El descubrimiento de 800
bebés en una fosa común revive episodios negros de abusos y tabúes
En Philomena, película sobre
un caso real dirigida por Stephen Frears y estrenada en España en el invierno
de 2014, una inimitable Judi Dench regresa medio siglo después al convento
irlandés donde dio a luz de forma clandestina y donde las monjas que lo
regentaban le enseñaron la tumba donde estaba enterrado el bebé “nacido
muerto”. Pero la verdad era muy distinta: aquel niño fue “vendido” (oficialmente
“dado en adopción») a una pareja estadounidense que le crió, le proporcionó
hogar, estudios y estabilidad, y acababa de fallecer a los 50 años, justo
cuando Philomena atravesaba el Atlántico en su búsqueda
El caso de Philomena no fue único,
ni mucho menos. Cientos de pequeñas tumbas poblaban el cementerio del convento
y en su interior reposaban –unas veces de verdad, y otras falsas- los cientos
de niños nacidos de madres solteras en el monasterio.
Como en una versión actualizada y
mejorada de Philomena –y también de otra película anterior tiulada The
Magdalene Sisters, escrita y dirigida por el escocés Peter Mullan, ganadora
del León de Oro en el Festival de Venecia 2002- los ciudadanos irlandeses se
han desayunado leyendo en las páginas de sucesos de sus periódicos el
escalofriante descubrimiento de una fosa común, que contiene los esqueletos de
unos 800 niños, la mayoría bebés pero también de hasta unos 8 años,
nacidos en el Hogar Católico St. Mary, cerca de un antiguo convento
católico del condado de Galway, que fue refugio para madres solteras
administrado por las religiosas Hermanas del Buen Socorro. Niños muertos entre
1925 y 1961, fecha en que fue cerrado el monasterio, según la antropóloga local
Catherine Corless, autora del hallazgo: “Todo esto resulta muy inquietante
porque nos devuelve a una época sombría en Irlanda, cuando a los niños no se
les quería como era debido”.
En
la Irlanda del siglo XX, la iglesia católica administró numerosos
establecimientos con carácter social, incluidos este tipo de centros de acogida
para solteras embarazadas a los que acudieron decenas de miles de mujeres, en
muchos casos víctimas de violaciones, a dar a luz. Los centros, conventos u
otro tipo de instituciones, recibieron el nombre genérico de Magdalene
Laundries (Lavanderías Magdalena), porque las mujeres acogidas, consideradas “chicas
perdidas” moralmente, realizaban en ellos tareas de lavado y planchado de la
ropa blanca procedente de las mansiones cercanas; un trabajo que, se suponía,
iba a servir para “reeducarlas”. Las cifras oficiales dan testimonio de que
entre 1922 y 1996, más de 10.000 jóvenes y adultas trabajaron gratuitamente en
esas lavanderías explotadas comercialmente por religiosas católicas.
Las
pensionistas, conocidas como “las magdalene sisters”, eran “mujeres que se
habían quedado embarazadas fuera del matrimonio, o que tenían un comportamiento
considerado inmoral en un país de fuerte y arraigada tradición católica”.
Con
frecuencia, la conservadora sociedad católica irlandesa despreciaba a las
madres célibes y a sus hijos, a los que consideraba el resultado de un
comportamiento inmoral. En ocasiones, los conventos actuaban también como
intermediarios en las adopciones de los bebés nacidos fuera del matrimonio y en
no pocos casos fueron el escenario de los abusos cometidos con los niños,
obligados a trabajar en los casos en que permanecían junto a sus madres, lo que
estaba permitido hasta que cumplían 8 años.
“Alguien
había mencionado la existencia de un cementerio, pero lo que hemos encontrado
es mucho más que eso”, ha dicho Corless. La antropóloga investigaba en los
archivos de un antiguo convento, convertido ahora en urbanización, cuando
descubrió que allí se habían enterrado 796 niños, sin ataúd ni losa. Igual que
en las historias relatadas en Philomena y Magdelene Sisters, las monjas del
Convento del Buen Socorro habrían sepultado en secreto a los bebés fallecidos,
según los documentos encontrados, de malnutrición y enfermedades infecciosas
como neumonía o tuberculosis y, sin duda en algunos casos, de malos
tratos.
Se
trata de un episodio más en el que aparece incriminada la iglesia católica
irlandesa, muy tocada ya por los escándalos de pederastia y malos tratos en
instituciones educativas. Hasta ahora se creía que en la fosa, descubierta
inicialmente por los habitantes de la zona en 1975 cuando el cemento que la
cubría empezó a resquebrajarse, literalmente abarrotada de huesos,
se encontraban los restos de algunas víctimas de la gran hambruna que asoló
Irlanda a partir de 1840.
Los
habitantes de la zona han puesto en marcha una recogida de fondos para erigir
un memorial, en el que figuren los nombres de todos y cada uno de los
niños que están allí enterrados.
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