Me entero por una publicación
francesa, de la muerte de Garry Davis y se me llenan la cabeza y el alma de
nostalgias de una primavera muy húmeda parisina cuando alguien me llevó hasta
un bajo, allá por la Contrescarpe, cerca del bar de la esquina donde estalla
una bomba justamente cuando Yves Montand, encarnando a Federico Sánchez, tiene
una cita clandestina en la película de Alain Resnais “La guerra est finie”. En
aquel rez de
chaussée estaba la sede de la asociación internacional, humanista y
bastante libertaria, Citoyens du Monde y allí se expedían pasaportes de
“ciudadano del mundo”.
Garry
Davis, que ahora se ha marchado con 91 años, era un pacifista convencido,
fundador de ese invento y el primer “ciudadano del mundo”: “Una historia muy
del siglo XX (de esas que los menores de 20 años no pueden conocer, como
cantaba Charles Aznavour en La Bohème) que puede parecer muy lejos de nuestras
preocupaciones actuales. –escribe Pierre Haski, uno de los fundadores del
prestigioso digital Rue 89, referencia para la izquierda francesa junto con
otro más reciente, Mediapart- Y sin embargo es ejemplar… Garry Davis fue
siempre el mensajero de una utopía formidable”. Una utopía que conviene situar
en su contexto (aunque a mi me siga pareciendo perfectamente válida): la
Segunda Guerra Mundial y el mundo de la posguerra, la guerra fría y el temor a
un tercer conflicto mundial.
La
historia de Garry Davis dio un giro de 360 grados durante la guerra. Piloto de
la US Air Force, tomó parte en el bombardeo aliado de la ciudad de Royan el 15
de enero de 1945, que borró esa localidad del mapa. Según puede leerse en la
página web de la alcaldía, “los alemanes perdieron 47 hombres mientras que 442 royaneses se
dejaron la vida y entre 300 y 400 quedaron heridos. Los supervivientes fueron
2.223”. El comandante americano que dirigió la operación fue licenciado por el
general Eisenhower.
A
partir de ese momento, a Garry Davis la guerra le horroriza y se propone hacer
todo cuanto esté en su mano para evitar una tercera conflagración mundial, lo
que en aquellos últimos años de 1940 parecía una posibilidad en vista de como
aumentaba la tensión Este-Oeste. El 25 de mayo de 1948 acude a la embajada de
Estados Unidos en París y anunció a los estupefactos funcionarios que
renunciaba a su nacionalidad y se colocaba bajo la protección de la ONU. A
continuación se proclama “ciudadano del mundo” y comienza a emitir pasaportes,
“hasta dos millones y medio de ejemplares firmados y sellados”, a nombre de
ciudadanos normales y eminencias mundiales como Albert Einstein, André Breton,
Jean-Paul Sartre, Albert Camus o el Abate Pierre, fundador de la asociación
Traperos de Emaús.
Apátrida durante
el resto de su vida, Garry Davis tuvo que lidiar con los funcionarios de
fronteras cada vez que decidía trasladarse de un país a otro. Aunque, al filo
de sus años, su popularidad fue cayendo poco a poco en el olvido -a medida que
la realpolitik demostraba su imposibilidad de cohabitar con un mundo sin
fronteras-, periódicamente algún periodista decidía resucitar aquella utopía,
aunque fuera en el breve espacio de lugar y tiempo que dura una entrevista. Uno
de sus hijos, Troy Davis, ha recogido el testigo fundando la World Citizen
Foundation, que preside.
En un artículo
publicado el 29 de julio de 2013 por Pierre Berger (industrial, mecenas, editor
y activista francés, más conocido por haber sido el cofundador de la marca Yves
Saint Laurent, de quien fue compañero durante medio siglo; hoy preside la
organización Sidaction, a la que destinó los 300 millones de euros que
consiguió subastando la colección de obras de arte que compartió con el
modisto) en la página web del diario Libération (solo accesible para abonados),
recuerda cuando conoció al joven activista estadounidense, en 1948, un día que
intentaba montar su tienda en la plaza del Trocadero: “No para hacer camping
salvaje sino para explicar a los representantes del mundo, reunidos entonces en
el palacio de Chaillot, que se había convertido en ciudadano del mundo”. Berger
cuenta también que se afilió a la organización de Davis y que intervino, junto
con el escritor Albert Camus y otros militantes, en un lanzamiento de panfletos
pidiendo la creación de un gobierno mundial (un manifiesto conocido como La
declaración de Orán, en homenaje a la ciudad natal de Camus), en el interior
del palacio donde celebraba una de sus primeras sesiones la Organización de
Naciones Unidas, el 19 de noviembre de 1948.
Pierre
Haski ha encontrado ese momento histórico en un documental en inglés; unas imágenes
en blanco y negro en las que aparecen unos estupefactos diplomáticos y los
activistas sacados a la fuerza por los vigilantes entre los aplausos del
público.
El
1 de enero de 1949 Garry Davis anunciaba la apertura de un Registro de
Ciudadanos del Mundo en 40 países. En la página web dedicada por sus fieles a
André Breton (escritor, poeta, ensayista y teórico del Surrealismo), hay una
colección de fotografías relativas a la conferencia que Garry Davis dio en la
sala Pleyel de París el 4 de diciembre de 1948; en una de ellas, aparecen
juntos el activista y el escritor. Cuarenta años más tarde, en 1987, el
informativo del canal regional de la televisión pública France 3 se hacía eco
de una sentencia que dejaba en libertad a Garry Davis, acusado de estafa por
llevar emitiendo pasaportes de ciudadano del mundo desde 1953.
Aunque
ya no tiene el carácter radical que le dio su fundador, en París sigue
existiendo un Registro de Citoyens du Monde (Boulevard Vincent Auriol),
organización que emite “carnets de identidad” en 12 lenguas (incluidas español,
occitano y esperanto), publica una revista trimestral con el mismo nombre, en
1977 creó el Instituto de estudios mundialistas y en 1982 un Fondo mundial de
solidaridad contra el hambre. En su página web figura también una dirección en
España, en Toledo (Calle Herradura, 58, Illescas): “Tener el carnet de
Ciudadano del Mundo es, antes que nada, un acto moral de repudio de un sistema
internacional que se ha vuelto absurdo…enfrenta a grupos humanos, los mina con
impuestos para sostener la paz armada, somete las naciones más débiles a las
más poderosas y en nombre de movilizaciones económicas y morales destruye las
libertades y los valores de la civilización, adquiridos durante siglos de
lucha”.