“La tragedia es un país extranjero. Nunca
sabemos cómo hablar a los indígenas” (Julius Rigby, padre de Eleanor)
Drama-romance,
la película que lleva el sugestivo título de La desaparición de Eleanor Rigby,
es la opera prima del escritor y director estadounidense Ned Benson y acaba de
presentarse en la Sección Perlas, del Festival de San Sebastíán 2014. Historia
de amor, pérdida y crisis consecutiva en una pareja que sufre uno de esos
traumatismos de los que es imposible recuperarse, un acontecimiento trágico
que, naturalmente, cambia su manera de ver el futuro y la vida en general.
Eleanor
y Conor son muy jóvenes y un poco inconscientes; están casados y enamorados. La
pérdida de su hijo –un bebé- es el punto de partida para “la exploración de las
caras de una pareja mientras pretenden recuperar la vida y el amor que una vez
tuvieron” y la causa de que inicialmente este filme fueran dos, Him y Her (El y
Ella, presentados en el Festival de Toronto), que cuentan la misma historia
desde dos ángulos diferentes, se remiten uno a otra y viceversa como si entre
ambos estuvieran construyendo el puzle, trágico, de su vida en común. Las exigencias
de la distribución han hecho que esa versión doble haya quedado relegada a
salas de arte y ensayo y, para la exhibición comercial el director haya tenido
que reducir a dos las cuatro horas iniciales, conservando el título general y
añadiendo el subtítulo Them.
Entre
los aciertos de la película están las interpretaciones, algunas muy brillantes,
de la joven Jessica Chastain (La noche más oscura, Criadas y señoras) como
Eleanor, James McAvoy (El último rey de Escocia, X Men) en el personaje de Conor
y, en torno a ellos, familia y amigos interpretados por William Hurt (al que no
olvidaremos en El beso de la mujer araña), Viola Davis, Isabelle Huppert,
Ciarán Hinds y Bill Hader.
Película
inteligente para mentes adultas que explica como la tragedia puede llegar a
convulsionar una vida hasta el punto de hacerla virar 360 grados y concluir que
ya no sirven ni las personas ni los sentimientos que antes la llenaban. Los
personajes pertenecen a la clase media alta estadounidense, son universitarios
y empresarios, capaces de analizar su dolor y buscar una salida al caos en que se
ha convertido su existencia.
Si
una tiene la suerte de llamarse Eleanor Rigby entonces tiene que ser
obligatoriamente guapa, lista, pelirroja y estar sola intentando en vano conectar
con el resto del mundo. Las mejores escenas de la película son las dos conversaciones
de Eleanor con su padre (William Hurt), en cuanto a la pareja Jessica
Chastain/James McAvoy le faltan unos cuantos puntos para lograr la química
necesaria; lo que hace que el conjunto de la historia no funcione todo lo que
bien que sería de desear, sobre todo por el distinto peso específico de los
personajes y porque en la narración hay varias lagunas molestas (tardamos media
película en saber que la pareja está casada y casi lo mismo en conocer la
muerte del niño). Aunque sí funcionan –y muy bien- algunas secuencias
especiales.
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