jueves, 30 de octubre de 2014

Filth: Sexo, drogas, alcohol y unos cuantos gramos de locura



Filth (Basura), excelente película adaptación de la novela del mismo nombre, publicada en 1998 por Irving Welsh (el autor de Trainspotting), editada en España con el título de Escoria, está dirigida por Jon S. Baird (Holligans) y es una historia de excesos donde las drogas, el sexo y la violencia, marcan el día a día de la vida de Bruce Robertson, un detective de policía escocés que ha bajado a los infiernos y no encuentra la forma de volver a la superficie, interpretado por un espléndido James McAvoy (X-men -entregas 1 y 2-, El último rey de Escocia) que, según la opinión de muchos críticos, ha encontrado aquí “el papel de su vida”.

El detective Robertson aspira a llegar a inspector por la vía rápida, destruyendo a sus rivales sin ningún tipo de escrúpulo; este policía tiene muchos defectos y apenas ninguna virtud: es un misógino, su mujer le ha abandonado porque no le soporta, se mete coca, consume éxtasis y diversos medicamentos, desprecia a los gays, obliga a una menor detenida a hacerle una felación, hace llamadas telefónicas obscenas a la mujer de un colega, convence a sus compañeros para que fotocopien sus órganos genitales …

Filth es una historia de un único personaje, los secundarios se confunden con el decorado y los hechos, como el asesinato inicial, carecen de fuerza argumental; solo cuenta lo que hace Bruce Robertson, lo que le ocurre a este tipo inmoral que no respeta las reglas, maltrata a los detenidos, abusa de las drogas y el alcohol y “salta sobre todo lo que mueve”, en situaciones enloquecidas.

Cine negro, negrísimo, para exponer la situación de un hombre al borde del delirio, siempre en la cuerda floja, esquizofrénico y a veces grotesco, que mira la vida con ojos de demente inyectados en sangre, que acaba por tener alucinaciones y se vuelve cada vez más incoherente y violento, casi un monstruo.


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