miércoles, 31 de julio de 2013

In memoriam Garry Davis, el primer « ciudadano del mundo »





Me entero por una publicación francesa, de la muerte de Garry Davis y se me llenan la cabeza y el alma de nostalgias de una primavera muy húmeda parisina cuando alguien me llevó hasta un bajo, allá por la Contrescarpe, cerca del bar de la esquina donde estalla una bomba justamente cuando Yves Montand, encarnando a Federico Sánchez, tiene una cita clandestina en la película de Alain Resnais “La guerra est finie”. En aquel rez de chaussée estaba la sede de la asociación internacional, humanista y bastante libertaria, Citoyens du Monde y allí se expedían pasaportes de “ciudadano del mundo”.

Garry Davis, que ahora se ha marchado con 91 años, era un pacifista convencido, fundador de ese invento y el primer “ciudadano del mundo”: “Una historia muy del siglo XX (de esas que los menores de 20 años no pueden conocer, como cantaba Charles Aznavour en La Bohème) que puede parecer muy lejos de nuestras preocupaciones actuales. –escribe Pierre Haski, uno de los fundadores del prestigioso digital Rue 89, referencia para la izquierda francesa junto con otro más reciente, Mediapart- Y sin embargo es ejemplar… Garry Davis fue siempre el mensajero de una utopía formidable”. Una utopía que conviene situar en su contexto (aunque a mi me siga pareciendo perfectamente válida): la Segunda Guerra Mundial y el mundo de la posguerra, la guerra fría y el temor a un tercer conflicto mundial.

La historia de Garry Davis dio un giro de 360 grados durante la guerra. Piloto de la US Air Force, tomó parte en el bombardeo aliado de la ciudad de Royan el 15 de enero de 1945, que borró esa localidad del mapa. Según puede leerse en la página web de la alcaldía, “los alemanes perdieron 47 hombres mientras que 442 royaneses se dejaron la vida y entre 300 y 400 quedaron heridos. Los supervivientes fueron 2.223”. El comandante americano que dirigió la operación fue licenciado por el general Eisenhower.

A partir de ese momento, a Garry Davis la guerra le horroriza y se propone hacer todo cuanto esté en su mano para evitar una tercera conflagración mundial, lo que en aquellos últimos años de 1940 parecía una posibilidad en vista de como aumentaba la tensión Este-Oeste. El 25 de mayo de 1948 acude a la embajada de Estados Unidos en París y anunció a los estupefactos funcionarios que renunciaba a su nacionalidad y se colocaba bajo la protección de la ONU. A continuación se proclama “ciudadano del mundo” y comienza a emitir pasaportes, “hasta dos millones y medio de ejemplares firmados y sellados”, a nombre de ciudadanos normales y eminencias mundiales como Albert Einstein, André Breton, Jean-Paul Sartre, Albert Camus o el Abate Pierre, fundador de la asociación Traperos de Emaús.

Apátrida durante el resto de su vida, Garry Davis tuvo que lidiar con los funcionarios de fronteras cada vez que decidía trasladarse de un país a otro. Aunque, al filo de sus años, su popularidad fue cayendo poco a poco en el olvido -a medida que la realpolitik demostraba su imposibilidad de cohabitar con un mundo sin fronteras-, periódicamente algún periodista decidía resucitar aquella utopía, aunque fuera en el breve espacio de lugar y tiempo que dura una entrevista. Uno de sus hijos, Troy Davis, ha recogido el testigo fundando la World Citizen Foundation, que preside.



En un artículo publicado el 29 de julio de 2013 por Pierre Berger (industrial, mecenas, editor y activista francés, más conocido por haber sido el cofundador de la marca Yves Saint Laurent, de quien fue compañero durante medio siglo; hoy preside la organización Sidaction, a la que destinó los 300 millones de euros que consiguió subastando la colección de obras de arte que compartió con el modisto) en la página web del diario Libération (solo accesible para abonados), recuerda cuando conoció al joven activista estadounidense, en 1948, un día que intentaba montar su tienda en la plaza del Trocadero: “No para hacer camping salvaje sino para explicar a los representantes del mundo, reunidos entonces en el palacio de Chaillot, que se había convertido en ciudadano del mundo”. Berger cuenta también que se afilió a la organización de Davis y que intervino, junto con el escritor Albert Camus y otros militantes, en un lanzamiento de panfletos pidiendo la creación de un gobierno mundial (un manifiesto conocido como La declaración de Orán, en homenaje a la ciudad natal de Camus), en el interior del palacio donde celebraba una de sus primeras sesiones la Organización de Naciones Unidas, el 19 de noviembre de 1948.

Pierre Haski ha encontrado ese momento histórico en un documental en inglés; unas imágenes en blanco y negro en las que aparecen unos estupefactos diplomáticos y los activistas sacados a la fuerza por los vigilantes entre los aplausos del público.

El 1 de enero de 1949 Garry Davis anunciaba la apertura de un Registro de Ciudadanos del Mundo en 40 países. En la página web dedicada por sus fieles a André Breton (escritor, poeta, ensayista y teórico del Surrealismo), hay una colección de fotografías relativas a la conferencia que Garry Davis dio en la sala Pleyel de París el 4 de diciembre de 1948; en una de ellas, aparecen juntos el activista y el escritor. Cuarenta años más tarde, en 1987, el informativo del canal regional de la televisión pública France 3 se hacía eco de una sentencia que dejaba en libertad a Garry Davis, acusado de estafa por llevar emitiendo pasaportes de ciudadano del mundo desde 1953.

Aunque ya no tiene el carácter radical que le dio su fundador, en París sigue existiendo un Registro de Citoyens du Monde (Boulevard Vincent Auriol), organización que emite “carnets de identidad” en 12 lenguas (incluidas español, occitano y esperanto), publica una revista trimestral con el mismo nombre, en 1977 creó el Instituto de estudios mundialistas y en 1982 un Fondo mundial de solidaridad contra el hambre. En su página web figura también una dirección en España, en Toledo (Calle Herradura, 58, Illescas): “Tener el carnet de Ciudadano del Mundo es, antes que nada, un acto moral de repudio de un sistema internacional que se ha vuelto absurdo…enfrenta a grupos humanos, los mina con impuestos para sostener la paz armada, somete las naciones más débiles a las más poderosas y en nombre de movilizaciones económicas y morales destruye las libertades y los valores de la civilización, adquiridos durante siglos de lucha”.

El estudiante, cine político argentino de ahora mismo



En los tiempos en que Pilar Miró, que de esto sabía mucho, era directora general de cine, triunfó el slogan aquel de “el cine es grande en pantalla grande”. Es cierto, el cine pierde mucho cuando se ve en una pantalla pequeña y no solo en la televisión (por ejemplo, la de la Casa de América de Madrid), en una sala que no reúne condiciones (idem) y con un doblaje falto de sincronización (a todo esto hay que añadir que un café con leche servido en vaso de chato de vino y dos churros cuestan en la cafetería de la institución 3,78€, lo que hace aún más penosa la sesión).

Lamentablemente así es como “los chicos de la prensa” –que cada vez somos menos chicos y menos de prensa, y más de digital- hemos visto “El estudiante”, primer largometraje del argentino Santiago Mitre (1980), hasta ahora conocido por sus cortos publicitarios y por ser el guionista de las películas de Pablo Trapero (“Leonera”, “Carancho”). Una película cínica sobre el mundillo universitario bonaerense, el compromiso político y la corrupción de todos revueltos, y la lucha por el poder en las instancias rectoras. Nada que no sepamos aunque tampoco está mal mirarlo de frente de vez en cuando.

Procedente de distintos festivales en los que ha conseguido premios al mejor guión (Gijón), mejor fotografía (Buenos Aires de Cine Independiente), ópera prima y mejores actores (Academia de Cine argentina) y especial del Jurado (Locarno), “El estudiante” –que se estrena en España el 2 de agosto de 2013- cuenta la llegada a la universidad del joven provinciano Roque, quien enseguida comprende que lo importante es deambular por pasillos y alrededores para hacer amigos y ligar, hasta que descubre a una joven pasionaria, profesora y militante política. La relación amorosa significa también la iniciación de Roque en la política (“especie de Cándido cada vez más inmerso en la carrera implacable de su propio aprendizaje”, Bernard Achour, CineObs), su decisión de convertirse en dirigente estudiantil y su aterrizaje en la realidad cuando se da de bruces con las ocultas intenciones de los “profesionales” de la cosa, profesores y alumnos.

El “¡No!” con que termina la película pone la dosis de dignidad que le faltaba al personaje. Es cine político y cuento con moraleja, una inmersión convincente en el cerrado reducto universitario, una visión ciertamente desencantada de la militancia política y también un relato de iniciación, de aprendizaje de la vida “de los adultos” aunque –no hay que engañarse- el estudiante Roque no se compromete con nada, “no es ni un indignado ni mucho menos un revolucionario (Sébastian Chapuis, Critikat.fr), anida en la militancia porque se descubre un don natural para ‘la gestión de los demás’, retomando una de las definiciones que en la película se dan de la política”.

Si no fuera porque el realizador tiene solo 32 años se diría que es la obra de un desencantado. Pero no es el caso: Mitre se ha documentado, y mucho, en los ambientes sindicalistas universitarios argentinos, “laboratorio ingobernable del militantismo y el compromiso político, microcosmos donde se reflejan las ideologías digeridas y los defectos del sistema institucional argentino” (Julien Gester, Libération); lo que cuenta es tan verdad que muchas de las secuencias están rodadas con cámara oculta.