El martes 22 de
octubre de 2013, Brunei, “un país del tamaño de un confeti”, sultanato
riquísimo situado en la isla de Borneo, se ha convertido en el primero del
sudeste asiático que adopta la charía (ley islámica), que entre otras cosas
decreta la lapidación en caso de adulterio, según la información publicada ese
mismo día por el digital Au Fait Maroc.
El absolutista
sultán Hassanal Bolkiah, uno de los hombres más ricos del mundo, anunció en un discurso
oficial la entrada en vigor del nuevo código penal islámico que en seis meses
regirá la conducta de los 400.000 habitantes del reino, el 13% de los cuales
son budistas y el 10% cristianos. El microestado de Brunei, que cuenta con
enormes reservas de petróleo, es una monarquía superconservadora, cada vez más
integrista y fundamentalista dirigida por el sultán, a la vez jefe del estado y
del gobierno y también ministro de Defensa y de Finanzas, rector de la
universidad, jefe de la policía, jefe supremo de las fuerzas armadas y
Comendador de los creyentes.
El sultanato, de
5.500 kilómetros cuadrados, linda con Malasia, la capital se llama Bandar Seri
Begawan y la lengua oficial es el inglés. Un tercio de su población activa es
extranjera, relacionada con la industria de los hidrocarburos; la nueva
legislación jurídica no les va afectar, según manifestaciones del propio
sultán. La última elección legislativa en Brunei se remonta a 1962; provocó una
rebelión y el anterior sultán, Omar Alí Salfuddin III, declaró el estado de
emergencia, que continúa en vigor, y abolió la Constitución.
Según los
comentaristas internacionales, la introducción de la sharia va a cambiar poco
en Brunei porque las directrices islámicas “se aplican ya, de forma más severa que
en Malasia e Indonesia. Está prohibida la venta de alcohol y la promoción de
otras religiones”. La novedad ahora es que los jueces van a poder dictar
sentencias de lapidación en caso de adulterio, flagelación por consumo de
alcohol y amputaciones para los ladrones.
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