En Los caballos de Dios, película
ganadora de la Espiga de Oro a la Mejor Película en la SEMINCI de Valladolid en
2012, su director, Nabyl Ayouch (parisino de 46 años) se inspira en los
atentados terroristas de 2003 en Casablanca para escribir una provocadora y
valiente visión del terrorismo yihadista. Entre thriller y tragedia
sentimental, esta historia de alienación y fundamentalismo realizada hace ya
tres años resulta más actual que nunca tras los acontecimientos de los últimos
meses en medio mundo, allá donde golpea con saña el integrismo islamista
radical.
Una reflexión sobre el origen de la
radicalización de muchos musulmanes que han pasado a integrar las filas del
terrorismo, situada en los suburbios de la ciudad de Casablanca, en Marruecos,
donde el 16 de mayo de 2003 se produjeron cinco atentados kamikazes
simultáneos, que causaron 41 muertes y cientos de heridos, en la que el
cineasta intenta explicar cómo un grupo de chicos crecidos en el suburbio de
Sidi Moumen –un mal lugar para nacer, donde realmente no existen oportunidades
para salir y crearse un futuro diferente del de sus padres, “un suelo árido
hecho de mugre y polvo, donde una población vive confinada en el ostracismo
social, lejos de la realidad económica de un país que se va occidentalizando”
aunque lentamente- llegaron a convertirse en “mártires”, autoinmolándose tras
caer en las redes de una desafortunada y criminal manera de entender la
religión.
Lejos de los oasis turísticos, en
un lugar donde el maltrato, la violación, la depresión, el consumo de alcohol
juvenil y la venta de drogas al menudeo constituyen el grueso de la actividad
local, Yachine tiene diez años y vive con su familia en un poblado de chabolas.
La madre, Yemma, saca adelante a la familia sin preguntar la procedencia del
dinero que le dan sus hijos. El padre atraviesa una depresión, que le mantiene
ausente la mayor parte del tiempo. De sus tres hermanos, uno está en el
ejército, otro es prácticamente autista y el más cercano a él, Hamid, de trece
años, es el cabecilla de una banda y protege a Yachine. Cuando la policía
detiene y encarcela a Hamid, Yachine efectúa pequeños trabajos y recupera
objetos de los basureros, que luego vende a los chamarileros. Hamid sale de la
cárcel convertido en un sialmista radical y convence a Yachine, y a sus amigos,
para que se unan al grupo que dirige un imán integrista, quien les entrena física
y mentalmente después de decidir que Alá les ha elegido como “caballos de
dios”, destinados al martirio y a alcanzar el Paraíso, donde les esperan las 70
huríes prometidas en la leyenda.
Casi un documental por el realismo
de algunas secuencias , Los caballos de Dios es la narración de un drama humano
muy cercano, basado en hechos reales e inspirado en la novela Las estrellas de
Sidi Moumen, del escritor marroquí Mahi Binebine, ganadora del Premio Novela
Arabe en 2010.
Nabyl Ayouch, francés hijo de madre judía de origen tunecino y padre marroquí, empresario de comunicación y fundador de una empresa de microcréditos, y hermano del también realizador Hicham Ayouch, comenzó su carrera realizando spots publicitarios y en 1992 firmó su primer cortometraje, Las piedras azules del desierto. A Mektoub, primer largo realizado en 1997, siguieron Ali Zaoua y la comedia Whatever Lola Wants, todas con gran éxito en Marruecos. Tras Los caballos de Dios, Nabyl Ayouch ha dirigido Much Love, presentada en la última Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, prohibida en Marruecos después de que algunas secuencias, difundidas por Internet, hayan avivado una campaña fundamentalista contra Ayouch, que ha llegado al paroxismo con algunos comentarios en los que se pide que sea ejecutado.
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