“La vida es una historia contada por un idiota, llena
de ruído y furia, y que no significa nada” (Macbeth)
Uno de los estrenos importantes de
la Navidad 2015 es la película Macbeth –nueva adaptación del thriller clásico
–y muy negro- de William Shakespeare, con dirección del australiano Justin
Kurzel (Snowtown) e interpretación del irlandés crecido en Alemania Michael Fassbender
(12 años de esclavitud, Malditos bastardos) y la francesa Marion Cotillard (La
vida en rosa, Pequeñas mentiras sin importancia)- que, a juzgar por la acogida
que ha tenido en distintos festivales, lo mismo que en los países en que ya se
ha estrenado, camina imparable hacia los próximos Oscar. El trío
realizador/actores ha rodado también la versión cinematográfica del célebre
videojuego Assassin’s Creed, que promete convertirse en taquillazo a partir de
marzo de 2016.
En plena edad media, Macbeth, jefe
de los ejércitos escoceses, sale victorioso de la guerra que asola el país. En
su camino, se cruza con tres brujas que le anuncian que será rey. Como si la
profecía les hubiera hechizado, Marcbeth y su esposa montan un maquiavélico
plan para llegar al trono; un plan que les llevará a perder la razón.
Macbeth es, por encima de todo, la
historia de un hombre al que la guerra ha destrozado hasta el punto de que ya
solo ambiciona el poder. La influencia de su esposa, con la que intenta
reconstruir una relación severamente dañada por sus ausencias guerreras, le
lleva a ir siempre más lejos en su sed de dominio.
En los espléndidos paisajes de una
Escocia del siglo XI, el jefe carismático y guerrero vencedor se convierte en
un monarca sanguinario, asesinando a sus leales.
Después de las adaptaciones
efectuadas por Orson Welles, Akira Kurosawa y Roman Polanski, esta última
versión del drama sobre las nociones de libre arbitrio, tiranía, culpa, crimen
y castigo, está más basada “en la ópera de Verdi que en el drama de
Shakespeare”, según la opinión de la crítica internacional que tuvo oportunidad
de asistir al estreno mundial en el pasado Festival de Cannes, es una versión
“simplificada” de la tragedia clásica en la que el físico de Fassbender ayuda
mucho a hacerla creíble , pese a lo ingenuo que puede resultar que un guerrero
crea a pie juntillas las profecías de unas brujas y dedique el resto de su vida
a conseguir que se cumplan, lo mismo que la intensidad de los silencios de
Cotillard –Lady Macbeth, naturalmente- impresionantes desde la primera escena,
cuando la pareja asiste al entierro de su hijo recién nacido.
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