miércoles, 23 de octubre de 2013

“Llamamiento de Oxford”: los intelectuales chinos abogan por un país más justo



En agosto de 2013, una treintena de profesores universitarios chinos de distintas corrientes de pensamiento se reunieron discretamente en la británica Universidad de Oxford y redactaron una declaración, que se ha hecho pública en octubre, a favor de una China políticamente más liberal y abierta, según cuenta en el digital francés de referencia de la izquierda Rue 89 uno de sus fundadores, Pierre Haski, quien durante muchos años fue corresponsal del diario Libération en China y que probablemente es uno de los periodistas occidentales que mejor conoce aquel país, y su sociedad.

Aunque lo que ya se conoce como el “llamamiento de Oxford”, publicado en la edición digital del New York Times (http://sinosphere.blogs.nytimes.com/2013/10/18/q-a-yang-fenggang-on-the-oxford-consensus-and-public-trust-in-china/?_r=0), “es menos radical” que la Carta 08 (http://www.rue89.com/chinatown/2008/12/14/le-texte-integral-du-manifeste-des-dissidents-chinois-la-charte-08), por la que el disidente y Premio Nobel de la Paz 2010 Liu Xiaobo, entre otros, está condenado a once años de cárcel, es un «texto notable que se desmarca de la línea oficial del Partido Comunista Chino precisamente en el momento en que hay varios periodistas, blogueros y juristas chinos detenidos por sus declaraciones, y que el profesor Xia Yeliang –firmante de la Carta 08- acaba de ser expulsado de la Universidad de Pekín” (ed&utm_campaign=Feed%3A+chinadigitaltimes%2FbKzO+(China+Digital+Times+(CDT)).

Como ocurría con los partidos comunistas occidentales en los años 1950, escribe en la Revista Universitaria Canadiense Boris Proulx, la reunión se celebró con absoluta discreción, hasta el punto de que no ha trascendido hasta ahora. Ha sido la primera vez que intelectuales chinos de distinta corrientes han buscado un consenso que, dicen, debería regir la China de mañana: son liberales, socialistas de la nueva izquierda, cristianos y neoconfucionistas (tendencias, algunas, que no se hablaban desde hace años, según ha explicado al New York Times el portavoz del Llamamiento de Oxford, profesor Yang Fenggang) y lo que persiguen es un país participante en la construcción “de un orden mundial más justo y equitativo, que sirva tanto a los intereses del pueblo chino como a los de toda la humanidad”.

El acuerdo perseguido se ha logrado en torno a cuatro puntos: el pueblo es fundamental, equidad y justicia, pluralismo y liberalismo y un mundo mejor.

Respecto al primero de los puntos, el llamamiento dice textualmente «esperamos que China seguirá firmemente comprometida con la filosofía de que el pueblo es fundamental; es decir, que el poder político deriva del consentimiento del pueblo, que el fundamento del sistema político es proteger los derechos del pueblo y que el objetivo del Estado es garantizar la felicidad del pueblo”.

En el segundo apartado, los sabios de Oxford esperan que “China permanezca firmemente comprometida con el principio de equidad y justicia en la vida social; es decir, tratando a todos los ciudadanos de manera igual y justa en los terrenos de la política, la economía, la sociedad, la cultura, los orígenes étnicos y el género; en todos los procesos legislativos, judiciales y administrativos; y en los aspectos de la educación, salud, vivienda, trabajo, ocio, atención a personas mayores, etc. de manera tal que todo el mundo disfrute de seguridad material y dignidad espiritual”.

Respecto al pluralismo, el deseo de los firmantes es que China persiga “el objetivo del pluralismo y el liberalismo, al tiempo que conserva y transmite la excelente cultura china y garantizando un equilibrio razonable entre lo colectivo y lo individual, en el respeto de la equidad y la justicia basadas en un estado de derecho”. Esperan que el país proteja los objetivos morales, ideales, de orientación académica, formas de arte, creencias religiosas, opiniones y puntos de vista de “cada grupo étnico, cada categoría social, cara región, cada grupo espiritual, cada comunidad y cada persona…basados en los principios de armonía en la diversidad, coexistencia pacífica y oportunidades para un desarrollo libre”.

Finalmente, los autores del llamamiento desean que China participe “en la construcción de un orden mundial más justo y equitativo, que trate los diferendos políticos, económicos, culturales, militares, medioambientales, etc., en función de los principios de la dependencia mutua y los intereses comunes, de forma que sirvan tanto a los intereses del pueblo chino como a los de toda la humanidad, que promuevan la coexistencia pacífica y el desarrollo armonioso de todas las naciones de este mundo, y alcancen la mayor paz para todos”.

El texto, escribe Pierre Haski, “en el que se ha sopesado cada palabra, refleja el compromiso entre las diferentes corrientes y contrasta con la doctrina, y sobre todo con la práctica, del Partido Comunista Chino. Pero tampoco es un ‘cortar y pegar” de los valores o sistemas políticos occidentales, lo que les situaría en conflicto directo con el poder”.

Para el profesor Yang Frenggang, quien asegura que las principales diferencias ideológicas entre los firmantes se pueden concretar en defensores del estado y defensores de los derechos individuales, “incluso a pesar de que no hay nada espectacular en la declaración, el hecho de que las distintas corrientes hayan alcanzado un consenso ya es importante…En China, la gente piensa que el país está dividido y que las divisiones son amargas. Pero en Oxford, hemos podido hablar y pensar en lo que tenemos en común… Creo que la sociedad china necesita esto, en este momento. Los cuatro puntos de consenso tienen en cuenta las preocupaciones de izquierdistas, liberales, confucianistas y cristianos. Aunque se haya usado un lenguaje de compromiso, está claro que todo el mundo ha podido expresarse”.

Uno de cada cinco seres humanos vive en China, dice Boris Proulx. País exportador por excelencia, “la fábrica del mundo” ocupa cada vez un espacio mayor en la economía mundial, especialmente gracias a su enorme excedente comercial que le ha permitido comprar parte de la deuda de Estados Unidos, Alemania y Francia, entre otros. El peso del país en la economía no cesa de aumentar, particularmente en Africa subsahariana donde China se ha convertido en un partenaire inevitable de los grandes proyectos de extracción de recursos naturales, muchas veces colaborando con los regímenes menos democráticos y repitiendo procesos ya probados por las potencias coloniales de otros tiempos: llenar los almacenes locales de productos manufacturados (en este caso chinos) a cambio de acaparar las materias primas.

Por eso, el llamamiento de los profesores chinos reunidos en Oxford “es una advertencia, más actual que nunca, metidos de lleno en el siglo XXI. El muy autoritario régimen chino puede resultar compatible, como ya lo está siendo, con una economía de mercado; pero falta mucho para que llegue a “servir tanto a los intereses del pueblo chino como a los de toda la humanidad”. El canadiense Proulx vaticina que “probablemente tendrá que sacrificar su doctrina autoritaria y hacer que su reforma del sistema económico vaya seguida de un cambio en profundidad de las instituciones”.

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