viernes, 5 de junio de 2015

Requisitos para ser una persona normal, mala sin paliativos



Lamentablemente, el debut al otro lado de la cámara de la actriz Leticia Dolera deja mucho que desear. La película Requisitos para ser una persona normal es un compendio de lugares comunes y gags vistos una y mil veces en otros filmes, y sobre todo en series televisivas. Nada nuevo en torno a una extravagante y “guay” chica de 30 años (la propia directora también autora del guión, ergo, responsable absoluta del desastre) sin trabajo, a la que en una entrevista preguntan “¿Qué es una persona normal?”, y responde enumerando una serie de requisitos que ella no cumple.

En torno a ese decálogo transcurre toda la trama, absolutamente intrascendente, en la que nos presenta a su hermano –discapacitado y gay, así en un solo personaje se cumplen dos reivindicaciones sociales-, a su madre, viuda inconsolable – Silvia Munt, horrenda, con una tonelada de botox en los labios-, al colega de su hermano, dependiente de Ikea, junto al cual disfruta tirándose pedos bajo una manta, y a un grupito de pijos, que hablan “en pijo”, juegan al paddle, asisten a inauguraciones de galerías y a catas de vinos.

Y ya está (como dice ese anuncio absurdo en el que una madre guay le explica a su niña “lo de la cigüeña”). Eso es todo y todo es mentira: porque está hablando de la generación sacrificada con una frivolidad que pone los pelos como escarpias: han estudiado carreras y han hecho masters y posgrados pero no tienen trabajo, están obligados a vivir con sus padres, se plantean emigrar a trabajar de camareros… y, sin embargo, todo va de buen rollo, parecen desgraciados pero en el fondo son felices, la vida es una tómbola, tom, tom, tómbola…



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