La última adaptación al cine del
clásico de la literatura novecentista francesa “Madane Bovary” (escrita por
Gustave Flaubert), dirigida por la franco-estadounidense Sophie Barthes e
interpretada por la australiana de origen polaco Mia Wasikovska ("La
cumbre escarlata", "Jane Eyre"), Ezra Miller ("Las ventajas
de ser un marginado", "Tenemos que hablar de Kevin"), Rhys Ifans
("Lío en Broadway", "Alicia a través del espejo") yPaul
Giamatti ("12 años de esclavitud", "Al encuentro de Mr. Banks)
es un largometraje rodado en inglés en el Parque Natural del Perche, que hace
las veces de Normandía.
De las aventuras y desventuras de
Emma Rovault, hija de un humilde granjero y casada con el doctor Bovary, que
ejerce en una pequeña y provinciana ciudad, ya se ocuparon anteriormente otros
realizadores: al menos Vicente Minelli (1949, con Jennifer Jones como
protagonista), Manoel de Oliveira (“Vale Abraã», 1993, intérprete Leonor
Silveira) y Claude Chabrol (1991, con Isabelle Huppert, una de las actrices
preferidas por los franceses de hoy, en el papel de Emma), lo que hace
inevitable las comparaciones en las que no sale demasiado bien parada esta
última adaptación, que algunos críticos franceses han llegado a calificar de
“penosa”.
La realizadora, también guionista,
ha hecho una relectura superficial de la obra clásica, que es casi una novela
rosa en la que priman las sensaciones y los sentimientos, para presentarnos a
una Madame Bovary más frívola de lo que su autor querría y una narración que
difícilmente logrará interesar en las vicisitudes de su heroína a las nuevas
generaciones. Donde “Flaubert hizo una obra maestra, Sophie Barthes ofrece una
adaptación cuidada pero meramente ilustrativa (…) para uso del público
estadounidense al que va manifiestamente destinada” (Le Dauphine liberé). Lo
que en román paladino significa que ha hecho una película comercial por encima
de todo.
Recién salida del convento donde
estudiaba recluida, porque las monjas han decidido que “no la ha llamado Dios”,
Emma se casa con Charles Bovary, un médico rural que cree haber encontrado la
compañera perfecta. La chica dedica su tiempo a decorar la casa, dibujar, tocar
el piano, y aburrirse al comprobar que su vida no se parece en nada a la que
había soñado. En uno de esos renuncios cae en manos de un hábil comerciante que
le induce a comprar hermosos vestidos y costosos complementos, y a endeudarse
más de lo que podría permitirse; y después -y sucesiva y literalmente- en las
del marqués que habita el correspondiente castillo de la zona, y en las de
León, un joven pasante de notario, convirtiéndose en la amante clandestina de
ambos; siempre soñando con escapar de la rutina ambiental, siempre esperando
que alguno de ellos sea el hombre que termine por romper el yugo de su
cotidianidad.
Siglo y medio después de que fuera
escrita la novela «Sophie Barthes filma mal la pasión amorosa, lo mismo que
filma mal una montería. Lo que queda es la sorprendente metamorfosis de Mia
Wasikowska en Isabelle Huppert” (Romain Le Vern, TF1 News). La inevitable
comparación.
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