Sí,
la mar es siempre un espectáculo bellísimo. Sí, la navegación es algo
fascinante. Sí, habitualmente el cine de Hollywood nos ha contado historias de
militares marinos y odiseas guerreras en los océanos. Y sí, lo de siempre es
que esos marinos -y marineros, que de todo hay a bordo de una fragata- sean
hombres.
Justamente
porque esta vez no es eso, porque la narración habla de marinos mercantes -que
son otra cosa, está claro, pese a que también dispongan de uniforme y gorra- y,
el toque de modernidad, la protagonista es una mujer mecánico naval, la
película francesa La Odisea de Alice (Fidelio: l’odyssée
d’Alice) es interesante pese a que en mi opinión la anécdota se prolonga
innecesariamente y termina por resultar tediosa.
En
la sociedad francesa existe un extendido aprecio por el mar, los barcos -llegar
a tener un velero forma parte de muchos sueños infantiles-, y no digamos las
aventuras, muchas veces auténticas odiseas, de doblar el Cabo (el de Buena
Esperanza, está claro), atravesar los océanos o dar la vuelta al mundo en
equipo, en solitario, en trimarán, en velero, e incluso en el barco solar que
es la última novedad en ingenios flotantes.
Esa
pasión por las aventuras marinas está mucho menos extendidas en nuestro país así
que no estoy segura del grado de disfrute que encontrarán los espectadores en
el viaje -marítimo y sentimental- de esta atractiva Alice (Ariane Labed, Copa
Volpi a la mejor interpretación femenina en el Festival de Venecia 2010 por su
papel en Attenberg),
contratada en un viejo cargo para sustituir a un mecánico que acaba de morir y
que -oh, sorpresa- al subir a bordo descubre que su primer gran amor, Gaël (Melvil
Poupaud, Laurence
Anyway) es quien capitanea el barco. El encuentro nos anuncia que además del
mar, los contendedores y la vida cotidiana a bordo, vamos a tener oportunidad
de asistir al desarrollo de una relación ¿amorosa?; en todo caso sensual y
sexual.
La
película es el debut en el largometraje de la francesa Lucie Borleteau, una
realizadora todavía un poco torpe que ha gustado a la crítica de su país lo
suficiente como para que la califiquen de “promesa”.
Alice
se ha despedido en tierra firme de su pareja, Félix (el danés Anders Danielsen
Lie, Oslo, 31 de
agosto), y ha subido al Fidelio que viaja hacia África y donde, hasta
entonces, la tripulación estaba compuesta exclusivamente por hombres . Cuando
se instala en el camarote encuentra una libreta de notas del anterior ocupante:
un cuaderno de viaje que incluye problemas mecánicos, conquistas sexuales y
muchas líneas cargadas de melancolía: “…sacudida por sus dudas amorosas, Alice
está expuesta a la felicidad de todos los que viven al día y tratan de mantener
el rumbo”.
La
película tiene un porcentaje muy alto de documental, el equipo ha estado
embarcado en el carguero y ha efectuado la travesía por alta mar."Fidelio,
-ha escrito un periódico francés- pudo haber sido solo una crónica de las
dificultades de ser mujer en un entorno masculino. Pero, aunque es cierto que
toca ese tema, lo hace sin ninguna pretensión didáctica, como un pasaje entre
otros de la vida de Alice”.
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