martes, 30 de abril de 2013

La gran boda, comedia clásica, previsible y divertida



Diane Keaton y Robert de Niro maduros, una pareja con mucha química desde hace años, son los protagonistas absolutos de La gran boda, una comedia coral –completan el coro Susan Sarandon, Amanda Seyfried, Ben Barnes, Katherine Heigl y hasta Robin Williams- dirigida por Justin Zackham, (hasta ahora guionista de la serie televisiva Ahora o nunca), que se estrena en los cines españoles el 1 de mayo de 2013.

Don (Robert de Niro) y Ellie (Diane Keaton) llevan ya mucho tiempo divorciados pero con motivo de la boda de su hijo adoptivo (Ben Barnes) –y para quedar bien ante la madre muy religiosa madre biológica del chico (Patricia Rae) que se ha desplazado desde su país latinoamericano para asistir al enlace y conocer a la familia- deciden guardar las apariencias y aparecer como pareja unida y feliz… con la complicidad de la nueva pareja de Don, Bebe (Susan Sarandon), en tiempos la mejor amiga de Ellie… naturalmente, la mentira provoca inmediatamente situaciones no previstas, una vez que se encuentran reunidos todos los familiares y amigos que asisten al enlace, y crece y crece como una bola de nieve…haciendo que empiecen a aflorar a la superficie secretos y falsos pretextos, viejos rencores que se han mantenido escondidos en el armario durante muchos años.

Clásica comedia “de enredo” llena de gags, que parece escrita ex profeso para un trío de excelentes actores (habrá quien diga que a estas alturas conocemos de memoria todos sus gestos, pero aún así es un placer disfrutar de una buena interpretación, lo que no siempre es posible), con la que pasar dos horas entretenidas. Comedia con muchos elementos del género “romántico”, muy previsible también, en la que los personajes son infieles hasta a sí mismos.


7 cajas, una sorpresa paraguaya




Ha sido la sorpresa del Festival Internacional de Cine Policíaco de Beaune, localidad situada al norte de Lyon, donde –aunque al final no consiguió ningún premio- tanto los miembros del jurado como la crítica especializada confesaban encontrarse por primera vez con un thriller paraguayo.

El Festival de Beaune (que anteriormente se celebraba en Cognac y tiene la peculiaridad de contar con un premio que concede un jurado especial compuesto por policías), es célebre porque todos los años “descubre” nuevos realizadores. Y, en su edición de 2013 se ha fijado en los paraguayos Tana Schémbori y Juan Carlo Maneglia, que firman al alimón la autoría de 7 cajas, una película negra “jadeante sobre fondo de miseria social”.

En la capital del Paraguay actual, Víctor tiene 17 años y sobrevive como puede trasladando encargos y paquetes con su carretilla, en el popular mercado de Ascensión. Una noche le ofrecen mucho más dinero del habitual por entregar siete cajas, cuyo contenido naturalmente ignora, dándole “a cuenta” la mitad de un billete de cien dólares y prometiéndole la otra mitad una vez que finalice el trabajo. Inmediatamente, lo que debía ser un encargo rutinario se convierte en carrera y persecución, con Víctor entre los protagonistas aunque ignorante del por qué de lo que ocurre…

Cuando, en medio de la locura de acontecimientos que se suceden, Víctor descubre el contenido de lo que lleva, se arrepiente de haber abierto una caja…A toda esta historia rocambolesca hay que añadir la de la hermana mayor del chico, la de su adolescente compañera embarazada y la del dueño del garito chino que solo habla mandarín.

Es el primer largometraje de la pareja de realizadores, ambos en la cuarentena, que han dado una lección de cómo puede hacerse una película interesante y entretenida con poco dinero. 7 cajas, en la que se ha invertido solo medio millón de dólares, es una historia bien tejida “donde la malicia de unos se enfrenta a la idiotez de otros” (comentario a la película cuando su presentación en el Festival de Toronto, septiembre de 2012), que se estrena en los cines españoles el 1 de mayo de 2013.

Según la pareja de cineastas, la industria cinematográfica paraguaya es prácticamente inexistente, con un historial que apenas cuenta con veinte títulos: “Tana y yo hacemos publicidad para televisión. Una vez rodamos un spot en el mercado de Ascensión y aquello nos motivó para intentar hacer una película” ha explicado Maneglia. Con las subvenciones conseguidas de la compañía hidroeléctrica y el centro cultural español de Ascensión, los realizadores iniciaron el rodaje y presentaron lo que llevaban hecho en el Festival de San Sebastián 2011, donde consiguieron llevarse el premio de la categoría “Cineconstrucción”, y con su importe lograron finalizar la película.

“Es una película típicamente paraguaya –asegura Tana Schembori- con nuestro sentido del humor y nuestra forma de hablar (mezcla de castellano y guaraní). Incluso hay que decir que los personajes, Víctor y Lisa, existen de verdad. Víctor descarga cajas en el mercado…”


 

lunes, 29 de abril de 2013

Francia, matrimonio para todos: recursos, salón de bodas gay y un obispo que pide mártires



Cuatro días después de que la mayoría socialista francesa y sus aliados en el gobierno aprobaran el proyecto de ley de «matrimonio para todos» (y no «matrimonio gay» ni «matrimonio homosexual» como se empeñan en llamarlo los medios de comunicación del país, unos seguramente pensando que dicho así se ahorran definiciones y otros conscientes de estar echando aceite hirviendo sobre un fuego que arde desde que el gobierno inició el proceso de lo que era una promesa de campaña de François Hollande), el 27 de abril de 2013 se inauguraba en París el Primer Salón del Matrimonio para Hombres Gay (“G-day”, en este caso sí, exclusivamente para homosexuales).

“Entre militantismo y business” (Libération) el Salón, bastante concurrido en un fin de semana helado de esta primavera invernal, ha tenido lugar como mínimo un mes antes de que pueda celebrarse el primer matrimonio entre personas del mismo sexo (hombres o mujeres, indistintamente) porque el Tribunal Constitucional tardará no resolverá al menos hasta el 26 de mayo el recurso presentado por la recalcitrante derecha de la UMP (Unión por un Movimiento Popular, el partido que Sarkozy ha dejado huérfano de líder), que se niega a dejar que la ultraderecha del Front National (hijos y sucesores de Le Penn, sociedad nada anónima) le gane la partida de la oposición al “matrimonio para todos”, convencida de que eso puede asegurarle, en próximas elecciones, los votos de las familias cristianas francesas que, a juzgar por su evidente presencia -acompañada de gritos, rezos y cánticos religiosos desaforados- en las últimas multitudinarias manifestaciones, son muchas más de las que pudiera pensarse en la Francia republicana y laica.

Los políticos han hecho su trabajo, debatiendo durante más de 36 horas (dijo el presidente de la Asamblea Nacional después de efectuada la votación) y aprobando por mayoría el proyecto presentado por el gobierno Ayrault, los que se oponían al proyecto se siguen oponiendo en idénticos términos, permanentemente movilizados y generando “un aumento de la homofobia y desgarros en las familias” (France 24). Ya tienen previstas dos manifestaciones más en mayo de 2013: la primera coincidiendo con una llamamiento de la “izquierda de la izquierda” para exigir a Hollande “menos austeridad y más crecimiento” antes de que Francia – que ya ha rebasado los tres millones de parados- se convierta en la “nueva Grecia o la nueva España”; y la segunda coincidiendo con el 26 de mayo, más que probable fecha en que el Constitucional dictaminará sobre el recurso.

Es evidente que existe una clase de homosexuales con alto poder económico: son todos esos profesionales con éxito en sus carreras, que ganan sueldos elevados y no tienen que hacer frente a los tradicionales gastos de las familias (hijos, colegios, etc.) y que son los mejores clientes de las marcas caras de ropa y complementos, gimnasios y spas y agencias de viajes “a la carta”. Para todos esas parejas que pueden permitirse hacer realidad sus sueños, en el “G-day”- “iluminación fucsia, cortinajes negros, estatuillas representados a dos esposos…”- han expuesto una treintena de empresas dedicadas a organizar hasta el más mínimo detalle de una boda: ceremonia, ropa especial, anillos, banquete, fotografías…

Según alguno de los expositores, “la diferencia reside en la creatividad, más presente aquí que en los matrimonios heterosexuales. Como a la fuerza se trata de una unión laica, no hay que pensar en el aspecto tradicional, así que se puede imaginar cualquier tipo de ceremonia, incluido el salto de los novios en paracaídas. No hay reglas, pero tampoco es necesario pensar en cosas delirantes”.

Informaciones escuchadas en las televisiones francesas a lo largo del fin de semana aseguran que los matrimonios gay van a ser, en general, un 65% más caras que en las bodas entre heteros. Tiene también su explicación en la novedad y en el innegable derecho a hacer alarde de lo que hasta ahora era solo fuente de discriminación y sufrimiento.

Mientras, y casi al mismo tiempo que las parejas “homo” disfrutaban por anticipado de ese futuro “blanco y radiante” que ahora van a poder permitirse, el obispo de Metz (ciudad amurallada en el noreste francés, departamento de Moselle, región de Lorraine, cuna de la dinastía carolingia), Pierre Raffin, colgaba en su página de Facebook un comunicado llamando a la cruzada contra “el matrimonio para todos” e invocando a los mártires cristianos de la más remota antigüedad “que se opusieron a las leyes del estado” (Blandine Grosjean, Rue 89, que se ha molestado en leer las elucubraciones de monseñor), y que “parece ignorar las reglas de la democracia”.

Por si alguien tuviera dudas, el obispo recuerda que “lo que es legal no es forzosamente moral”, pero en lugar de hablar de la pena de muerte, la esclavitud, los niños-soldados del Africa profunda o los 300 obreros de Bangladesh sepultados en el hundimiento de sus fábricas mientras confeccionaban ropa para “el Corte Inglés, Mango, Benetton o Primark, entre otros” (LibreRed), y aprovechando que el Moselle no solo pasa por Metz sino que allí se divide en varios brazos, pone el ejemplo de la interrupción voluntaria del embarazo “legal en Francia aunque no deja de ser un grave atentado a la vida”, y, como de costumbre en la iglesia católica, que acostumbra arrogarse la posesión de la verdad, añade “que rechaza cualquier conciencia moral, iluminada o no por la palabra de dios”.

El resto, hasta dos folios de los clásicos, en papel y negro sobre blanco, es el habitual ba,bla,bla del fundamentalismo religioso y la intransigencia política. Se lo ahorro.

Dos más dos, fantasía y realidad en la vida de pareja


“Una mirada ingenua al sexo, la familia y la rutina”.

Diego (Adrián Suar), Emilia (Julieta Díaz), Richard (Juan Minujín) y Betina (Carla Peterson), son dos parejas amigas de toda la vida. A los 40 años. Los dos hombres han conseguido el éxito profesional en la clínica que comparten. Diego y Emilia tienen un hijo de 14 años y una vida familiar organizada y tranquila, mientras que Richard y Betina, que no tienen hijos, hacen más vida social y una noche confiesan a sus amigos que practican el intercambio de parejas.... Confesión que despierta las fantasías de la hasta entonces sosegada Emilia que decide probar.

Recién llegada del Festival de Cine Español de Málaga, esta comedia argentina que se estrena en los cines el 1 de mayo de 2013, es, según su director, Diego Kaplan, “una mirada ingenua” al sexo, la familia y la rutina…no es una película que venga con respuestas, viene con un montón de preguntas y lleva a la reflexión, al debate”.

El intercambio deseado no funciona en absoluto, ni entre los cuatro amigos ni tampoco en los intentos con otras personas ajenas al reducido grupo inicial. Aparecen los prejuicios, los tabúes, y unos celos que terminan con una relación muy consolidada, tanto como personal como profesionalmente.

No creo que al espectador medio le resulte demasiado fácil identificarse con los personajes del cuarteto, integrantes de la alta burguesía argentina, la que ha hecho carrera con éxito pero mantiene frecuentes relaciones con el psicoanalista, a quien explica los distintos grados de frustración que atraviesan su vida, su trabajo, sus ilusiones.

Sin embargo, los temas centrales de la historia –la amistad y el intercambio de parejas- tienen el suficiente morbo como para atraer a un público que al final va a conseguir pasar casi dos horas entretenido hurgando en los entresijos de unas personas que al final demuestran –y esta carga de moralina me parece lo peor de la narración- que no son tan “modernas” como nos habían hecho pensar al principio.


domingo, 28 de abril de 2013

Si culo veo, culo quiero

Los italianos inventaron los fascismos y ahora inventan los gobiernos de concentración nacional. Tras la última jugada de los electores italianos, que evidentemente carecen de memoria (aunque también hay que decir que allí, como aquí, virgencita que me quede como estoy…) y la mitad ha votado al Berlusconi de infausta memoria –corrupto, aunque hayan prescrito sus delitos a fuerza de demoras judiciales, putero, presunto ( y más que probable) corruptor de menores- se encuentran ahora con un gobierno en el que conviven gentes de toda procedencia y color, llegadas de la antigua izquierda comunista (que a saber donde está ahora), los radicales más serios de toda Europa y la derecha que roza lo extremo. Fracasados los gobiernos de derecha, de izquierda, de derecha otra vez y de tecnócratas "made in Merkel", intentan ahora ver qué resultado puede dar el totum revolotum, por incongruente que parezca. Ya veremos lo que les dura, porque también tienen el record de gobiernos instantáneos.

Y como los franceses siempre han sentido una envidia recóndita de los italianos (como nosotros de ellos, aunque no solo lo neguemos sino que echemos pestes, en privado y en público), la última encuesta (Francia, su gobierno, sus medios de comunicación y como resultado su opinión pública, lleva ya años funcionando a golpe de sondeos; Sarkozy se gastó varios millones de euros de la Presidencia en saber lo que pensaban sus compatriotas de cada uno de sus gestos) publicada este 28 de abril de 2013 en el Journal du dimanche, da como resultado que el 78% de la población está favor de un gobierno de concentración de izquierda , centro, derecha, y extrema derecha todos revueltos, donde el mejor cualificado es el centroderechista François Bayrou, presidente del Movimiento Democráta (MoDem), ex UDF-CDS, UDF-FD, UDF y también ex Ministro en tres ocasiones, ex diputado en varias legislaturas, ex eurodiputado y ex presidente del Consejo de Pirineos Atlánticos: “Los franceses reclaman pues –dice el periódico- la unión y determinadas personalidades para llevarla a cabo… a favor de François Bayrou se manifiesta el 47%”.

Así que no puedo evitar imaginarme a Rubalcaba y sus muchachos “reflexionando” –que es a lo que ahora dedican más tiempo- sobre esta nueva posibilidad que se está abriendo camino y que, sin ninguna duda, se encuentra entre sus secretas intenciones, visto que no dejan de ofrecerse para lo que haga falta (me temo que hasta para palanganeros). Se me ponen los pelos como escarpias recordando las palabras de la rubia Valenciano a la salida de una de esas recientes jornadas de reflexión, y en ese caso de “apalancamiento” en un poder que no están dispuestos a traspasar, a ningún precio, a las siguientes generaciones: “Un partido –dijo- es como un gobierno (¡qué más quisiera ella!). Rubalcaba es como si fuera el presidente y yo soy como si fuera la vicepresidenta”.

Insisto: qué más quisiera ella, y ¡mira que es mala la auténtica!

Richie Havens libre, siempre libre



Su canción Freedom fue himno y consigna de la generación pacifista.

La «generación Woodstock» se va quedando cada vez un poco más huérfana. Ley de vida, aquellos artistas que a finales de los años 1960-principios de los 70 contribuyeron a despertar la conciencia del mundo occidental con su protesta contra la guerra de Vietnam, la galopante mercantilización de todas las facetas de la sociedad, incluidos los sentimientos, el desgaste del planeta y sus recursos y el consumismo desaforado, aquellos poetas y cantantes que pusieron sus creaciones al servicio de la lucha por un mundo nuevo –que nunca termina de llegar- van desapareciendo, uno tras otro, dejando un agujero negro no solo en el paisaje musical (tan mediocre después), sobre todo en nuestras memorias.

Después de la muerte el 6 de marzo de 2013, en España donde vivía hace años, y tras una operación rutinaria del guitarrista británico Alvin Lee (69 años, recordarle como líder del grupo Ten Years After), el 22 de abril se ha marchado para siempre, víctima de una crisis cardíaca en su casa de New jersey, el cantante y guitarrista afroamericano Richie Havens, una de los rostros y las voces emblemáticas de aquel agosto de 1969 cuando irrumpió en el escenario de Woodstock cantando Motherless Chils, casi una cantinela bautizada posteriormente como Freedom.

En Woodstock – “Tres días de música y paz” en el monte Catskill, estado de Nueva York- hubo muchas voces pero la suya fue la primera que escucharon las decenas de miles de jóvenes de la new generation, adornados con flores, que se mecían entre vapores diversos al compás de unas notas que reclamaban derechos. Con un físico imponente y golpeando las cuerdas de la guitarra “con una mano grande como una pala” (Le Monde), y repitiendo las palabras del viejo espiritual como un mantra reiterado mil veces, el azar y el retraso de los grupos que le precedían en el programa le obligaron a inaugurar el mítico escenario, acompañado por un percusionista y otra guitarra; todo estaba a su favor, destinado a actuar en quinto lugar, fue el primero, tocando y cantando durante dos horas y media. El mismo azar convirtió a Freedom en “himno generacional” de la contracultura y la libertad, el primero y más importante de todos los derechos humanos.

Poco después se presentaba en el escenario de la Isla de Wight. Desde entonces, Freedom, el antiguo gospel revisitado, se convirtió en estandarte y consigna de la generación pacifista, la primera estadounidense en que convivían sin problemas negros y blancos, la primera del mundo occidental capaz de dejar tiempo al tiempo, días y días en una tienda al aire libre, escuchando música e intercambiando mensajes de amor y paz.
Nacido en Brooklyn el 21 de enero de 1941, el mayor de nueve hermanos, desde los doce años Richard Pierce Havens se “educó la voz” en grupos callejeros que hacían doo-wop, hasta que ingresó en los McCrea Gospen Singers. A los 20 años era un habitual del Greenwich Village, admirador de los poetas de la generación beat que entusiasmaban en los clubs que el joven frecuentaba ofreciéndose para hacer retratos a los turistas. Pudo ser un soulman pero eligió el folk: “Fascinado por la escritura de Bob Dylan, Richie Havens decididó dedicarse a la guitarra y se convirtió en uno de los pocos cantantes negros que consiguieron destacar en ese ambiente”.

Tras publicar dos primeros álbumes que pasaron inadvertidos, Mixed Bag, en 1967, que incluía una versión de Just Like a Woman (Dylan), hizo que la crítica se fijara en él. Antes de Woodstock ya había editado varias hermosas grabaciones, catalogadas como folk-rock-soul, tales como Something Else Again (1968) o el doble Richard P. Havens (1969), que contenía el clásico Indian Rope Man, versionado posteriormente por Bob Marley con el título African herbsman: “Más que las grabaciones, lo que impresionaban eran las apariciones escénicas de aquel hombre con aquella enorme barba”.

En 1971 consiguió un enorme éxito comercial con el álbum Stonehenge, en el que figura una versión de Here Comes the Sun, de los Beatles. No sería la única: a partir de entonces Richie Havens versionó muchas de las canciones del grupo de Liverpool, que incluía siempre en sus conciertos. En aquella misma época, a mediados de los ’70, se comprometió en la lucha ecológica participando en la fundación de un museo oceanográfico en el Bronx neoyorquino y una asociación para la educación medioambiental.

Tras permanecer arrinconado unos años en que el folk “no estaba de moda” y tener algunos escarceos con el cine, como una versión musical de Otelo (1974) o su aparición junto a Bobn Dylan en Hearts of Fire (1987), el regreso del género a la actualidad musical (1990-2000) le devolvió a los escenarios, a los conciertos, a la carretera, a las colaboraciones con grupos electrónicos, a la grabación y producción de nuevos álbumes… Sus fans no le olvidaron nunca: Bill Clinton le invitó a actuar en 1993, en la fiesta de inauguración de su mandato; Sean Penn se lo llevó a Cannes, para la inauguración en 2008 del Festival que presidió. Ese mismo año, Richie Havens publicaba el último álbum, Nobody Left to Crown; en marzo de 2012 anunciaba su retirada “por problemas de salud”.

Su guitarra tenía un estilo intenso y rítmico que le distinguía y ”poseía una de las voces (ronca, potente) más reconocibles  de la música popular, su estilo de canto inflamado, desgarrador y emotivo es único, y no tiene edad”, ha escrito la Agencia Roots al dar la noticia de su muerte.



viernes, 26 de abril de 2013

Las clases sociales son siete

El digital francés Rue 89, que acostumbra incluir en su, iba a decir páginas pero en realidad es su virtualidad, hallazgos encontrados navegando por la web, en los primeros días de abril compartía con sus lectores, entre los que me encuentro, la noticia de que el laboratorio de investigación de la británica BBC ha descubierto la existencia siete clases sociales, en lugar de las tres históricas alta, media y obrera (upper, middle y working class); el hallazgo ha saltado a la vista al comprobar que cuando se pregunta a sus compatriotas en qué clase se sitúan les resulta mucho más difícil definirse que antaño, y aparece mucho indeciso a la hora de ubicarse en alguna de las tradicionales, donde solo encuentra su lugar el 39% de los habitantes, “de acuerdo con un cuestionario al que han respondido 161.000 personas”.

Según este estudio de la BBC, titulado “The Great British Class Survey”, realizado bajo la dirección de los profesores de sociología Fiona Devine (de la Universidad de Manchester) y Mike Savage (de la London School of Economics) y publicado en la revista Sociology, en la realidad social del país –y no hay motivos para pensar que no ocurra lo mismo en otros- existen en la actualidad siete clases sociales “que van desde la élite al precariado”.

“Para establecer la nueva clasificación se han tenido en cuenta: el capital económico (ingresos, ahorros, patrimonio…), el capital social (la importancia de las relaciones y conexiones sociales) y el capital cultural (definido por la naturaleza de los intereses y actividades culturales). El resultado ofrece un cuadro mucho más complejo de la sociedad británica, que refleja los grandes fenómenos de las últimas décadas: la emergencia del sector servicios, la precarización de los contratos de trabajo, la importancia de la inmigración, el paro masivo, la urbanización…”.

Ahora, las nuevas clases sociales se definen así:

-La élite, que se distingue de las demás por su riqueza en los tres parámetros considerados.
-La clase media establecida, que es el grupo más amplio (25% de la población) y ocupa el segundo lugar en cuanto a riquezas.
-La clase media técnica, un grupo nuevo y restringido, próspero aunque con capital social y cultural poco elevado.
-Los nuevos trabajadores acomodados, un grupo compuesto por trabajadores jóvenes, social y culturalmente activos, pero con un nivel económico mediano.
-La clase obrera tradicional, con resultados bajos en los tres parámetros pero, como tiene una media de edad de 66 años, con una mayoría de propietarios. Representan el 14% de la población.
-Los trabajadores en servicios emergentes, un grupo nuevo, urbano, relativamente pobre aunque con elevado capital social y cultural.
-Los precarios, la clase más pobre, la peor favorecida en los tres parámetros. Es un grupo importante (precarios y parados) ya que representa el 15% de la población británica.

“El asunto –comenta Rue 89- se ha comentado abundantemente en las ediciones digitales de los periódicos, en un país siempre apasionado por las relaciones entre las clases”. La nota de humor ha corrido a cargo de un lector del Daily Mail, citado por el New York Times, que propone otra clasificación: ‘Solo hay dos clases: los que tienen tatuajes y los que no los tienen’.

Cuenta, aunque sea mentira, que algo queda


Una tal Ludmila Vinogradoff, durante años corresponsal en Venezuela del periódico liberal El País y ahora propietaria de un blog en el superconservador ABC, es uno de los más firmes baluartes en el exterior de la derecha caciquil venezolana; y está en su derecho. Su libertad de expresión es tan sagrada como la mía y, como jamás dijo el filósofo parisino Voltaire (nacido a finales del siglo XVII como François-Marie Arouet) aunque llevamos tres siglos adjudicándoselo, “no estoy de acuerdo con lo que dice, pero defendería con mi vida su derecho a expresarlo”.

Lo que no impide que yo haga uso de ese mismo derecho a la libertad de expresión para denunciar la manipulación informativa llevada a cabo hace unos días por la señora Vinogradoff cuando, para apoyar una información titulada “Fascismo puro y ma-duro”, referida a la represión de las manifestaciones callejeras de los últimos días protagonizadas por la oposición venezolana nada más negarse a reconocer la victoria de Maduro, utilizó unas fotografías de disturbios y represión policial en Egipto; entre otras, una en que los militares agreden a una mujer caída en el suelo.

La señora Vinogradoff –que en su perfil presume de ser mestiza de ruso y china, o de rusa y chino no estoy segura, ignorando que eso no es ningún mérito sino un producto del azar- ha manipulado la información, y es culpable de falta grave a la deontología periodística. Pero tan culpable como ella es la dirección de ABC que permite que en sus páginas –aunque sean virtuales- se cometan ese tipo de fechorías.

Días más tarde, tan cerca como el 19 de abril de 2013, en el mismo blog, la señora Vinogradoff reconocía los hechos: “Aquí queremos rectificar y ofrecer disculpas por la publicación de fotografías en nuestro artículo “Fascismo puro y duro”, donde muchas de ellas no se corresponden con la fecha, país y circunstancias de la realidad venezolana. Fue un error no haberlas verificado antes de publicarlas en nuestro contexto”.

Y, sin más, pasaba a otra cosa. A lo suyo, que es denunciar “sin verificar”.

Ayer no termina nunca, deslucida historia sobre el dolor



Estamos en 2017. La Unión Europea acaba de negarle al gobierno español (el que sea en esa fecha) el tercer rescate. En ese país, en situación financiera peor que la Grecia actual, una pareja se reencuentra después de cinco años y de haber pasado por una situación difícil y dramática. Cuando sienten que el pasado ya no tiene importancia, de repente vuelve. Las heridas que no se cierran, o cicatrizan en falso, permanecen siempre abiertas.

Una vez más decepcionante. La realizadora española Isabel Coixet, que cuenta con muchos incondicionales entre los que evidentemente no me encuentro, estrena el 26 de abril de 2013 Ayer no termina nunca, quintaesencia del dolor provocado por la pérdida de un hijo, no es ni siquiera una película: como mucho, un largo, larguísimo primer y único acto de una obra teatral filmada, con dos únicos personajes y muy pobre de decorados.

El inacabable y reiterativo diálogo de Javier Cámara y Candela Peña ante una cámara que apenas cambia de posición para acercarse algo más al rostro de la actriz, a mí también me ha dado sueño, lo mismo que a muchos prestigiosos críticos nacionales, que de ésto saben mucho más. Como tampoco convenció ni a crítica ni a público en el pasado Festival de Berlín, donde se presentó en la sección Panorama.

Con Isabel Coixet pasa un poco lo mismo que con otros realizadores “de culto”, como José Luis Garci: su cine te gusta, o no te gusta, sin matices. Y a mi, sinceramente, no me gusta por diferentes motivos; el principal su pedantería. En cambio, la crítica catalana le aplaude hasta el más mínimo gesto, incluso le encuentra ecos de Bergman, y para el comentarista del diario madrileño El Mundo, Luis Martínez, esta película, que ha inaugurado recientemente el Festival de Málaga, es “un ejercicio de desnudez tan arriesgado como frontal (…) la más difícil y pura de las películas de Coixet”.


miércoles, 24 de abril de 2013

La nostra vita, en defensa del amor, la amistad y la ayuda mutua



“Los tacones son como los parientes: incómodos pero ayudan”. La frase, pronunciada por una de las mujeres de la familia (ampliada, modelo típico clan italiano, a algunos amigos íntimos, y a sus mujeres e hijos), resume perfectamente la parábola que es La nostra vita, que el viernes 26 de abril de 2013 llega a las pantallas españolas y que es una buena película aunque dada la poca promoción y lo banal del tema tratado –las dificultades de supervivencia de la clase media-baja romana en estos años de crisis económica mundial y recalcitrante crisis política italiana- no es probable que consiga los espectadores que se merece.

Dirigida por Daniele Luchetti ( actor y realizador, ex ayudante de Nanni Moretti y autor entre otras de Domani Accadrá, Dillo con parole mie, Mi hermano es hijo único), e interpretada por un soberbio  Elio Germano (Premio al Mejor Actor en el Festival de Cannes 2010) junto a Raoul Bova, Isabella Ragonese, Luca Zingaretti y Stefania Montorsi, La nostra Vita nos cuenta un fragmento de la vida de Claudio, obrero de la construcción en los suburbios de Roma y muy enamorado de su mujer, embarazada del tercer hijo de la pareja. La inesperada llegada de la muerte perturba la vida, feliz y sencilla, de la familia. En un gesto de rabia, Claudio decide luchar contra la injusticia que se cierne sobre él dejando de lado los valores que le habían acompañado hasta entonces y abriendo la puerta a la ambición y el ansia de dinero, lo que le lleva a elegir convertirse en pequeño empresario y a protagonizar situaciones cercanas “al espíritu mafioso o camorrista”. El amor y el apoyo de sus amigos y su familia, además de la compañía de sus hijos, le ayudarán a vencer la adversidad y salir del pozo negro en que amenazaba hundirse.

No es un drama moralista, pero sí moral. No se trata de buenos y malos, somos quienes somos y nos vamos desenvolviendo en la vida con las armas que, en cada momento, tenemos a nuestro alcance. “Luchetti dibuja su visión personal sobre la felicidad y el auténtico camino hacia una vida saludable: ni pertenecer al sistema nos garantiza la felicidad ni actuar al margen del mismo nos condena a la desgracia, como tampoco nos asegura el éxito aislarnos del sistema, ni es inevitable fracasar cuando se forma parte de él” (Fotogramas, el cine invisible, mayo 2011).

Nada extraordinario pero sí una película cálida, cruda en su realismo: el papel de la “mamma” en la vida cotidiana; la familia que se reúne a comer los domingos en la caseta al  lado del mar; el amigo, víctima de un accidente que le ha condenado a la silla de ruedas, trapicheando porque no puede aspirar a ningún otro trabajo; la ex prostituta senegalesa transformada en mujer del camello; los “extracomunitarios” ilegales (algunos solo ilegales, porque se trata de rumanos a quienes la leyenda urbana sigue considerando “no europeos ”) trabajando en oficios muy alejados de su preparación académica (el pediatra maghrebí, peón en la obra)… he aquí que el buen cine italiano de siempre nos visita de  nuevo. “La película es un retrato magistral de la clase media italiana, la que no se queja porque cada mes consigue algo de dinero, hay muchos más en peores condiciones, pero que resulta insuficiente para llegar a final de mes. Del neorrealismo de la época glorioso del cine italiano hemos pasado al realismo social, puro y duro, de unos tiempos llenos de contradicciones”.

Modesta y sincera, rodada casi como si fuera un documental, La nostra vita, mete el dedo en la llaga de algunas de las plagas de la sociedad italiana -y de las restantes sociedades del sur de Europa, donde el capitalismo expulsa de su seno a los desfavorecidos condenándoles a la chapuza como deporte nacional, y donde la ilegalidad y el engaño (al patrón, a la seguridad social, al fisco) forman parte del paisaje cotidiano- que, en las actuales circunstancias, resulta muy difícil criticar porque se trata de supervivencia (*).

(*) “E la vita continua anche senza di noi” (“Y la vida continúa también sin nosotros”, verso de la canción Anima fragile, del cantautor Vasco Rossi, que los protagonistas interpretan a gritos en varios momentos de la narración).


martes, 23 de abril de 2013

Noche de vino y copas, de amores, desamores y mucho humor



Un ciudadano danés, propietario de una tienda de venta de alcohol en Copenhague, desembarca en Buenos Aires acompañado de su hijo -adolescente, apático, medio gótico, adicto al filósofo Kierkegaard, precursor del existencialismo, y a la cámara de fotos que le cuelga del cuello- con la excusa de firmar los papeles del divorcio aunque con la secreta intención de reconquistas a su mujer, representante de deportistas, que le ha abandonado y vive lujosamente allí con un célebre futbolista del Boca.

Noche de vino y copas, dirigida por el danés Ole Christian Madsen, e interpretada por un par de actores clásicos del país nórdico, Anders W. Berthelsen y Paprika Steen, más el joven debutante Jamie Morton, Sebastián Estévanez en el papel de la estrella del fútbol argentino y una extravagante Adriana Mascialino (estricta gobernanta sexy en la tercera edad), se estrena en España el 26 de abril de 2013 y es una divertida comedia de choque de culturas, de encuentros imprevistos, de situaciones absurdas, pero creíbles, de enredos y momentos inesperados.

Un ejemplo de cómo una comedia puede contener las dosis justas de ironía, drama y situaciones grotescas: mientras la madre atiende a sus negocios e intenta traspasar a su estrella aun club brasileño, padre e hijo vivirán aventuras y desventuras en una caótica Buenos Aires, totalmente volcada en un match de fútbol.

Muy bien realizada, Noches de vino y copas (que en otros países se ha titulado Superclásico, en alusión al partido que se celebre en mitad de la trama, el famoso superclásico entre los dos grandes equipos de Buenos Aires) fue candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2012 y clausuró la 56 Semana Internacional de Cine de Valladolid.



Picoverde, sobre la emigración en Suiza

"Mi padre me compró en la ciudad por 365 francos”.

Así empieza la historia de Picoverde, una niña adoptada por una familia de trabajadores emigrantes italianos en Suiza, en los años 1970. Recién llegada desde el orfanato a un mundo del que desconoce todo, incluso el lenguaje, la niña –que es también la narradora- intenta hacerse un hueco es esa minisociedad ayudada por las palabras nuevas que va coleccionado en cajas de fósforos.

Segunda novela de la autora –Monica Cantieni, periodista que trabaja en la televisión suiza-, centrada en la importancia del idioma en el desarrollo de la personalidad y la identidad individual, así como en la imposibilidad de definir completamente la realidad: las palabras a veces contienen todo el significado, pero otras solo nos explican parcialmente lo que pretendemos especificar. Aun así, las palabras son la mejor arma de que disponemos para salir airosos en la importante aventura de vivir.

A mitad de camino entre realidad y ficción (gran parte de las anécdotas son historias reales, y si no podrían serlo), la historia transcurre durante varios años y sigue no solo a la familia donde ha ido a parar la pequeña, sino también a los demás habitantes del inmueble y a un abuelo que reside en otro lugar, durante un tiempo en el que Suiza – un país con un enorme porcentaje de trabajadores extranjeros, procedentes en su mayoría de los países del sur de Europa, Italia, Portugal y España fundamentalmente- conoció un inaudito crecimiento de la xenofobia y vivió inmersa en un clima social y político complicado.

Inmersa en esa sociedad complicada, la mirada de la niña sobre su entorno es, como la de todo los niños, a la vez ingenua y aguda. Con mucho y excelente humor en ocasiones, nos va contando su descubrimiento de ese país, “multicultural y abigarrado”, donde muchos de los trabajadores emigrantes son clandestinos que viven el día a día intentando pasar desapercibidos.

En mi ignorancia no he conseguido establecer la relación que existe entre el título alemán original (Grünschnabel) y su traducción francesa ( Blanc-bec), ambas lenguas son oficiales en Suiza, junto con el italiano –que en los dos casos significa joven sin experiencia, novato, y se adecua perfectamente con el contenido de la novela- y el título elegido para esta edición en castellano, Picoverde, que ni siquiera figura en el diccionario de la RAE.

jueves, 18 de abril de 2013

Google y yo unidos hasta la muerte



Ya está, ha llegado la solución: hace unos días, Google anunciaba la inminente inauguración de un servicio de “últimas voluntades virtual” que se va a encargar de mi herencia en lo que se refiere a emails, archivos guardados y recibidos, canciones y películas pirateadas, fotografías de mis amigos y perros y de los gatos e hijos de mis amigos. Con todo, incluidos mis textos nunca publicados, Google me asegura que hará lo que yo quiera; y no es poco.

Porque, si lo pienso aunque nunca le he dedicado demasiado tiempo, saber qué va ocurrir con todas esas cosas inmateriales, una vez que yo desaparezca, me resulta perturbador. ¿Van a permanecer en el limbo digital por los siglos de los siglos? ¿Podrá alguien, a quien nunca conoceré, apropiarse un día de mis etéreas propiedades y darles un uso distinto?.

Google me acaba de resolver el imperfecto futuro que, como a mi, les esperaba a mis volátiles posesiones. Según leo en el digital francés Rue 89, que se hace eco de la información publicada en la página estadounidense mashable.com, solo tengo que indicar –no sé dónde todavía, pero me enteraré- que período de inactividad en mis cuentas  (por ejemplo seis meses, o un año) deben considerar como indicativo de que ya no estoy en esta vida –y seguramente en ninguna otra- para destruir definitivamente mis pertenencias o, si lo prefiero, pasárselas a algún “heredero” designado. Y, para comprobar que no es que me encuentro dando la vuelta al mundo, o víctima de una larga enfermedad , antes de proceder Google me enviará un correo electrónico y un sms para confirmar: “En caso de silencio, se le considerará como realmente muerto”.

En mi deseo de borrar cualquier huella de mi paso por este desastre de tiempo que me ha tocado en suerte, y apoyada en la convicción de que después no existe nada, lo de Google me resuelve lo que no había sido capaz de imaginar por mí misma. Hasta ahora tenía la convicción de que, con la llegada de la era digital, no se moría jamás, que algunos pedazos de tu más recóndita intimidad –cartas, poemas, declaraciones de amor- quedaban para siempre suspendidas en ese aire que se ha ampliado hasta dar cabida a toda la creación personal del planeta. Después de hacerme donantes de órganos, de redactar un testamento vital para evitar que se nadie se pueda empeñar en tenerme agonizando por tiempo indefinido y después de donar (y recibir confirmación, lo que no es nada fácil dado el aumento de donaciones provocado por la crisis) mi cuerpo a la ciencia (o sea, a la facultad de medicina más cercana) para que puedan experimentar y aprender con él los estudiantes, solo me faltaba saber qué hacer con todo lo que voy almacenando diariamente, cual Diógenes inmaterial, en mi ordenador.

Con lo demás, ya sé lo que va a pasar: nadie, ni siquiera las bibliotecas, ahora digitalizadas, quieren los libros. Así que acabarán vendidos como papel, al peso, para reciclarse en bolsas de supermercados.