muy jóvenes y un poco inconscientes; están casados y enamorados. La pérdida de su hijo –un bebé- es el punto de partida para “la exploración de las caras de una pareja mientras pretenden recuperar la vida y el amor que una vez tuvieron” y la causa de que inicialmente este filme fueran dos, Him y Her (El y Ella, presentados en el Festival de Toronto), que cuentan la misma historia desde dos ángulos diferentes, se remiten uno a otra y viceversa como si entre ambos estuvieran construyendo el puzle, trágico, de su vida en común. Las exigencias de la distribución han hecho que esa versión doble haya quedado relegada a salas de arte y ensayo y, para la exhibición comercial el director haya tenido que reducir a dos las cuatro horas iniciales, conservando el título general y añadiendo el subtítulo Them.

Entre los aciertos de la película están las interpretaciones, algunas muy brillantes, de la joven Jessica Chastain (La noche más oscura, Criadas y señoras) como Eleanor, James McAvoy (El último rey de Escocia, X Men) en el personaje de Conor y, en torno a ellos, familia y amigos interpretados por William Hurt (al que no olvidaremos en El beso de la mujer araña), Viola Davis, Isabelle Huppert, Ciarán Hinds y Bill Hader.

Película inteligente para mentes adultas que explica como la tragedia puede llegar a convulsionar una vida hasta el punto de hacerla virar 360 grados y concluir que ya no sirven ni las personas ni los sentimientos que antes la llenaban. Los personajes pertenecen a la clase media alta estadounidense, son universitarios y empresarios, capaces de analizar su dolor y buscar una salida al caos en que se ha convertido su existencia.

Si una tiene la suerte de llamarse Eleanor Rigby entonces tiene que ser obligatoriamente guapa, lista, pelirroja y estar sola intentando en vano conectar con el resto del mundo. Las mejores escenas de la película son las dos conversaciones de Eleanor con su padre (William Hurt), en cuanto a la pareja Jessica Chastain/James McAvoy le faltan unos cuantos puntos para lograr la química necesaria; lo que hace que el conjunto de la historia no funcione todo lo que bien que sería de desear, sobre todo por el distinto peso específico de los personajes y porque en la narración hay varias lagunas molestas (tardamos media película en saber que la pareja está casada y casi lo mismo en conocer la muerte del niño). Aunque sí funcionan –y muy bien- algunas secuencias especiales.