sábado, 14 de mayo de 2016

"Cervantes, la Búsqueda”, el testimonio de un trabajo necesario y quijotesco

“No me cabe ninguna duda: ahí está Cervantes, esos son sus huesos”. (José Manuel Lucía. Cervantista)

En el invierno de 2015 el paradero de la tumba de Miguel de Cervantes seguía siendo un misterio, cuatro siglos después de su muerte. Un equipo científico puntero busca sus huesos en un antiguo convento de clausura, el de las Trinitarias Descalzas, en el centro de Madrid, en el llamado Barrio de las Letras -porque en él vivieron, trabajaron o murieron los grandes nombres del Siglo de Oro español- para en primer lugar encontrar algún resto (o rastro) que confirmara que allí están enterrados Miguel de Cervantes y su mujer, y también para desentrañar los muchos otros secretos -como el enterramiento de varias decenas de niños probablemente víctimas de epidemias o plagas- que esconden las paredes del convento, segundo en el tiempo con el mismo nombre ya que inicialmente el edificio, inaugurado en el siglo XVII, se encontraba muy cerca del actual.

Las pistas son equívocas y la ayuda que encuentra el equipo en las instituciones, mínima. El primer día de excavaciones, se produce un hallazgo que da la vuelta al mundo: una tabla con las siglas M.C., que podría pertenecer al ataúd del escritor. A partir de ahí, la excavación se complica. Gran parte de lo que creíamos saber sobre Cervantes y el convento, no es cierto.

El trabajo conjunto de científicos e historiadores desentraña los errores y misterios que han mantenido oculto el lugar de enterramiento del escritor español más genial. Una búsqueda universal, y a veces quijotesca, que aúna lo científico, lo humano y lo cultural.

Todo esto, los trabajos manuales de ir retirando capas de subsuelo hasta encontrar enterramientos, los testimonios de los científicos que participaron en el empeño, la euforia cuando avanzaban los descubrimientos y la frustración cuando se encontraban en callejones sin salida, la presencia de algunas monjas que, pese a ser “de clausura”, se dejan ver, conforma el documental “Cervantes, la Búsqueda”, largometraje sobre el mito y el hombre, dirigido por Javier Balaguer. “Un relato apasionante y riguroso, construido con las únicas imágenes que existen de las excavaciones y las declaraciones de testigos y protagonistas, incluido... el propio espíritu de Miguel de Cervantes”, personificado en el actor Ramón Barea, que va desgranando retazos de su vida y obra recitando un espléndido texto, del que es autor Juanjo Díaz Polo.

Al iniciarse la excavación en 2015, el equipo del documental se incrustó en el grupo científico, para registrar el proceso completo de la investigación. Se preveía un rodaje de tres o cuatro días; sin embargo, los hallazgos y dificultades de la búsqueda arqueológica obligaron a estirarlo durante meses.

Además de las imágenes exclusivas de la excavación, el documental incluye las entrevistas a los protagonistas, a cervantistas y expertos. Igualmente, subraya la coincidencia de que la muerte de Miguel de Cervantes y la de William Shakespeare tuvieran lugar el mismo día: 23 de abril de 1616 y, en “una comparación que sonroja”, explica los actos de ámbito mundial impulsados por el gobierno británico, y financiados por instituciones y la propia sociedad civil, para celebrar el Cuarto Centenario del escritor de Stratford-upon-Avon, mientras que para el aniversario de Cervantes no han existido ayudas gubernamentales de ningún tipo.

“Los trabajos científicos culminaron con éxito, polémica y cierto desdén; un resultado muy cervantino. A don Miguel se le ignoró en vida, pese a la grandeza de sus escritos. Ahora su figura es universal y cualquier hallazgo relacionado con él da la vuelta al mundo, pero el poder, de nuevo, lo ignora.
 
Javier Barea, director de "Cervantes, la Búsqueda"
Interesante, apasionante y didáctico, a la obra de Javier Barea le he encontrado una única pega: las dos secuencias en que aparece la anterior alcaldesa madrileña, señora Botella, totalmente innecesarias y carentes de sentido (diría que incluso rompen el hilo del relato), a menos que haya sido el peaje obligatorio a cambio de algún tipo de subvención, que lo explicaría aunque seguiría sin justificarlo.

De momento, el documental de Javier Barea se va a poder ver solamente en Madrid, en el Pequeño Cinestudio Magallanes; está previsto llevarlo después al Bellas Artes, aunque sin fecha todavía.

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