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« En la herencia de las grandes películas sobre la desesperación de la juventud, Lola Quivoron reinventa los códigos del género y de la puesta en escena en un primer largometraje de espectacular maestría». (Bruno Deruisseau, Les Inrocks)
Se trata de
una película que ha sido objeto de viva polémica en Francia, donde una frase de
la realizadora que, sacada de contexto, daba a entender que había dicho que la
policía es la responsable de la mayoría de los accidentes que ocurren en los “rodeos”
que habitualmente tienen lugar en los barrios-dormitorio de los suburbios
parisinos. Unas prácticas que con frecuencia aparecen en las páginas de sucesos
de la prensa, pero no es este el aspecto tratado en la película “Rodeo” , que
sigue a los partidarios de “una disciplina medio deportiva medio artística”,
esencialmente muy peligrosa aunque practicada en ciertos ambientes”.
La cineasta
se ha defendido asegurado que en absoluto ha hecho apología del rodeo salvaje,
que ninguna de las escenas de la película se ha rodado en el asfalto ciudadano,
que ella solo ha filmado a los moteros en extensión de campo abierto, sin pasos
de peatones ni coches en las cercanías, y que la intención de la película nada
tiene que ver con lo que se ha publicado: « Yo soy
realizadora de películas. No soy ni periodista de investigación, ni cronista,
ni tampoco una personalidad política. No estoy acostumbrada a la exposición
mediática. Lo que me enseña la polémica provocada en el Festival de Cannes (…)
es que cada palabra pronunciada en un marco mediático lleva aparejada una
responsabilidad innegable (…) Una frase sacada de contexto ha generado mucha
incomprensión y violencia (…) por la policía que se ha sentido señalada (…) por
las familias de las víctimas causadas por accidentes en la vía pública.
Violencia que o misma he recibido a través de andanadas de insultos diarios . Las
redes se han saturado con mensajes y comentarios sexistas y racistas
instrumentalizando mi película (…) Si, hay accidentes, pero yo no generalizzo
imputándolos exclusivamente a la policía. Solo sé que en esos rodeos urbanos,
de los que se habla, algunos moteros resultan heridos o han encontrado la
muerte mientras eran perseguidos por la policía”.
En “Rodeo” (1), espléndida
película violenta y terrible “con aires de epopeya salvaje” sobre una juventud
desesperada que se desahoga corriendo y haciendo cabriolas sobre una moto, Julia, una joven de la que no
se ocupa nadie, que vive de pequeños trabajos y trapicheos, siente auténtica pasión por las motos. Un día conoce a una pandilla
de moteros dedicados al motocross urbano y se infiltra en ese medio
clandestino, constituido por jóvenes de su edad, que también se dedican a robar
motos, cambiarles los números de serie y
revenderlas, dirigidos por un delincuente adulto que dicta las órdenes desde su
celda de la cárcel. Hasta que un accidente cuestiona la posición de Julia en la banda...
Todo el peso de
la película descansa en la magnífica interpretación de Julie Ledru, apasionada
de las motos desde los 10 años, ha frecuentado los lugares elegidos para las carreras y asegura que a los moteros no
les hace ninguna gracia ver a una chica entre ellos. Su historia inspiró a la
realizadora, quien inicialmente había pensado en un chico como protagonista. Con
su aspecto desafiante y su irreverente lenguaje, el personaje de Julia consigue
entrar en ese universo masculino y hacerse un lugar entre ellos.
(1) “Rodeo” se puede ver en los cines de Madrid a partir de
este viernes 26 de enero de 2024.
Tragedia con
tintes oníricos sobre la depresión, “Faro” (1) es la historia de la relación
entre un padre y su hija adolescente tras la muerte de la madre en un accidente
mientras se bañaba en el mar. Sobre el fondo de hermosos y abruptos paisajes
menorquinos, y jugando con las luces y sombras del faro, la película reflexiona
sobre la familia y sobre los sentimientos de dolor, ausencia y culpa.
Lidia
y su padre, Pablo, regresan al faro
familiar tras pasar por el amargo trago de asistir a la muerte de la madre mientras la familia disfrutaba de una jornada
en velero en alta mar. En el pueblo viven una prima de la difunta, que es una
mujer maltratada por su compañero, y su hijo, un joven complicado que se
desahoga subido en la moto. Pablo está
muy preocupado por su hija: Lidia ha quedado muy afectada tras el accidente,
está desequilibrada emocionalmente e incluso ha protagonizado un intento de
suicidio. En un ambiente de mutua desconfianza –Lidia soporta muy mal la
vigilancia a que le somete su padre y Pablo teme que en cualquier momento la
niña, que llena sus cuadernos de dibujos extraños, reincida-, Lidia cree que en el faro están pasando cosas
extrañas y que hay un peligro acechándoles. La adolescente tendrá que
enfrentarse a sus mayores miedos y hacer frente a la amenaza y los monstruos
que se ciernen sobre ella, sobre su padre y sobre el Faro antes de que sea
demasiado tarde.
(1) “Faro” podrá verse en los cines de Madrid a partr del
viernes 26 de enero de 2024.
El drama histórico “Milady. Los tres mosqueteros” sigue la apasionante aventura de los mosqueteros completando la adaptación de la novela francesa de aventuras más célebre de todos los tiempos, escrita por Alejandro Dumas. Como su predecesora “Los tres mosqueteros. D’Artagnan”,
“Milady”(1) es una conseguida
adaptación de la histórica novela que
ha dirigido el cineasta francés Martin Bourboulon (“Eiffel “, “Papá o mamá”) y está interpretada por un casting de lujo
empezando por Eva Green (“Casino
Royale”, “Sombras tenebrosas”), en el papel de la intrigante y provocadora
Milady de Winter, y siguiendo con Vincent Cassel (“Promesas
del este”), Romain Duris (“El
albergue español”, “L?arnarcoeir”), Pio Marmaï (“Zoe”, “Tempestad”) y “François Civil” (“Nuestra
vida en la Borgoña”) como los emblemáticos mosqueteros de Dumas. Repiten en sus respectivos roles como rey y
reina de Francia el actor y cineasta Louis Garrel (“Mujercitas”)
y la luxemburguesa y ganadora del European Film Award a la mejor actriz de
2022 Vicky
Krieps (“El hilo invisible”, “Viaje hacia el
desierto” - https://aqui.madrid/viaje-hacia-el-desierto-biopic-sobre-la-escritora-ingeborg-bachmann-un-mito-austriaco/).
Y nos reencontramos también con Lyna Khoudri (“La crónica francesa”), que
interpreta a Constance Bonacieux , la compañera de D’Artagnan, y con Eric Ruf (“El
oficial y el espía”), como el poderoso y manipulador cardenal
Richelieu. Desde el museo del Louvre al Palacio de
Buckingham, pasando por las alcantarillas de París y el asedio de La
Rochelle... En un reino dividido por guerras religiosas y bajo la amenaza
constante de la invasión británica, un grupo de hombres y mujeres decidirán
empuñar sus espadas y unir su destino
al de Francia. Me confieso una inveterada seguidora de las coloridas
aventuras de los tres mosqueteros desde mi infancia en un país del color gris
de las dictaduras. Mientras la guerra de religión divide a Francia, las
intrigas de palacio y el espionaje están a la orden del día cuando los
mosqueteros Athos, Porthos, Aramis y D’Artagnan –en este caso con espada pero
sin capa- intentan llevar a cabo una misión en Londres para prevenir la
invasión, en el mismo momento en que el enemigo tiene asediada La Rochelle .
Milady –agente doble o triple, que empieza donde termina D’Artagnan-,
seductora, amorosa y traidora, une a su encanto los preparativos de una
venganza personal iba a hacer temblar al reino. La película “espectacular pero también divertida
y conmovedora “(Closer), magnífica en
los duelos que son auténticas coreografías, sigue las peripecias guerreras de los
mosqueteros pero también se detiene en detalles de sus vidas privadas Desde su publicación, hace 178 años, “Los Tres
Mosqueteros” sigue siendo una de las novelas de aventuras más famosas y
apreciadas del mundo. A través de sus emblemáticos personajes, desde
D’Artagnan, Athos, Aramis y Porthos hasta el Cardenal Richelieu y su espía
Milady de Winter, la novela ha impregnado la cultura popular. Los valores de
lealtad y compañerismo encarnados por los héroes de esta historia han
contribuido a la divulgación de la obra a través de las sucesivas épocas y
generaciones. (1) “Milady. Los tres mosqueteros” se puede ver en
los cines de Madrid a partir del viernes 26 de enero de 2024 . |
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Nació con una pierna más corta que otra. Era queer,
diferente, excéntrico, extravagante, y
de vez en cuando drag queen con el pseudónimo de Princess LaVonne. En una entrevista en televisión dijo que había
salido del armario muy pronto. Se ponía los abalorios de su madre en las
chaquetas y las camisas. Se maquillaba, era muy afeminado y eso sacaba de
quicio a su padre, que acabó echándole de casa. Empezó cantando en un club gay
clandestino de su ciudad, luego recorrió el sur en un periplo itinerante cantando la única canción
que se sabía, en grupos que hacían números de transformismo y en los que a veces la música era una excusa
para vender extraños productos (como aceite de serpiente) a una clientela que creía
en la magia y la reencarnación. Grabó su primer disco en el vestíbulo de una
productora.
Su padre le perdonó cuando empezó a vender discos, le
hizo regresar a la casa familiar y ponía sus canciones en el club. Después, un
viernes el padre murió (asesinado, dicen, por un amigo) y, para contribuir a
los gastos familiares, Richard empezó a trabajar en un restaurante –donde no le
dejaban ni comer ni ir al baño- lavando los platos.
Cuando en 1955 grabó “Tutti Fruti, Good Booty”
– una canción que iba de sexo anal a la que una letrista, Dorothy La Bostrie, cambió las palabras sobre la marcha para que
pudiera interpretarla en un escenario- se consideró una canción de negros de
las que no se escuchaban en las emisoras de los blancos. Su salvación fue la
llegada de los primeros DJ independientes a las emisoras: los chicos blancos
iban en sus coches escuchando la música negra que ponían los DJ blancos, y en
especial el mítico Alan Freed, en sus programas de radio, primero en Cleveland
y luego en Nueva York. Ellos fueron
quienes popularizaron el término rock and roll, mientras Little Richard iba
encadenando éxitos : “Long Tall Sally”, “Rip It Up”, “Baby face” y todos
los demás.
Little Richard fue el icono de la primera generación
de jóvenes estadounidenses que aceptaron llamarse “teenagers”, aunque su gran
éxito lo popularizaron dos cantantes blancos, Elvis Presley y Pat Boone, que
vendieron millones de copias y ganaron discos de oro: él cobraba medio centavo
por cada copia que vendían. Pero entonces los chicos blancos empezaron a ir
como espectadores a los conciertos de los negros. “Mi música rompió las
barreras de la segregación” decía.
Compró su primera casa en California con el adelanto
de una productora, y llevó a vivir allí a su madre y todos sus hermanos. De
pronto cambio de vida, se cortó el pelo y se inscribió en la escuela
adventista. Llevaba siempre una Biblia en la mano y cantaba Gospel. Se casó con
Ernestine Penniman. Más tarde se divorció de Ernestine –aunque siguió pagándole
el alquiler durante toda su vida-, sacó del baúl los trajes, capas y lentejuelas
que había escondido, y volvió a maquillarse. Toda su vida “fue un combate entre
la música y la religión, entre el rock y la religión” (Mark Kermode, The
Guardian). Años más tarde volvió a ir acompañado
de una Biblia, y a cantar en mítines y concentraciones religiosas.
Subestimado durante gran parte de su carrera, en 1986 estuvo entre los
que inauguraron el “Hall Rock and Roll Fame”, aunque no pudo asistir porque
convalecía de un accidente de automóvil. A los 64 años, en 1997, recibió el
Award Merit (Premio al Mérito) y lo recogió, con los
ojos llenos de lágrimas, diciendo que
era algo que le debían: “Yo soy el creador, yo soy el emancipador, yo
soy el arquitecto del rock’n’roll…”. Antes habían proyectado sendos vídeos de reconocimiento de Keith Richard y
David Bowie. Años antes, Elvis Presley había irrumpido en su camerino y le había dicho: “No te preocupes,
tu siempre serás el rey del rock’n’roll”.
Sin
embargo, los contratos que las productoras ofrecían a los músicos negros, les
privaban de cobrar sus derechos de autor, una batalla en la que Little Richard
fue pionero luchando por lo que le debían. Más difícil fue ganar la batalla por
el reconocimiento. Hay que recordar su famoso “Y el ganador es…yo!”, de su
discurso en la entrega de los Grammy de 1988: “Nunca me habéis dado un Grammy y
llevo muchos años cantando”.
« Little
Richard: I Am Everything »(1), un agradable y entretenido documental realizado
por la aframericana Lisa Cortés (“Invisible Beauty”, “The Remix Hip Hop X
Fashion”, « All In: The Fight for Democracy »), examina las muchas
teorías que han circulado sobre una
estrella de la canción que se adelantó a su tiempo. En la película opinan sobre
la música de Little Richard artistas
como el cineasta John Waters – quien declara orgullosamente
que su bigote pintado es « un ‘homenaje retorcido’ del pequeño Richard” - , Tom Jones, Mick
Jagger, Paul McCartney o Nile Rodgers,
entre muchos otros. Y entre las curiosidades, lo ocurrido el 12 de
octubre de 1962 en el Tower de New Brighton : Little Richard daba un
concierto producido por el promotor de Liverpool Brian Epstein, quien le pidió
que posara en una foto con sus “protegidos” , The Beatles. Una imagen icónica
que aparece en la película. Por su
parte, Mick Jagger confiesa haber visto a Litte Richard « lo menos treinta
veces » durante la gira que efectuó en 1963 en Europa.
Hace
unas semanas, la BBC emitió el largometraje de producción
anglo-estadounidense “Little Richard:
Long and Queen of Rock’n’Roll” (Little Richard: el Rey y la Reina del Rock’n’Roll),
de James House, que puede verse en alguna plataforma. Aunque hay imágenes de
archivo y personas que se repiten en el documental que ahora comentamos, las
dos películas se acercan a la figura del músico de manera diferente. En esta se
reflexiona más sobre el aspecto queer (la palabra tiene muchas definiciones,
para simplificar digamos que equivale a “diferente”; hoy diríamos que era
bisexual, y en una ocasión declaró
llevar catorce años privado de sexo ), siempre en evolución, de Little Richard,
a base de imágenes de archivo del artista cantando o en entrevistas en la
televisión, y declaraciones de una
ingente cantidad de personajes, de distintas procedencias y generaciones, que conocieron y le trataron al personaje
fuera de la norma y, al decir de muchos de ellos, hecho para el espectáculo,
pero en realidad profundamente atormentado.
(1) « Little Richard : I An
Everything » se estrena en Madrid el viernes 26 de enero de 2024
“Un paseo burgués por una Europa de tarjeta postal: acordeón en la cave parisina, Vespa por las calles de Roma… y en cada escena un vestido satinado nuevo, tan nuevo que esperamos ver aparecer la etiqueta en la espalda de la protagonista” (Le Polyester)
La película –demasiado tópica y demasiado evidente en
ocasiones-, en la que sobresale la interpretación de la pareja, se interesa por los cuatro años que pasó
Bachmann junto a Max Frich en Zurich y el viaje que emprendió a través del
desierto, junto a un joven amigo homosexual, para reencontrarse a sí misma y a su
escritura.
La
escritora y poetisa Ingeborg Bachmann se
encontraba en la cima de su carrera cuando, en 1958, conoció en París a Max
Frisch. Ambos vivieron un amor apasionado que en los momentos más agudos
degeneró en autodestrucción. La pareja se amó y se odió durante cuatro años, en
los encuentros que tuvieron en París, Roma y Zurich, especialmente en esta
localidad suiza donde montaron una especie de hogar que, desde el primer
momento evidenció todos sus fallos y carencias, fundamentalmente el aspecto más
machista del celoso dramaturgo que defiende la continuidad de los roles
tradicionales de la pareja, frente a la necesidad de Ingeborg de sentirse libre
y preservar algunos aspectos de su intimidad. Ingeborg tenía amigos anteriores
que intentaron ayudarla en los momentos más problemáticos: entre ellos el
editor Hans Werner Henze y el joven Adolf Opel, periodista vienés y hombre de
letras, quien le invitó a hacer un viaje al desierto para intentar curar el sufrimiento
que le había causado la separación de Frisch. Allí, en una especie de viaje
purificador, al calor hostil del
desierto Ingeborg rememoró los años pasados junto a él, al tiempo que fue recuperando
poco a poco la esperanza, y la voluntad de vivir.
Cuando ha transcurrido medio siglo de la trágica
muerte de Ingeborg Bachmann, en 1973 a la edad de 47 años, en un hospital romano
tras haberse quemado en el incendió que provocó al dormirse con un cigarrillo
encendido en la mano –probablemente después de ingerir sedantes y neurolépticos
como tenía por costumbre- la escritora
sigue siendo un mito en Austria y en particular en la ciudad de Klagenfurt,
donde nació y está enterrada, y donde están transformando su casa natal en un
museo. El país también ha celebrado el aniversario con exposiciones sobre su
obra y la correspondencia que intercambió con Max Frisch, el escritor francés
Paul Celan y el poeta italiano Ungaretti, y se ha recuperado la película “Malina”,
basada en la única novela escrita por Ingebord, realizada en 1991 por el director
alemán Werner Schroeter.
La suya
es una influencia que perdura y ha traspasado fronteras. Es difícil hacer un
resumen de su obra ya que, aunque destacó como poetisa también escribió ensayos,
una novela, guiones y obras dramáticas cortas para la radio, colaboró en la
prensa de su país y tradujo a escritores
de otras latitudes, especialmente al italiano Ungaretti. También fue libretista
para el compositor Hans-Werner Henze. La experiencia de la segunda
guerra mundial jugó un papel importante en sus escritos. En un puñado de páginas
que tituló « Diario de guerra », Ingeborg Bachmann contó la vida de la
joven de 18 años en su ciudad natal, sola en la casa familiar cuando empezó el
bombardeo aliado. Su padre había ido voluntario al frente y su madre se había
trasladado, con la hermana mayor y el hermano pequeño, a la pequeña casa de
vacaciones que la familia tenía en Vellach. Según la Premio Nobel de Literatura
Elfriede
Jelinek “por medios radicalmente poéticos, Bachmann ha
descrito la continuación de la guerra, de la tortura, de la aniquilación, en la
sociedad y en las relaciones entre hombres y mujeres”.
Escritora
desde la infancia, Ingeborg Bachmann, nacida en 1926, cursó estudios de
derecho, filología germana y psicología, especializándose en filosofía con una
tesis de doctorado sobre Heidegger, en la Universdad de Viena, en 1950. “Es
característica de su obra la imbricación entre poesía y prosa, entre ficción y
ensayo, entre literatura y filosofía, entre literatura y música, lo que impide
hacer una categorización muy estricta (…) Ingeborg Bachmann era
una persona que cruzaba fronteras, tanto en su obra como en su vida vagabunda”.
(Françoise Rètif, ensayista, especialista en literatura alemana y austriaca).
En “Viaje hacia el desierto” (1), que en realidad es un homenaje a la escritora -de realización muy clásica, algo
torpe pero entretenido-, la directora alemana Margarethe von Trotta, Premio del
Cine Europeo por el conjunto de su carrera, a sus más de 80 años ha optado, en
el largometraje que hace el número dieciocho de su carrera, por una refinada narración de ida y vuelta, de
saltos en el tiempo entre el pasado y el presente, entre los malos recuerdos y
la esperanza de encontrar otros horizontes, más centrado en la vida personal
que en el trabajo de la escritora, que apenas se evoca en algunas escenas de
lectura de textos y entrevistas para la prensa.
En todas las ocasiones, Ingeborg
Bachmann aparece rodeada de hombres, apenas alguna mujer más pasa por la película (la joven que es causa final
de la separación de la pareja). Ciertas escenas caseras, que huyen
deliberadamente del panfleto feminista, presentan
a la poetisa como una mujer frustrada que grita sus deseos de liberación; se
trata de situaciones un tanto forzadas
en el relato cinematográfico que, en fin de cuentas, es una historia de celos y
de ruptura de lo más clásica.
(1) “Viaje hacia el desierto” se puede ver en
los cines de Madrid a partir del viernes 19 de enero de 2024.
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Lo que se cuenta en “El correo” también debe formar parte de
la memoria, de lo que está prohibido olvidar porque las víctimas fuimos los
habitantes de un país entero, se trataba del dinero de todos, tocaron las cosas
del comer que, como se sabe, son sagradas. El tiempo de cárcel que han purgado
algunos de los implicados no puede ser una compensación
Según el director de esta muy recomendable película “El
correo” narra “la
‘época dorada’ tras la llegada del euro a España siguiendo las peripecias de un
joven buscavidas, y su ascenso desde la calle a la cima de la corrupción que campeaba
en los años de la burbuja inmobiliaria”
y aunque de entrada avisa eso de que cualquier parecido con personas,… etcétera,
por si nos quedaba alguna duda aparecen imágenes de Rato, Jesús Gil, el novio
de la Pantoja y la propia tonadillera, El Pocero, esa persona de la que usted
me habla, Mariano Punto Rajoy y la inefable María Dolores Cospedal (el “de” fue
un añadido de cuando se vino a conquistar
Madrid desde Albacete) quien –lástima que no hable, que sea solo una foto- ,
podría perfectamente formar parte del casting para la vertiente “comedia con
tintes negros” de esta historia que da en el clavo.
“El
correo” es la historia de un joven que no tenía nada y se atrevió a tenerlo
todo, hasta que todo explotó en las narices. Una
historia de alto voltaje sobre el exceso y los delirios de
grandeza, reflejo de una época que nunca puede volver. Un relato en
el que la vida del protagonista transcurre al compás de algunos de los momentos
más emblemáticos de la historia reciente.
La acción arranca en 2002,
cuando España entra en el euro. Es tiempo de oportunidades para los listos como
Iván, un chaval de Vallecas al que su barrio se le queda pequeño. Desde su
puesto de aparcacoches en un lujoso club de golf de la capital, pronto dará su
primer gran paso convirtiéndose en correo para una organización internacional con
parada y fonda en Bélgica, dedicada al blanqueo de dinero. Iván empezará una
carrera imparable transportando maletines rumbo a Bruselas y Ginebra.
Pero
Iván no puede dejar de mirar hacia lo más alto. El dinero negro de verdad fluye
en la Costa del Sol donde lo mueven empresarios de la construcción, políticos
corruptos, banqueros, deportistas, la mafia china... Iván quiere su parte del
pastel.
(1) “El correo” se puede ver en Madrid a partir
del viernes 19 de enero de 2024.
« Dos horas con millonarios que se aburren, todo un programa » (Lino Cassinat, Ecran Large)
Del género disparate francés de amigos cincuentones que pretenden divertirse en unos días de vacaciones como si fueran adolescentes, “Felices 50” (“Plancha”) es, en cierta manera, una continuación de “Barbacoa de amigos”, una taquillera película (en Francia, aquí estamos un poco cansados de estas historias grupales que pasan la hora y media de proyección mayoritariamente dedicados a comer y beber) que en 2014 consiguió casi dos millones de espectadores lo que, sin duda, ha servido de acicate para que el director Eric Lavaine (“Vuelta a casa de mi madre”) lo intente de nuevo. Con escaso éxito. Desaparecida de la cita vacacional la actriz Florence Foresti, se mantienen el resto de los amigos de la primera entrega: Lambert Wilson (“De Gaulle”), Franck Dubosc (“Sobre ruedas”), Guillaume De Tonquédec (“Delicioso”), Caroline Anglade (“Belle y Sebastián: la nueva generación”), Lionel Abelanski (“Cartas a Roxane”) y Lysiane Meism. El motivo para reunirse en, en esta ocasión, el cincuenta cumpleaños de Yves, que sus amigos han pensado celebrar con un viaje a Grecia. Cancelado su vuelo, el grupo decide trasladarse a la casa familiar que el homenajeado tiene en Bretaña. Allí, en esa convivencia que ya no es la de los campamentos juveniles, saldrán a la luz las pequeñas miserias de todos ellos poniendo a prueba esa amistad que había conseguido pasar la prueba del tiempo. Pero es justamente el tiempo lo que falla en esta ocasión. En Bretaña llueve con ganas, lo que no es ninguna originalidad, de manera que los amigos se aburren (“lo mismo que el espectador”, La Voix du Nord), pasando del Trivial, al Monopoly y a los puzles, y dando salida a las muchas frustraciones que cualquier vida de hombre “normal” es capaz de acumular en medio siglo. Las mujeres de la película permanecen siempre en un segundo plano “tratadas como ficus calmantes que reparan los juguetes rotos por sus infantiles maridos”, tampoco ellas aportan nada especial a la poco más de hora y media de proyección. |
(1) “Felices 50” llegará a los cines de Madrid el próximo viernes 19 de enero de 2024.
“Como en el circo: ¡Más difícil todavía! Una profesora de ballet moderno + un intérprete de lenguaje de signos que, además, es asexual. Y todo ello en Lituania. El caso es que sale una buena película, que se ve hasta el final” (Un espectador)
-Que no te atrae sexualmente
nadie”
Representante de Lituania en la
próxima edición de los Premios Oscar en la categoría de Mejor Película
Internacional y ganadora del premio a la Mejor dirección en el Festival de
Sundance 2023, “Slow” (1), segundo largometraje de la directora lituana Marija
Kavtaradze (“Summer Survivors”, Mejor Realización en el Festival de Karlovy
Vary en 2018), es una valiente y cautivadora película que relata la historia de
amor atípica entre Elena y Dovydas, una profesora de danza moderna y un
intérprete del lenguaje de signos, dos personas que se siente inmediatamente
atraídas y establecen una relación que se pone a prueba cuando Covydas confiesa
a Elena que solo siente un amor romántico por ella.
Greta Grinevičiūtė y
Kęstutis Cicėnas, protagonistas de esta inusual historia, cumplen a la perfección
en el intento de la pareja por encontrar una manera convincente de vivir ese
amor respondiendo a las necesidades de ambos. En lugar de plantear una diatriba
sobre las sexualidades alternativas, la directora de esta excelente película ha
optado por reconocer que a veces las personas no tenemos respuestas para todo.
Ante ese elocuente silencio que explica todo mejor que muchos diálogos que
pudieran resultar artificiales, ambos utilizan sus cuerpos para expresarse: Elena canaliza sus frustraciones en los números
de danza y coreografía mientras que
Dovydas hace de la traducción de la lengua de signos –que aprendió para acompañar
a su hermano, sordo- una especie de balada amorosa que, aunque evidencia la
intimidad física que existe entre ellos –los cuerpos no mienten aunque falten
las palabras- no tiene continuidad en la
cama.
En palabras
de la directora, “Slow trata sobre diferentes necesidades físicas y cómo
afectan a la relación, la relación con tu cuerpo, las expectativas que tenemos
sobre el romance, los roles de género en las relaciones, la necesidad de
obtener aprobación a través del deseo y el sexo. Sobre todo, se trata de la
aceptación de uno mismo y con los demás”. Sin exagerar en ningún momento, pero
sin ingenuidad tampoco, lo que cuenta esta película no es la historia de un amor platónico sino la de un
amor que no tiene una visión tradicional de la intimidad, de dos personas que
pueden amarse a pesar de tener distintas
maneras de vivirlo, que intentan conjugar en todo momento.
Estamos ante
un poético drama romántico que se concentra en la vida de dos personas, una pareja
que tiene una conexión inmediata, lo que les lleva a establecer una relación
nada convencional para el resto de la gente pero que a ellos les va a servir, psicológica y emocionalmente, para
celebrar los menores detalles de esa unión poco ortodoxa.
."Slow” es
una significativa investigación sobre el concepto del amor, cuidadosamente
reconstruido por una realizadora cuyo dominio del oficio se traduce en una
investigación comprometida y sincera sobre la condición humana ». ( International Cinefile Society,ICS).
(1) “Slow”
se estrena en los cines madrtileños el viernes 19 de enero de 2024