“Si,
Timbuktu (...) es ni más ni menos una obra maestra” (Le Parisien).
“Timbuktu
(...), magnífico poema africano contra el extremismo religioso”. (20
Minutes)
Mi
compañero Julio Feo Zarandieta ha explicado que Timbuktu, película
menospreciada en el último Festival de Cannes pero que gana en pertinencia a
medida que pasan las semanas y los meses, es la considerada por la crítica
francesa como la mejor producción de 2014.
Comparto
el entusiasmo de los colegas franceses por esta película difícil, muy difícil
de olvidar fundamentalmente por la actualidad del argumento: un grupo de
yihadistas invade un pueblo cerca del legendario Tombuctú y pretende regular la
vida de sus habitantes a golpe de libre interpretación del Corán (que, en
realidad, es lo mismo que hace tanto integrista con las armas en la mano en
Siria, Irán, Nigeria, Sudán, Mali, Camerún, Tchad…), algunos seminómadas, como
ese tuareg propietario de unas cuantas vacas que languidece en su tienda,
atendido por una esposa bellísima y sabia y una hija tan bella como su madre.
Los
invasores organizan matrimonios forzosos, prohíben el fútbol, obligan a las
mujeres a llevar guantes (esto debe ser la última manifestación de esa
«impureza» que muchos islamistas atribuyen al oficio del sexo femenino),
persiguen a los jóvenes que se reúnen de noche, en una habitación, para cantar:
“la escena adquiere un valor ejemplar: rasgar una guitarra es desafiar la
prohibición de la ley islámica, tararear una canción es un grito de independencia”
(Télérama)…
En
un decorado natural bíblico, en pleno desierto que combina perfectamente
metáfora y poesía, no exento de pinceladas de humor, manteniendo una cierta
distancia con el horror y la violencia narrados y haciendo gala de enorme
lucidez, el realizador mauritano Abderrahamane Sissako (Bamako, La vida en la
tierra), ha encontrado la fórmula adecuada, y me atrevo a decir que justa, para
denunciar con imágenes valientes el oscurantismo religioso y los horrores de
esas guerrillas islámicas que se radicalizan por días, asolan pueblos y
poblados y al día de hoy han forzado ya el éxodo de millones de refugiados que
se hacinan en los campos levantados por los organismos internacionales en las
fronteras entre unas naciones y otras.
Timbuktu
–“auténtico canto de resistencia contra el fanatismo religioso”- es una
reconstrucción libre de los hechos ocurridos en abril de 2012, cuando la ciudad
maliense de Tombuctú y los pueblos de sus alrededores cayeron en manos de un
grupo yihadista que obligó a la población a vivir sometida a su particular
“sharia” hasta enero de 2013, cuando tuvo lugar una intervención conjunta de
militares franceses y malienses. “Lo que yo quería mostrar –explicaba en
diciembre de 2014 el realizador Sissako, en el plató del canal internacional
France24 –es como el Islam es ahora rehén de gentes que hablan en su nombre y
cometen actos contrarios a la religión. Creo que es importante considerar que,
en la mayoría de los casos, se trata de jóvenes perdidos, víctimas de alguna
manera de la sociedad y que se unen, sin una convicción real, no al Islam sino
a una forma de protesta".
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