Para mí, con mucho la mejor
de las películas que se estrenan el 7 de marzo de 2014, Guillame y los chicos,
¡a la mesa! se reveló hace apenas dos semanas como la gran ganadora de la 39ª
edición de los Premios César de la Academia de Cine francés.
Una espléndida y original comedia dirigida, protagonizada
y escrita por Guillaume Gallienne, miembro
de la Comédie-Française, que consiguió hasta cinco estatuillas doradas: mejor
película, mejor opera prima, mejor actor, mejor guión adaptado y mejor montaje;
cuatro de ellas para Guillaume Gallienne, incuestionable artífice de esta joya
del cine francés actual, quien además hace doblete interpretando los papeles
del protagonista y su madre, a quienes en la historia narrada une una relación
muy especial, “compleja y directa, tierna y distante, en torno a la cual
gravita una galaxia de personajes que participan de este relato de vida”.
(Llegados a este punto debo hacer constar que la concesión del César a la mejor
película no ha contado con el beneplácito de toda la crítica francesa,
dispuesta sin embargo a reconocer los méritos de Gallienne en el resto de las
especialidades).
El guión está basado en la obra de teatro “Les garçons
et Guillaume, à table!”, que él mismo escribió y estuvo interpretando en los
escenarios parisinos. Comedia sensible, inteligente, tierna y sin complejos la
historia de este chico llamado Guillaume, que consiguió una ovación de lujo en
la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2013 y dos premios, a la
mejor película y el mejor guión. Su paso por otros festivales también le ha
servido para acumular galardones. En el teatro Guillaume Gallienne interpretaba
todos los personajes, como hacen -o hacían, qué se yo- los virtuosos del kabuki
japonés. Leo en un artículo que, al verle en el escenario, la actriz Isabelle
Adjani le dijo: “Estás contando el nacimiento de un actor”.
La película cuenta una historia de confusión
identitaria, de la que el protagonista es a la vez artífice y víctima: se trata
de un niño crecido en una ambiente superburgués y machista, al que casi todos -empezando
por la madre que confunde sus deseos con la realidad, y siguiendo con el propio
Guillaume- se empeñan en tratar como a una niña. Luces y sombras de una
infancia y adolescencia marcadas por un destino que no le pertenece.
Guillaume adora a su madre, a quien copia en sus poses
de fumadora; Guillame no se entiende con su padre y su hermanos (los tres “muy
hombres”, “concentrados de testosterona”), Guillaume odia el rugby y la caza
pero adora en cambio a la emperatriz Sissi. En busca de identidad, a medida que
crece y por deseo de su padre, Guillaume pasa por un internado, y acude al
psiquiatra; por propia iniciativa, visita gimnasios y clubs gays; porque tiene
que cumplir con su deber, acude a hacer el servicio militar, donde le declaran
nulo. A todas partes acude cargado con el estigma de esa homosexualidad que le
han colgado; en ningún sitio “se encuentra” y acumula fiascos cuando intenta
iniciar relaciones con otros hombres.
Nada de eso supone frustración alguna para el personaje.
En este sentido podemos hablar de una comedia que trata el asunto del género,
pero de todos los géneros, también el de la incertidumbre sexual que en muchos
casos acompaña a la adolescencia.
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