-Estamos enterrando a
un gran abogado, a un hombre honesto
-No sabía que ahora se
enterraba a las personas de dos en dos.
(Chiste que cuenta, en la película, el Ministro de Justicia a
los chicos de su gabinete minutos antes de saber que no se está juzgando solo a
un asesino, sino a todo el sistema judicial belga).
Es
una alegría para el periodista asistir a la proyección de una película “bien
contada”. No es fácil, muchas de ellas fallan en el guión, en la dramaturgia,
en la puesta en escena, o en la dirección de actores… El veredicto es una de
las historia de suspense mejor narradas de los últimos meses.
Luc
Segers tiene todo lo que necesita para ser feliz: una mujer, una hija y un
próspero futuro como director de una empresa. Pero una noche su vida cambiará
radicalmente y se quedará en un momento sin nada de lo que daba sentido a su
vida. Cuando el asesino de su mujer queda en libertad gracias a un vicio de
procedimiento en el proceso, Luc Segers asume que no tiene nada que perder y
decide hacer justicia por su cuenta, primero vengándose y luego ganando la
batalla a esa misma justicia que le había abandonado.
El
veredicto (Het vonnis), uno de los mayores éxitos del cine belga flamenco,
dirigida por Jan Verheyen (Dossier K., Zot
van A.,...), y protagonizada
por el reputado actor Koen de Bouw, junto a Johan Leysen (Joven y bonita, El
americano) y Veerle Baetens (actriz a la que aplaudimos hace unos meses en
Alabama Monroe), es un thriller emocionante, un controvertido drama sobre las
lagunas de la ley, la justicia y la ética, que propone “una valiente reflexión
sobre la validez del sistema judicial, cada vez más cuestionado por los
ciudadanos” que, a pesar de la dureza de la trama, consigue no caer en el
melodrama gracias, sobre todo, a un guión contenido y a la muy inteligente
interpretación de un protagonista que aguanta perfectamente el tipo durante las
dos horas de proyección.
La
película dio sus primeros pasos en las salas comerciales justo en el momento en
que, tanto en Bélgica como en Francia, estaba de actualidad un debate sobre la
libertad de algunos acusados por culpa de vicios o errores de procedimiento,
así como sobre las personas que se toman la justicia por su mano, especialmente
algunos propietarios de joyerías y estancos atracados que habían acabado con la
vida de algunos de los ladrones.
Uno
de los innegables aciertos de la película es que el director –desoyendo las
acusaciones “populista” y de haber hecho una amalgama de justicia y política-
ha optado por centrarse en el proceso y el juicio, sin recrearse en las escenas
de la venganza, y colocar como slogan una frase de Albert Camus –“No hay
justicia, pero hay límites”- porque, como ha dicho el propio Verheyen, “la
película ha nacido de la indignación”, de la constatación de que a causa de
algunos errores de procedimiento totalmente incomprensibles, y para la opinión
pública fácilmente subsanables, algunos delitos permanecen impunes (en la película,
el criminal queda en libertad porque falta una firma en los papeles de la investigación,
lo que invalida tanto la indagación como las acusaciones derivadas de ella).
“Es
una película muy personal, pero en absoluto autobiográfica- decía Verheyen en
una entrevista, cuando la película se estrenó en Bélgica-. Un día, me
encontraba delante de la televisión y en el informativo escuché que unos
traficantes de seres humanos habían salido de la cárcel a consecuencia de un
vicio de procedimiento. Les vi haciendo la señal de victoria, sonriendo a las
cámaras. La población, en general, se indignó; a los políticos se les llenó la
boca haciendo declaraciones en los siguientes días, pero al cabo de tres
semanas ya no se hablaba del caso. Sentí que había una historia, y que había
que contarla”.
Al
periodista que le preguntaba si el vicio de procedimiento que impide repetir
los juicios “es Kafka en el siglo XXI”, contestaba que “la gente no lo
entiende, yo tampoco lo entiendo. Es un debate complicado porque enfrenta los
tecnicismos a la moralidad de la ley. Es la ley, pero una ley que suscita problemas;
así que lo que hay que hacer es cambiar la ley”.
La
película termina con las cifras de los errores judiciales que se han producido
en Bélgica en los últimos tiempos.