San
Kutesa, ugandés, elegido para presidir la Asamblea de la ONU, tiene 65 años y
lleva 9 ocupando la cartera de Asuntos Exteriores de Uganda, en el enésimo
gobierno del casi dictador Museveni,
un presidente que ocupa el cargo ininterrumpidamente desde hace 38 años (1986),
que tiene militarizado el país desde que llegó al poder y que lo consiguió
predicando una economía marxista y ha evolucionado hasta el neoliberalismo,
siguiendo al pie de la letra las directrices del Fondo
Monetario Internacional (FMI).
Kutesa
es diplomado en leyes por la Univeridad Makerere de Kampala, la capital
ugandesa. Su elección, el 11 de junio de 2014, ha generado una tempestad de
polémicas entre los miembros del organismo internacional y ha estado precedido
por una petición on line (http://www.change.org/petitions/stop-sam-kutesa-from-becoming-president-un-gen-assembly)
dirigida al gobierno de Estados Unidos, pidiendo que le niegue el visado
diplomático, condición indispensable para que pueda acudir a ocupar su puesto
en el Palacio de Cristal neoyorquino; una petición puesta en marcha por el
periodista ugandés residente en EE.UU. Milton Allimadi, director de la
publicación estadounidense Black Star
News, quien le acusa de haber propiciado la ley más homófoba del mundo,
aprobada en diciembre pasado en el Parlamento ugandés, que establece penas de
hasta cadena perpetua para los homosexuales(*): “Kutesa representa la antítesis
de lo que lo globalmente significa Naciones Unidas: paz, seguridad y tutela de los
derechos humanos de todos”.
Rico, muy rico, homófobo, envuelto en escándalos de
corrupción en concesiones petroleras e incondicional del presidente Museveni -quien
llegó al poder en un golpe de estado protagonizado por la guerrilla del
Ejército de Resistencia Nacional, que él mismo creó-, Sam Kutesa presidirá la
Asamblea General de Naciones Unidas durante un año a partir de septiembre de
2014, ante la indiferencia de la mayoría, por no decir todos, los gobiernos de
los países democrático, y en especial los occidentales, que se escudan diciendo
que se trata de una cargo de “mera representación”: al tratarse de un cargo
rotativo, esta vez tocaba que la presidencia recayera en un país africano y la
del ministro ugandés ha sido la única candidatura presentada.
Lo que no era necesario, desde ningún punto de vista,
es que la elección se hiciera “por aclamación”, como ha sucedido. “¿Puede un
hombre que ha impulsado leyes que limitan la libertad de las personas
homosexuales convertirse en presidente de la ONU, una institución que combate
en primera línea la homofobia?”, se pregunta el periodista Massimiliano
Sfregola en una columna del diario Il
fatto quotidiano (periódico italiano de izquierda fundados en 2009, con el
30% de las acciones en manos de sus redactores, cuya cabecera es un homenaje al
célebre periodista, ya fallecido, Enzo Biagi y a su programa televisado Il Fatto, censurado por el gobierno
Berlusconi en 2002).
“Evidentemente, sí” se responde el propio Sfregola.
“Recordemos -escriben en la publicación digital gay.it, en un artículo titulado “Continúa la caza al gay” - que las
leyes anti-gays ugandesas establecen la cadena perpetua para los homosexuales
reincidentes (lo que significa entre otras cosas parejas homosexuales que
tienen una relación estable), 7 años de cárcel para quién les ayude a no ser
descubiertos y 5 para quien promueva la homosexualidad”. En febrero de 2014, el
gobierno ugandés endureció su legislación contra la homosexualidad promulgando
la ley aprobada en diciembre anterior por el Parlamento y que, en su primera
redacción, incluía la pena de muerte.
Según la radiotelevisión belga, RTFBe, varias ONG’s consideran a Kutesa como uno de los políticos
más corruptos del régimen ugandés; opinión que, según los despachos
diplomáticos pirateados por Edgar Snowden y hechos públicos por Wikileaks,
coincide con la que la diplomacia estadounidense manifiesta a puerta cerrada y
que, naturalmente, no comparte el interesado quien se considera “la persona
ideal para dirigir esta organización en su próxima sesión” (a celebrar en
septiembre de 2014, definida entorno al objetivo “Realizar y poner en marcha
un programa transformador de desarrollo para después de 2015”).
Es evidente que en Naciones Unidas no andan muy finos
últimamente: ya tienen a representantes de unas cuantas dictaduras africanas y
asiáticas entre los 47 miembros que componen su Consejo de los Derechos Humanos
y ya hace un par de años que su agencia para cultura, Unesco, aceptó los tres
millones de dólares ofrecidos por el dictador ecuatoguineano Teodoro Obiang
Nguema para crear un premio en materia científica que lleva su nombre.
(*) La homosexualidad es un tema tabú en la mayoría de
países africanos, y en 37 de ellos ilegal, incluido Uganda donde se considera
delito desde la descolonización británica (1962).
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