La finca Les Collettes, en la Costa Azul, 1915. Auguste Renoir, en el ocaso
de su vida, está atormentado por la pérdida de su esposa, los dolores de una
poliartritis que le obliga a llevar las manos vendadas y moverse en silla de
ruedas, y porque tiene dos hijos -de
tres- en el frente, que han resultado heridos.
Sin embargo, cuando una nueva modelo llega a su
mundo el pintor siente renovada su energía. Andrée, “una chica de ninguna parte
enviada por una muerta”, se ríe Renoir
al escucharle decir que la ha mandado su mujer (fallecida hace tiempo), de la
que al poco tiempo ya no podrá prescindir.
Radiante de vida, bellísima, Andrée será la musa
del artista y la esposa del segundo de sus hijos, Jean, después uno de los
mayores cineastas franceses en la antesala de la nouvelle vague y autor de
películas como La gran ilusión o French Can-Can. En esos cálidos días
provenzales, la joven fuerza una promesa: un día Jean será realizador y Andrée
actriz. Actriz de cine mudo.
Pero esto es ya otra historia que no vemos en la
película Renoir, cuyo estreno está previsto para el 9 de agosto de 2013; aquí solamente
se nos cuenta un fragmento del último tramo de la vida del pintor y el regreso
de la guerra de su hijo.
A caballo entre ambos, la joven pelirroja y varias
mujeres más de distintas edades, especie de gineceo radiante siempre alegre, para quienes la guerra no existe, empleadas
del anciano al que atienden en sus enfermedades, se ocupan de la comida y la
casa y le trasladan literalmente a mano –a la sillita de la reina- de un lugar
a otro del terreno provenzal, hasta el sitio en que decide instalar caballete y
pinceles.
“Aparentemente, es una película inmóvil… en la que
todo se mueve”, con un trasfondo repletos se secretos y deseos ilícitos
satisfechos (como, por otra parte, ocurre en la mayoría de las familias a poco
que se rasque la superficie). Y también es una película luminosa, en el sentido
de que la luz juega un papel esencial, recreando ella sola todo el
impresionismo en los árboles y las hojas
de la propiedad familiar, único escenario , risueño y bucólico, en que
transcurre la acción de esta historia, cuarta película del realizador Gilles
Bourdos .
Al final, y haciendo un gran esfuerzo, el anciano Renoir
se levanta del sillón para abrazar al joven Jean, “que regresa a la guerra y
camina hacia la gloria sin saberlo”.
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