jueves, 31 de diciembre de 2015

Padres por desigual, mala desde el título




"Si ese chico fuera el ex de mi mujer, me dispararía un tiro en la cabeza” (Thomas Haden Church, el jefe del protagonista en la emisora)


Decididamente, la película de estas navidades es la séptima entrega de Star Wars (pese a que no le ha gustado nada al creador de la saga, George Lucas, que la ha calificado de “retro” y ha dicho que detesta a la factoría Disney por haberla producido; y supongo que a J.J. Abrams por dirigir y escribir el guión). Quizá, ante lo inevitable, la mayor parte del resto de los estrenos de la última semana de 2015 son cuando menos innecesarios.

El calificativo vale también para Padres por desigual –espantoso título en castellano para una película que en inglés se llama Daddy’s Home-, comedia estadounidense dirigida por Sean Anders y John Morris (¿Cómo matar al jefe?), protagonizada por Mark Wahlberg y Will Ferrell, que ya compartieron cabecera de cartel hace cinco años en Veri Bad Cops, y Linda Cardellini. Y que retoma el tema de la competición entre los dos padres de una familia –el biológico y el nuevo marido de la madre- para ver quién es realmente el macho Alfa de ese pequeño mundo doméstico.

Brad (Will Ferrell) es un ejecutivo de radio que se esfuerza por convertirse en el mejor padrastro de los dos hijos de su esposa. Hasta que de pronto aparece Dusty (Mark Wahlberg), el despreocupado e irresponsable padre de los pequeños y ambos se enzarzan en una lucha abierta por el afecto de los niños. Brad es un tipo amigable, sonriente, más bien sedentario, mientras que Dusty es el motero viril (habría mucho más que decir sobre la idea simplista de esta virilidad “moderna” que se identifica marchando sobre dos ruedas, con los brazos al aire cubiertos de tatuajes) y todo músculo. Los niños tienen sus predilecciones divididas, como todos los críos, dependiendo del momento.

Película presuntamente familiar y más que previsible, que pretende poner la pincelada de humor –del humor hollywoodiense de siempre- en las pantallas de unos días en que los niños tienen vacaciones y los padres les meten en el cine para que pase el tiempo rápidamente. El problema es que ni siquiera es una buena comedia, el ritmo es demasiado lento, la historia demasiado “básica” como he leído en una reseña inglesa (un crítico francés dice que le da dentera), aparte de que el asunto se presta más a escribir una historia satírica, o en todo caso muy crítica, que a convertirla en comedia. El papel de ambos de ambos actores es un auténtico “papelón”.



miércoles, 30 de diciembre de 2015

El mundo abandonado de Margarhete von Trotta

Las hermanas como obsesión


El mundo abandonado (Die Abhandene Welt), último trabajo de la cineasta alemana Margarehte von Trotta (Hannah Arendt, Vision-La historia de Hildegard von Bingen), es una emotiva película que habla de algo bastante habitual de la historia de todos nosotros: la inesperada irrupción del pasado en el presente, una situación que primero nos estremece y a la que después nos acercamos con curiosidad y distancia. También habla del miedo y la culpa reprimida.

En la estela de muchas de sus películas anteriores (Las hermanas alemanas, Amor y deseos), la realizadora alemana plantea de nuevo, inspirándose en una hecho autobiográfico, uno de sus temas recurrentes: la historia de dos mujeres sin aparente conexión, que poco a poco se irán conociendo y acercando a la verdad.

Sophie, cantante de jazz y blues, recibe una llamada de su padre, Paul. Quiere verla con urgencia para enseñarle una foto que ha encontrado en una página web estadounidense de una mujer que se parece asombrosamente a su esposa, la madre de Sophie, recién fallecida. Paul está empeñado en que Sophie vaya a verla: se llama Caterina Fabiani y es una célebre cantante de ópera.A pesar de sus recelos, Sophie acepta para complacer a su padre. Sin embargo, no puede imaginar lo que está a punto de descubrir acerca de su madre, de su padre e incluso de sí misma. El resto pueden imaginarlo. La película está protagonizada por dos de las actrices fetiche de von Trotta: Barbara Sukova (Hannah Arendt, Visión- la Historia de Hildegarde von Bingen), y Katja Riemman (Rosenstrasse), aplaudida intérprete de películas como La Farmaceútica o Todos aman a alguien alguna vez.

En una entrevista publicada hace algunos meses, von Trotta se refería a esta obsesión por las películas de hermanas y su relación con su propia experiencia: “Ya era un tema que me obsesionaba antes de que en 1980 yo descubriera que tenía una mayor, que me llevaba quince años, y que me encontró. No conseguía entender como mi madre, con la que siempre tuve una gran complicidad y acababa de morir, podía habérmelo ocultado. La había dado en adopción al nacer porque era demasiado pobre para ocuparse de ella. Mi hermana supo a los 21 años que era adoptada. Para desanimarla a buscar a su madre biológica, le dijeron que había muerto en la guerra. Lo más sorprendente es que yo ignoraba todo esto cuando rodé Las hermanas en 1978, y elegí los nombres de Anna y María porque, a pesar de parecerme excesivamente bíblicos, no encontraba otros mejores. Solo mucho más tarde caí en la cuenta de que Anna era el segundo nombre de mi hermana y de que yo me llamo Margarethe María. No creo que sea una casualidad. Pienso que ambas estábamos ligadas a nuestra madre, de manera telepática”.

Pese a tratarse de una actriz, guionista y realizadora muy respetada y en ocasiones muy aplaudida, lo cierto es que aunque algunas de sus películas han sido grandes éxitos de crítica y público –como el reciente caso de Hannah Arendt- un recorrido por la obra que lleva su firma arroja un saldo importante de obras poco apreciadas por un público que confiesa aburrirse con el ritmo que les imprime, y una crítica que las califica de “faltas de interés”.

Margarethe von Trotta, que ahora tiene 73 años, nació en Berlín en plena Segunda Guerra mundial, en una familia de origen aristocrático, pobre pero culta. Tras una estancia en París, trabajando como au pair, en la que descubre su pasión por el séptimo arte, estudia teatro en Munich y da sus primeros pasos en el cine. En los años 1960/70 trabajó como actriz en Alemania (se la recuerda en cuatro películas de Rainer Werner Fassbinder). En 1975 dirigió, junto a Volker Schlöndorff –entonces su marido- El honor perdido de Katharina Blum, iniciando una larga y fructífera colaboración. En 1981 ganó el León de Oro en Venecia con Los años de plomo. Esta no ha sido la única película en la que von Trotta ha abordado la posguerra alemana: en 1995 filmó Los años del Muro, desde la perspectiva de un país finalmente reunificado. En 2000 realizó para la televisión Aniversarios, seis horas de grabación en los que repasa treinta años de historia alemana.




martes, 29 de diciembre de 2015

Incidencias, la hora cero de la comedia


¿Quién ha dicho a los guionistas de comedias que un gag con muerto es siempre infalible? ¿Y que conviene que muera cuanto antes para provocar la primera carcajada, aunque luego no sepan qué hacer con el cadáver durante el resto de la narración y lo olviden durante más de una hora de proyección?

Esto es lo que ocurre en Incidencias, comedia firmada por José Corbacho y Juan Cruz, que sucede durante una noche en un tren, y que cuenta con la participación de medio cine español: Carlos Areces, Ernesto Alterio, Lola Dueñas, Aida Folch, Toni Acosta, Miki Esparbé, Nuria Gago, Rubén Ochandiano, Roberto Álamo, Nao Albert, Saras Gil, María Alfonsa Rosso, Karim Ait M'Hand, además de la colaboración especial de Imanol Arias, en un militar bastante antiguo régimen, y Rossy de Palma pidiendo los billetes a los pasajeros. Todos en pequeñas apariciones, más o menos dosificadas, con escaso interés y casi ninguna gracia.

Es un 31 de diciembre, la tarde del día que acaba el año. En una estación de Barcelona, Rossy de Palma, disfrazada de azafata, ha controlado la entrada de viajeros en un AVE que viaja hacia Madrid. Algo más tarde, en pleno trayecto, el tren se detiene sin que se consiga averiguar la causa en un paraje desolado y solitario. Incomunicados por un temporal de viento y nieve, personal y viajeros empezarán a vivir unas horas en las que se mezclan angustia, tragedia y situaciones chuscas… Y aquí es donde se muere el tipo, cuando su mujer decide empezar a confesarse con el cadáver, cuando el revisor decide convertirse en el héroe del vagón y cuando una abogada alcohólica ahoga su soledad en un número imposible de vasos de whisky (si alguien bebiera realmente todo lo que vemos tragar a Tony Acosta caería sin remedio en coma)… todo muy previsible, todo mil veces visto y, sinceramente, más triste que cómico. Nada que ver con Asesinato en el Orient Express, que eso sí era una película de tren.

lunes, 28 de diciembre de 2015

De padres a hijas, poco más que una telenovela



Extremadamente melodramática, inverosímil, poco convincente, la película De padres a hijas (ignoro porque no se ha optado por traducir simplemente el mucho más comprensible título de Fathers & Daugthers, sobran las partículas) no va mucho más allá de las ambiciones de una mediocre telenovela.

La historia va de amores paterno-filiales. En la década de 1980, Jake Davis (Russell Crowe, Gladiator, American ganster), novelista ganador de una Pulitzer, enviudado en un accidente, intenta luchar contra una enfermedad mental (crisis maníaco-depresivas) al tiempo que educa como puede a su hija de 5 años, Katie (la pequeña Kylie Rogers, Invisibles). Veinticinco años más tarde, Katie (ahora es Amanda Seyfriend, Los miserables, Mamma Mia), una autodestructiva estudiante de psicología, tiene que vivir con los recuerdos de aquellos traumas infantiles que intenta ahogar a base de sexo ocasional. Hasta que encuentra a un aspirante a escritor que adora a su padre.

La película, con pretensiones de “familiar”, está dirigida por Gabriele Muccino (Un buen partido, En busca de la felicidad); acompañan en el reparto a los protagonistas Aaron Pau (Beaking Bad, Exodus: dioses y reyesl, Diane Kruger (Malditos bastardos, Troya), Octavia Spencer (Criadas y señoras, La serie Divergente: Insurgentes) y una espléndida y atlética Jane Fonda (Cartas a Iris, El mayordomo, La juventud), que ya ha cumplido los 77, en el papel de la excéntrica –como todas en la ficción- agente literaria.
Ni la intensidad que Crowe imprime a su personaje, ni la sinceridad que pretende Seyfriend en el suyo, consiguen salvar un guión sin ninguna virtud.