miércoles, 3 de abril de 2013

Un amor entre dos mundos: mucho más ruido que nueces



En la línea de las últimas producciones del género fantástico –por lo visto el futuro, y mucho más un futuro cuanto más alejado de la realidad mejor, preocupa demasiado a los jóvenes cineastas de todas las procedencias- Un amor entre dos mundos arriba y abajo, Upside Down en su título original) nos cuenta una historia de dos realidades, en este caso situadas una encima de otra, como siempre hemos pensado que son las antípodas: el mundo de la guerra, la desolación y la tristeza cabeza arriba, frente al mundo de la abundancia cabeza abajo. Un proyecto realmente pretencioso y espectacular si el resultado hubiera estado en consonancia con las expectativas. Se estrena en los cines españoles el 5 de abril de 2013.

En un universo extraordinario y pobre vive un joven bastante normal Jim Sturgess) obsesionado por el recuerdo de una chica (Kirsten Dunst) procedente de otro universo, igual de extraordinario pero rico. Los dos mundos están situados uno encima del otro y, como es natural, cada uno posee su propia fuerza de gravedad, y en cada uno existe la prohibición de entrar en relación con el otro, lo que convierte a la pareja en prácticamente imposible. Pese a ello, los jóvenes desafían sus realidades y prohibiciones, inventan mil y una maneras de conseguir primero rozarse con la punta de los dedos y después abrazarse evolucionando en una especie de limbo gravitatorio, con tan buen resultado que incluso llegan a concebir un hijo. El problema es que los efectos especiales, que como puede imaginarse con la esencia de la película, no funcionan, resultan falsos, lo que evidentemente no es sinónimo de fantástico; los personajes parecen interpretar –sin demasiado virtuosísmo tampoco- sobre un fondo de “cromalines”, tan notorios como poco convincentes.

Una aventura futurista y romántica -un amor imposible en la estela de Romeo y Julieta- realizada por Juan Diego Solanas, argentino nacido en 1966 y afincado en Francia desde que su familia se exilió de la dictadura en 1977. Fotógrafo primero y director de cortometrajes después – en 2003 recibió el Premio del Jurado del Festival de Cannes por El hombre sin cabeza, al que siguieron hasta otros cuarenta premios en distintos certámenes y festivales-, debutó como realizador de largometrajes en 2005 con la película Nordeste, que también consiguió premios en los festivales de Estocolmo y La Habana.


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