lunes, 31 de marzo de 2014

Noé, fantasía en torno a una leyenda fantástica



Según la película Noé, que se estrena en los cines españoles el 4 de abril de 2014 seguramente como preludio de las próximas fiestas de Pascua, llegado un momento de hartazgo ante las maldades cometidas por los hombres, el dios creador de las religiones monoteístas decide acabar con el género humano, que tan defectuoso le ha salido. Para llevar a cabo la tarea, decide provocar el diluvio universal y elije a Noé para que se encargue de construir un barco gigantesco –la famosa Arca- y salve a “un par de animales de cada especie” lo que, a todas luces, para él no incluye a los racionales.

Hasta aquí la leyenda que comparten varias creencias; el resto, más de dos horas de proyección, lo ha puesto la fantasía del realizador, el estadounidense Darren Aronofsky (Black Swan, Requiem por un sueño), a quien en algunos comentarios califican de “iluminado”. Ese resto son efectos especiales, criaturas fantásticas destinadas a meter miedo en el cuerpo del espectador, mucho cromalín de fondo y mucho retoque, montaje... y un puñado de actores con tirón: Russell Crowe en el papel de Noé, Anthony Hopkins como Matusalén (que resulta ser el abuelo de Noé), las parece que inevitables Jennyfer Connelly, en la sacrificada y sumisa mujer del protagonista, y Emma Watson, como la niña que salvan de la muerte, prohíjan y emparejan con el mayor de los hijos del personaje bíblico. En resumen, un pastiche.

Bastante crueldad y “efectos especiales” tiene, y bastante miedo dan ya algunos de los pasajes más tenebrosos del antiguo testamento, como el que relata el diluvio universal (recogido igualmente en las leyendas de otras culturas, empezando por la Epopeya de Gilgamesh, el poema escrito más antiguo que se conoce), como para que tenga que venir un “iluminado” a añadirle más truculencia: en esta versión de la leyenda, un inspirado Noé asume la misión de acabar personalmente con lo que quede del género humano tras el chaparrón, empezando por su familia.

Noé llega precedida de la polémica: las autoridades de varios países fundamentalistas árabes (entre ellos Qatar, Bahréin, Egipto, Jordania y los Emiratos Arabes Unidos) han anunciado que no estrenarán esta película “por motivos religiosos”.

Hay que saber que todo parece indicar que una de las consecuencias culturales de la crítica situación mundial que atravesamos es la vuelta a las pantallas de las películas de héroes legendarios, ataviados con peplum: Gladiator abrió la veda hace algunos años, luego vinieron Troya y la espectacular serie televisiva Roma; semanas atrás vimos Hércules y 300 El nacimiento de un imperio; ahora llega Noé y pronto tendremos Pompeya y Exodus.


domingo, 30 de marzo de 2014

Amnistía Internacional: China mantiene el récord de ejecuciones anuales



En 2013 se ejecutaron en el mundo casi 100 personas más que en 2012, según el informe anual de Amnistía Internacional (AI): 778 en total frente a las 682 anteriores. Una cifra solo relativa si tenemos en cuenta que en el cómputo no figura China, la mayor dictadura del mundo con un récord de varios miles de ejecuciones anuales, aunque sus autoridades consideran que la cifra es un secreto de estado. El 95% de las ejecuciones registradas tuvieron lugar en Oriente Medio y el norte de Africa.

El aumento de ejecuciones tiene su origen fundamentalmente en dos países: Irán (369 ejecuciones) e Irák (169), seguidos de Arabia Saudí (79), Estados Unidos (39, el 40% de ellas en el estado de Texas), el único país americano donde persiste la pena de muerte, y Somalia (34). “Un grupo muy pequeño de países –dice el secretario general de AI, Salil Shetty- han cometido la mayor parte de estos asesinatos absurdos financiados por los estados”.

Junto a ellos, cuatro países, Indonesia, Kuwait, Nigeria y Vietnam, han vuelto a introducir la pena de muerte en su derecho penal, a pesar de que desde hace veinte años se asiste a una reducción del número de países que recurren a ella: en 2013 han sido exactamente 22. Un ejemplo es Marruecos donde, a pesar de continuar vigente en la legislación, la última ejecución se llevó a cabo en 1993: el fusilamiento del comisario Tabet, jefe de inteligencia en Casablanca, condenado por abusar sexualmente de 118 chicas menores de edad.

Entre los países que en 2013 hicieron un alto en la aplicación de la pena de muerte se encuentran Gambia, los Emiratos Arabes Unidos, Pakistán y Bielorrusia lo que significa también que en ese año no se llevó a cabo ninguna ejecución en Europa ni en Asia Central.

Los distintos métodos de ejecución que se practican en el mundo incluyen electrocutar al reo, decapitarle, ahorcarle, ponerle una inyección letal y llevarle ante un pelotón de ejecución para morir fusilado. En algunos lugares las penas capitales se aplican en público, “para escarmiento de la población”; es el caso de Irán, Corea del Norte, Arabia Saudí y Somalia. Otra veces en cambio se llevan a cabo en el mayor secreto, sin siquiera informar a la familia o a los abogados, como ocurre frecuentemente en China; y en algunos, como Japón, se niega oficialmente que existan.

La ejecución de la pena de muerte no siempre se aplica a criminales condenados por asesinatos: “Hay lugares donde se condena a la pena capital por robo o tráfico de drogas, adulterio o blasfemia, delitos económicos y diversas formas de traición contra el estado, delitos todos que no deberían considerarse crímenes mayores”, según Amnistía Internacional, que denuncia que muchas de las condenas pronunciadas en 2013 lo fueron en base a confesiones obtenidas bajo tortura y en juicios injustos, cuando no auténticos montajes; y que algunos de los ajusticiados cometieron los  delitos cuando eran menores de edad.

No obstante las cifras y las circunstancias, la organización internacional de muestra en su informe optimista con respecto al futuro: la pena de muerte tiende paulatinamente a desaparecer en el planeta; cada vez es mayor el número de personas que la considera “cosa del pasado”.

Se pueden ver todas las cifras en el vídeo de Amnistía Internacional http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=qPnadLsNE5A

viernes, 28 de marzo de 2014

Ida, de Pawel Pawlikowski






Nieva en la Polonia del recuerdo y la nostalgia

“Mi película dice que también se puede ser polaco y judío” (Pawel Pawlikowski)

Asegura el autor de Ida –película que se estrena en España el 28 de marzo de 2014 y cuyo argumento es de enorme actualidad precisamente aquí, donde tantas familias pelean setenta años después para poder buscar a sus muertos por las cunetas- que para describir las relaciones de los polacos con los judíos “habría tenido que escribir un libro enorme. Los personajes de la película son contradictorios, delicados, no son la ilustración de un discurso. Yo quería separar la fe de su dimensión tribal, que está muy presente en los nacionalistas actuales, para quienes la identidad polaca es la identidad polaca católica”.

A Pawlikowski, hoy ciudadano británico, le apasiona la complejidad de la historia. Su primera película polaca –realizada a los 50 años y después de casi 40 de exilio- es el reencuentro con un pasado tortuoso. Cuando se encuentra a punto de pronunciar los votos, la novicia católica Ida (Anna en la partida de nacimiento) se entera de que nació en una familia judía; el resto de los miembros –padres y un hermano- fueron asesinados durante la guerra.

La historia de Ida es también para Pawlikowski una forma de recuperar el origen judío de su padre, con el que vivió en Roma parte de su infancia y adolescencia (el resto del tiempo estuvo en Inglaterra y Alemania junto a su madre, que le sacó huyendo de Polonia); en cierta manera una forma de contar una historia personal escrita en tercera persona.

Tras su paso por distintos festivales en 2013, Ida acumula ya los premios a la mejor película, guión, actriz (Agata Trzebuchowska), dirección artística y Premio de la Juventud, de Gijón; el Premio FIPRESCI de la crítica internacional a la mejor película en Toronto; el galardón a la mejor película en Londres y el de la mejor película del año de la Academia del cine polaco.

En la Polonia de 1962, comunista “a la polaca” lo que incluye una fortísima dosis de catolicismo, Anna, una joven de 18 años novicia en un convento donde ha vivido desde que quedó huérfana siendo muy niña, a punto de convertirse en monja descubre que tiene una pariente viva, Wanda, hermana de su madre, a la que no ha visto nunca y va a visitar. Wanda (Agata Kulesza), apodada “la roja” es juez, estalinista y célebre por haber dictado sentencias de muerte colectivas de “traidores”, además de judía, bastante adicta al alcohol y oculta la tragedia que en ocasiones vive como una esquizofrenia. Tras un primer momento de rechazo, ambas mujeres inician un viaje a sus raíces, al pueblo donde nacieron y al terrible pasado que comparten. Para Ida, el dilema está entre su identidad y la religión que le acogió salvándole de la masacre de la ocupación nazi; Wanda tiene que enfrentarse a las decisiones que tomó cuando eligió la fidelidad a la causa política.

En la Polonia nevada y gris de los años sesenta, Ida es una visión casi fantasmal de una realidad histórica suspendida en el tiempo: las fuertes raíces del catolicismo, la resistencia de todo un pueblo a los ucases del “imperio ruso” y la cuestión judía, nunca hasta ahora “tratada realmente de manera política, cultural y afectiva”. Con una cámara inmóvil, un montaje sutil y unos personajes cuyos rostros parecen aplastados por el peso del destino, Pawel Pawlikowski ha realizado una obra maestra de espiritualidad” (Michél Levieux, L'Humanité).

Es también una road movie y casi un film policiaco clásico en el que dos mujeres que van a saldar sus cuentas con el pasado –la que lo conoce y la que va a descubrirlo- investigan juntas la amnesia voluntaria de un país, “los horrores negados y jamás expiados, la maldad de tanto mediocre, muchas veces por motivos viles y desesperantes: apropiarse un terreno, una casa… ¿Cómo vivir después de conocerlo? ¿Cómo creer en Dios?... ¿Cómo creer en los hombres?” (Pierre Murat. Télérama). El periplo es un resumen de la compleja historia de un país “dividido entonces entre el misticismo y el materialismo”.

A medida que avanza el viaje, a medida que descubre la Polonia que existe fuera de los muros del convento, después de encontrar los huesos de sus padres, enterrados en el bosque por el granjero que aprovechó la ocupación nazi para asesinarles, la realidad lleva a Ida a entrar en callado (siempre silenciosa, está acostumbrada  a hablar poco, solo lo necesario) enfrentamiento con las convicciones ancladas por casi dos décadas de vida monacal. Sentimientos que se materializan en la fugaz relación que mantiene con un músico, un saxofonista, al que conoce por el camino.

"Ida es el recitado magnífico de un poema melancólico impregnado de religiosidad, de militantismo ateo… un deber de memoria ejemplar, suficientemente hábil como para no fastidiar a los espectadores con su mensaje. Aquí las almas son grises y el ser humano está descrito en toda su complejidad. Pawel Pawlikowski no es un juez, sino un artista con una auténtica visión del cine, seguramente una de las bellas de 2014”. (www.avoir-alire.com).

En blanco y negro que, dice, son los colores de sus recuerdos, acompañada por el saxo de John Coltrane y una coral de Bach, la Ida de Pawlikowoski es “una película tan depurada que corta el aliento” (Le Figaro), una joya estética que deja un regusto de melancolía: “La gente me pregunta: ¿Por qué muestras una Polonia tan gris y triste? Y yo les contesto: ¿Queréis que enseñe la actual Polonia de los nuevos ricos, la Polonia de colores salmón y pistacho? Ida es la Polonia de mis sueños, es la nostalgia”.