viernes, 31 de octubre de 2014

La sal de la tierra: más que una metáfora, homenaje a Sebastiao Salgado


Documental sobre un hombre y su obra

“Salgado estiliza lo que fotografía. Embellece lo real, lo convierte en pintura entre otras por el empleo sistemático del blanco y negro, por su pasión por el contraluz, su manera de resaltar las nubes, de dar a las partes claras de la imagen un aspecto nacarado…Salgado es un realista barroco” (Cahiers de Cinéma)


Como colgados en el vacio, racimos de hombres con un saco al hombro escalan una pendiente terrosa en una mina de oro brasileña. Es una fotografía tomada por un joven llamado Sebastiao Salgado, brasileño exiliado durante la dictadura (31 de marzo de 1964, golpe de estado militar apoyado por estados Unidos, marzo de 1985), estudiante de económicas en París en los últimos años 1960. Después trabajaría para la Organización Internacional del café, con sede en Londres, y en 1973 abandonaría el trabajo para dedicarse a la fotografía, pasando por las grandes agencias de la época (Sygma, Gamma y Magnum) hasta que fundó su propia empresa, Amazonas Imágenes.

Años más tarde, un joven realizador alemán llamado Wim Wenders compra esa fotografía en una exposición, busca a su autor y se hacen amigos. Ahora, cuando ha pasado casi medio siglo, el cineasta rinde homenaje al fotógrafo, al viajero, al descubridor, en un documental titulado La sal de la tierra.

Premio especial del Jurado en el Festival de Cannes 2014, La sal de la tierra es una hermosísima película-documental en torno a la vida y la obra de uno de los grandes fotógrafos del siglo XX, el brasileño Sebastiao Salgado, codirigida por el realizador alemán Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, un documental hagiográfico y cómplice sobre un fotógrafo excelente. En el mismo festival recibió también el premio que concede el Jurado Ecuménico por su condición de “convincente testimonio de nuestro tiempo y reflexión sobre la condición humana alrededor del planeta que nos muestra la posibilidad de mantener la esperanza en el género humano”.

La sal de la tierra es un shock y una experiencia inolvidable para el espectador del mundo desarrollado, un emocionante viaje alrededor del mundo acompañando a un hombre que lleva más de cuarenta años fotografiando el planeta y sus habitantes y que, en la cuesta descendente de la vida, ha elegido fotografiar la naturaleza virgen, las bellezas originales antes de que sea demasiado tarde. Innegable elogio de un fotógrafo y su oficio, el documental es un trabajo cinematográfico muy hermoso, inteligente (como no podía ser menos llevando la firma de Wim Wenders) y pedagógico.

Salgado ha viajado por los cinco continentes siguiendo los pasos de una humanidad en constante cambio. Ha sido testigo de algunos de los acontecimientos más destacados de nuestra historia reciente: conflictos internacionales, hambrunas y éxodos, que han dado lugar a exposición que ha n recorrido las grandes metrópolis mundiales y hermosos libros de fotografías (Otras Américas, Exodos, La mano del hombre…). Ahora se ha embarcado en el descubrimiento de territorios vírgenes con flora y fauna salvaje, y de paisajes grandiosos como parte de un gigantesco proyecto fotográfico que es un magnífico homenaje a la belleza de nuestro planeta (Génesis. Libros Taschen, desde 49,90€ a 8.500€).

Fotógrafo humanista desde sus comienzos, las instantáneas de Salgado, durante muchos años en blanco y negro, han contado odiseas a veces trágicas con la mirada de un igual, de un hermano. Desde los buscadores de oro brasileños en la mayor mina a cielo abierto del mundo, hasta los bomberos intentando apagar incendios en los campos petrolíferos de Oriente Medio o el genocidio ruandés. En todas partes hombres, mujeres y niños, que son siempre sujetos –de un momento, de una historia- y nunca objetos. El guión ignora a propósito algunos episodios desagradables como cuando, en los comienzos del milenio, la escritora estadounidense Susan Sontang y algunos periodistas del New York Times le acusaron de utilizar “de manera cínica y comercial la miseria humana, de exponer de forma bella situaciones dramáticas, corriendo el riesgo de que pierdan su autenticidad”.

Pero La sal de la tierra no es solo el trabajo, es también la vida del personaje: documentos personales, fotos familiares, testimonios de allegados… los dos cineastas que firman este trabajo, amigo e hijo, han seguido al fotógrafo rememorando algunos de sus hitos profesionales, le han entrevistado a propósito de algunas de sus series más conocidas, y acerca de sus decisiones más importantes: después de presenciar el horror del genocidio en Ruanda Salgado decidió dejar la fotografía, regresó a Brasil junto a su mujer y sus hijos y se dedicó a replantar una selva atlántica en lo que había sido la propiedad familiar, convertida en páramo por culpa de los cambios medioambientales y la falta de dedicación.

Salgado y su esposa, Lelia, estuvieron plantando árboles durante diez años, dos millones y medio que son otra vez como la mata atlántica (más de 400 especies de árboles y arbustos), el bosque que fue el campo de juegos del niño Sebastiao. Con los árboles ha regresado la fauna y han vuelto a manar las fuentes que se habían secado. Hecho lo cual, Sebastiao regresó a la fotografía, y en eso anda todavía, aunque ahora se trata de rendir homenaje al planeta.




jueves, 30 de octubre de 2014

Filth: Sexo, drogas, alcohol y unos cuantos gramos de locura



Filth (Basura), excelente película adaptación de la novela del mismo nombre, publicada en 1998 por Irving Welsh (el autor de Trainspotting), editada en España con el título de Escoria, está dirigida por Jon S. Baird (Holligans) y es una historia de excesos donde las drogas, el sexo y la violencia, marcan el día a día de la vida de Bruce Robertson, un detective de policía escocés que ha bajado a los infiernos y no encuentra la forma de volver a la superficie, interpretado por un espléndido James McAvoy (X-men -entregas 1 y 2-, El último rey de Escocia) que, según la opinión de muchos críticos, ha encontrado aquí “el papel de su vida”.

El detective Robertson aspira a llegar a inspector por la vía rápida, destruyendo a sus rivales sin ningún tipo de escrúpulo; este policía tiene muchos defectos y apenas ninguna virtud: es un misógino, su mujer le ha abandonado porque no le soporta, se mete coca, consume éxtasis y diversos medicamentos, desprecia a los gays, obliga a una menor detenida a hacerle una felación, hace llamadas telefónicas obscenas a la mujer de un colega, convence a sus compañeros para que fotocopien sus órganos genitales …

Filth es una historia de un único personaje, los secundarios se confunden con el decorado y los hechos, como el asesinato inicial, carecen de fuerza argumental; solo cuenta lo que hace Bruce Robertson, lo que le ocurre a este tipo inmoral que no respeta las reglas, maltrata a los detenidos, abusa de las drogas y el alcohol y “salta sobre todo lo que mueve”, en situaciones enloquecidas.

Cine negro, negrísimo, para exponer la situación de un hombre al borde del delirio, siempre en la cuerda floja, esquizofrénico y a veces grotesco, que mira la vida con ojos de demente inyectados en sangre, que acaba por tener alucinaciones y se vuelve cada vez más incoherente y violento, casi un monstruo.


Resuelto el misterio de la Dalia negra



60 años después del crimen, un investigador francés ha encontrado al asesino


“La Dalia negra es un fantasma, una página en blanco que expresa nuestros fantasmas y nuestros deseos. Una Mona Lisa de la posguerra, un icono de Los Angeles”. (James Ellroy, declaraciones a la CBS, 27 de noviembre 2004).





Hace años fuimos muchos los que devoramos el libro de James Ellroy (publicado en 1987) y nos estremecimos en la butaca con la película de Brian de Palma (2005). Ambos contaban la misma historia: la de la Dalia negra, Elisaberth Short (llamada así porque acostumbraba a vestirse de negro), una muchacha de 24 años llegada a Hollywood para cumplir el sueño de triunfar en el cine que, después de verse obligada por las circunstancias a ejercer el oficio más viejo del mundo, apareció brutalmente asesinada y descuartizada en 1947. ¿Quién mató a la Dalia negra? Una pregunta que se han hecho generaciones de reporteros y policías estadounidenses, que ha atormentado a cientos de escritores y artistas, a miles de ciudadanos”. (http://www.rtl.fr/actu/societe-faits-divers/l-affaire-du-dahlia-noir-enfin-resolue-77750176).

En su día, la policía no fue capaz de encontrar al asesino. Ahora, sesenta años después, un francés especializado en asesinos en serie que ha investigado el caso durante 35 años, de nombre Stéphane Bourgoin, dice haber encontrado e identificado al autor: según sus averiguaciones el asesino fue un asesino en serie que cometió otros veinticuatro asesinatos atroces. Toda la búsqueda está narrada en un libro que acaba de publicarse en Francia: Qui a tué le Dahlia Noir? L'énigme enfin résolue, Stéphane Bourgoin, Editorial Ring.

La historia, la real y la de la ficción de Ellroy y De Palma, es la misma: el 15 de enero de 1947, una niña y su madre paseaban en Los Angeles por South Norton Avenue cuando, en un solar y muy cerca de la acera, advirtieron lo que les pareció un maniquí de dos piezas. Cuando se acercaron, resultó que no era una muñeca sino “el cadáver de una chica de 24 años, seccionado a la altura de la pelvis, con los brazos alzados sobre la cabeza, el rostro lacerado y la boca rajada de una oreja a otra. También le habían arrancado un pedazo de un pecho, tenía las piernas abiertas y le habían introducido algo en la vagina. Más tarde, la autopsia reveló que la habían sodomizado una vez muerta. En su cuerpo, desangrado, no había ni una sola huella digital sospechosa”. (Le Vif, semanario belga, edición digital, http://www.levif.be/actualite/insolite/qui-a-tue-le-dahlia-noir/article-normal-322357.html).

Toda la opinión pública de Estados Unidos se estremeció leyendo la información sobre esta monstruosidad. "mi intuición –ha manifestado el autor del libro a la revista- es que el asesinato era demasiado sofisticado para ser un primer homicidio. Tenía que haber otros antes. Por eso, durante años he recopilado toda la información disponible sobre asesinatos en serie, cometidos en Estados Unidos entre 1925 y 1950. He llenado miles de páginas comparando los rituales llevados a cabo, buscando similitudes con el caso de la Dalia”.


Con el paso del tiempo, el caso de la Dalia negra -según la novela, la película y la investigación policial de la época, una prostituta de alto standing que frecuentaba fiestas muy exclusivas donde se practicaban el sadomasoquismo y otros rituales- se convirtió en el mayor enigma criminal del país. En el sumario figuran más de 400 confesiones (de perturbados, psicópatas y tipos que buscaban sus cinco minutos de gloria); los rumores sobre el asesinato llegaron a acusar al fotógrafo y pintor surrealista Man Ray y a los realizadores Orson Welles y John Houston. Hubo un momento en que se creyó cerrado el asunto con la publicación de un libro firmado por Steve Hodel, antiguo policía de Los Angeles, en el que aseguraba que su padre era el asesino. Hasta James Ellroy se hizo eco de esta versión.

Pero resulta que a veces la realidad va más allá de la ficción, y Stéphane Bourgoine ha encontrado al auténtico asesino en los artículos escritos por un “cronista iconoclasta de Hollywood, John Gilmore quien, sin saberlo en principio, publicó la confesión del asesino de Elisabeth Short. Tras participar en un programa de televisión sobre la Dalia negra en 1970, se le acercó un hombre que le dijo que conocía al asesino y le mostró algunos objetos que habían pertenecido a la muerta. Se trata de un tal Jack Wilson, un hombre alto y fuerte, con una ficha judicial muy cargada: 55 detenciones en distintos estados por robo, atraco, alcoholismo, agresiones sexuales, sodomía (entonces era delito) (…) Wilson era conocido también por frecuentar clubs de travestís y homosexuales. Para llevar a cabo sus crímenes cambió varias veces de identidad, y le gustaba disfrazarse. Murió en 1982, en la habitación de un hotel de Los Angeles, donde llevaba cuatro años residiendo, a causa del incendio provocado por una colilla mal apagada”.