viernes, 8 de mayo de 2015

Hipócrates, la medicina de verdad



Médico no es un oficio, es una maldición” (Abdel –Reda Kateb- en Hipócrates)

Hipócrates es la medicina real aquí y ahora (en Francia, pero la crisis y los recortes la han afectado lo mismo, con la diferencia de que su estado de bienestar, y por tanto su sistema de salud es infinitamente superior al nuestro). Hipócrates es la seguridad social rebajada y corrompida, son los médicos-estrella y los internos y residentes que cargan con todos los marrones y todas las frustraciones: son también los pacientes, claro, y las diferentes maneras de tratarlos.

Hipócrates, del realizador francés Thomas Lilti (Les yeux bandés), que sabe de lo que habla porque es también médico generalista, es una comedia agridulce, inteligente y muy divertida, en las antípodas de las ficciones House o Anatomía de Grey de las pantallas televisivas, y que es al tiempo un grito de alarma por lo que está ocurriendo (en todo el mundo occidental, al menos) con un sector que es un servicio social imprescindible y cuya supervivencia peligra, al menos tal y como la hemos conocido hasta ahora.

Hipócrates es una película rigurosa que reflexiona sobre la deontología profesional, las distintas formas de ver la enfermedad y a los enfermos, las maneras de enfrentarse al desamparo, la soledad, el miedo y la muerte; y de paso, que recuerda que las decisiones no son nunca inocentes y hay que tener el valor de enfrentarse a sus consecuencias.

Benjamin (Vincent Lacoste, El Skylab), joven tímido y además hijo del jefe de la especialidad, se incorpora como becario en el equipo parisino donde impera su padre, una lumbrera médica. En el día a día irá aprendiendo que la práctica dista mucho de la teoría, que el hospital es un microcosmos que reproduce las castas y todos los defectos de la burocracia más convencional…, irá descubriendo la situación de los pacientes en peor estado, a los colegas y sus rencillas (entre ellos, un experimentado doctor argelino -Reda Kateb, Un profeta, Lost River, Premio Cesar al mejor actor secundario en 2014- obligado a revalidar su título en Francia).

El resultado es una historia muy documentada y convincente, una película que emociona siguiendo la inmersión del joven médico recién licenciado en la cruda y caótica realidad del hospital, inevitablemente llena de dudas y contradicciones, y la necesidad de asumir responsabilidades. Una película que debe mucho no solo al conocimiento que el realizador tiene de esa realidad, sino al excelente reparto de personajes secundarios y a la apariencia semi-documental con que está narrada.


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