martes, 31 de mayo de 2016

“Fátima”, epopeya silenciosa de una heroína invisible

"Mis abuelos no hablaban francés y mi madre no lo hablaba en su infancia. Eran ‘invisibles’ para la sociedad en que vivían. En Fátima, he recuperado comportamientos que conocí en ellos. Ella representa a esas mujeres que, en muchos casos, solo han tenido acceso a una escolarización incompleta y se han visto forzadas a emigrar por necesidad vital, para venir a vivir a un país cuya lengua no hablan y cuyos códigos les son desconocidos. En Francia, han dado a luz a hijos que, en ocasiones, han criado separadas de ellos por el idioma y por prácticas y coordenadas diferentes. Por todos estos motivos, estas mujeres han desarrollado, a pesar de su desconocimiento y sus desventajas, recursos muy importantes haciendo uso de una valentía y una perseverancia brutales”. (Philippe Faucon, realizador de “Fátima”)

“Fátima”, la ganadora de la última ceremonia de los Premios Cesar franceses, con tres de los “gordos”, Mejor Película, Mejor guión adaptado y mejor actriz revelación para Soria Zeroual(La vida de esta mujer de 45 años, ella misma asistenta en Givors, cerca de Lyon, se parece mucho a la de la heroína. Nacida en Argelia en 1970, se encarga sola de sus tres hijos adolescentes), es la adaptación cinematográfica de los poemarios “Prière à la lune” y “Enfin je peux marcher toute seule”, de la marroquí Fátima Elayoubi, quien emigró a Francia a principios de los años 1980, siguiendo a su marido.

En París trabajo como asistenta. En 2001 comenzó a escribir un diario en árabe, cuando convalecía de una caída. Tras recorrer varios hospitales, donde no identificaban su dolencia, una doctora de Nanterre tradujo sus escritos al francés, y le encontró diagnóstico: «Las radiografías no revelan nada / pero su malestar es el de una madre que sufre / porque para alimentar a sus hijas / tan solo tiene su cuerpo herido», como dicen unos versos de “Prière à la lune”.

Sexto largometraje del realizador Philippe Faucon (“Sabine”, “La traición”, “La desintegración”), que viene a confirmar su talento, “Fátima” es la historia de una madre separada que lucha sola por sacar adelante a sus hijas en un país del que desconoce el idioma, una historia de pequeños fracasos y de grandes triunfos. Un himno a tanta heroína desconocida, que se deja la salud y la vida haciendo los trabajos que otros no quieren. En el retrato inteligente y sensible de esta mujer hay algo de universal, algo de un mundo que tenemos muy cerca y no vemos: “Una mirada humana y optimista sobre la inmigración de origen magrebí en Francia, que trae un poco de esperanza en estos tiempos en los que el terrorismo oscurantista religioso se alza como una amenaza contra la tolerancia y la integración” (Julio Feo Zarandieta, Periodistas en español).

Fátima vive sola con sus dos hijas: Souad, 15 años, adolescente rebelde, y Nesrine, 18 años, que empieza a estudiar medicina en la Universidad. De ambas se siente orgullosa y las dos le sirven de motor para continuar adelante. Fátima trabaja como asistenta, con horarios cambiantes. Un día se cae por la escalera. Convaleciente, comienza a escribir en árabe lo querría haber dicho a sus hijas y no ha podido por las dificultades que tiene con el idioma.

“Nos las cruzamos a diario en las calles de nuestras ciudades. Por la mañana, temprano, las vemos en los pasillos de nuestras empresas. Para nuestra mirada apresurada, se parecen todas, con frecuencia llevan pañuelo en la cabeza. Asistentas que normalmente son marroquíes, argelinas o tunecinas. Algunas no dominan el francés. ¿Cuántas se llaman Fátima, como la primera mujer según los musulmanes, siempre detrás, a la sombra de Mohammed, el primer hombre?” (Jean-François Lixon, Culturebox).


lunes, 30 de mayo de 2016

Idol: de cantante de bodas en Gaza a estrella del pop árabe

Mohammad es un joven de 23 de años, residente en la Franja de Gaza, que desde niño sueña con cantar en el teatro de la ópera de El Cairo, y que todo el mundo oiga su voz. De forma clandestina consigue burlar la vigilancia israelí, escapar de Gaza y llegar a las audiciones de Arab Idol, especie de operación triunfo que se celebra en la capital egipcia. A medida que va avanzando hacia las rondas finales de la competición, que terminó ganando en 2013, deberá afrontar sus propios miedos y asumir el control de su destino que incluye, entre otras cosas, proporcionar algunos momentos de esperanza y felicidad a toda la región.

En resumen, este es el argumento de la película “Idol” (Arab Idol), dirigida por el realizador holandés-palestino Hany Abu-Assad (“Omar”, “Paradise Now”, ambas candidatas a sendos Oscar) y protagonizada por el joven actor israelí Tawfeek Barhom (“Mis hijos árabes bailan”, “Enas Allos Kosmos”) que encarna al auténtico ganador del concurso, Mohammad Assaf.

Aunque basada en una historia real, antes de comenzar la proyección el autor advierte que la narración está adornada con escenas “ficticias”, lo que imposibilita saber cuánto hay de verdad y cuánto de fantasía. Algo que sí es cierto: poco después de su victoria, Mohammad Assaf fue nombrado embajador de buena voluntad de Naciones Unidas (ACNUR), con una actividad dedicada especialmente a los refugiados palestinos.

Y dicho esto, y, añadiendo que se trata de un relato en positivo, un cuento con final feliz en cuya producción han participado entre otros los Emiratos Arabes Unidos y Qatar, hay que destacar que la película tiene dos partes muy diferenciadas, y con muy distinto interés. La primera, cuando el joven cantor es todavía un niño de 10 años que comparte sueños con su hermana, algo mayor, y dos amigos, es interesante, emotiva, muy creíble y con una dosis de dramatismo que llega muy bien al espectador, precisamente porque se trata de niños.

Capitaneada por Nour, la niña de 12 años, “la banda” se esfuerza por conseguir dinero para comprar instrumentos, haciendo trabajos para los vecinos y siempre con el futuro triunfo de Mohammad en el horizonte; esfuerzos realmente elogiables que culminan finalmente en algunas actuaciones en bodas y celebraciones familiares, y en la aparición de una especie de mecenas-productor que les enseña lo que no saben del “negocio”, que es prácticamente todo.

La segunda parte, en cambio, es solo una sucesión de episodios en escenarios -al tiempo que se produce un “cambio de look” en el aspirante a ídolo, que no le favorece nada-, totalmente carentes de interés y que, además, ocultan los inevitables cambios psicológicos del joven cantante, su manera de encarar las sucesivas victorias, e incluso pasa de puntillas por las reacciones de familiares y amigos de la Franja, algunos claramente fundamentalistas y contrarios a cosas como la música, los bailes, etc.


 

domingo, 29 de mayo de 2016

Roma pide ayuda al sector privado para salvar los monumentos



El 24 de mayo de 2016, la ciudad de Roma hizo un llamamiento a la empresa privada, tanto italiana como internacional, para que ayude a restaurar un centenar de sus monumentos más emblemáticos, informa Culturebox, suplemento cultural del canal internacional France 24

"Ayúdennos a conseguir que se siga hablando de Roma y continúe siendo una referencia de belleza en el mundo”, dijo en rueda de prensa Francesco Paolo Tronca, alcalde interino de la Ciudad Eterna hasta las elecciones previstas para el próximo junio.

Ahogado por el peso de una deuda que ronda los doce mil millones de euros, la ciudad de Roma carece de medios económicos para mantener su patrimonio, uno de los más ricos del mundo. Por eso, los responsables de la capital italiana han decidido ponerse en marcha para conseguir fondos de empresas e instituciones privadas de todo el mundo que quieran responsabilizarse de la financiación de parte, o alguno, de los proyectos.
"El ayuntamiento  no tiene recursos ni siquiera para arrancar las malas hierbas”, se lamentó ante los periodistas Claudio Parisi Presicce, responsable de patrimonio en la alcaldía de Roma. “Este proyecto se lo debemos a Roma y al mundo entero. Solos no podríamos llevarlo a cabo nunca”.

No es la primera vez que los políticos romanos recurren a un mecenas. La restauración de la celebérrima Fontana di Trevi, finalizada en noviembre de 2015, estuvo financiada por un grupo de moda de lujo italiana. Igualmente, una firma de joyería y otra de calzado están pagando las obras de restauración del Coliseo y la escalinata de la Piazza d’Espagna.

En la lista de proyectos que ahora quiere llevar a cabo la ciudad de Roma, los benefactores privados pueden elegir entre los 10 millones de euros que costará el mantenimiento de las fuentes de la capital, el millón necesario para la iluminación del Circo Máximo o los 600.000 euros que se necesitan para reparar el acueducto de Acqua Virgo que alimenta, entre otras, a la Fontana di Trevi.

La alcaldía ofrece también a los turistas la posibilidad de colaborar en la empresa, entregando un cheque de 300 euros para restaurar el mercado de Trajano.

Trilogía bananera de Miguel Ángel Asturias, retrato calenturiento y deslumbrante de una nación



“La Trilogía, de lo que trata y a fondo, desde la primera novela, Viento fuerte, hasta la última, Los ojos de los enterrados, es de la expansión asfixiante de la United Fruit Company -en el tríptico la Tropical Platanera S.A. y de mote la Tropicaltanera- y de quien la encarna y, a la vez, la codicia, Geo Maker Thompson, alias el Papa Verde. Un contrabandista que emerge de la noche más abismal para adueñarse, con una determinación implacable, no solo de la plantaciones de bananas del país que las mantiene, sino hasta de la omnímoda compañía”. (Prólogo de Ramón Chao y Gastón Segura a “Viento fuerte”).

La Trilogía,  publicada por primera vez entre 1950 y 1960, relata cómo la United Fruit Co. y su fundador, Minor C. Keith, se adueñaron de la República de
Guatemala -incluso de El Salvador y de Honduras-, a principios del siglo XX, hasta reducirla, en un par de décadas, corrompiendo a todas las
estructuras del Estado y de la sociedad, en eso que se ha venido conociendo como una “república bananera”.

Cada una de las tres novelas narra un momento de este proceso de degradación social y civil e, incluso, la última de ellas, “Los ojos de los enterrados”, cuenta cómo se urdió la Revolución de 1944, que entre junio y octubre, derrocó la dictadura de Jorge Ubico e instauró una saludable democracia en Guatemala. El nuevo régimen popular y progresista sería truncado por la CIA con un golpe de Estado, en 1954 -cuando Miguel Ángel Asturias estaba a punto de publicar la segunda entrega del ciclo, “El Papa Verde”-, a instancias de la propia United Fruit Co. Pues la multinacional frutera comprobaba, como año tras año, los sucesivos gobiernos democráticos intentaban aliviar su opresión sobre la sociedad  guatemalteca como primera tarea para cualquier desarrollo social y económico.

Con “Los ojos de los enterrados”, Miguel Ángel Asturias ponía punto y final a la llamada Trilogía bananera, narrando el levantamiento general de julio de 1944 que derrocó, por un lado, la dictadura de Jorge Ubico en Guatemala, y por otro, aligeró la opresión asfixiante de la United Fruit Company, pues instauró una breve y saludable democracia en el país.

“Los ojos de los enterrados” es mucho más que un relato de aquellos acontecimientos históricos. Es un colosal retrato, por momentos calenturiento y pútrido, por momentos deslumbrante de esperanza, de toda una nación, con una prosa frondosa e irrepetible, la misma que, con su gran hallazgo, el «realismo mágico», granjeó a Miguel Ángel Asturias el Premio Nobel de Literatura en 1967.

Mucho antes, en diciembre de 1949, Miguel Ángel Asturias regresaba a Guatemala -tras años de estudio en París y muchos viajes a otros lugares del viejo continente- para constatar, de primera mano, el sufrimiento que padecía su pueblo con la abusiva explotación de la todopoderosa United Fruit Company. Tan solo seis meses después publicó la novela “Viento fuerte”, que inauguraba la portentosa Trilogía bananera, y es mucho más que un relato de denuncia, un  aguafuerte casi térmico de la lucha por la existencia.


“El Papa Verde”, segunda entrega  de la Trilogía bananera, es la novela de la epopeya de la construcción de una república bananera. En 1954, apenas unos meses antes del golpe de estado que acabó con el breve gobierno democrático de Guatemala, Miguel Ángel Asturias publicaba en Argentina “El Papa Verde”, en la que se propuso contar los efectos del dominio de United Fruit Company tanto para el país -reducido ya al grado de república bananera- como para el mismo emporio frutero que pugnaba por dirigir la política estadounidense en Centroamérica, y todo ello girando sobre su turbulento protagonista, Geo Maker Thompson, el papa Verde, un personaje cuya ambición, como en los héroes de la tragedia griega., es el germen mismo de su desventurada existencia.

Miguel Ángel Asturias nació el 19 de octubre de 1899 en la ciudad de Guatemala y murió, en Madrid, el 9 de junio de 1974. En 1967 recibió el Premio Nobel de Literatura por la novela “El Señor Presidente”,  modelo de cuantos relatos se han ocupado de los dictadores sudamericanos. Pero si por algo merece ser recordado, es por ser el creador del «realismo mágico».

Aunque se crió en Guatemala, los acontecimientos políticos le llevaron a vivir gran parte de su vida en el extranjero. Durante su primera estancia en París, en la década de los años 1920, estudió las religiones precolombinas mientras se empapaba de las vanguardias, conjunción de elementos que marcaría toda su obra literaria. Retornó a Guatemala una década más tarde, pero la abandonó definitivamente tras el golpe de Estado, de 1954. A partir de entonces sería un exiliado, con un breve periodo como embajador de su país ante la República Francesa (1966-1971).

En su obra narrativa, aparte de “El Señor Presidente” (1945), sobresalen “Hombres de maíz” (1949), “Mulata de tal” (1963), “Maladrón” (1969), así como la Trilogía bananera, compuesta por “Viento fuerte” (1950), “El Papa Verde” (1954) y “Los ojos de los enterrados” (1960); además, legó una notable obra cuentística entre la que destaca “Leyendas de Guatemala” (1930). También editó poemarios, como “Clarivigilia primavera”l (1965), y teatro, del que cabe reseñar “Soluna” (1955) y “La audiencia de los confines” (1957). Además del Nobel, fue galardonado con el Premio Lenin (1966) y el Premio William Faulkner (1962).

Viento Fuerte
Drácena Editorial
ISBN: 9788494435522
250 páginas, 17,95€

El Papa Verde
Drácena Editorial
ISBN: 9788494435539
412 páginass, 22,95€

Los ojos de los enterrados
Drácena Editorial
ISBN: 9788494435546
720 páginas, 34,95€

Francia permite la subasta de objetos sagrados amerindios

Máscaras ceremoniales amerindias subastadas en Francia
Desde hace años, algunas tribus amerindias pelean en contra de las subastas de sus objetos sagrados en Estados Unidos, y también Francia, añade Culturebox, el suplemento digital cultural del canal internacional France 24.

Las últimas en el tiempo son la tribu de Acoma Pueblo, en el estado de Nuevo México, y la de Hoopa Valley, en California, que piden la devolución de 500 piezas cuya subasta está prevista para la primera semana de junio de 2016 en París.

“No son obras de arte sino objetos religiosos que significan mucho para nosotros”- ha explicado Kurt Riley, gobernador de la tribu Acoma- “Cuando las venden es como si nos robaran una parte de nosotros mismos”.

Se trata de una batalla tan jurídica como cultural. La venta de objetos sagrados de tribus indias está muy restringida en Estados Unidos, y según de qué objetos se trate, y del lugar en que han sido encontrados, es incluso ilegal. Para las tribus, las subastas resultan muy ofensivas: “Las piezas forman parte de nuestra vida cotidiana y solo se utilizan en ceremonias”, recuerda Riley.

El tráfico de ese tipo de objetos ha aumentado y se ha vuelto más fácil desde que existe Internet, pero “en Estados Unidos hemos conseguido recuperar muchas de las piezas. De hecho, dos leyes federales estadounidenses, aprobadas en 1979 y 1990, protegen los objetos amerindios. En cambio, en Francia no se muestran sensibles a nuestros argumentos”.

En junio de 2014 se vendieron en una subasta en la capital francesa nueve máscaras de la tribu Hopi, usadas por los danzantes en ceremonias religiosas, por cerca de 150.000 euros; entre ellas, una del siglo XIX por la que se pagaron 37.500 euros. Para la justicia francesa se trata de ventas legales y desestima las querellas de las tribus, aunque ellas crean que se ofende a su religión y su cultura, y que se trata de objetos “robados” por los colonizadores.