Los
cines Verdi (Madrid y Barcelona) tienen programado para el verano de 2015 un
ciclo sobre uno de los clásicos del cine italiano: Roberto Rossellini, con una
serie de nueve de sus realizaciones –alguna de ellas nunca antes estrenada en
España-, restauradas y digitalizadas en HD por la Cinemateca de Bologna con un
resultado espectacular. El ciclo se inicia el 3 de julio con Viaggio in Italia
(estrenada aquí en 1954 como Te querré siempre) (*), que pretende ser también
un acto de recuerdo y homenaje a quien fuera su mujer, la actriz sueca Ingrid
Bergman, cuando se va cumplir el centenario de su nacimiento (26 de agosto de
1915). Después, y durante una semana, se irá repitiendo el ciclo completo, en
bucle, en sesiones al precio de “día del espectador”, o sea 4,50€.
Una
pareja británica, Alexander (George Sanders) y Katherine (Ingrid Bergman),
viajan a Italia para arreglar un asunto de una herencia. A su llegada a Nápoles
la relación se deteriora, Katherine visita sola la ciudad y sus alrededores
mientras Alexander se marcha a Capri a visitar a su amiga Judy y, al regreso,
la pareja decide divorciarse. En una visita que hacen juntos al Museo de
Pompeya, y en una escena en la que hace de extra el director de la época del
establecimiento, Amedeo Maiuri, asisten al descubrimiento de una pareja de
pompeyanos “unidos para la eternidad” a causa de la violenta erupción del
Vesubio, ocurrida en el año 79 antes de nuestra era, que destruyó totalmente la
ciudad y mató a la inmensa mayoría de sus habitantes. El descubrimiento afecta
a Katherine, que decide dar otra oportunidad a su matrimonio. El final les
reunirá «milagrosamente» en la procesión anual de Maiori en pleno centro de
Nápoles contemplando, ajenos al fervor religioso del entorno, el paso de una
Madonna enlutada.
Excelente
(si exceptuamos los últimos minutos) melodrama sentimental muy propio de la
época (1953), nada que ver con el neorrealismo, dirigida por Roberto Rosellini
(un italiano que trabajaba en Estados Unidos) a mayor gloria de Ingrid Bergman,
la mujer que le había enamorado en 1948 y con la cual vivió una de las grandes
historias de amor de Hollywood, y el consiguiente escándalo también ya que
ambos estaban casados cuando se conocieron.
Autobiográfica
en parte, como casi toda la obra del cineasta en aquellos años, y maltratada
por la crítica local de la época, el rescate llegó de la pluma de algunos
comentaristas franceses, y entre ellos nada menos que François Truffaut,
entonces periodista en la prestigiosa revista Cahiers du cinéma, que la
consideraron la “primera película moderna”, que “ha abierto una brecha por la
que necesariamente deben pasar el cine mundial para no morir” según Jacques
Rivette, otro de los realizadores, junto con Jean-Luc Goddard, más influyentes
de la nouvelle vague quien, en el artículo titulado Carta a Rosellini, la
califica de “ejemplar” y la define entre otras cosas como “íntima, familiar,
improvisada y personal, lo que la acerca a la modernidad en literatura y
pintura, por ejemplo”.
El
propio Godard le rindió luego homenaje en su película Le Mépris (El desprecio)
y Martin Scorsese la recordaba en Mi viaje en Italia, documental de 2001, de
cuatro horas de duración, en el que se trata de un viaje personal del cineasta
por las pantallas italianas de sus orígenes, desde el neorrealismo de la
posguerra hasta la obra de genios como Fellini.
“Lacónica,
minimalista en los diálogos, huyendo del psicologismo y las habituales
peripecias de la ficción clásica, Viaggio in Italia en una película de la
interioridad, de lo que no se dice. –se lee en la Enciclopedia del cinema
italiano- Como ejemplo valga la conmovedora escena en que Katherine toma
conciencia de que su pareja ha fallado ante el fósil de un matrimonio de
Pompeya abrazado desde hace siglos: a veces se necesita un tercero, un
“revelador”, para que dos caigan en la cuenta de lo que les pasa”.
En
este sentido, al exponer sin decirlo el problema de la incomunicación,
Rosellini toma prestadas algunas herramientas éticas y estéticas que hacían la
fortuna de Antonioni o Bergman (exceptuando, claro el “milagro” final). Este
aspecto es lo que más destacan ahora los historiadores del cine: que se trata
de una película “de ruptura”: en el argumento, porque lo que relata es el final
del amor, y en las formas incluso: pocas palabras, muy pocas, para mostrar las
heridas de la relación conyugal.
Museo
de Nápoles, antro de la Sibila, ruinas del templo de Apolo, rescoldos del
Vesubio, catacumbas de Fontanella… huyendo de la cercanía de ese hombre con el
“no conecta” cuando cumplen ocho años de matrimonio Katherine se satura de
piedras cargadas de historia que acaban llevándola al descubrimiento de lo que
hay realmente en el fondo de su espíritu. “Todo, en Viaggio in Italia, es desbordamiento,
desgarramiento, exhumación. Todo tiende a la sumersión final, ese modesto ‘I
love you’ tan repentino como erupción (…) La declaración se niega in extremis a
abandonar el amor en la tumba del orgullo”.
Viaggio
in Italia forma parte – junto con Europa ’51 y Stromboli- de la conocida como
“trilogía de la soledad” de Roberto Rossellini, un recorrido sobre la idea del
aislamiento humano en el que Ingrid Bergman, en distintas interpretaciones, “se
transforma en el símbolo de una condición femenina que se vive con sufrimiento;
una figura de mujer doliente sobre la que pesan los prejuicios y la violencia
de una sociedad mayoritariamente machista. Teniendo en cuenta el tiempo que
trascurre entre ellas (…) no se puede hablar de una planificación precisa sino
más bien de una intuición que lleva a Rossellini a analizar, desde distintos
aspectos, una única y gran temática: la incomunicación humana”.
(*) Completan el ciclo Stromboli, India,
Amore, Non credo pié all’amore, Paisá, Germania anno zero y La macchina ammazzacattivi.
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