La
imagen del 18 de marzo de 2014 es la de un Vladimir Putin triunfante,
cobrándose quince años de humillaciones de la comunidad internacional en el
acto de la firma de la adhesión de Crimea, que vuelve a ser lo que fue entre
1783 y 1954: parte integrante de Rusia. La declaración del día sobre el reparto
de fuerzas en la región del Mar Negro, tajante y sin lugar a equívocos, también
corresponde al dirigente ruso: "Crimea tiene que encontrar su lugar en una
soberanía estable que hoy solo puede ser rusa”.
En
la fotografía de la jornada, Putin estrecha sus manos (ambas) con las de otros
tres hombres, que también han estampado su firma la pie de los documentos: uno
de ellos –que no solo ha estrechado la mano al dirigente ruso sino que también
ha levantado un puño en señal de victoria dirigida al occidente perdedor- es
Seguei Axionov, por obra del azar flamante Primer Ministro de la recién
estrenada República Autónoma de Crimea. Los otros dos son Alexei Chaly, alcalde
de Sebastopol y el presidente del Parlamento de Crimea, Vladimir Konstantinov.
Hace
tan solo algunas semanas, Serguei Axionov aseguraba que no estaba a favor de
que Crimea se separara de Ucrania, y que sólo era un diputado como los demás (“Queremos
una asociación económica con Rusia”;
hasta hace nada, hablaba de “federalismo a la alemana” y de “negociaciones” con
los nuevos dirigentes de Kiev). Desde el lunes, 17 de marzo de
2014, se encuentra al frente de una provincia que se ha pronunciado por la
independencia y ha pedido la incorporación a la Federación de Rusia”.
Serguei
Axionov, 41 años, empresario –no se sabe bien en qué sector se encuadran sus
negocios aunque se habla de agroalimentación, inmuebles y turismo-, millonario,
actividad que comparte con su mujer –se desconoce el origen de su fortuna-,
nacido en Moldavia en 1972, alumno en una escuela de ingeniería militar de
Sinferopol en tiempos de la Unión Soviética y hoy apenas un debutante en política
que encarna el estado en un territorio que “en el mapa, pertenece todavía a
Ucrania pero que, en los hechos, está virando al Este” (Louis Imbert, Le
Monde).
De
este hombre con nariz de boxeador, que ha tenido un ascenso fulgurante, se sabe
que es un apasionado de la lucha greco-romana, que le gusta visitar viejas
iglesias y que a los actos públicos suele acudir con chaleco antibalas. En los
años caóticos que siguieron al hundimiento de la URSS asistió a la facultad de
economía, dirigió una asociación cultural rusa, se proclamó adalid de la lucha
contra la corrupción y en 2010 fundó el partido Unidad Rusa, con el que
consiguió el 4% de votos en las últimas elecciones locales en Crimea pese a que
el electorado de origen o habla rusa representa el 60% de la población; también
aprovechó ese tiempo para hacer fortuna.
Hay
personas que están en el lugar apropiado en el momento preciso; es el caso de
Axionov quien, según la publicación digital romande.com que recoge despachos de
la Agencia France-Press, es un buen orador “cogido con pinzas, que recuerda más
a un nuevo rico que a un aparatchik” y un perfecto enigma para sus paisanos. La
mayoría han escuchado por primera vez su nombre cuando el pasado 27 de febrero
–en plena primavera de indignados en Ucrania- fue nombrado jefe del gobierno de
Crimea. Posteriormente le nombraron jefe de las fuerzas armadas de Crimea,
compuestas por varios cientos de milicianos pro-rusos, e inmediatamente supo
encontrar su lugar en la historia anunciando la preparación del referéndum y la
entrada de Crimea en la zona rublo; dos profecías que acaban de cumplirse.
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